Seis cosas que Trump está haciendo con la excusa de la pandemia

Seis cosas que Trump está haciendo con la excusa de la pandemia
24 abril, 2020 por Tercer Mundo

El presidente de Estados Unidos ha acelerado su agenda política durante la etapa de la Covid-19. Cierre de fronteras, manipulación del censo, aislacionismo y rispideces con la justicia forman parte de esa agenda.

Por Karen J. Greenberg para Tomdispatch

El mes pasado, Donald Trump retuiteó un fotomontaje de sí mismo tocando el violín, que se etiquetó como “Mi próxima pieza se llama: nada puede parar lo que viene”. Era un claro homenaje al emperador Nerón que, de forma tan infame, componía música mientras Roma ardía. El presidente añadió este comentario: “¡Quién sabe lo que esto significa, pero suena bueno para mí!”.

Esté Trump tocando el violín o no estos días, una cosa está clara: de forma similar a Nerón, sigue siendo irresponsablemente insensible ante la crisis causada por la Covid-19. Un motivo puede ser que, aunque sin que se advierta, la llegada de la pandemia ha ayudado a dar luz verde a planes y proyectos que ha llevado en su corazón y que, antes de la crisis, se habían encontrado con oposición.

Aquí hay seis ejemplos de cómo el coronavirus, como una varita mágica maligna, ha ayudado a hechizar a la oposición, y de este modo fomentado los objetivos a largo plazo de Trump.

La frontera sur

Desde el día en que entró en el despacho oval, Trump se ha centrado en cerrar y sellar la frontera entre México y Estados Unidos. Gradualmente, su administración había pasado de encarcelar hasta 50.000 migrantes y solicitantes de asilo que intentaban entrar en Estados Unidos en esa frontera a -tras el coronavirus- cerrarla completamente al tráfico no esencial y a cualquiera que intente pedir asilo. Los migrantes que entren en Estados Unidos ilegalmente ahora serán devueltos ilegalmente a sus países nativos. “La seguridad en la frontera es seguridad sanitaria”, afirma el presidente.

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En su persistente determinación para cerrar la frontera y castigar a los migrantes y a los buscadores de asilo, Trump se ha aliado desde hace mucho con el Departamento de Justicia para abrir camino a sus políticas. El departamento del fiscal general William Barr, por ejemplo, ha luchado batalla tras batalla para contrarrestar los desafíos legales a la detención prolongada tanto de migrantes como de buscadores de asilo, para impedir la ayuda a las ciudades santuario que ofrecen protección a migrantes de este tipo, para anular las decisiones de la Junta de Apelaciones de Inmigración y para retener la fianza de los solicitantes de asilo. Hasta que golpeó la pandemia del coronavirus, sin embargo, los tribunales habían estado bloqueando cada vez más algunas de estas políticas o poniéndolas en suspenso.


Ahora, aunque jueces, abogados y organizaciones jurídicas, instaron a que los tribunales de inmigración se cierren hasta que la pandemia mejore, han quedado abiertos de forma generalizada, en algunos casos incluso después de que la gente en ellos hubiera dado positivo en el virus. El peligro, por no decir inhumanidad, de todo esto, debería ser innegable, pero refleja el continuo afán de Trump hacia la inmigración.


Además, la administración ha doblado la apuesta de una política existente de denegar los servicios médicos a inmigrantes detenidos. Este pasado invierno, por ejemplo, se impidió a médicos que entregaran vacunas para la gripe a los internos en campos de detención de inmigración. Ahora, con más de 37.000 hombres, mujeres y niños confinados, los peligros de que el virus se extienda entre ellos son obvios e inevitables. Como dijo un ex director interino del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), las condiciones de hacinamiento de la detención “que están diseñadas para hacer que la gente permanezca en estrecho contacto” son “lo contrario al distanciamiento social que se necesita para salvar vidas”.

El censo

El censo ha sido desde hace mucho tiempo una fuente de controversia para este presidente. Llevó a cabo una campaña para excluir a no-ciudadanos de su participación en él, sólo para que sus esfuerzos fueran paralizados por los jueces del Tribunal Supremo, que decidieron que necesitaban más información para tomar una decisión final sobre el tema. El tema en cuestión es que los resultados del censo se usan para determinar cuántos escaños en el Congreso (basados en la población) se van a dar a cada Estado. Si los inmigrantes, tanto legales como indocumentados, no se cuentan -y las estimaciones son que aproximadamente 6,5 millones de personas entran en esas dos categorías- entonces se distribuirán menos políticos y menos financiación federal a áreas donde tengan más presencia.

