¿Por qué no bajan los contagios en Argentina?: la negación de la negación

¿Por qué no bajan los contagios en Argentina?: la negación de la negación
22 octubre, 2020 por Redacción La tinta

Daniel Feierstein cobró notoriedad en los últimos meses por analizar desde una perspectiva sociológica los problemas que enfrenta la estrategia oficial para frenar, de manera efectiva, los contagios de COVID-19. El investigador señala que la subestimación del mecanismo de negación que las poblaciones desarrollan en situaciones de crisis extremas ha sido una de las claves para explicar estas limitaciones. En esta entrevista con NEXciencia, también analiza el rol de los medios, la oposición política y propone alternativas para revertir la situación.

Por Gabriel Rocca para Nexciencia

«Si uno se pregunta: ¿qué se hizo mal desde el punto de vista médico? La respuesta es que no se hizo nada mal. Los tratamientos avanzan, se pertrechó a los sistemas de salud, se agregaron camas, se compraron respiradores, se invirtió en equipamiento, en edificios. La clave para entender cómo, luego de haber empezado tan bien, estamos terminando tan mal, es de carácter eminentemente sociológico”, afirma con vehemencia Daniel Feierstein, doctor en Ciencias Sociales, investigador del CONICET y director del Centro de Estudios sobre Genocidio de la UNTREF.

Desde los inicios de la pandemia, Feierstein viene alertando sobre la necesitad de incorporar una mirada desde las ciencias sociales a la hora de diseñar e implementar las estrategias oficiales para enfrentar al coronavirus. En las últimas semanas, algunos de sus hilos en Twitter en los cuales se preguntaba “¿por qué fracasan todas las estrategias para frenar los contagios?”, se hicieron virales y superaron los 10 mil retuits.

A lo largo del extenso diálogo que mantuvo con NEXciencia, el sociólogo fue marcando algunos errores cometidos por el gobierno y también diferentes características de nuestra sociedad que le imponen obstáculos y límites a las políticas oficiales. Algunas de ellas se encuentran en plena disputa. “Un problema importante es que no estamos aceptando como sociedad ninguna posibilidad, aunque sea ínfima, de redistribución de la riqueza para enfrentar la pandemia y sin ninguna forma de redistribución de la riqueza cualquier medida sanitaria es imposible”, sostiene. Y avanza: “No se le puede pedir al sector gastronómico o a los gimnasios que se fundan, también es necesario acompañar a los sectores más vulnerable que reciben el IFE. Para poder hacerlo, el Estado tiene que tocar ciertos intereses y establecer contribuciones extraordinarias sobre los sectores más ricos o los exportadores que pudieron seguir trabajando normalmente en medio de la crisis”.


Como especialista que se dedica desde hace 30 años al estudio de los genocidios y otras violencias estatales masivas, Feierstein trató de llamar la atención sobre un mecanismo que puede guiar la acción de las personas y que resulta muy habitual en las situaciones de catástrofe: la negación.


– ¿En qué consiste el concepto de negación y cómo opera en este marco de pandemia?

– Dentro de un universo amplio de los comportamientos sociales y su vinculación con una situación de crisis, como implica una pandemia, traté de iluminar uno que me parecía muy importante para entender la situación actual, que era entender el peso que pueden tener los procesos de negación, su estructuración en representaciones negacionistas y cómo eso podía ser consolidado, por alguna de las acciones planteadas. El proceso de negación no es una disfunción, es una estructura protectiva de nuestro aparato psíquico que lo que hace es evitar que tengamos acceso al registro de circunstancias que pueden poner en riesgo nuestra subjetividad. En algunos casos puede funcionar bien. Ahora, en circunstancias de crisis, cuando estamos confrontados con el riesgo de nuestra propia muerte, la de seres queridos y, sobre todo, la ruptura radical de nuestra vida cotidiana, esos mecanismos de negación se pueden volver particularmente dañinos porque nos impiden observar una realidad y, por lo tanto, nos impiden actuar para enfrentar esa situación y nos ponen en peligro. Y eso se estructura con la racionalización de esa forma de negación, que da lugar a un fenómeno de negacionismo, que es cuando tratamos de construir sentidos que ratifiquen esa negación. Entonces, surgen las teorías conspirativas, «la pandemia no existe», «los muertos no son tantos», «la letalidad no es tan alta como dicen», «a mí no me va a tocar», «esto afecta a la gente mayor», distintos mecanismos que aparecen para darle una racionalización a ese proceso de negación.

