El hundimiento en primer plano

El hundimiento en primer plano
11 junio, 2020 por Redacción La tinta

Silvio Zuccheri es uno de lxs referentes del fotoperiodismo de nuestro país. En el contexto de la guerra de Malvinas, accedió a la fotografía en primer plano del hundimiento del Buque General Belgrano, luego de ser bombardeado por un submarino inglés. En esta charla exclusiva con La tinta, el fotoreportero cuenta toda la travesía antes y después de conseguirla.

Por Fernando Bordón para La tinta

El trágico hundimiento del Crucero General Belgrano se convirtió en un hecho central para la agenda periodística que cubría la guerra en Malvinas y que era fuertemente controlada por la dictadura. Es por eso que Zuccheri comenta que la posibilidad de obtener alguna imagen del siniestro era impensada, que, más bien, esperaban registrar las consecuencias de lxs heridxs, lxs muertxs.

Entonces, desde la agencia, decidieron viajar a la base naval puerto Belgrano, en Bahía Blanca, que era el lugar a donde llegaría la gente herida. Allí, se encontraba el fotógrafo Lazarides y una cronista, ambxs trabajaban para la revista Gente y ya tenían contacto con un capitán de marina que era el jefe de inteligencia de la base, designado para atender a la prensa.

Apenas llegó, Zuccheri se contactó con el capitán y arregló una cita. “La intención, el apuro que tenía por el contexto que se estaba dando, era que me permitieran estar en el aeródromo donde llegaban los heridos rescatados del naufragio y, eventualmente, los muertos. Mi argumento era ‘quiero estar aunque sea para fotografiar de lejos, porque quiero que el mundo vea esta flagelación sufrida por este ataque británico’. Este hombre me decía que era difícil, que él no lo podía manejar”, cuenta.

El fotógrafo detalla que la charla siguió de manera amena, sobre todo, lo concerniente a la guerra, hasta que alguien golpeó e ingresó a la oficina. Se acercó al capitán y le comentó algo al oído que le cambió el semblante. Se levantó, excusándose y pidiéndole que lo esperen, y se retiró de la oficina.


“Nos quedamos esperando alrededor de 20 minutos con mis compañeros. Pasado ese tiempo, volvió y nos dijo: ‘Tengo algo sensacional, acabo de ver las fotos del Belgrano hundiéndose´. Nos quedamos helados porque era impensado que eso pudiese existir y era importante tener esas imágenes porque era un material periodístico trascendente”, afirmó Zuccheri.


 

En ese momento, cambió el tono de la charla y el fotógrafo le preguntó cómo podía hacer para obtener esas fotos, a lo que el militar le respondió: “Cuatro fotos impresionantes, 1000 dólares cada una”. Pero Zuccheri solo tenía 2000 dólares, que era con lo que había salido desde Buenos Aires. Ante esta situación, decidió llamar al director de la revista Gente y fue él quien consiguió el resto del dinero.

Sobre ese momento, Zuccheri comentó que “este señor me dijo que fuera a la mañana, que iba a haber un sepelio y un acto, iban a depositar en la cripta el cuerpo de uno de los marinos fallecido en el Belgrano. Esa iba ser la excusa para estar presente en la base. Al día siguiente, cuando llego a la oficina, el marino me dio un sobre y me dijo: ‘Acá están las cuatro fotos, las necesito en una hora y tiene que hacer las reproducciones afuera de la base‘, eso me tomó por sorpresa”.

Ante esa situación, decidió llamar a un remis y volverse al hotel en el que estuvo hospedado y del cual, esa mañana temprano, ya había hecho el check out. Como había logrado cierta simpatía con el conserje, al llegar, le pidió si podía pasar al baño y este, sin problemas, le dio las llaves para que suba.


“En la habitación, abrí el sobre y, cuando veo las fotos, me llevo la sorpresa. Las copias eran impresiones, 10×15 cm de tamaño, tomadas por una camarita Kodak Instamatic de plástico. Me puse muy nervioso porque pensé que me estaban siguiendo, en ese momento, todos estábamos muy paranoicos y yo, particularmente, lo fui en esa época. Vivía en La Plata, que fue una de las ciudades donde más actuó la represión”, describió el fotógrafo.


Cargó una de sus cámaras con un rollo de 100 asas, otra con 400 asas y con un lente macro, puso las fotos arriba de una cama y abrió una de las ventanas. De cada foto, hizo aproximadamente 10 tomas, cambiando de diafragma y película. Justo en ese momento, golpearon la puerta de la habitación, lo que lo puso alerta, pero, al preguntar quién era, del otro lado le respondieron: “Disculpe, señor, venía a limpiar la habitación”.

Al terminar, guardó las fotos y volvió a la base, le devolvió las fotos al capitán, realizó la cobertura del sepelio y, luego de allí, se fue al aeropuerto.

El revelado

Ya de regreso en Buenos Aires, fue a la editorial Atlántida donde reveló los rollos. Antes, se reunió con sus compañerxs de agencia, sus ex jefes y uno de los dueños de Gamma, que ya se encontraba en el país. Allí, les comentó sobre todo el proceso para conseguir las imágenes y cómo las había registrado.

“Como hubo varias fotos muy parecidas, el dueño de Gamma tomó cuatro de esas diapositivas y se las metió adentro de la media, se fue al aeropuerto y se tomó el primer avión a EE.UU. Una vez allá, se las ofreció a la cadena ABC y la agencia AP, suponiendo que eso era mejor que todo lo demás”, relató Zuccheri.

Apenas se publicaron, se armó un gran revuelo acá, en el país, ya que lxs corresponsales extranjerxs cuestionaron que a ellxs no se les entregaron esas imágenes. Lo que generó la intriga de cómo esas fotos salieron del país, que, obviamente, nadie sabía salvo lxs protagonistas.

