Lucas Fauno: “Nadie se cuida de lo que no se nombra”
“¿Cuánto vale mi cuerpo VIH positivo en esta sociedad?”, se pregunta Lucas Fauno en su charla TED del 2018. Lucas es creador de Bicho y Yo, una tira cómica que narra la vida cotidiana de una persona con el virus. Con guión de su autoría y las ilustraciones de Jon Amarillo, busca quitarle solemnidad a un tema tabú e invisible. Escribe en Agencia Presentes, Buzzfeed en español y en el suplemento Soy de Página/12.
Por Juliana Quintana para Revista Almagro
Lucas se presenta en sus redes como “periodista, escritor, activista, capricorniano y puto”. Es dos veces ganador del Slam Capital, fanático de Sailor Moon, divertido, libre, salvaje, poliamoroso, un divulgador irreverente, un bicho radioactivo. Es una búsqueda permanente que decide correrse de “lo dado” para dejar de ser definido por la otredad.
“Siempre que voy a los medios me preguntan: ¿cómo te agarraste VIH? Me lo preguntan porque soy activista pero también porque soy varón, porque soy rubiecito, porque tengo una vivienda. Me lo preguntan a mí porque no estoy muerto. También porque esperan que les cuente algún pecado que cometí y que puedan sentirse lejanos de mí”, reflexiona en una conversación a larga distancia con Almagro.
En 2008, le diagnosticaron VIH y, para él, asumirlo sigue siendo un proceso todos los días. Lo hizo público en las redes para evitar el momento de contárselo a alguien. “Si alguien venía a coger conmigo, ya lo sabía. Durante mucho tiempo, prevalecía el virus antes que yo, en algún momento, llegó a ser más importante que toda mi personalidad”, cuenta.
—¿Cuál es la desinformación más grande o el concepto que menos claro queda todavía para muchos y muchas cuando hablamos de VIH?
—El pensar que es una infección que está controlada. Pensar que no se muere nadie más a causa del sida. Bueno, seguimos muriendo. No solo por causas relacionadas al VIH y al sida, sino también identitariamente. Una persona que está en esta situación no puede ser una persona plena, sino que va a enfrentarse a un montón de problemas, que evitarán que pueda ser quien realmente es. Si no tenés medicación, acceso al trabajo por el VIH y el Estado no brinda respuesta, vivís una muerte identitaria. Pensar que con una pastilla y un preservativo está todo bien para mí es uno de los grandes errores.
—¿Qué es lo que más recubre de silencio al tema VIH?
—Para las personas, sigue siendo bastante ofensivo ser puto, trans y demás. Esa identidad, puto, que es mi orgullo, para una gran parte de quienes se enuncian heterosexuales no quieren jamás ser vinculados con eso. No quisieran ser vinculadas con la promiscuidad. Tiene que ver con las normatividades y lo que debemos ser, entonces, todo lo que se aleje de la hetero-norma y de una manera distinta de llevar los vínculos será lo más condenado.
—En un segmento de tu charla TED, hablás de que estamos en “bancarrota emocional”, ¿A qué te referís?
—Siento que, en esta sociedad capitalista, no somos más que bienes de consumo. Entonces, todo pasa por cuánto valgo yo en esta sociedad para poder salir a negociar mis sexo-afectividades capitalistas. Yo soy leído como un varón, eso me dará un valor, soy heterosexual, eso me sumará o me restará, ser gay pasivo o activo me dará otro valor. Siento que es algo casi de bitcoin, todo muy ilusorio. Emocionalmente, estamos en una gran bancarrota de la cual nadie se hace cargo. ¿Te acordás del cuento de la ropa del rey que, en realidad, estaba desnudo? Yo creo que es un poco así: vivimos de las ficciones que construimos. Las redes sociales son gran parte de eso. Construimos esas falacias en torno a quiénes somos y cómo nos vinculamos con la otredad.
—¿Qué tipo de dificultades tiene que afrontar una persona VIH+ para acceder al mercado laboral en la Argentina?
—Si bien por ley está prohibido discriminar sabemos que se sigue haciendo, es terrible. Primero, ¿Por qué hacerlo? Si el VIH no significa una imposibilidad con respecto a tu situación laboral. Y lo que significa para nosotros y nosotras, los VIH+, es una discriminación gigante, una vulneración de nuestras identidades, de nuestros derechos. Durante mi primer tiempo viviendo con el virus, trataba de que todos los empleos que buscara fueran no registrados para no tener que someterme a los testeos preocupacionales.
—¿Qué tan presente sigue en el país la asociación entre la homosexualidad o la diversidad sexual con el VIH?
—Gigante, enorme. Seguimos con la misma matriz de pensamiento asociando a las personas de la diversidad sexual con el VIH. ¿Y sabés por qué es terrible? Porque si no sos parte del colectivo LGBT, no te testeás. Te estoy hablando incluso de llegar a la guardia de un hospital con una neumonía. Es muy probable que no te hagan un test de VIH porque no sos homosexual, porque no sos una persona trans, porque no sos una persona que se inyecta drogas. El estigma sirve solamente para eso, para que nos sigamos muriendo todas, todos y todes. Lo que pasa es que esto siempre va a recaer sobre nuestras identidades, y con esto me refiero a nuestro cotidiano, de nuestra situación social. Una persona heterosexual se muere de un cáncer raro, de una neumonía. Las personas VIH+ nos morimos por causas relacionadas con el sida.
