Reversión: el cordobesismo o la lógica cultural del capitalismo cordobés
Elementos fundamentales para la comprensión de la subjetividad cordobesista.
Por Ezequiel Espinosa para La tinta
«Simpatizo con Schiaretti, con Macri, con la centroderecha».
Mario Pereyra (06/06/19)
Del porqué de esta reversión
Muy probablemente, la insistencia en este tema pueda resultar extemporánea frente a los aciagos sucesos que sacuden a nuestra “mayúscula América”, mas dada la sorda resonancia que tuviera el artículo anterior, para bien o para mal, me tomo el atrevimiento de ofrecerles a les posibles lectores una versión corregida y aumentada del análisis anterior, a los fines tanto de evacuar ciertas dudas, responder algunas inquietudes, evitar malos entendidos, desarrollar más y mejor algunas ideas, y, por qué no, compulsar con otras líneas de interpretación posibles, que las hay y son diversas.
En este sentido es que intentaré poner a prueba ciertas conjeturas esbozadas en el artículo anterior, haciendo extensivo el análisis sobre el cordobesismo, evaluando su capacidad heurística para coadyuvar a la comprensión de una provincia cada vez más contagiada, incendiada y “separatista”.
Una provincia de la que el propio Mauricio Macri puede convertirse en senador.
La Córdoba cordobesista, elementos para un socioanálisis
1] El cordobesismo es el dispositivo demagógico-chauvinista del partido cordobés. El chauvinismo cordobés abreva de un humorismo y un cuarteto devenidos cada vez más en las industrias culturales del espectáculo glocalizado. El uno como una suerte de marca registrada y el otro como patrimonio. Se nutre, asimismo, de un cierto localismo teatral, deportivo y festivalero, exaltado mass-mediáticamente.
1’] Más que una manipulación massmediática, estamos ante un proceso identitario provocado por la propia dinámica económico-política de las industrias culturales.
2] El partido cordobés (se) configura (en) una trama sociológico-dirigencial, clerical-militar-empresarial-político-policial-judicial-sindical-profesional-educacional, que emana y corresponde a una estructura socio-económica dinamizada por un complejo agro-industrial, potente de por sí y que, por ello mismo, se pretende y se presenta como relativamente autónomo, en el marco general de la economía nacional.
½] No se trataría simplemente de un “voto sojero-gorila”, sino de un voto que se construye en base a un complejo proceso de subjetivación sojero-securitario-patrimonial, si cabe decirlo así.
3] A través de un proceso continuado de “concertación público-privada”, se ha ido fraguando todo un establishment cordobesista y un dispositivo (la propia “concertación”) a través del cual “la sociedad civil” hace sentir, de una manera más directa e inmediata, su influjo sobre “la sociedad política” provincial. Al mejor estilo de la gobernanza neoliberal, el gobierno deviene en mero directorio de la sociedad-empresa.
4] Intensiva y extensivamente propalado por una aparto multimedial y transmediático de hegemonía cultural, el cordobesismo impregna “(a)ideológicamente” la gramática cívica y la semiosis social de la provincia, suturando una (hiper)sensibilidad liberal-conservadora, saturada de axiomas securitarios, estereotipos populacheros, prejuicios agorafóbicos (preconceptos negativos frente a todo lo que sea de orden público, así como frente a la participación y/o movilización política), mitologías meritocráticas, etc.
¾] La configuración del aparato de hegemonía cordobesista, se articula directamente al despliegue capilar de la maquinaria gubernativa (estatal y paraestatal).
5] Mas, como es sabido, cualquier proceso de hegemonía supone una articulación específica de dispositivos de coerción con instancias de consenso. La peculiaridad cordobesista, en este caso, es que parece haber logrado una plena simbiosis entre sus (agigantadas) fuerzas especiales de represión y los dispositivos socio-culturales de hegemonía. Las unas participan activamente en la configuración de una “mentalidad policíaca”, los otros les corresponden reprimiendo simbólicamente todo lo que se sale de sus marcos.
5’] Ya el propio peso social de las fuerzas represivas (policíaco-militares), como su trama de “familias”, tienen, de por sí, sus propios efectos (“securitarios”) de hegemonía.
6] Así como en el plano político-cultural, el cordobesismo se presenta como una configuración de sensibilidad liberal-conservadora, la economía-política cordobesista se despliega como un liberal-desarrollismo agro-industrial, sostenido por la flexibilización/precarización laboral, de una parte, y el monocultivo –vía el desmonte y la consecuente ampliación de la frontera agropecuaria-, de la otra.
