#AlfareresFeministas: crónica del muro para el 8M
En medio de las desigualdades y desde los bordes, mirando finito y preguntándonos todo, así andamos mujeres, lesbianxs, trans, travas, no binaries, intersex y bisexuales. Hartes, ocupamos las calles y nos agrupamos, porque siempre la salida es colectiva. Les Alfareres feministas intervinieron el espacio público y, el lunes en plena marcha por el 8M, interpelaron -desde lo sensible- los muros que nos rodean.
Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta
8M. Ciudad de Córdoba. Fuimos miles.
El abrazo como común denominador, las lágrimas, la hermandad, la amistad. Les hacedores que somos. Fuimos la marcha, fuimos las marchas. Fuimos y somos todo lo que ahí construimos y venimos construyendo en estos años. Fuimos violetas y verdes, manos unidas y grito.
Av. Vélez Sarsfield esq. Duarte Quirós.
Un muro en construcción, muchas manos en el barro, un colectivo. Todo sucede mientras suenan y pasan las murgas, el candombe y el grito de todes acompaña. Es que les alfareres feministas se encuentran en plena acción: se levanta un muro en la calle con arcilla local. La idea es visibilizar el oficio “en el que se nos va el cuerpo”, me cuentan. El muro es un muro que habla de las prácticas diarias de construcción feminista. Un muro como comienzo, resignificando las fronteras: “La idea es construir un muro para derribarlo. Este muro será un BASTA a la violencia patriarcal que nos atraviesa”, dicen. También -y con total conciencia- reflexionan sobre todo lo que implica ocupar el espacio público: “Es, al igual que el taller y el diálogo entre nosotres, un lugar de producción de saberes”.
En la calle, se entreteje la trama y las respuestas son diversas
Como siempre, cuando las expresiones artísticas irrumpen en el espacio público, las preguntas abundan y las respuestas de la gente enriquecen las acciones. “Nos preguntaban: ¿qué es? Y nuestra pregunta a elles era: ¿qué es para vos? ¿Qué es esto? ¿Es un límite? Podemos estar encerrades o podemos estar del otro lado de la pared, o, en realidad, nos dan ganas de voltearla… es todo eso, es un muro, es un límite, ¿estamos protegides o encerrades detrás? ¿O es que el muro nos está cuidando? Nos pasó que no esperábamos tanta respuesta de la gente: una piba se emocionó y nos decía: ´Hace 10 minutos que estoy mirando y me conmovió, se me caen las lágrimas de verlas laburar en la puerta de mi facu (ingeniería) que es re machista, que está llena de chabones y que esto esté acá hecho por ustedes me conmueve´. Eso es lo hermoso de salir a la calle y hacer”, me comparten desde Alfareres feministas.
También cuentan que, al llegar para comenzar a trabajar, se encontraron con mucha hostilidad por parte de la policía que lxs increpó ante la bajada de los ladrillos y demás materiales para la intervención. Es que a las minorías siempre nos toca transitar en medio de este tipo de tensiones para hacernos ver y ser escuchades.
El espíritu del colectivo
“Hartes de los muros que nos atraviesan y desde este borde, es necesario un acto de rebeldía ante el encierro que nos desarticuló”, manifiestan les Alfareres y cuentan que se proponen acabar con las fronteras que marginan a las minorías de los lugares legitimados, sabiendo que esos espacios siempre han estado destinados a reafirmar el sistema patriarcal.
Es así que toman como escenario político la calle, un lugar de encuentro y espacio de lucha, para visibilizar nuestra situación y de la agrupación mediante acciones que interpelen y movilicen significados naturalizados. Significados que no sólo nos alejan de los espacios públicos autorizados, sino que, muchas veces, nos cuestan la vida.
¿Quiénes son?
Son un Colectivo de ceramistes/alfareres de la ciudad de Córdoba, comprometides con la lucha feminista y la reivindicación del oficio. Se piensan como “un sujeto político complejo, en permanente construcción”. Las prácticas feministas que realizan a diario nuclean no sólo a las mujeres, sino a las voces disidentes de quienes forman parte del colectivo.
