Militar el placer, masturbarse siempre
Mayo con M de masturbación. El 7 es el día dedicado a esta práctica tan placentera, pero que, aún, para quienes tenemos vulva, es un tema dicho en voz bajita o con un poco de incomodidad y vergüenza. La intimidad y el placer también son políticos, prendamos la luz y hablemos de masturbarnos.
Por Redacción La tinta
“En la adolescencia, conocí el placer de tener clítoris usando el bidet. ¿Quién diría que, de ese primer contacto, construiríamos un vínculo hasta el día de hoy? Declaro mi amor al bidet. Pasé y viví por muchas casas, no recuerdo el nombre de las calles, pero sí cada bidet de esas casas. Porque, como en todo, hay diversidad de chorros… Historizar el vínculo implica pensar en más de 15 años atravesados por relaciones sexo-afectivas temporales, por parejas estables, embarazo, puerperio y familia. Pero el autoplacer sigue siendo lo mío”. (Juli, 33 años)
Hace ya algunos años que hablamos más sobre masturbación femenina, sin embargo, no es de los temas más cómodos para la mayoría de las mujeres. La cuarentena hizo que muches entraran en un terreno de nuevos vínculos eróticos y deseos, volver a las palabras y fantasías, volver a nuestro cuerpo. Hacernos la paja está en el prime time, parece que el confinamiento la viralizó, al fin, y es tendencia el autoplacer en nuestras vulvas.
Masturbarse sola, con la mano que te conoce cada rinconcito, con juguetes o alguna app. Con la almohada o contra el colchón. Pensando en una escena sexual que te caliente mucho o en alguien, viendo una porno. Haciendo sexting, video llamada o sexchat. Mirándote a un espejo, filmándote, con música, en silencio, gimiendo, en la ducha, con la luz apagada, escondida, en algún lugar público. Con orgasmo o quedándote en el proceso, como sea, pero gozate a ti misma.
Activismos del placer
En las redes, aparecen vivos, charlas, consejos, posteos, ilustradoras, nuestras vulvas en pantalla, primer plano de cómo masturbarnos. Para el autoconocimiento, porque alivia dolores menstruales, fortalece el suelo pélvico. Porque mejora el estado de ánimo, te ayuda a dormir, a bajar el estrés, evita infecciones vaginales y la lista sigue, pero, sobre todo, masturbarse por placer.
Las generaciones de más de 30 no hablábamos del tema, no tuvimos ESI en la escuela y, como dice Noelia Custudio en sus stand up, nuestra ESI fueron una película en I-sat o Film Zone si tenías cable, el resto es toda una generación arruinada viendo las series de Cris Morena o algún culebrón de la época, y, si tenías mucha suerte, alguna revista porno que podías ver en algún kiosco o escondida en la pieza de tu hermano.
“Mi relato es re triste. Creo que me toqué posta de grande, años perdiendo el tiempo. Capaz lo hacía y lo bloqueé, pero solo recuerdo tocarme cuando me despertaba de sueños al palo, me pasó de chica eso, siempre. Pero tocarme consciente, a los veinte años”. (Mili, 27 años)
Hay un silencio histórico en torno a la masturbación femenina, los bordes patriarcales le dieron el monopolio a los hombres, un código masculino que los empoderaba al tiempo que a nosotras nos oprimía. En la secundaria, hablo de, al menos, 15 años atrás, quién no presenció una escena donde los compañeros contaban orgullosos sus pajas en grupo, en el baño, en el recreo y compitiendo quién se hacía más. Las chicas también nos masturbábamos como ellos, pero en secreto y ni siquiera lo podíamos hablar entre nosotras. Los recuerdos en torno al placer se vuelven difusos cada vez que nos obligamos a hacer memoria, la vergüenza impuesta, la culpa aprendida y el pecado enseñado aún revolotean.