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(Imagen: La tinta)

– ¿Cuáles creés que fueron las acciones del gobierno, durante la gestión de la pandemia, que reforzaron este proceso de negación?

– Yo suelo decir que se sobreestimó el pánico y se subestimó la negación. El pánico puede ser una conducta problemática, puede provocar acciones desesperadas y libres de toda normatividad. Uno lo podría haber pensado para las primeras 48 horas después de decretado el aislamiento, el temor a que la gente se arrojara a los supermercados a pertrecharse de comida y provocar desabastecimiento, por ejemplo. Pero después era obvio que el mayor problema no iba a ser ese. Mas bien hemos visto lo contrario, no aparece el miedo que debería aparecer, el miedo saludable ante semejante nivel de muertes y de contagios y, por el contrario, el sentimiento dominante ha sido la negación muy alimentada por el discurso tranquilizador. Porque si yo estoy en un estado de negación y tengo una autoridad que me dice que está todo controlado, este tipo de lenguaje que tiende a alejar el pánico y a recomponer tranquilidad ratifica la negación.

Otro elemento que sirvió para ratificar la negación es que faltó un acompañamiento simbólico del discurso, que es lo que en comunicación se llama transmisión no verbal, que suele ser mucho más potente que la transmisión verbal. Yo te puedo pedir que te cuides pero, si te lo estoy diciendo mientras hablo con un periodista en un estudio cerrado, los dos sin barbijo y sin distancia, te estoy dando un doble mensaje que también sirve como ratificador de la negación. Esto es, me están diciendo algo pero ni ellos lo creen, porque ni ellos lo actúan. Ahí hay un componente muy importante para entender por qué cobra tanta fuerza la negación. Y, por último, te señalaría la falta de planificación estratégica, lo que podríamos plantear como un cierto incumplimiento de la palabra pública. Si yo te digo que vamos a aislarnos por X cantidad de días pero después te extiendo los días, y después lo extiendo de nuevo y de nuevo, entonces, en esa extensión, pierde credibilidad esa palabra porque ya sabemos que esos días no son tales, porque no sabemos dónde está el final y entonces se va generando una situación de agobio, de cansancio, de hartazgo que tuvo que ver con esta falta de explicitación de un plan estratégico. Que además, cuando se estructuró, tuvo diversos problemas.

– Resulta paradójico que mientras el gobierno brindaba un mensaje tranquilizador -como vos lo caracterizás-, había periodistas y políticos que consideraban, por el contrario, que se desplegaba un mensaje del terror y que era un herramienta para manejar a la sociedad con fines oscuros.

– Eso es muy interesante. Efectivamente, aparecen determinados sectores políticos y determinados medios de comunicación planteando un negacionismo ideológico articulado, ya no es un proceso de negación psíquico sino de otro tipo. Yo recuerdo una frase de Jorge Asís que me impactó mucho, muy reiterada durante todo un mes, que hablaba de “muertos imaginarios”. E incluso decía que no iba a haber más de 500 muertos en 2020 por la pandemia. Me llama la atención la impunidad porque debería haber, aunque sea, un reconocimiento público de su falta de respeto a las familias de los fallecidos, para las cuales los muertos no son imaginarios. Pero, al mismo tiempo, apareció desde algunos especialistas también, un discurso “terrorista” en un sentido contrario que hablaba de bombas virales. Y esas bombas virales no ocurrieron nunca y eso también fortaleció el negacionismo. Me acuerdo del día en que se abrieron los bancos y salió todo el mundo a la calle y se hicieron largas colas. Eso era una bomba viral y Buenos Aires iba a entrar en una situación como la de Brasil. Pasaron quince días y eso no ocurrió. Cuando se autorizan a los runners o las salidas de los niños también aparece el mismo discurso y no pasó nada tampoco. Entonces, esas catástrofes nunca efectivizadas fueron muy fuertes para ratificar el negacionismo. Se generó una situación de “Pedro y el lobo” por la cual cuando el escenario se empieza a complicar y se requiere implementar restricciones en al AMBA, en la primera quincena de julio, había un nivel de destrucción de la confianza pública que impidió que esa medida pudiera ser cumplida cabalmente.