6’] Más que una mentalidad producida e inculcada “desde arriba”, estamos ante una “lógica cultural” que dimana propiamente de las articulaciones económico-políticas que hacen a la fisonomía del capitalismo en Córdoba, o al capitalismo cordobés, o a la cordobesa.
7] Corazón sojero del país, “la isla” cordobesista es una resultante del (presunto) declinar globalista de lo estatal-nacional, de los procesos de regionalización trasnacional que todo ello supone e implica, así como de los procesos de deslocalización industrial que trae aparejados, de la actualización agro-extractivista del viejo modelo agro-exportador y de todo este complejo de procesos parece haber habilitado.
8] Federalización de la res-pública mediante, el partido cordobés ha sabido presentar a la provincia como un baluarte defensivo frente al hegemón nacional-porteño y sus recurrentes demandas por “esquilmar” al “interior”, en aras de sostener a un inviable y pseudoindustrial conurbano bonaerense. El cordobesismo es, asimismo, la presentación del “modelo cordobés” como la estrella polar del capitalismo argentino.
7/8] Peculiaridad de esta economía-política del cordobesismo, ya se ha dicho, es una dialéctica entre pujanza neodesarrollista y acusada devastación de sus condiciones socio-naturales preexistentes.
9] Mas, irónicamente, “la isla” cordobesista se ha (re)convertido como un polo de atracción de capitales (golondrinas) y contingentes poblacionales de la “región centro”. Pero si bien ha permitido a su establishment exportar molecularmente algunos/as dirigentes, ha tenido el efecto, no tan paradojal, de recluir el modelo cordobés en su propio islote, sin mayores chances de exportación política molar.
10] Si bien consolidado y explicitado durante los gobiernos de Unión por Córdoba, el régimen cordobesista excede a la actualidad del partido gobernante (su élite dirigente eventual). Su entramado cívico-social permitiría, en todo caso, el reemplazo partidario-gubernativo en caso que aquel desgaste demasiado su aura. Hay que tomar debida cuenta de que “el partido cordobés”, más que un bloque de poder homogéneo, opera a través de toda una serie de tensiones que responden a su propia heterogeneidad, pero que, sin embargo, tiene en el cordobesismo a la lógica cultural (del capitalismo) que les congrega y aglutina.
El cordobesismo amarillo ¿un neogorilismo?
El cordobesismo refiere a la eficacia fenomenológica de las formas fundamentales de la sociabilidad cordobesa y, a través de su trama, las ilusiones de la cordobesía se celebran a sí mismas. El point d’honneuar cordobesista supone la subsunción ideal del añejo “magisterio de los arquetipos” (monástico, castrense, patriarcal) en una más hogaña “pedagogía de los estereotipos” (mediática, comercial, patrimonial). Más que un veraz ajustarse a formas ideales, una fijación real en (o con) la propia caricatura. Postmoderno como es, el cordobesismo remite menos a un realce modélico de “la(s) esencia(s)” de la cordobesidad que a una promoción proselitista de las virtudes de la cordobesía.
Por cordobesía entiendo, sin más, a la trama cívico-social sobre la que se configura ese “partido cordobés” que hegemoniza política y culturalmente a la sociedad cordobesa, y que, aunque de ninguna manera se trata de una formación socio-cultural homogénea, tiene un influjo histórico-político marcadamente conservador (lomo negro, gorila, colorado, etc.), de talante federal, liberal y republicano.
Desglosar la subjetividad cordobesista de esta malla socio-histórica para redundar en interpretaciones ya trilladas y cansinas respecto a la subjetividad (neo)liberal, en general, es más una veleidad teorética que una grilla de análisis. En cualquier caso, cabe sí, por fin, volver a llamar la atención sobre la capilaridad socio-cultural de un bloque histórico que, cruzando transversalmente la estructura socio-económica, populariza cívico-policialmente sus operadores e instancias de hegemonía, al mismo tiempo que las entrama con la actividad provocativo-instrumental de sus/las industrias culturales. A estas alturas, la marca Córdoba resulta de una mayor significancia que cualquier presunta identidad cordobesa.
