Esquel: a la calle por una Navidad sin minera
Por Silvana Melo para Agencia de Noticias Pelota de Trapo
“No los vamos a poder parar, pero necesitamos cuidarlos. En la calle cuando estamos todos juntos. Pero también cuidarles el futuro”. Nilda Bluzomi ha gritado No a la Mina en Esquel desde hace más de veinte años. En la marcha del martes a la noche, contra las nuevas avanzadas mineras, los pibes que “en 2003 iban en cochecito, hoy van al frente”. Un pueblo entero que se planta ante las multinacionales que pretenden quitarle las entrañas y envenenarles el agua. Ante una Navidad que da nombre a un proyecto de muerte. Un pueblo entero que las frenó épicamente hace 17 años y hoy enfrenta a la única receta que los gobiernos -nacional y provincial- prefieren poner en práctica para solventar las crisis terminales del país y de la provincia que gobierna Mariano Arcioni: el extractivismo más feroz, a costa del agua, de la vida, de la meseta, de la cordillera, del futuro.
Las embestidas contra la Ley 5.001, hermana de la 7.722 mendocina que resistió en diciembre del 2019, son espasmódicas. Pero estuvo clarísimo, cuando el flamante gobierno nacional anunció emprendimientos mineros en Mendoza y Chubut, por dónde seguiría intocada la matriz productiva de la Argentina. Pasando por encima leyes y licencias populares. Chubut, que vive una crisis económica estructural, está gobernada por el sucesor institucional de Mario Das Neves. Arcioni llegó por elecciones a un segundo mandato con promesas de fatuidad notoria: una paritaria del 40%, cláusula gatillo para docentes, aumentos para los estatales y enarbolar el rechazo a la actividad extractiva contaminante. Todos los compromisos se derrumbaron cuando el poder fue pájaro en mano.
Las organizaciones que le dicen No a la Mina, “a pesar de la pandemia, presentamos una segunda iniciativa popular”, relata Nilda Bulzomi a APe. Juntaron 31.000 firmas, mucho más de lo exigido costitucionalmente para esta figura. “Estamos esperando que entre a la legislatura, pero, a la vez, el gobernador ingresó un proyecto de zonificación de la provincia”, un punto incluido en la 5.001 –ley fruto de las luchas de 2003- “que prohíbe la minería con uso de tóxicos, pero que en ese artículo permite zonificar el territorio para determinar las áreas de excepción”. Un mimo escondidito para que las megamineras supieran que había una hendija por dónde entrar cuando fuera necesario. Cuando Arcioni desempolvó este mecanismo, se encendieron las alarmas. Y toda la provincia se puso de pie. Porque ningún gobernador, durante estos casi veinte años, instaló en el debate el bosquejo de una nueva matriz productiva que permitiera el cuidado de la vida. Los resistentes de las calles de Chubut saben que “esta es una crisis de diseño. Las asambleas hicimos propuestas sustentables que fueron completamente desoídas”.
La calle fue siempre la oficina donde diseñar el futuro para las asambleas populares de Chubut. Y allí vuelven a encontrarse. Con todo lo que implica: una cortina con fuego en el despacho del gobernador, acusaciones de violencia, “zona liberada”, define Nilda Bulzomi, represión: “Hubo detenciones, allanamientos en casa de compañeros de la asamblea de Rawson, diez detenidos y 5 allanamientos”. Y un discurso político y mediático armado para percudir el prestigio de la asamblea. Pero la avanzada extractivista, saben Nilda y todos los que se encuentran en la resistencia de la calle, sólo es posible con represión. Entonces, “el 11 de noviembre, en el boletín oficial, se publicó un nuevo protocolo para el uso de armas de fuego en la provincia que es un calco de la doctrina Chocobar”. No sólo: “El gobernador tiene su propia guardia pretoriana como seguridad personal”.
La provincia, en la descripción de la asambleísta, es poco menos que una ruina. “Desde hace tres años, cobramos de manera diferida, por rangos, hay paros permanentes, interrupciones en el dictado de clases porque los edificios se caen a pedazos, los hospitales están sin insumos, abandonados de la mano del Estado. Si hoy el hospital de Esquel tiene camisolines y barbijos es porque, cuando empezó la pandemia, toda la comunidad se puso a coserlos”, dice Nilda desde su calidad de castigada jubilada estatal.
