China pone un pie en Irán y entra en Oriente Próximo por una gran puerta
El estricto aislamiento que Israel y Estados Unidos decretaron sobre Irán puso a este país en las manos de China. Teherán anunció un acuerdo con el gigante asiático que puede modificar la geoestrategia en Oriente Próximo.
Por Eugenio García Gascón para Público
El próximo acuerdo bilateral que China e Irán anunciaron esta semana suscita una serie de interrogantes que afectan al conjunto de Oriente Próximo y puede tener consecuencias de alcance no solo en la geoestrategia regional, sino también en la mundial, razón por la cual ha sido mal recibido por los numerosos países que se consideran enemigos de Irán, como Israel, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (EAU).
Desde hace tiempo, estos países vienen criticando lo que consideran una paulatina retirada de Estados Unidos de Oriente Próximo, aunque es obvio que la política exterior de Washington en esta región está dictada por Israel, especialmente, en lo tocante a Irán y a los territorios palestinos ocupados, donde lo único que cuenta es lo que dice el primer ministro Benjamín Netanyahu.
China y Estados Unidos están metidos en un montón de conflictos, que se han agriado en los últimos meses, entre ellos, la guerra comercial, la guerra de la inteligencia por la expansión de Huawei, el coronavirus, Hong Kong, la minoría musulmana uigur, el mar del Sur de China y Taiwán. Por cada una de estas disputas, las dos superpotencias se cruzan acusaciones a diario, lo que crea incertidumbres políticas en todo planeta.
No es extraño que se dispararan las alarmas cuando el portavoz del ministerio de Exteriores iraní, Abbas Mousavi, anunció con bombos y platillos la aprobación del borrador del acuerdo con China sobre cooperación económica y política para los próximos 25 años. Algunos analistas indican que, metiendo un pie de estas características en Oriente Próximo, China se dispone a expandir su influencia en una de las regiones más inestables del mundo.
Informes publicados con anterioridad indican que Teherán, aislada casi completamente por decisión de Israel y Estados Unidos, ha aceptado realizar una larga lista de concesiones a China, como descuentos importantes en el precio del petróleo y el gas, o la posibilidad de que Pequín pague a cambio de los carburantes en monedas distintas al dólar.
Otra cuestión no menor que está sobre la mesa es que China, probablemente, disfrutará de poder decidir, en primer lugar, si participa en los proyectos petroquímicos que se desarrollen en Irán a partir de ahora. Esto significa que la economía iraní dependerá en un alto grado de China y que este país podrá asegurarse buena parte de la energía que necesitará en las próximas décadas.
Naturalmente, una de las cuestiones que más suspicacias suscita es que el acuerdo representa un serio revés para Estados Unidos, Israel y sus aliados árabes. Algunos observadores se preguntan si el acuerdo va a hacer cambiar la política de Washington con respecto a Irán, pero la respuesta a esta pregunta es sencilla desde el momento en que está claro que no es Washington, sino los intereses de Israel, los que determinan la política de Estados Unidos respecto a Irán.
El acuerdo prevé que una importante cantidad de personal de seguridad chino, más de 5.000 personas, protejan los proyectos chinos y también abre la puerta a Pequín para introducirse en regiones cercanas a Irán, como Asia Central y el Cáucaso, con lo que Estados Unidos deberá reevaluar su estrategia en una amplia zona.
El acuerdo es muy beneficioso para Irán debido al aislamiento que sufre. En primer lugar, significará un ingreso considerable de dinero en distintas monedas, especialmente, en el sector de la energía, donde hay previstas inversiones equivalentes a 280.000 millones de dólares, así como para el sector de las infraestructuras y el transporte, donde los chinos invertirán 120.000 millones de dólares, dinero que permitirá crear millones de empleos, reforzará las estructuras políticas de la República Islámica y reducirá la oposición a las autoridades.
El acuerdo ha suscitado algunas críticas dentro de Irán, en el sentido de que el país se está vendiendo a China casi sin condiciones, pero el gobierno de Teherán no tiene delante ninguna otra alternativa viable debido al aislamiento decretado por Israel y Estados Unidos.
Según funcionarios estadounidenses, los chinos podrán establecer bases militares en Irán. Los 18 folios del borrador, a los que tuvo acceso The New York Times, estipulan que también entrarán en el sector bancario, las telecomunicaciones, los puertos, las redes de trenes y otros muchos sectores estratégicos como la investigación y el desarrollo de armas.
Es comprensible que Teherán vea en ese acuerdo una tabla de salvación. Los iraníes han intentado, por todos los medios y a lo largo de décadas, establecer relaciones comerciales estables con Estados Unidos y Europa, pero estos países, por una razón u otra, generalmente, gracias a la desproporcionada influencia de Israel, siempre han acabado por mantener a distancia a la República Islámica.
La gota que colmó el vaso llegó en 2018, cuando el presidente Donald Trump, siguiendo las directrices de Netanyahu, abandonó el acuerdo nuclear firmado por Barack Obama e impuso duras sanciones contra Irán que, desde entonces, se han endurecido más. Lo único que Israel acepta es un cambio de régimen en Teherán, de ahí que se oponga frontalmente a cualquier acercamiento de los países occidentales.
Mientras China verá realzada su posición internacional y mejorará sensiblemente su posición geoestratégica, con el dinero que reciba, Irán aspirará a mejorar su situación regional. A sus rivales, que pretenden provocar una revolución dentro de Irán cuyas consecuencias podrían ser dramáticas para la zona, no les quedará más remedio que aceptar una realidad con el que van a tener que vivir. Al fin y al cabo, han sido ellos los que han empujado a Irán a pactar con China.
*Por Eugenio García Gascón para Público / Foto de portada: Raheb Homavandi – Reuters