El apriete

Una vez que pasó la tormenta que provocó la publicación de las fotos, Zuccheri recibió una llamada de Luján Gutiérrez, el director de la revista Gente. Con cierta preocupación y advertencia, le comentó que Lazarides le dijo que, un día, estaba tomando un café en la barra de un bar en Bahía Blanca y se le acercó el capitán que les había dado las fotos. Sin mirarlo, le dijo: “Llegás a abrir la boca de lo que sabés y aparecés en una zanja”.

Ya con esta información, el fotógrafo contó que “un día, de casualidad, estaba solo en la agencia, creo que hacía un mes y medio de la publicación. Suena el teléfono y atiendo, como era costumbre, digo: ‘Agencia ILA, buenas tardes’. Del otro lado, me responden: ‘¡Al fin! Lo que nos ha costado encontrar este teléfono’. Le pregunto quién habla y me responde que era el capitán ‘fulano’ de marina y que querían hablar conmigo. Muy amable, me dice: ‘Nos gustaría tener una charla con usted, se podría acercar hasta el Edificio Libertad’”.

Ante el tono militar de la invitación, Zuccheri no tuvo más opción que ir al edificio. Cuando se anunció en la puerta de entrada, le dijeron que ya lo estaban esperando. Para su sorpresa y alerta, al entrar, no fue registrado su ingreso, un dato que no era menor en el contexto de aquellos años de terrorismo de Estado.


Se percibe la emoción en la voz de Zuccheri al recordar y describir esta escena: “Me hacen ir a jefatura 2. Después, con el tiempo, me entero que, en las fuerzas, esa sección era la rama de inteligencia. En un pasillo, me estaban esperando tres oficiales que me hicieron pasar de manera muy amable a una oficina. Quiero agarrar una silla para sentarme, me dicen que no, que ahí se iba sentar el capitán, me indican que me siente en otro lado. Mientras charlo y llega este otro capitán, veo que tenía una cámara enfocada hacia mí, o sea que todo lo que dijera iba a quedar grabado”.


Después de un rato de interrogarlo para saber cómo había llegado a las fotos, le dicen que les gustaría que esa misma “charla” se pudiese hacer en un ámbito un poco más formal, con un capitán que está en la base de puerto Belgrano. Ante esa invitación persuasiva, tuvo que viajar casi inmediatamente hacia Bahía Blanca.

En el aeropuerto, lo esperaba un marino con una camioneta que lo llevó directo a la base, a un edificio que, en la entrada, tenía un cartel que decía Tribunal de Guerra. Allí, lo recibieron dos abogados que le realizaron las mismas preguntas que le habían hecho en Buenos Aires. “En un momento, uno de ellos me dice ‘qué le parece si vamos a almorzar’, le dije que sí, pensando que íbamos a ir a un comedor en la base. El tipo pidió una camioneta que nos llevó a un restaurante de Punta Alta, que era una especie de cantina. Ordenó vino y me insistió para que tomara”, describió Zuccheri.

A la vuelta, comenzaron con un interrogatorio más intenso, con preguntas que le “pateaban los tobillos”, la amabilidad había desaparecido y eran abogados acusadores que «apretaban» cada vez más con sus palabras.

“Me mantuve en lo que había dicho, que quien me vendiera las fotos me dijo que era una donación para el fondo patriótico nacional. Mi justificación para obtener esas imágenes era para mostrar al mundo lo brutal de ese hecho, que, como periodista, no podía dejar pasar. Luego de terminar con las preguntas, me dejaron ir, no hubo consecuencias mayores. Tiempo después, me enteré de que quien me vendió las fotos había sido tripulante del Crucero Belgrano. O sea que fue un deshonor tremendo para el cuerpo de marina, un mismo tripulante haciendo eso. Resolvieron degradarlo con una ceremonia”, relató el fotógrafo.

El primer registro

Zuccheri también contó que la primera fotografía conlleva una anécdota trágica. Que quien la tomó fue un capitán, ya fallecido, que se llamaba Martin Sgut. Él se encontraba en la balsa con tres soldados, uno de ellos muy herido y que él lo tomó en sus brazos. Al acomodarlo, se dio cuenta de que tenía un bulto importante en un bolsillo, lo tocó y era una cámara de fotos de plástico.

“En ese momento, el capitán se da cuenta de que podía fotografiar a su querido buque hundiéndose. Tomó la foto con la suerte de que obtiene un primer plano que la hace más dramática. Esa tensión se dio por el color naranja del bote, la dimensión de la escala, de la distancia y del tamaño del buque, que son elementos básicos en la composición fotográfica”, relató el fotógrafo.

Lo trágico de la historia es que los soldados que no estaban heridos le preguntaron por su compañero que estaba acostado en la balsa y el capitán les respondió que se iba a salvar -cuando él ya sabía que estaba muerto- para preservar la psiquis de los demás.

Pero la participación de Sgut en la historia no termina ahí. Al ser publicadas las fotos en todos los medios del mundo, el fotógrafo casual se sintió menoscabado porque aparecían sin su autoría. Es por ello que decidió hacerle juicio, en los fueros de Estados Unidos, a las agencias Gamma, AP y a la NBC.

Sobre ese hecho, Zuccheri contó que “les exigió 4 millones de dólares a las agencias porque habían publicado sin el crédito correspondiente, consiguió un fallo favorable y el tipo desestima el dinero. Solo pide ser resarcido por todos los gastos que hizo para hacer ese juicio, que sería pagar a su abogado, más sus viajes a Nueva York y Washington, y que, desde ese momento en adelante, saliera el crédito en la foto como capitán de navío Martín Sgut”.

*Por Fernando Bordón para La tinta

 

Palabras claves: Guerra de Malvinas

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