Originalmente, Trump respondió a la decisión del Tribunal Supremo defendiendo que simplemente se aplazara el censo. Finalmente, la administración cedió y no se retrasó el censo. Ahora, sin embargo, las cosas han cambiado. La Covid-19 ha convertido la recogida, en general, puerta a puerta de información censal en muchas respuestas online, telefónicas y postales. Las consecuencias de un censo incorrecto podrían ser terribles.

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Como informó Hansi Lo Wang, de National Public Radio, citando datos recogidos por el Urban Institute, el censo de 2020 podría dar lugar al “peor registro de personas negras y latinas en Estados Unidos desde 1990”. Según un periódico local de San Francisco, “si el recuento del censo es artificialmente bajo, las ramificaciones en esta y todas las ciudades serán reales. Se estiman que cada persona no registrada cuesta a su municipio 2.000 dólares en recursos federales”. La financiación de las escuelas públicas sería supuestamente severamente golpeada por estos recortes en la financiación federal.

Conflictos globales

En sus tres años de mandato, Trump ha aumentado las tensiones con numerosas potencias, China e Irán en particular. En el período que lleva hasta la expansión global del virus, China ya había obtenido el estatus de enemigo especial. En enero, el presidente impuso aún más impuestos de aduanas en los productos de ese país, mientras que se mantenían las sanciones de 370.000 millones de dólares en importaciones chinas, aunque su gobierno afirmó haber concluido con éxito lo que llamó “fase uno” de un futuro acuerdo comercial.


Ahora, ha denominado la Covid-19 como el “virus chino”, usando ese nombre para aumentar las tensiones con China (y provocar una reacción xenófoba). Recientemente, mencionó una conversación amistosa de una hora de duración con el presidente de ese país, Xi Jinping, sobre el combate contra el virus. Pero aunque supuestamente se esté preparando un alivio temporal en lo que respecta a aduanas en general, se espera que las importaciones chinas sean exentas de la pausa en los pagos propuesta.


Así, también el virus se ha utilizado para aumentar las tensiones con Irán. Trump ya había aumentado los tambores de guerra con ese país al ordenar el asesinato con drones del general Qasem Soleimani en Irak, lo que llevó a ataques de represalia con misiles contra bases militares estadounidenses en ese país. El Congreso aprobó entonces una ley con la intención de impedir al presidente futuros ataques contra Irán sin su aprobación. No obstante, en los primeros días de la devastadora expansión de la pandemia en Irán, el gobierno de Trump lanzó varios ataques contra milicias proiraníes en Irak, y siguió manteniendo sus sanciones económicas contra el mismo Irán. Y hay informes de que vendrá más de parte de su gobierno.

Aislacionismo

Desde el inicio de su presidencia, Trump ha buscado separar a Estados Unidos de sus aliados y disminuir su participación en tratados y acuerdos internacionales de todo tipo. Por ejemplo, se retiró del acuerdo nuclear con Irán y anunció su intención de sacar a Estados Unidos del acuerdo por el clima de París. Como si quisiera dejar clara su desaprobación del compromiso global, también ha habido una reducción sistemática del tamaño del Departamento de Estado en sus años de mandato. Una congelación en las contrataciones desde la primavera de 2017 a la primavera de 2018, fue reforzada por recomendaciones del ex secretario de Estado Rex Tillerson y su sucesor, Mike Pompeo, que redujeron en un tercio el presupuesto operativo del Departamento de Estado, mientras que muchas embajadas clave quedaron sin ocuparse. Hoy, el 13 por ciento siguen vacantes.

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La propagación del coronavirus dio a ese impulso nueva vitalidad. En el mundo post-Covid, el aislacionismo estilo America First que Trump valora, se ha vuelto de forma incluso más enfática la regla de juego. La frontera con Canadá está ahora cerrada. Ha prohibido los viajes desde los países europeos. Las oficinas de visados están cerradas en todo el mundo. Usando el virus como excusa, el Departamento de Estado ha detenido incluso indefinidamente la incorporación de una nueva categoría de 179 funcionarios del servicio exterior al cuerpo diplomático. Durante el brote de la Covid-19, la separación estadounidense del mundo ha dado otro paso adelante.

