«El fútbol debe transformar la realidad social»
Fernando Signorini sigue dando pelea por sus ideas. Lleva adelante el proyecto Villeros Unidos y siempre se mantiene involucrado en aspectos formativos del deporte. Su admiración por Fidel Castro y Bertrand Russell, Menotti y Maradona.
Por Gustavo Veiga para Página/12
A Fernando Signorini le cabe aquel título del célebre libro de memorias de Pablo Neruda: Confieso que he vivido. No es una hipérbole sobre el camino que eligió recorrer el profesor de educación física desde aquel 4 de mayo de 1983. Porque antes de despedirse -y esta entrevista empieza por el final- nos dice: “A veces me pellizco y me pregunto; ¿será cierto?”. La respuesta es sí. Su vida es un sinfín de experiencias al lado de los más grandes del fútbol argentino. Desde César Luis Menotti y Carlos Bilardo, los dos técnicos campeones del mundo -trabajó con ambos- a Diego Maradona y Lionel Messi, los mejores jugadores argentinos de la historia.
Pero también conoció en su larga estancia en Europa a Alfredo Di Stéfano y Enrique Omar Sívori y la lista sigue, aunque por demasiado extensa, la abandonamos acá. El construyó un mundo propio de pensamientos disruptivos, se cuestionó la formación recibida en la carrera que eligió, y atesora tantas anécdotas curiosas que resulta difícil seleccionar una sola. Entre todas emerge la de un encuentro en La Habana, a donde acompañó a Maradona en una visita que le hizo a Fidel Castro. Contó que el líder de la Revolución cubana le preguntó: “¿Usted de dónde es?”. De Lincoln, le respondió. “Ese es el único yanqui que hubiera jugado en mi equipo”, comentó Signorini que le dijo el comandante, cuando los recibió en 1986 después del Mundial jugado en México.
—Llamado a la rebelión, la deshumanización del deporte se llama su libro de 2014. ¿A qué aplicaría ese título en la actualidad?
—El libro propone una ruptura conceptual con los sistemas de entrenamiento aplicados al fútbol porque son arcaicos, porque vienen del atletismo, porque increíblemente se siguen usando, porque el papel del preparador físico entre comillas que yo rechazo se ha impuesto de una manera increíble, sobre todo en el fútbol argentino o en el sudamericano, más que nada. Ya lo decía Panzeri en Fútbol dinámica de lo impensado: los más sabios maestros que estaban llenos de verdades y carecían de cultura fueron reemplazados por los preparadores físicos, que tenían más cultura pero carecían de verdades. Entonces se sigue insistiendo con métodos que muy poco tienen que ver con el fútbol, y yo apunto a todos los conocimientos que adquirí de los grandes maestros que tuve desde adentro y desde afuera de la cancha.
—¿A qué sistemas de entrenamiento se refiere?
—Yo fui educado en los institutos de Educación Física. Los programas con los que nos recibimos todos los hicieron estos tipos que a lo mejor saben mucho de fisiología, de biomecánica, de anatomía, pero de fútbol y de futbolistas saben muy poco. Habría que revisar los programas para que la cosa apunte a la especificidad, porque es como dice Mourinho. Que no tendría trabajo para darle a un preparador físico convencional porque el problema del fútbol no es físico. Si el jugador no está adaptado a la medida del equipo, por más que corra no va a ser nunca eficaz. Es lo mismo que dice Guardiola, que dice Menotti. Yo una vez comenté que la preparación física en el fútbol no existía, y se armó un revuelo bárbaro entre mis colegas porque me dijeron que le faltaba el respeto a la historia. Nunca le falté el respeto a nadie. Yo quería decir que el mismo avance del proceso civilizatorio siempre es propenso al cambio…
—¿Rompió algún paradigma con el libro? ¿Una verdad aceptada que hoy ya no lo sea?
—El fútbol es un deporte de conjunto y está formado por individualidades, y cada individualidad, más allá del puesto que ocupe, no depende solo de lo físico, ya que depende también de lo emocional y lo psicológico. Como decía Pedernera, es una historia que solo resuelven los grandes jugadores. Después apunta a recuperar los valores para los que el fútbol fue creado. Porque como dijo el Flaco Menotti: el fútbol es una fantástica excusa para ser feliz. Y yo además le agrego que debe educar, porque el fútbol tiene que volver a ser un fantástico argumento formativo y como todo bien cultural y educativo, debe ser transformador de la realidad social en todos los aspectos.
Antes del Mundial ’86, sabiendo que se iba a jugar con terribles temperaturas al mediodía por exigencia de la televisión, con déficit de oxígeno y un altísimo smog, yo les dije a los jugadores hasta cuándo iban a seguir jugando así. Diego lo comentó con Jorge Valdano y salió a decir que en esas condiciones no se podía jugar. Havelange pidió que los jugadores se callaran y jugaran. Se equivocaron, porque deberían haber parado en la mitad del Mundial, a ver qué hacían. Quiénes iban a jugar, ¿Grondona, Blatter y Havelange?