– ¿Cuál es el papel que jugaron la mayoría de los medios de comunicación en esa disputa por el sentido a partir de su sistemático ataque a las medidas de aislamiento?

– Yo creo que el rol fue muy malo pero no necesariamente de un modo tan lineal. Me parece que fue más complejo y más transversal. Más transversal en el sentido de que vos tenías en los medios hegemónicos, quizás, una mayoría de periodistas que empezaron a jugar en esta estrategia de corroer cualquier medida de cuidado pero también había otros periodistas con un discurso mucho más responsable. Y, por otro lado, también tenés periodistas que sí habían jugado una actitud de mayor corrosión, como el caso de Eduardo Feinmann, y que cambiaron su discurso cuando los atraviesa el virus. Me parece que el problema fue más bien otro y fue que muchos periodistas no tuvieron registro de lo que esta crisis producía en ellos mismos a nivel psíquico y, entonces, hubo una transferencia a la audiencia de las propias angustias, hartazgos, temores y negaciones. Es un proceso menos ideológico pero más profundo y que caló muy hondo. Y ahí me parece que el caso más sintomático es Luis Novaresio que ha atravesado momentos distintos en relación con la pandemia desde su terror en el primer mes, hasta su hartazgo a partir de mayo y su enojo a partir de agosto, y en todos los casos transfería a la audiencia lo que le estaba ocurriendo a él y con un nivel de ansiedad que era tremendamente nocivo. Lo que hacía era irradiar ansiedad, angustia, terror. Esto pudo conectar con cierto clima negacionista y me parece que es la tónica más interesante para pensar el rol de los medios.

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(Imagen: La tinta)

– Una situación sorprendente ocurre en algunas provincias donde aumentan mucho los contagios pero hay una fuerte resistencia al cierre de actividades porque dicen que la cuarentena ha sido muy larga y no se aguanta más, cuando en esos lugares, el cierre fue muy breve. ¿Por qué ocurre algo así?

– Ese es un gran problema de la sociología: las representaciones que construimos, a veces, pueden tener grandes distancias con los elementos objetivos de la realidad. Y creo que lo que jugó aquí fue el carácter centralista argentino, donde los medios de comunicación irradian hacia todo el país la situación de Buenos Aires. La mesa política de los tres (Fernández, Kicillof y Larreta), elegida por el gobierno nacional, también reflejaba la situación de Buenos Aires. Ahora bien, el AMBA fue lidiando a lo largo de seis meses con la curva de contagios, tuvo una situación muy mala pero que permitió que el sistema de salud resistiera porque, en ese tiempo, se lo pudo recomponer y reforzar.


En el interior del país la situación fue muy distinta. Como se logró suprimir el virus por varios meses, los contagios empiezan a acelerarse en el mes de agosto, con lo cual, el crecimiento es infinitamente más acelerado porque ocurre en un momento de apertura. Y, cuando se requiere un nuevo cierre, pequeño, de 14 días para poder volver a suprimir el virus, el clima político atravesado por la grieta, por el negacionismo, por la irradiación centralista porteña, genera una percepción de la situación que lo impide. Y esa es la disyuntiva en que se encuentran los gobiernos provinciales, sean del signo político que fueren. En muchos casos tienen la voluntad de llevar a cabo estos cierres, que hemos denominado cierres selectivos, planificados, intermitentes y, sin embargo, no tienen las condiciones sociopolíticas para poder hacerlo.


Esto es producto de una representación de la situación totalmente errada pero absolutamente consolidada de “no vamos a tolerar un día más de restricción”. Y esto está generando una situación catastrófica porque en muchas ciudades del país el sistema de salud puede colapsar. Entonces, Argentina se está acercando a tasas increíbles de muertos, de contagios, de letalidad y poniendo en peligro el sistema de salud, situaciones todas que no esperábamos y que no parecían ser el destino de ese primer abordaje tan interesante del primer mes.