Y claro que semejante formación provincial habría de resultar (casi que indefectiblemente) refractaria al estilo de hegemonía kirchnerista y a sus retoques al régimen de acumulación imperante. En principio, porque la trama de sensibilidad resultante de un proceso de hegemonía adelantado bajo “formas liberales”, sensu Gramsci (“empíricas”, “espontaneas”, “inorgánicas”), se presenta como insumisa frente a estilos de hegemonía que se encuadran orgánicamente en un programa de gobierno intenso o, al revés, frente a formas de hegemonía que se encuadran intensamente en programas orgánicos de gobierno, tal y como sucede con los procesos “populistas” o, acaso mejor, los proyectos “nacionales” y “populares”. Y nuestra petulante incomprensión “progresista” de la convulsa animadversión cívico-liberal-republicana frente al famoso “dedito admonitorio” (sobre todo, si quien realiza el gesto es una mujer), solo demuestra nuestra ceguera para comprender que se trata, apenas, de un indicador sintomático de una profunda tirria frente a formas de hegemonía que se (les) aparecen como “autoritarias”, “imperativas”, “tiránicas”.
Y es que, en términos de hegemonía, son las formas las que hacen al contenido y es en este juego de espejos que la cordobesía ha recuperado para sí la mística y/o el mito movilizante de la “Córdoba rebelde”, antihegemónica (en el sentido antes mencionado, de resistencia al hegemonismo “nacional-porteño”; que no al porteñísimo-federal) y antiautoritaria. Y bajo un semblante tal, la fisonomía del capitalismo cordobés puede aparecer(seles), efectiva y genuinamente, como más “democrático” que “conservador”. Por lo demás, y en tanto y en cuanto la irrupción de kirchnerismo significó una politización extensiva de la sociedad civil (que, para colmo, en Córdoba se llevaría delante de maneras bastantes erráticas, mezquinas y sectarias), la afinidad de la sensibilidad cordobesista (más moralista que analítica; menos crítica que censuradora; más prejuiciosa que reflexiva) para con una propuesta de policialización intensiva de la sociedad política, como la que el macrismo traía consigo, casi que iba de suyo.
Claro que cualidades tales de la sensibilidad cordobesista no resultan (del todo) ajenas a su corriente sub-alterna, la de la cordobesía progresista. Y claro también que esta guisa de socioanálisis podría traducirse a una cierta terminología psicoanalítica, que nos llevaría a decir que la hegemonía cordobesista responde a la eficacia simbólica del “discurso capitalista”, que, en esta jurisdicción, se antepone y contrapone a una peculiar forma de “discurso del amo” (y acaso, también a ciertas formas de “discurso universitario”). Claro que, siguiendo este prisma, habría que agregar que, para lograr una cierta credibilidad democrático-republicana, el propio dispositivo cordobesista tiende a forcluir su mácula procesista, la que, lógicamente, reaparece ridículamente en cada acto de movilización cívico-social del partido cordobés.
¿Estamos pues ante una renovada forma de “gorilismo”? Si por ello se quiere hacer referencia a una suerte de fobia antiperonista, nada más alejado en una provincia hace veinte años gobernada por una alianza dirigida por el partido peronista, la que, a partir de este año tan aciago, ha pasado, nuevamente, a gobernar también su ciudad capital. Ahora bien, si por “gorilismo” hoy se ha de entender un encono anti-K, parece evidente que efectivamente se trata de eso. ¿Pero nos sirve para algo rotular o poner semejante etiqueta a la civilidad cordobesa? Tiendo a pensar que no, que, al contrario, no nos sirve para nada más que para la chicana vacua y pueril, o como un mantra que repetimos para evitarnos un urgente y necesario esfuerzo intelectivo de crítica y comprensión de la actualidad cordobesa, en su específica diferencia.
Dicho esto, por fin, digamos que, de una grilla de análisis como la aquí propuesta, se desprenden una serie de problemáticas, de las que solamente me interesaría llamar la atención sobre un par de ellas. En esta genealogía, ¿qué significa la inflexión schiarettista de “Unión por Córdoba” al “Hacemos por Córdoba”? Por otra parte, pero en directa relación con este giro, ¿qué lugar le cabe a la así llamada “economía popular”, en el complejo social –económico, político y cultural- cordobesista?
Dejo para el final una advertencia que espero se tenga en cuenta a la hora de mesurar la potencia heurística de estas líneas o de servirse de las mismas como herramientas intelectivas para iniciar un propio proceso de interpretación, y es que el cordobesismo no explica nada, el cordobesismo es lo que necesita ser explicado. Que más allá de la presente grilla, y su propuesta de una estrategia de socioanálisis para la comprensión de los rasgos más generales de un fenómeno tan acusado, se torna imperioso matizarla, tamizarla, complejizarla e, incluso, acaso mejor, impugnarla y descartarla a través de finos análisis de la capilaridad de una sociabilidad cordobesa o cordobesista, que nos exige que la escuchemos con atención.
* Por Ezequiel Espinosa para La tinta