«Una persona heterosexual se muere de un cáncer raro, de una neumonía. Las personas VIH+ nos morimos por causas relacionadas con el sida»
Definir a Lucas Fauno sería encajar un sentido dentro de ángulos rectos. La mejor forma de acercarnos a él es entendiendo que la identidad son cuerpos que no obedecen órdenes, que no se mueven de forma lineal, que pierden el equilibrio o, en palabras de Sarah Ahmed, es una relación oblicua con un mundo recto/hetero. “Una palabra puede hacerse un mundo cuando no tiene espacio para vos”, cita de su libro Fragilidad Queer.
“Cuando me dicen: ‘Vos sos un gay’, es como… No. Yo no soy gay, soy puto. Yo no veo tantos colores como un gay, no soy tan divertido como un gay, no me baño tantas veces como un gay, no vine a entretener a tu novia ni a tu binarismo para que puedas hacer chistes. Los binarismos se construyen incluso dentro de la disidencia. Yo no soy un gay, soy un puto, una marica, un abyecto, un raro”.
En un contexto de pandemia donde la palabra “Coronavirus” aparece en la más mínima interacción, le preguntamos a Fauno si las personas con VIH son grupos de riesgo, cómo fue dialogar con el estado cuando no existía un ministerio de Salud, cómo sobrevivió a las faltantes de medicación durante el macrismo pero, sobre todo, cómo podemos hacer todes para que Infecciones de Transmisión Sexual dejen de ser tabú.
—¿Cómo deberían abordar el contexto actual del coronavirus las personas VIH+?
—Al principio, obviamente, tuve miedo. Leyendo que teniendo las defensas altas y el virus indetectable corro los mismos riesgos que una persona negativa, hay un mensaje más alegremente triste. Por un lado, me trae tranquilidad porque me lleva a empatar los cuidados y prevenciones con el resto de la sociedad. Por otro, no creo que las personas VIH lo debamos tomar tan a la ligera, sino más bien abordarlo desde la prevención. Cualquier afección a la salud obviamente se ve complejizada por la medicación que tomamos, por nuestro estado serológico positivo. Me parece que todo esto lo tenemos que tomar en contexto y con información porque sino se potencian los miedos y paranoias.
—El año pasado, se denunciaron faltantes de medicación para el VIH en la Argentina, ¿cuál es el impacto de la ausencia de esta medicación en las personas VIH+, teniendo en cuenta que hoy hay cerca 139 mil en el país y que 6 de cada 10 se atienden en el sistema de salud pública?
—Desde el 2016 en la Argentina, comenzó a faltar medicación para las personas VIH+. Imaginate si yo tuviera que dialogar la situación coronavirus y VIH+ con una gestión como la anterior, que degradó el ministerio de Salud a Secretaría y nos dejaba sin medicación. Si bien ahora sigue habiendo faltantes en algunas provincias, de a poco se va restableciendo. Es terrible que no tengamos esa medicación. Primero, por el efecto en nuestros cuerpos, porque es medicación que necesitamos urgente, que nos ayuda a alcanzar la indetectabilidad y que el virus no siga avanzando. Además, pensemos en los costos emocionales de los faltantes. Esto de que tengas que ir a buscar tu medicación y no sepas si te la van a dar, a nivel anímico es terrible. No solo falta medicación sino también reactivos para medir cómo está nuestro cuerpo, falta también leche para las personas gestantes para brindarles a sus niñes nacides sin el virus. Todo esto no es una falta de medicación que se lee como un faltante solamente, es una decisión de estado. Ahora, notamos un Estado presente, yo antes para que me atienda la secretaría de salud tenía que ir a cortar la 9 de Julio. Ahora directamente me llaman, me escriben o me mandan un mail.
—¿Cómo considerás que las personas con VIH+ son representadas en los medios de comunicación hegemónicos? No solo en las noticias, sino también en las discusiones que se arman en paneles o en columnas de opinión.
—Como personas enfermas cuando en realidad no lo somos, somos personas viviendo con un virus, pero se nos trata de esa manera, lo que es bastante repugnante. No solo en los medios, también en las películas, en todas las representaciones seguimos siendo leídos de una manera súper prejuiciosa, súper discriminativa. Aparecemos en los medios ante la lástima o, peor, aparecemos en los medios como historias de superación: “la persona VIH+ que pudo”. Y no creo que busquen naturalizar que somos personas que podemos tener una vida cotidiana. Siempre y cuando el Estado no busque sacarnos la medicación y los insumos, que es una decisión asesina por parte de los gobiernos, somos personas que podemos tener una vida cotidiana.