– Hoy da la sensación de que revertir este clima social es algo muy difícil. Incluso, se percibe al gobierno nacional y a los gobiernos provinciales como resignados ante esta situación. Pero todavía quedan muchos meses por delante hasta que se aplique una vacuna. ¿Qué acciones pensás que se pueden llevar a cabo?

– Yo planteo dos cuestiones que me parecen centrales. Primero, una estrategia de reducción de daños. Creo que se puede lanzar una campaña ya. Y puede conectar con las personas porque el mayor enojo es con la restricción, no con el cuidado. Por eso, implementar cuidados que no impliquen restricción es algo viable. Lo segundo es revertir ese clima construido de degradación de la palabra pública, de negacionismo, de desconfianza con las medidas de restricción. Creo que, en ese sentido, una propuesta de aislamientos selectivos, planificados e intermitentes puede ser un paso superador de lo que hemos vivido, si se presenta bien. Requiere, en un primer momento, trabajar en modos minimalistas, esto es, con cierres de 5 ó 7 días, en lugar de 14 ó 21, que sería lo ideal. Y para que se recomponga la palabra pública se tiene que cumplir con el cierre y, sobre todo, con la apertura.

Esto es que un gobierno provincial o municipal, según las necesidades, decida cierres muy cortos donde se vea el efecto positivo del cierre y el cumplimiento de la apertura, que puede ir acompañada de una estrategia de reducción de daños. Porque lo que ratificó el negacionismo y este clima social es observar reiteradamente que los pronósticos no se cumplían. Desde las bombas virales que no explotaban hasta los picos que no llegaban, pasando por las aperturas que no se producían. Y se fue entrando en una lógica donde parecía que la única forma de revertir la restricción era la protesta, era enfrentarse al Estado. Y esto puso a la sociedad en pie de guerra con el Estado que apareció en soledad disponiendo medidas de cuidado que aparecían como excesivas y, sobre todo, que incumplía sus propias promesas. Me parece que eso es lo que tenemos que revertir.

* Por Gabriel Rocca para Nexciencia

Palabras claves: coronavirus, cuarentena

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El «milagro» de Davos: zarandeos, glitter y cruces

El «milagro» de Davos: zarandeos, glitter y cruces
7 febrero, 2025 por Redacción La tinta

¿Pueden la fe y el folclore transformarse en espacios de resistencia, visibilización y lucha para las diversidades y disidencias sexuales frente a los discursos de odio que circulan y son legitimados por el presidente y sus políticas de Estado?

Por Lucas Leal para La tinta

A Lucía Riba, la primera teóloga feminista que conocí y que, sin saberlo, me hizo pensarme como creyente desde mi propia sexualidad. (2008)

A Susy Shock, la primera trava que conocí cantando zambas y coplas, y a la que escuché decir, por primera vez, que debíamos reapropiarnos de nuestro folclore y resignificarlo. (2010)

Para quienes crecimos en el interior, guitarra y rosario en mano desde pequeños, el folclore y la religión, con sus respectivos guiones, configuraron nuestras subjetividades, cuerpos y deseos, puesto que ―a diferencia de las grandes ciudades― la parroquia o el taller de folclore son los “únicos” espacios de socialización. Nací en un barrio de San Miguel de Tucumán, en una cultura en la que la religiosidad popular con sus misas, procesiones y devociones lo impregnaban todo. Durante toda mi adolescencia, participé activamente de un grupo juvenil en la capilla del barrio. Lo mismo podría decir del folclore, dado que, a los 8 años, aprendí a tocar la guitarra y, tiempo después, a bailar zambas y chacareras. Tardé mucho tiempo en comprender que estas dimensiones no se oponían a mi sexualidad porque ambas sostienen el binarismo y la heterosexualidad obligatoria como única forma válida y legítima de existencia. La Iglesia, por un lado, con sus discursos, doctrinas, rituales, y el folclore, por otro, con sus letras y figuras para la danza, actúan de modo performativo en una repetición que nos hizo/hace creer y pensar que nuestras vidas no valen por no “ajustarse” a esa “norma”. Mensajes tales como que la seducción y el deseo sólo son legítimos entre el varón y la mujer; que el único modelo de familia es heterosexual; que hay roles y modos de comportarse socialmente, y debemos cumplir con ellos por ser varones o mujeres se instalan en nuestras subjetividades desde estos dos dispositivos.

