Les esenciales

Les esenciales
8 abril, 2020 por Redacción La tinta

Por Lucía Maina para La tinta

Este nuevo tiempo no solo provoca incertidumbres: también nos revela, como nunca antes, lo esencial para nuestra supervivencia. De la misma manera que el cielo se despeja por el cese de la contaminación, las actividades indispensables para la vida en comunidad se vuelven visibles por la cuarentena. Actividades que, día a día, son sostenidas por trabajadorxs de carne y hueso. En esta nota, compartimos las voces de algunas de las personas para quienes el cuidarnos entre todxs no significa quedarse en casa, sino salir a poner el cuerpo en medio de una pandemia.

La lista de lxs esenciales en la ciudad de Córdoba es larga e inabarcable: cientos de personas afrontan el miedo al contagio y salen a las calles en estos días para garantizar la salud, la alimentación, el cuidado y los servicios públicos indispensables. Desde La tinta, nos proponemos, en este espacio, escuchar algunos de sus testimonios, sin olvidar que cada historia es única y que, al mismo tiempo, en ellas suena el eco de esa gran cantidad de tareas que hoy sostienen nuestro presente en cuarentena y nuestro futuro en libertad.

“No somos superhéroes”

Dolores Soria es médica pediatra desde hace 15 años. Hoy, trabaja en el dispensario de barrio San Roque, que fue designado junto a otros 29 centros de salud de la ciudad para atender vecinxs que presenten cuadros febriles respiratorios, es decir, casos sospechosos de coronavirus. Así, con el esquema de emergencia dispuesto hace algunos días por la Municipalidad de Córdoba para dividir la atención y reducir los contagios, su lugar y su forma de trabajo se transformó.

Ahora, su rol ya no es la atención de niñxs, sino el “triage”: “Todos los centros y hospitales tienen una persona que se encarga del triage, que es sectorizar la demanda de los pacientes. Entonces, ante las personas que vienen con síntomas, yo sectorizo: si hay sospecha de coronavirus, le tengo que avisar a la médica para que se ponga el equipo de protección y, si tienen otra patología, se trata de solucionar, siempre tratando de no ingresarlas. Ya si necesita ser examinada realmente y no cumple con los síntomas de febril respiratorio, se la deriva a los otros centros de salud”, explica Dolores detrás de su barbijo, sentada en el consultorio pediátrico del dispensario que ya no utiliza desde hace días.

Desde este lunes, sus días y horarios laborales también cambiaron. La modalidad adoptada en los centros para casos febriles es dividir el equipo en dos: un primer grupo del personal trabaja 15 días, para después quedarse en sus casas y dejar a cargo a un segundo grupo. “La división es para no estar expuesto tanto tiempo y poder hacer la cuarentena, porque, si uno empieza con síntomas, tienen que hacer cuarentena todos los compañeros de trabajo”, cuenta Dolores. En esta primera etapa, ella trabaja de lunes a viernes, siete horas por día, aunque, posiblemente, dice, también deberán asistir los fines de semana cuando llegue el pico de contagios.

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(Imagen: La tinta)

Pero, por ahora, cuenta, la cosa está tranquila: “Desde que empezó la cuarentena, el flujo de gente es mucho menor en cuanto a la atención de enfermos”. Es que, antes de la pandemia, con su equipo estaban a cargo de unas 2 mil personas distribuidas en barrios y asentamientos de la zona, con programas de embarazo, anticoncepción y niñxs menores de 6 años.

Igualmente, como la mayoría de esxs vecinxs tienen trabajos informales que ya no pueden realizar por la cuarentena, las actividades que decidieron mantener pese a los cambios son las entregas de leche, anticonceptivos y algunos medicamentos, que además tratan de dar en mayor cantidad para evitar que la gente se acerque en las próximas semanas al dispensario, cuando se espera que la situación por la pandemia empeore.

“Lo que nos está demandando ahora, más que sospecha de coronavirus, es el dengue: hay mucha circulación en esta zona”, cuenta la pediatra. Después, repasa los números de los últimos días y concluye que, solo en esta semana, ya recibieron unos 15 casos. Pero aclara que, por la emergencia sanitaria, esta enfermedad se diagnostica mediante la atención clínica, mientras que los análisis solamente se realizan cuando hay síntomas de alarma como hemorragias.