“Me acuerdo que le enseñé a masturbarse a una vecinita. Vivía frente a mi casa y era mi gran amiga. No sólo le expliqué cómo hacerlo mostrándole en mí, sino que le di un consejo: podés hacerlo a la siesta mientras tus padres duermen. Ese recuerdo me daba mucha vergüenza y lo desempolvé con dificultad y lo armé con pedacitos confusos. Más cerca en el tiempo, sé que no solo no reconocía, sino que negaba que me masturbaba”. (Pau, 28 años)
Uno más de los tantos tabúes en nuestra historia patriarcal, la sexualidad de las mujeres era del ámbito privado y para la reproducción. Hasta hace poco tiempo, no hemos usado la palabra deseo y placer, porque también era monopolio masculino. Incluso aún hoy, escuchamos relatos, en relaciones heterosexuales, en que la masturbación sigue siendo una cosa de ellos o una práctica que nosotras les hacemos. “Si el chabón no acaba, le hacés una paja. Si vos no acabás, te vestís”.
“Yo me masturbé desde niña, pero muy grande me animé a decirlo. Me daba vergüenza, inclusive, contarle a parejas. En una época, me tocaba pensando en Chayanne. Ahora, me voy a comprar un vibrador”. (Melisa, 30 años)
“Yo de chica me masturbaba mucho con la almohada, hasta que descubrí las bondades de los ositos de peluche. Se re usaban, pero creo que mi onda de coleccionarlos y colgarlos en la pared era como una galería porno, un dispenser de los juguetes sexuales que pudimos tener en esa época. Igual tenía uno preferido, me lo había colgado pegadito a mi cama, era Popeye, tan hetero hasta en las pajas. Como a los 15, lo pude hablar por primera vez con una amiga, fue una de mis experiencias más liberadoras. Ella se cogía a una pepona”. (Vero, 35 años)
En las conversaciones entre amigas, ahora que podemos poner palabra, cuando hacemos memoria de la infancia, se aparece cada una con su historia de masturbación, con la bicicleta, la punta de una mesa, una silla, contra la baranda del subibaja, cuando te hacían caballito como juego, con alguna amiga.
“Me acuerdo una escena, estábamos en medio de una previa y una amiga casi se come a una que dijo ‘a mí nunca me hizo falta masturbarme’. Éramos pendejas, creo que ni masturbarme pudo decir la piba. Yo la amé, pero no dije que también me masturbaba, no me animé. Había banda de prejuicio, vergüenza e inhibición en nuestra generación, imaginate antes”. (Vicky, 25 años)
Hablar de masturbación en vulvas es político
Con los feminismos, volvimos sobre nosotras y nosotres, sobre la soberanía de nuestros cuerpos y el placer. Mirarte la vulva, conocer sus partes, que te guste, tocarla, conocer a qué huele, qué sabor tiene. Sacamos la genitalidad del closet, hablamos de vulvas y de múltiples identidades que tienen vulvas. Aunque aún no tenemos nombres más específicos, y se sigue usando la idea de masturbación femenina, ampliamos los contornos del lenguaje, lo abrimos porque estamos en un campo de invención creativa, como el placer.
No nos masturbamos porque estamos solas, sin pareja o sin garchar, nos masturbamos por deseo, por placer, para ejercitar el autoerotismo como fin en sí mismo y, como dicen por ahí, también para no cogernos al chongue equivocado. “Masturbarte nunca te romperá el corazón”.
No todo es penetración, descubrir el clítoris ha sido revolucionario en cada una de nosotras, pero, sobre todo, en la historia de la sexualidad. El placer es nuestro, somos deseantes, no se lo debemos a nadie, si es con otres, mejor. Pero, primero, nosotres.
Darte tiempo, fantasear, tocarte distintas partes del cuerpo, si podés, creá un ambiente, detenete a pensar qué cosas te gustan, explorá qué zonas te dan placer, boca arriba, boca abajo, contra el colchón, con las piernas cerradas, como quieras. Con estimulación externa, directamente en el clítoris y/o penetrándote. Disfrutate y contalo. No más tabú ni vergüenza.
*Por Redacción La tinta / Ilustración de portada: Florencia Cigliutti – @collages.verdecina.