Para sorpresa de muches, sin embargo, algo “milagroso” suscitó el discurso en contra del colectivo LGBTIQ+, los feminismos y la perspectiva de género, entre otras cosas, que Javier Milei pronunció en Davos. ¿Pueden la fe y el folclore transformarse en espacios de resistencia, visibilización y lucha para las diversidades y disidencias sexuales frente a los discursos de odio que circulan y son legitimados por el presidente y sus políticas de Estado? ¿Es posible que estos dispositivos “tradicionales”, que en algún momento invisibilizan nuestras identidades, ahora, resignificados, acompañen la defensa de los derechos que hemos conseguido y que hoy pretenden quitarnos en esta llamada “batalla cultural”?

¡Y se va la primera!

El tradicional Festival de Cosquín 2025, que consuma el ideal del imaginario del folclore consagrando cantores y cantoras, se transformó, en su edición número 65, en un espacio de resistencia, lucha y visibilización de las diversidades y disidencias sexogenéricas.

Cabe mencionar, en primer lugar, la Luna disidente que, por tercer año consecutivo, se llevó a cabo en el conocido “Patio de la Pirincha”. Este espacio autogestivo y colectivo es el patio de una casa (¡el patio de quien conocemos como la Piri!) que fue transformándose, desde el año 2001 a esta parte, en un espacio de referencia para artistes y promotores de la cultura en el que se impulsan proyectos, talleres y espectáculos varios durante todo el año. La Luna disidente nace en 2023 por iniciativa de la Piri, Maxi Ibañez, escritor y poeta, y La Ferni, cantora trans no binaria. Esta noche arcoíris convoca artistes locales y de distintos puntos del país donde, desde el folclore, se celebra y se resiste. 

Algo totalmente “disruptivo” fue lo que aconteció, en esta edición, en el escenario mayor Atahualpa Yupanqui en la plaza Próspero Molina. En la segunda noche, la cantora cordobesa, Paola Bernal, abrió su presentación con una emotiva interpretación de la Canción de cuna para niñxs diversxs, de la artista travesti, Susy Shock. Esta canción aparece en una de sus frases, una plegaria por un mundo más digno y más justo para las infancias.

Días después, en la cuarta luna, la quenista iruyense, Micaela Chauque, dedicó una chacarera a las mujeres y las diversidades. En el escenario, irrumpió el conocido gauche disidente, Legon Queen, quien, junto a la bailarina trans, Valeria Ortega, entre redondas, zapateos y zarandeos, dieron un claro mensaje de resistencia con su mera presencia. El cierre de Micaela fue una verdadera fiesta multicolor con un enganchado de carnavalitos y las banderas del colectivo LGBTIQ+ flameando como signo de reconocimiento y visibilidad frente al odio y la invisibilización. 

La sexta luna contó con dos momentos significativos. Por un lado, la cantante Luciana Jury cerró su presentación con la canción “Las ramas”, de su propia autoría, mientras bailaba una pareja de mujeres y citó a Susy Shock al concluir la misma, con la conocida frase: “Buena vida y poca vergüenza”.  Minutos después, Micaela Vita, cantante del grupo Duratierra, hizo un llamado a reivindicar la memoria en nuestra patria y, entre los nombres de artistes y personas significativas, ante la ovación del público, dijo: “Esta es la patria de Diana Sacayán… de Susy Shock”. Acto seguido, junto al músico trans, Valen Bonetto, interpretaron la chacarera “La del Pueblo” que, entre otras cosas, dice: “Marica, ¿qué hay de la espina que te han clavao en el pecho? Tus alas de mariposa surcando un mundo deshecho; Marica, para cantar, que no se te olvide amar».

