Las poblaciones en riesgo
Por Alfredo Grande para Pelota de trapo
El jueves, fue la Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil. O sea: una de las tantas expresiones del combate contra las políticas públicas que incluyen el exterminio planificado de las poblaciones categorizadas como excedentarias. Lo que es necesario plantear es que estos asesinatos seriales nada tienen que ver con lo que las personas hacen. Tienen que ver con lo que las personas son. Por eso, son todos y cada uno crímenes de lesa humanidad. El feminicidio no tiene que ver con los actos concretos de las mujeres. Tiene que ver con asesinarlas por ser mujeres. Maldición bíblica que la Santa Inquisición llevó al delirio torturador y exterminador. Ahora no hablamos de Santa Policía. Algo hemos avanzado. Pero no demasiado.
Recuerdo la intervención de un colega en un Congreso de Prácticas Sociales en la ciudad de San Luis. Dijo muy suelto de cuerpo, pero más suelto de lengua aún, que “la bonaerense es la maldita policía, pero es nuestra maldita policía”. Luego, me enteré que el colega trabajaba en algo así como una formación en derechos humanos para la institución policial. Obviamente, fracasó. Pero lo que más me impresionó es que el auditorio no reaccionó ni siquiera con un murmullo de rechazo.
A mi turno, tuve la ocasión de relacionar ese comentario con las palabras de Franklin Delano Roosevelt cuando dijo: “Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. El colega no me habló más, lo que fue un alivio. La sinceridad de la derecha debe ser utilizada y agradecida. Confesión de parte, pero no hagamos relevo de prueba. Y la prueba es establecer si es nuestro o es ajeno.
Una de las verdades peronistas es: “Para un peronista, no hay nada mejor que otro peronista”. El tema que la masacre de Ezeiza puso en superficie son los mecanismos para establecer si es peronista propio o peronista ajeno. El ministro de trabajo Otero, en los años 70, cuando el golpe de Estado contra Cámpora fue un hecho, dijo: “La Juventud Trabajadora Peronista tiene algo de juventud, de trabajadora poco y de peronista nada”.
En esos tiempos donde la Alianza Anticomunista Argentina (triple A) ocupó el lugar de la santa inquisición, asesinando, entre muchos, al abogado Rodolfo Ortega Peña y al cura villero Carlos Mujica, el asesinato fácil era por “ser o no ser” peronista. No es un “ser o no ser” filosófico especulativo. Es la condición para seguir vivo o empezar a estar muerto. Desde el comienzo de la auto percibida democracia, hay más 7000 jóvenes asesinados. Pero si incluimos a la niñez arrasada, por el hambre crónica, las atrocidades sexuales, la tortura cotidiana de las carencias de lo más elemental, la cifra es muchísimo mayor.
El “no ser” le gana por goleada al “ser”. Por limitar la población de riesgo a la edad y en relación al posible contagio de coronavirus me parece miserable. Y canalla. Quedó sellado que más de 60 años es un riesgo en sí mismo. Lo es, pero mucho antes de la pandemia. Tiene que ver con las magras jubilaciones, que implica magra alimentación y que también implica magras prestaciones en salud.
El capo de todos los capos de las mafias de las autopercibidas empresas de medicina prepaga, que apenas son seguros en salud, cuyo negocio son las masivas afiliaciones de personas sanas, ese capo mafia alerta contra el colapso por la suba de contagio y enfermedad. Hace décadas que la salud pública, mediatizada por el Estado Recaudador, es desfondada de recursos por la medicina privada. Al igual que la educación. Esa brecha quiso saldarse con una cuarentena que generara los recursos sanitarios necesarios.
Un modelo productivo, extractivo, expulsivo, depredador ha colocado a la población mundial en situación de riesgo. Inminente. En 2015, Jeremy Rifkin describió “el fin del trabajo”.
“Rifkin nos advierte que, en un futuro muy próximo, las sofisticadas nuevas tecnologías colocarán la civilización humana más cerca de un mundo con menos trabajadores. Su nuevo libro es muy oportuno y está despertando un enorme interés» (The Financial Times).
La pregunta inquietante es: ¿oportuno para quién? Y la otra pregunta, de la que ya tenemos la respuesta, es: esos trabajadores menos, ¿qué destino tienen? Las sofisticadas nuevas tecnologías y la élite propietaria ostentan la absoluta culpabilidad del arrasamiento de tierras, aires y aguas.
Nunca estuve de acuerdo con las apelaciones en primera persona del plural: “Tenemos que cuidar nuestros recursos; qué hemos hecho con la madre tierra”. La primera persona del plural deviene reaccionaria en tanto hace un mazacote entre víctimas y victimarios. De los incendios forestales, ¿somos todos responsables?
La población en riesgo abarca a la mayoría de la población mundial. Pero la epidemia de COVID-19 es absolutamente funcional a meter a la población en riesgo en el corralito de la prevención de la enfermedad y el contagio. Es miserable decir que una vacuna, o muchas vacunas, serán la única garantía para volver a una nueva normalidad. Lo más probable es que volvamos a una vieja anormalidad, maquillada y producida por el gatopardismo político y económico de las castas gobernantes.
El jueves, fui a la marcha contra el gatillo fácil. Contra la opinión de mis amores más cercanos. Incluso contra mi propia opinión. Pero fui porque no soportaba la sola idea de no estar. Estar para volver a ser lo que siempre fui. Y quiero seguir siendo. No hay mayor riesgo para una población que la prohibición de ser. Y el principio es siempre la prohibición de estar. Porque, para ser, hay que “estar con les otres”. O sea: sosteniendo vínculos combatientes y valientes.
Un ex presidente elegido no por el pueblo, sino por la asamblea legislativa, que organizó un golpe al Estado, reconoce un momento psicótico. Espero que no justifique en un momento psicótico el asesinato de Darío y Maximiliano en la masacre del Puente Pueyrredón. Sin embargo, esa confesión de parte me permite establecer una diferencia fundante entre izquierdas y derechas: “La izquierda es una locura (linda) y la derecha es una psicosis (macabra). El mayor riesgo de las poblaciones es participar de psicosis reaccionarias y no intentar locuras revolucionarias.
*Por Alfredo Grande para Pelota de trapo / Imagen de portada: La tinta.