Millones de nuevos pobres en Bolivia
En apenas unos meses, el gobierno de facto de Jeanine Áñez arrastró a la pobreza a inmensos sectores de la población, aplicando políticas de privatización y ajustes sociales.
Por Nicolás Oliva y Alfredo Serrano Mancilla para Celag
Estamos cada vez más cerca de la cita electoral en Bolivia. Han pasado más de 300 días desde que Jeanine Áñez asumiera como presidenta de Bolivia sin haber sido electa para tal menester. En este tiempo, claramente, se extralimitó en la mayoría de las decisiones y no respetó el “espíritu transitorio” que debía marcar su gestión. Lo hizo en materia de relaciones internacionales, justicia, sectores estratégicos, fuerzas armadas, etc. Y, cómo no, también tomó las riendas en los asuntos económicos y sociales.
No cabe duda de que la pandemia es un hecho global que ha afectado a la economía de todos los países. Pero también es verdad que una buena parte de los gobiernos han reaccionado con políticas que amortiguan este impacto negativo. Si observamos el estudio realizado por la Universidad de Columbia (Economic policy responses toa pandemic: Developing the COVID-19 economic stimulus index), queda absolutamente demostrado que Bolivia está en la cola de los países en América Latina con menor porcentaje de su PIB dedicado a políticas fiscales expansivas: apenas el 1 por ciento, mientras se prevé que la caída de su economía sea -en el caso más optimista- del 6 por ciento (según el Banco Mundial; y muy similar al dato del Banco Central de Bolivia). Aunque seguramente la caída será mucho mayor si seguimos el ritmo de actualizaciones a la baja que vienen haciendo la mayoría de organismos internacionales.
En economía, como bien sabemos, no hay milagros. Todo tiene su porqué. Si se hunde la economía por motivos externos y no se hace nada para solventarlo, entonces, la ecuación se resuelve con una gran crisis empobrecedora. Este es el caso de la Bolivia gobernada por Áñez.
Y, en este sentido, es importante no olvidar una cuestión obvia: cualquier contracción económica no afecta a todos por igual. Siempre unos salen peor que otros. No es lo mismo un shock económico adverso para la población que obtiene ingreso diario, respecto a otra que tiene empleo formal y estable, con mayor capacidad económica, con ahorros. Por tanto, es fundamental simular el impacto económico negativo, cualquiera que fuera, considerando que tal efecto se distribuye desigualmente por deciles.
Si microsimulamos la caída del 6 por ciento del PIB pronosticada por el Banco Mundial, siguiendo el patrón identificado en las encuestas continuas de empleo de Bolivia de los últimos años, y considerando la política de “brazos caídos” de Áñez, entonces, tendríamos que en Bolivia se habría generado algo más de un millón de nuevos pobres (1.059.672); y casi medio millón más si lo medimos por pobreza extrema.
Si, en vez de considerar ese escenario tan optimista, asumiéramos lo planteado en la investigación realizada por Beatriz Muriel, del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo, que estima que la pandemia ocasionaría una pérdida de ingresos de entre 30 y 50 por ciento, según el cuantil, entonces, tendríamos más de dos millones de nuevos pobres en Bolivia (2.739.826). De estos, dos millones vivirían en condiciones de extrema pobreza.
En un nivel intermedio está nuestra propia predicción como Celag, que considera una caída del PIB boliviano del 7,9 por ciento, que generaría más de un millón de nuevos pobres, siempre y cuando no se implementen medidas y acciones económicas diferentes a las que actualmente lleva a cabo Áñez. Entre ellos, casi 800 mil personas entrarían a la pobreza extrema y 1,4 millones engrosarían la pobreza.
Luego del ciclo largo de políticas exitosas implementadas por el Movimiento Al Socialismo (MAS) para erradicar la pobreza, como así lo certifica la totalidad de los organismos internacionales, en estos pocos meses, la ineficacia de la política económica y social del gobierno de Áñez frente a la pandemia ha provocado un masivo empobrecimiento de la ciudadanía boliviana: entre uno y dos millones de nuevos pobres, según sea el escenario considerado. Y lo más preocupante de esta situación es que aún se puede agravar más, si no se hace nada.
Lo único esperanzador es que, en pocos días, habrá elecciones y se abrirá la posibilidad de que el pueblo boliviano elija una opción que le dé mejores condiciones de vida, en vez de empobrecerles deliberadamente. El candidato Luis Arce ya demostró que sí sabe crecer desempobreciendo; y al otro lado, está Carlos Mesa, que es una incógnita en materia económica, porque apenas ha explicado qué haría para erradicar la pobreza. Veremos qué ocurre.
*Por Nicolás Oliva y Alfredo Serrano Mancilla para Celag / Foto de portada: Alejandro Ríos – Guardiana