Sin lugar a dudas, uno de los momentos más relevantes del festival llegó en la séptima luna, cuando la reconocida cantora, Yamila Cafrune, invitó a compartir el escenario a La Ferni, quien, recordemos, en el año 2021, logró que el festival cambiara su estatuto que reconocía las categorías “voz masculina” y “voz femenina” por una categoría sin distinción de género, denominada “voz solista”. La canción elegida por La Ferni fue “Cantor(a) de oficio”, una bella poesía de Miguel Ángel Morelli que vio la luz en 1976, un contexto complejo y oscuro de nuestra historia si los hubo, en la voz de Mercedes Sosa. La letra pone de relieve la responsabilidad de les artistes en la construcción de un mundo más bello, con la música y la voz como herramientas. El momento culmen de la canción fue cuando La Ferni, con voz vibrante y emocionada, declaró: 

“Nadie debe creer que los, las y les artistas pertenecemos a un mundo extraño donde todo es escenario y fantasía. Les artistas somos hombres y mujeres, y también somos travestis, trans, no binaries, maricas, tortas, bisexuales, identidades sexogenéricas disidentes, legítimas, empoderadas, orgullosas y visibles que, ya sin ocultarnos nunca más, transitamos las calles y los días, sufrimos el sufrimiento de nuestro pueblo y latimos también con su alegría”.

Miro el video y se me pone la piel de gallina. ¿Quién diría que, en pleno 2025, en contexto de fascismos y en tierras cordobesas donde sabemos que existe una clara adhesión a las ideas de La Libertad Avanza, ella, en nombre de todes, nos hizo visibles? ¿Podemos imaginar la potencia que tiene decir y sostener en ese escenario, en el que aparentemente sólo tienen lugar el binarismo, el amor romántico con sus mitos y las performances normativas del género, que las identidades disidentes somos legítimas, empoderadas, orgullosas y visibles?

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Imagen: La Voz.

¡Y se va la segunda!

La jerarquía de la Iglesia, cuyos discursos y prácticas habitualmente se vinculan como contrarias a las diversidades y disidencias sexuales, tomó por sorpresa a la sociedad toda cuando, el 30 de enero, pudo leerse en redes sociales el comunicado de la Arquidiócesis de Mendoza por medio de la Pastoral de la Diversidad Sexual, que expresa su profunda preocupación “ante discursos que consideran al antirracismo, al feminismo y a la lucha por los derechos de la comunidad LGBTIQ+ como un cáncer que hay que extirpar«, señalando que dichas expresiones «promueven la discriminación y la violencia contra minorías» y resultan “alarmantes y contrarias a los valores evangélicos”. El comunicado expresa, sin titubeos: “No podemos ni debemos permanecer indiferentes ante estas manifestaciones de odio. Podemos tener diferencias de opinión o posicionamientos, pero nunca debemos dejar de abrazar y acompañar, desde los principios evangélicos, a las personas que integran estos colectivos, especialmente, a quienes son más vulnerables y marginados. Con estas palabras, la Arquidiócesis de Mendoza manifiesta su adhesión a la marcha antifascista y antirracista del 1° de febrero, e invita a la comunidad a sumarse al esfuerzo de construir “una sociedad donde nadie sea excluido y donde prevalezcan el amor, el respeto y la solidaridad”. Cabe mencionar que Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, permite la posibilidad de cambio con el nombre autopercibido para personas trans en las actas de bautismo oficiales y afirmó, recientemente, su preocupación ante «la desmesura de algunas afirmaciones que están apareciendo en discursos locales», alertando sobre el riesgo de retrocesos en derechos conquistados por consenso social.

A la contundencia de este comunicado, se sumó la Pastoral Social de la diócesis de Merlo-Moreno, afirmando que “rechaza enfáticamente las declaraciones discriminatorias y violentas del presidente Javier Milei en Davos”, dado que “estas expresiones que legitiman el odio, la persecución y estigmatización hacia las mujeres y personas del colectivo LGBTIQ+ vulneran los derechos humanos elementales y desconocen los marcos legales internacionales con rango constitucional en Argentina”. Continúa el comunicado: «En repudio a sus dichos; adherimos, convocamos y acompañamos la marcha que se realizará el día 1° de febrero de 2025». La libertad, se afirma, es con dignidad y justicia social, con y para todos. 

