Mate

Mate
30 noviembre, 2020 por Redacción La tinta
Para mí el mate se toma chiquito.
En ese jarrito que era para la leche, pero se usó para el mate. Que se volvió un rebelde.
Que tiene una orejita que le asoma y a veces nos quema los dedos.
Suele ser negro o azul oscuro y tiene un millar de gotitas claras. También blanco y con florcitas pintadas.
Es tan pequeño que se resbala en las manos blandas de los niños y en aquellas cansadas de los viejos. Es el mate de la primera y última vez.
 
Probé muchos mates y siento que este es el indicado.
Aunque no es el correcto.
El mate nunca puede ser correcto.
Porque se lo toma con el riesgo de enchastrarse.
A veces, con miedo de quemar al otro.
Con la astucia de que no se derrame.
Y al final se derrama, se enchastra y se quema.
Pero se perdona.
Eso nunca se corrige.
Nos enseña a equivocarnos y a restarle importancia al drama.
A prestarle atención a lo que sucede y a quien está en frente.
A pasar el trapo rápido para quitar el agua de la mesa y no desviar la charla.
A empujar la yerba del piso con la suela del zapato.
No hay tiempo de renegar entre las herramientas o las cosas de casa.
 
Este mate chiquito, de sorbo corto, es casi un suspiro de obrero.
Es un hijo entre vecinos que nunca se siente solo.
Porque a veces no hay para el mate grande.
Y eso en la familia se aprende.
Aunque sabemos que no se trata de ahorrar yerba.
Sino de respetar que una vez no alcanzó.
Y aún así, decidimos compartirlo todo.
 
Por Gastón Lippi

Palabras claves: Gastón Lippi, Mate

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