A fines de 2018, y con un espíritu totalmente “subversivo” me dicen, deciden visitarse entre colegas sin considerarse competencia, más bien, para apoyarse, comprarse piezas, intercambiar, compartir, pensar tarifas, espacios, “hacerse el aguante”, etc. Entre charlas, surge la idea de nuclearse para hacer algo y marchar juntes el 8M 2019. Esa fue la primera oportunidad en la que intervinieron el espacio público. Después, vinieron intervenciones en el Encuentro de Mujeres, en la marcha del 8M 2020 y en las acciones y manifestaciones durante la campaña por el aborto legal.
Este colectivo también funciona como espacio para pensar y pensarse: qué les une como alfareres ante tanta diversidad en el oficio. “Nos une el hacer”, reflexionan. “Un hacer que implica el cuerpo, un cuerpo invisibilizado, que no se encuentra dentro del imaginario colectivo, porque no conviene para las leyes del mercado darle presencia detrás de los objetos de consumo. Nos une hablar de un cuerpo que duele, un cuerpo que envejece, un cuerpo que caduca. Un oficio tan desvalorizado que nos esclaviza en lo que amamos. ¿Y qué es el amor, sino libertad?”, se cuestionan.
“Lo colectivo implica también un cuerpo, la materialidad de une otre que comienza a repercutir y a gestar -encuentro a encuentro- un espacio para la experimentación y la contención, dándonos lugar al cruce de saberes, construyendo lo común en el oficio donde lo híbrido y diverso en nuestras formaciones profesionales nos enriquece”. Agruparse supone una puesta en común de valores e ideas sobre el oficio, y, al mismo tiempo, sobre el feminismo; les alfareres eligen hacerlo juntes y en la calle como forma de resistencia, atravesades por el deseo de romper con el trabajo solitario del taller.
Entre las acciones al interior del colectivo, tienen un espacio de encuentro mensual donde, desde lógicas de funcionamiento horizontal y colaborativo, le dan forma a las propuestas que se generan. Estos encuentros son rotativos, para conocer el espacio de producción de cada une, donde se nutren y enriquecen las prácticas individuales y colectivas. “Con pequeñas acciones, buscamos reconocernos y legitimarnos entre nosotres; darnos valor en nuestras labores; apoyarnos. Acordamos precios de talleres y/o producciones. Nos acompañamos en la difusión de nuestras propuestas. Hacemos compras comunitarias, etc.”, cuentan.
Este año, se proponen generar un sustento económico común para solventar las acciones del colectivo y también para apoyar a compañeres que lo necesiten. Su trabajo es principalmente autónomo y autogestivo, entonces, es de vital importancia construir una red que les contenga. La intención es crear un modo de vincularse distinto al que impone o propone el sistema: “No nos percibimos como competencia, sino como compañeres, como colegas”.
El quehacer cerámico es una práctica desarrollada mayormente por mujeres y, a la vez, son las mujeres, lesbianxs, trans, travestis, no binaries, intersex y otras disidencias las que menos reconocimiento tienen tanto a nivel institucional como en el imaginario colectivo. “Hay algunas de las tareas -como, por ejemplo, las quemas a leña- donde es frecuente el mansplaining hacia nosotres. Nos dimos cuenta de que las problemáticas de une, en realidad, eran comunes a todes e intentamos, de este modo, tejer redes que nos lleven a encontrar soluciones colectivas”, afirman.
Inmerses en un sistema que favorece, legitima y visibiliza a los hombres, es necesario volver a decir que quienes sostienen el oficio son mayoritariamente las demás identidades. Les Alfareres feministas construyen el horizonte que nos hermana: encontrarnos en la acción y poner en valor el trabajo propio, desde los lenguajes artísticos y desde lo colectivo, en el 8M y cada día.
#alfareresfeministas
alfareresfeministas.cbacap@gmail.com
*Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta / Imagen de portada: La tinta.