Otro gesto institucional provino del arzobispado de Buenos Aires, liderado por el arzobispo Jorge García Cuerva, quien expresó su malestar por la colocación de vallas en torno a la Catedral Metropolitana en la jornada de la movilización, ya que, desde agosto de 2023, se había decidido quitar las mismas sin que se hayan recibido ataques o agresiones por parte de manifestantes de ese tiempo a esta parte. Sin embargo, y tal como lo expresa el comunicado, el 1° de febrero, la catedral apareció vallada aún cuando, la tarde anterior, se expresó la negativa ante la consulta. El comunicado sostiene: “El Arzobispado de Buenos Aires quiere expresar que la imagen que hoy brinda la iglesia mayor no fue por decisión eclesiástica y a todos vuelve a reiterar su convicción de que nada se construye con el odio y la división ni dando expresiones subrepticias de ello por medio de signos externos (…) reiteramos el compromiso de la Iglesia católica en esta Ciudad de Buenos Aires de acompañar a todos sin hacer distinción alguna y de abrir siempre sus puertas para los que quieran seguir a Jesús”.  

¿Podría considerarse hoy a la Iglesia católica y el papa Francisco como nuestras alianzas en este momento? Le pregunté a Eduardo Mattio, docente universitario, con el que compartimos sorprendidos estas noticias. “Así parece”, me respondió. Ciertamente, desde hace un tiempo, el papa Francisco se ha pronunciado como líder de Estado, por ejemplo, en contra de la criminalización de la homosexualidad y ha promovido, en el seno de la Iglesia, la presencia de comunidades creyentes LGBTIQ+. Si bien no podemos negar la historia de oposición y los discursos eclesiásticos que durante siglos nos invisibilizaron, violentaron y marginaron. Pero, en este contexto, ¿no es acaso un bálsamo que, en medio de tanto discurso de odio, una institución como la Iglesia valide y legitime nuestras identidades con estos pronunciamientos? En medio de la violencia estatal, ¿no resulta relevante que Francisco y parte de la Iglesia apoyen, desde su lugar, nuestras luchas y derechos conseguidos? ¿No radica aquí el sentido profundo de la fe y de la práctica de Jesús en la que el amor al prójimo se expresa en gestos concretos de respeto, reconocimiento y valoración de la dignidad de toda persona? Al menos, esta es la Iglesia a la que adhiero y la que deseo. Y, sin lugar a dudas, esta perspectiva tiene que ver con la presencia y la militancia de muchas personas creyentes LGBTIQ+ que, desde dentro de las comunidades cristianas, resignifican las prácticas, los rituales y la doctrina.

 ¡Se acaba!  

Es 1° de febrero. Son las 18 horas. Y en la plaza Próspero Molina se inicia la marcha antifascista y antirracista convocada por el colectivo LGBTIQ+ que se unió, en esta localidad, a la marcha por el agua. Allí, están presentes locales, turistas y muches de les artistas nombrades a lo largo de este artículo. Cuando arrancó la movilización, sonaron las campanas de la parroquia en un claro gesto y señal de apoyo y acompañamiento a lo que estaba por acontecer.

Parece que esta “batalla” recién comienza, porque “resucitaron” en redes sociales y otros espacios esos discursos que vuelven a estigmatizar, patologizar y marginar nuestras identidades, pero, esta vez, legitimados por las palabras y las políticas de quienes nos gobiernan. Lo que nos queda es hacer lo que bien sabemos hacer como colectivo: organizarnos, visibilizarnos, resistir, luchar y crear belleza. Hacer memoria de quienes nos precedieron, hicieron historia y pusieron el cuerpo; habitar todos los espacios (sobre todo, ¡los que creímos que no eran para nosotres, como el folclore y la religión!) y resignificarlos para construir otras narrativas acerca de nosotres. Subamos a los escenarios y altares para contar lo hermoso que es ser quienes somos porque lo que está en juego es la comprensión de eso que llamamos “lo humano” y el reconocimiento, por parte de todas/es/os, de que nuestras vidas son deseables, son vivibles, ¡VALEN! Quizá, hasta que algunes entiendan esta cuestión tan simple, pero, a la vez, profunda, debamos seguir lo que decía la querida Lohana Berkins: «Que digan y piensen lo que quieran de nosotras… pero que no nos nieguen (ni nos quiten, agrego) los derechos que nos corresponden». 

*Por Lucas Leal para La tinta / Imagen de portada: La Voz.

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Palabras claves: Cosquín, Disidencias, Folklore, LGBTTIQ+

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