A esto, se suma las tareas de contención y concientización que realizan ante la gente que llega para ayudar en la prevención: “Suelen venir de a dos cuando no es necesario; vienen muchos adultos mayores, del PAMI, que todavía no saben a dónde ir a vacunarse cuando tienen supuestamente las vacunas listas para ellos. Hoy, atendimos unas 30 personas que no venían por atención médica, sino por querer resolver temas de medicación, anticonceptivos, etc.”, dice Dolores, que, en todo momento, procura mantener entre nosotras los dos metros de distancia.

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(Imagen: La tinta)

Hasta ahora, en el dispensario de San Roque, no recibieron ningún caso positivo de coronavirus: “Todavía no hay trasmisión comunitaria, entonces, es muy esporádico y no ha llegado a todos los niveles de la sociedad. Pero se sabe que hay un gran porcentaje de pacientes que son asintomáticos, el 30 por ciento aproximadamente, entonces, vos tenés consultas en la puerta e igual tenés que estar a una cierta distancia y con barbijo, que es lo mínimo que te va a proteger”.


Otra de las inquietudes que trasmite Dolores es que las posibilidades de cumplir la cuarentena van de la mano con las posibilidades económicas de cada familia: “En esta zona de Ruta 20, hay mucha gente circulando, se nota que hay movimiento. Y eso también determina con lo que uno va a tener que lidiar o los casos a atender en el futuro. Pero sé que mi preocupación está en la salud y la del vecino de acá al lado, en comer”.


Cuando le pregunto por el valor de su trabajo como médica en este contexto de pandemia, Dolores contesta: “No somos superhéroes bajo ningún motivo. Creo que, en esto, todos somos partícipes necesarios: yo me cuido al estar a esta distancia que estamos ahora nosotras, al no salir por cualquier cosa, esa es la mayor forma que tenemos de cuidarnos entre todos. Nosotros somos agentes necesarios, lo que no quiere decir que no tengamos miedo: estamos todos con miedo. Es algo nuevo, algo que nunca hemos visto”. Y agrega: “Todos los días, están hablando de esto en la tele, pero nadie nos puede asegurar cuántas personas se van a enfermar o se van a morir”.

El miedo la lleva a hablar de su familia: su esposo y sus dos hijos, de seis y nueve años. Ella es la única que sale de su hogar a trabajar, mientras el resto del día distribuye con su pareja las tareas de la casa y de la crianza. Y lo que más le preocupa, dice, es exponer a quienes tiene a su lado, que no eligieron esta profesión.

Dolores dice que esta preocupación que comparte con sus colegas se agrava por la falta de elementos de protección y señala las falencias de los distintos gobiernos en este sentido: “Estamos pidiendo permanentemente que nos cuiden como se tiene que cuidar a cualquier trabajador de la salud que ahora es esencial. Y sentimos que no se nos está valorando en cuanto a elementos que son básicos y que los agentes de salud tienen que tener cubiertos mínimamente, porque son los que están más expuestos”.

“En nuestro caso, el Municipio nos ha traído pocas cosas, algunas que no tienen ni calidad. Y, en este momento, no nos está haciendo falta, pero, cuando sea trasmisión comunitaria, ya se les ha advertido que, sin los elementos de protección, no se va a atender, porque todos tenemos una familia por detrás y no nos vamos a exponer”, dice Dolores. Y agrega que esta es la mayor desesperanza que sufren, porque saben que esta realidad se repite en todo el país: “Si a nosotros no nos cuidan, eso después va a significar una cama más. Y, normalmente, si uno del equipo de trabajo se enferma, caen todos los demás, entonces, también se genera una baja en los agentes de salud del lugar”.