Pablo Quintana, en Observatorio Petrolero Sur, cita a Facundo Ball, director del Departamento Economía FCE-UNPSJB, quien “sostiene que, en el presente semestre, hay 20.939 nuevos pobres en el conglomerado Comodoro Rivadavia-Rada Tilly, la zona más rica de la provincia, en relación al segundo semestre del año pasado. Según la estimación del INDEC, pasaron de 61.054 a 81.993 las personas bajo la línea de pobreza en este aglomerado urbano. Allí donde la extracción hidrocarburífera lleva más de 100 años”.
Los emprendimientos mineros que intentan quebrar la voluntad de la meseta y de la resistencia son dos: el proyecto Navidad, que no promete nacimientos sacramentales sino la extracción de plomo, plata y cobre. “Es de enorme envergadura; el quinto en tamaño a nivel mundial”. El segundo es un proyecto de “extracción de uranio en la meseta central, más cerca de Río Negro”. Cuando se habla de megaextracción, se habla de químicos. De venenos. Y Chubut “tiene un solo río”, el que se carga su nombre en el cauce. “Estos emprendimientos consumen gran cantidad de agua”. Como por casualidad, “encontraron en 2011 un acuífero bajo la meseta, que sería la fuente de agua para los emprendimientos mineros”. No es el agua dulce milagrosa que transcurre por debajo de la tierra para asegurar el futuro de las generaciones que vengan. Sino el agua que será inyectada de tóxicos, reservada como propiedad de las mineras. Ellos temen, además, por la cordillera. Saben que la apertura de una puerta de entrada implica que vayan por todo. “Incluido el cordón de Esquel”.
El proyecto Navidad utilizará cianuro y el de uranio, ácido sulfúrico. El veneno para el agua y la tierra. “Con los vientos patagónicos arrastrando las nubes de polvo hacia las costas”, imagina amargamente Nilda Bulzomi.
Después de 17 años de aquella épica que expulsó a las mineras, “la asamblea de Esquel sigue firme como en 2003 –celebra la luchadora, minutos antes de marchar en la nochecita de Esquel-; hoy está renovada por muchísimos jóvenes porque los pibitos que, en 2003, iban en cochecito a la marcha, hoy tienen 18, 20 años. Y es un alegrón verlos en la calle”.
Esa organización, que germinó en Esquel, “se ha contagiado a toda la provincia. Hoy, tenemos asambleas en las grandes ciudades, que están aglutinadas en la unión de asambleas chubutenses. Están muy fuertes y creo que esto es una bola de nieve”. A ella, y a los veteranos de las asambleas, les preocupa ese fuego juvenil contrapuesto por la doctrina represiva con la que amenaza el gobierno. “Esta renovación generacional es un reclamo multitudinario en contrapartida con el protocolo por el que la policía puede disparar si alguno corre” o por las dudas. “Pero estamos todos muy firmes y decididos a ponerle el cuerpo a la lucha”. Saben que hay momentos históricos tan clave como peligrosos. “Este es uno, tal vez de los peores”.
Los chicos, dice, “están muy movilizados. Para ellos es carne. Es parte de su historia. Están siempre metiendo ruido en las marchas, con las murgas, los tenemos que estar calmando”. Mientras el Presidente anunciaba en diciembre “hemos logrado que en la meseta de Chubut se explote oro y plata”, a pesar de una ley que lo impide y de una movilización popular dispuesta a impedirlo”, ellos están plantados para ir al frente. “Son carne de cañón y uno no quiere meterles miedo… aunque no los vamos a poder parar. Pero necesitamos cuidarlos. En la calle cuando estamos todos juntos. Y y también cuidarles el futuro”. Ese futuro del que habla su nieto cuando le dice, «abuela, nosotros no nos vamos a rendir nunca, ¿no?».
El futuro. Ese futuro tan esquivo, que va y viene según los pasos, como la utopía. El de la tierra, el del agua, el de los cerros, el de los pibes. El de la vida.
*Por Silvana Melo para Agencia de Noticias Pelota de Trapo / Imagen de portada: Agencia de Noticias Pelota de Trapo.