«Seguimos con la misma matriz de pensamiento asociando a las personas de la diversidad sexual con el VIH. ¿Y sabés por qué es terrible? Porque si no sos parte del colectivo LGBT, no te testeas»
—¿Cómo crees que se representa a las Enfermedades de Transmisión Sexual y al VIH, en particular, en las películas y series?
—Siempre desde un lugar de la culpa, de lo sucio, de lo culpógeno, de los que han cometido un error, de los que “han fallado”. ¿A quién fallamos? No nos fallamos a nosotros mismos, ni a nuestra identidad. Lo que les preocupa a ellos es que fallemos a esa normatividad. Me parece que nos educan y nos imponen una preocupación, un cuidado y un resguardo de las normatividades, de las “normalidades”, no de nuestras identidades.
—¿Qué te inspiró a hacer el cómic «Bicho y yo»?
—Lo que más me inspiró fue mi cotidiano. ¿De qué otra manera puedo hablar de lo mismo? Porque, de hecho, nunca hablo del virus, hablo de estructuras sociales, de cómo dialogar y manejarse. Bicho y Yo fue una de las tantas maneras que busqué. En ese momento, le pedí al dibujante Jon Amarillo que dibuje el bicho y es quien me ilustra la tira, le brindé los guiones y lo que buscamos es traficar información que, quizás, de otra manera no llegaría.
Susan Sontag, autora del libro La enfermedad y sus metáforas, sostiene que la transmisión sexual del VIH es considerada como una “calamidad que uno mismo se ha buscado y merece un juicio mucho más severo que otras vías de transmisión”. Una enfermedad infecciosa cuya vía de transmisión más importante es de tipo sexual pone en jaque, forzosamente, a quienes tienen vidas sexuales más activas; y es fácil entonces pensarla como un castigo.
—Muchas expresiones se utilizan para hablar del VIH o el sida, como explica Sontag, son metáforas provenientes del lenguaje militar. ¿Por qué hablar de «vencedor», “luchador”, «sobreviviente», “pelea” o “guerra” es un desacierto?
—Para mí, está muy asociado al sistema neoliberal en la meritocracia. Solamente van a sobrevivir los valientes, entre un millón de comillas y, en realidad, no son los valientes sino las personas que lograron tener un techo, una casa, algo de comida. Y cuando digo logró, me refiero a que pudo más allá de este Estado ausente. “El valiente que sigue” es una persona que tiene un vaso de agua para tomar la medicación. Es una persona que tiene la posibilidad de tomarse un transporte público y llegar al hospital. No es valiente, es alguien que pudo llegar a eso. Estos lenguajes invisibilizan la mirada macro sobre el virus. Cualquier situación de salud es interseccional. Se podrá atender quien tenga la plata para llegar al hospital, quien tenga una cama donde dormir, que tenga un hogar al que volver, que tenga agua potable, que haya comido. Entonces, hablar de “valientes”, “vencedores” o “sobrevivientes” es invisibilizar esas otras situaciones o ubicarlas en lo heroico cuando, en realidad, debería ser lo cotidiano y cuando, en realidad, es una responsabilidad del Estado. También es importante preguntarnos por qué hablamos de enfermos y no de personas viviendo con una infección o virus. Porque son mantras. Imaginate que toda la vida tengas a alguien diciéndote “vos sos un enfermo”. Vos vas a pensar que, efectivamente, estás enfermo. Eso cala hondo en tu salud emocional. Yo me niego completamente a que me digan enfermo. Sobre todo porque, para mí, enfermo es el patriarcado, el odio, el neoliberalismo. Enfermo tu homo-odio, no yo.
Yo me niego completamente a que me digan enfermo. Sobre todo porque, para mí, enfermo es el patriarcado, enfermo es el odio, el neoliberalismo. Enfermo tu homo-odio, no yo.
—¿Cómo crees que podemos comenzar a quitarle solemnidad al lenguaje?
—Equivocándonos, animándonos a hablar, conteniendo, dialogando. Para sacar solemnidad, hay que marchar, hacer, equivocarse, preguntar, escuchar. Porque nadie se cuida de lo que no se nombra. Entonces, tenemos que hablar, decir y contar todo. Y para eso, el tema tiene que estar visible y en agenda más allá del primero de diciembre. (Nota de redacción: día internacional del HIV+) Aprendiendo a desarmarlo.
—¿Crees que se avanzó en términos de visibilización y desestigmatización del VIH o que seguimos igual que hace 10 años?
—Irónicamente, yo soy bastante negativo. Se avanzó muy tímidamente para lo que nos urge. Para mí, eso va a cambiar solamente cuando nos podamos insertar en los debates, cuando nos podamos visibilizar, y también ver que muchas personas viven con VIH en la región. ¿Por qué no conocés a ninguna? ¿Por qué no te lo dicen? Tiene que ver con lo condenatorio, con cómo nos han impuesto los cánones de normalidad y de culpa, que son machistas, patriarcales, cis, hetero, judeocristiano.
*Por Juliana Quintana para Revista Almagro / Imagen de portada: Pablo Gómez Samela.