—¿Qué podría decir de aquel Diego del ’86 que tenga el actual, 34 años después?
—Si una cosa le reconocí siempre a Diego es la rebeldía, que según Oscar Wilde es una de las mejores virtudes del ser humano. La rebeldía ante la injusticia, ante lo que no es correcto y eso de por sí Diego siempre lo fue. Tenía más de un argumento para ser rebelde contra el poder, y él jamás renunció a su condición de clase. Si bien después su vida lo llevó a todas las contradicciones que podía cometer, él siempre tuvo muy en claro de dónde había salido.
—Si parafraseamos al título de su libro, ¿de qué manera se pueden rebelar los estratos más postergados del fútbol como las jugadoras que consiguieron abrazar un profesionalismo limitado, si no lo hacen jugadores de la talla de Messi o Cristiano Ronaldo?
El tema es la unión, pero antes que unirse hay que organizarse y después decir: bueno, se para el fútbol. Cómo puede ser que en el Comité Ejecutivo de la AFA se arme una lista y no haya ningún futbolista. Me suena muy extraño que el sindicato no tenga ni la fuerza ni el compromiso para decir que a partir del 1° de mayo o de junio de este año, el fútbol más allá de la pandemia no se realiza.
—Usted dice que los deportistas deben ocupar los puestos de representación. ¿Pero no le parece que están en otra cosa y que en un deporte superprofesionalizado no supieron ganar espacios de poder?
—Porque no están educados. Por eso digo que antes que nada, entrenar es educar. Si los chicos cuando empiezan en su deporte y en este caso en el fútbol, sabés que van a ser futbolistas, deberías empezar a bajarles otro tipo de conceptos, de ideas. Le prestás un libro en lugar de regalarle un coche último modelo, o presentarle una señorita de moda. Creo que es un sistema perverso y que los chicos son cooptados por eso.
—¿Cómo está a dos años de su lanzamiento el proyecto de Ligas villeras, del fútbol villero en el que usted participa?
—Se está avanzando muy bien, ya estaba el equipo villero por competir en las categorías de la AFA e iba a comenzar este año, pero con el tema de la pandemia se levantó todo. Igual, como siempre digo, si el sistema sigue siendo tan perverso en 50, 60 años, Villeros Unidos continuará como el proyecto más importante. Porque los derechos federativos de los chicos que surjan de ahí van a ser de la villa, y cuando vengan a buscarlos los clubes europeos por un probable derecho de formación, no van a poder hacer lo que quieran.
—En esta cuarentena donde hay poblaciones enteras encerradas, ¿qué sugeriría como profesor de Educación Física que debería hacer un deportista profesional, para mantenerse en condiciones cuando ha perdido todo contacto con el espacio libre?
—Por un lado hacer lo que humanamente le es posible de acuerdo al espacio físico que lo contiene. Porque hay algunos que tienen hasta una cancha de golf (se ríe).
—No me refería a esa clase de deportistas de élite.
—Primero debería tratar de no aumentar demasiado de peso, porque en la vuelta a la actividad le puede costar reinsertarse y también sufrir el riesgo de alguna lesión. Después mantener el tono muscular y los principales músculos del tren superior, medio e inferior, pero fundamentalmente debería abrirse a otras cosas, a leer sobre todo, porque el que termina de leer un buen libro ya no es el mismo si no mejor, a pensar de qué manera, lo que yo siempre insisto, puedo ser mejor mañana que hoy, no igual o peor.
—Nombre un referente que haya tenido en la vida, en el deporte en general y en su actividad específica profesional de la educación física.
—Uff, nunca tendría un ídolo porque me niego a esa tontería de idolatría pero sí he admirado personas. A Fidel Castro por supuesto que lo pongo allá arriba, en el pedestal. A Bertrand Russell como pensador, por lo que he leído y porque me abrió la cabeza de una manera diferente.
—¿En el deporte y en el fútbol en particular?
—Menotti es sin duda mi principal referente y el motivo por el que yo decidí irme en el año ’83 desde Lincoln para Europa, para comenzar mi primera experiencia en el fútbol de allá. Pero fundamentalmente para viajar al lugar donde estaba el tipo que más me había seducido y convencido por su proyecto de juego, aunque más por el planteamiento ético que tenía del hecho deportivo, de que es importante ganar, pero mucho más importante son los medios puestos para lograrlo.
—Y en su actividad como profesor de educación física, ¿a quién admira?
—No, sinceramente a nadie porque en esto yo recorrí un camino de ruptura metodológica. Fui un privilegiado, el primer entrenador personal de un deportista de equipo como Diego. Esa profesión no existía, y la inventó Diego por sus necesidades después de la lesión. Pero después trabajé con los dos técnicos campeones del mundo de Argentina y con los mejores jugadores de los últimos 45 años del fútbol argentino, estuve en Europa con jugadores como Klinsmann, Karembeu, tuve el privilegio de ir a la Harvard del fútbol, y en mi currículum tengo cuatro mundiales, aunque haya sido medio por azar también.
*Por Gustavo Veiga para Página/12