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“La gente empezó a valorar más nuestro trabajo”

Diego Faria es una de las tantas personas que se ocupa de la recolección de residuos en Córdoba: el trabajo que sostiene desde hace 14 años es, desde siempre, un servicio fundamental para la comunidad. Pero, en este contexto de emergencia, mantener las condiciones de limpieza e higiene de este gran hogar compartido que es la ciudad adquiere un nuevo valor: la propia Organización Mundial de la Salud declaró a la recolección permanente de Residuos Sólidos Urbanos como un servicio público urgente y esencial en el marco de la pandemia, con el fin de minimizar posibles impactos secundarios sobre la salud de las personas y el ambiente.

Cada noche desde que empezó la cuarentena, Diego se pone un barbijo, sale de su casa y, arriba de una bicicleta, emprende el camino a su trabajo. Normalmente, su horario laboral es desde las ocho de la noche hasta las tres de la mañana, pero ahora, con la reducción del servicio, empieza a las siete y termina a las doce. Excepto, aclara, cuando algo sale mal: si se rompe el camión o hay algún accidente, por ejemplo, el horario se extiende.

Su tarea consiste en manejar uno de los camiones que recorre las calles y se detiene cuadra por cuadra para que sus compañerxs puedan juntar las bolsas de basura de cada hogar. Aunque la mayoría de los recolectores realiza siempre la misma ruta, en el caso de Diego el recorrido cambia cada día: “Yo voy a distintos barrios porque me toca estar en la guardia, entonces, me mandan a la ruta donde falta alguien o a hacer apoyos en rutas que están demoradas”.

Más allá del nuevo horario, Diego dice que su trabajo no ha tenido grandes cambios desde que empezó la pandemia, pero que sí tiene que tener más cuidados: “Si bien yo estoy manejando, me pongo guantes, uso lentes de protección, barbijo, todo. Y cuando llego a mi casa, me saco toda la ropa, me lavó las manos y limpio las zapatillas con lavandina”. Allí, en su casa, lo esperan su hija y su esposa: “Gracias a Dios, también tengo tiempo para estar con ellas”, dice.


Después, reflexiona sobre las actitudes de la sociedad ante su oficio: “La gente piensa que es fácil, pero es un trabajo muy riesgoso porque uno trabaja en la calle. Y, a partir de esto, la gente empezó a valorarlo más: siempre se reciben carteles de agradecimiento por la labor que hacemos, personas que salen y te dicen ‘gracias’. Antes, también pasaba, hay gente que siempre lo hace, pero, ahora, pasa mucho más a menudo”. Él, por su parte, cuenta que siempre ha valorado el trabajo que tiene y más aún en este contexto, donde hay tantas personas desesperadas por conseguir un empleo. Además, ante la cuarentena, dice, “yo tengo la fortuna de poder salir y eso te ayuda y te despeja”.


Sin embargo, los miedos también están: “Estás expuesto. Yo, a la hora de salir a un barrio, por ejemplo, Urca o el Cerro, lugares donde sabés que la gente viaja mucho porque tiene más capacidad económica, pienso que capaz hay gente infectada y, al sacar la bolsa, podés contagiarte. Porque, en realidad, no sabés en qué material puede perdurar el virus, puede estar en un canasto o en una reja… El otro día, me tocó hacer la zona del Hospital Rawson y me dio como un escalofrío, porque ahí están armadas todas las carpas, está todo cortado, solo dejan pasar al camión y hay mucha prevención. Y eso te da una sensación rara, de que se va a venir complicado”.

Algunas recomendaciones para aportar desde casa a la protección de la salud de los recolectores:
– Desinfectá tus manos antes de cerrar la bolsa de residuos: si el recolector no lleva los guantes, logramos evitar la expansión del Coronavirus.
– Asegurá que la bolsa de residuos esté bien cerrada: para que el recolector no tenga contacto con residuos si se abre o rompe.
– Sacá tus residuos en el horario estipulado: menor tiempo en la vía pública, menor riesgo de contagio para otras personas.
– Separá tus residuos: aún hay personas que siguen recogiendo materiales reciclables para subsistir, prepará ese material con los cuidados necesarios para evitar la posible expansión del Coronavirus.
– Compostá en casa: vas a reducir casi un 50% la cantidad de residuos que generes.

* Por Lucía Maina para La tinta

Palabras claves: coronavirus, trabajadoras

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