Procesos

El coronavirus también ha suspendido una serie de investigaciones sobre los tratos personales y profesionales del presidente. El 16 de marzo, el Tribunal Supremo cerró sus puertas al público y pospuso los alegatos orales en casos pendientes. Ahora está funcionando de forma remota. Esto significa que un alegato en el Tribunal Supremo previsto para esta sesión sobre si los fiscales de Nueva York y la Cámara de Representantes pueden tener acceso a los registros financieros del presidente, no tendrá lugar en el futuro próximo. Además de requerir sus registros financieros, los fiscales de Nueva York lanzaron múltiples investigaciones la primavera pasada sobre los negocios del presidente, algunos de los cuales siguen a día de hoy.


Recientemente, Trump pidió al gobernador Andrew Cuomo y a la fiscal de distrito estatal Letitia James que “pararan” todas las “innecesarias demandas y acoso” de su Estado. Ahora puede lograr sus deseos, ya que los tribunales estatales como federales, están funcionando con velocidad, personal y actividades reducidas.


Mientras tanto, las investigaciones sobre las irregularidades políticas de Trump también han sido suspendidas debido a la pandemia. El fiscal general Barr, por ejemplo, había sido citado a testificar ante el Comité de la Cámara a finales de marzo. Habría sido su primera aparición ante ese comité. Ahora, sin embargo, el Congreso la ha aplazado. Como su presidente, Jerrold Nadler, explicó cuando acababa marzo, Barr iba a enfrentarse a preguntas sobre “el mal uso de nuestro sistema de justicia criminal con propósitos políticos” –específicamente-, “un patrón de conducta en asuntos legales… que suscita importantes inquietudes”, incluyendo la interferencia en los procesamientos del subdirector de campaña de Trump, Rick Gates, el ex consejero de Seguridad Nacional Michael Flynn, y su viejo asociado Roger Stone. El balance final es que las investigaciones y procedimientos contra Trump, personales y presidenciales, están suspendidos en el futuro próximo.

Elecciones amañadas

Trump ha sembrado dudas desde hace mucho tiempo sobre la viabilidad de las elecciones presidenciales. Cuando se desarrollaba la campaña de 2016, por ejemplo, ya estaba expresando sus temores de unas “elecciones amañadas”. Acusó a los medios de informar erróneamente y de retorcer las preferencias de los votantes en apoyo de Hillary Clinton, mientras que más tarde afirmó que la campaña de ésta se había inmiscuido en el proceso electoral. Las elecciones de 2018 sólo trajeron una mayor sensación de desconfianza en los procedimientos, cuando acusaciones de fraude electoral, mal funcionamiento de equipos de votación y supresión de votantes, vició los procesos en estados como Florida y Georgia. El resultado: se ha sembrado el terreno para una desconfianza aún mayor de tales elecciones, aunque son el sine qua non de una democracia operativa.

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Ahora, el futuro de las elecciones presidenciales de noviembre es incierto debido a la Covid-19. Como nos han recordado numerosos entendidos y expertos, el distanciamiento social necesario para frenar la propagación del virus ha puesto en cuestión la logística de las votaciones normales, e incluso la futura viabilidad de unas elecciones completas y justas en noviembre. Ya se han retrasado las primarias, y las expectativas de participación han disminuido claramente. Además, era difícil encontrar gente dispuesta a dotar de personal los centros de votación y registrar a los miles de votantes que normalmente pasarían en un día de primarias. Se han propuesto soluciones como votar por correo, pero la capacidad de Trump y otros para desafiar los resultados han crecido indudablemente, tras la expansión del virus por el país.

Con algunos de sus planes antes obstaculizados poniéndose ahora en práctica, a medida que golpea la devastadora pandemia, qué elocuente es por parte del presidente que tuitee una imagen de sí mismo como Nerón, mientras retrasa o se niega a proporcionar cantidades adecuadas de suministros médicos a estados muy necesitados. De maneras inquietantes, esta crisis le está funcionando a medida que opciones políticas antes insostenibles se vuelven esenciales para restringir el coronavirus.

Ya sea respecto al transporte aéreo, el censo o las cabinas electorales, mantener a la gente separada tiene mucho sentido ahora, pero todo esto también está proporcionando peligrosas oportunidades para el presidente. Una vez que esta crisis pase, será crucial que los estadounidenses se recuerden los unos a los otros los fundamentos de una democracia segura, en la cual el respecto a los inmigrantes, el deseo de paz, las garantías electorales y un respeto del internacionalismo pueden prosperar, incluso en tiempos de agitación. Si no es así, la Covid-19 podría marcar el inicio del éxito definitivo de la destructiva agenda de Donald Trump.

*Por Karen J. Greenberg para Tomdispatch / Traducido para El Salto Diario por Eduardo Pérez / Imagen de portada: Byron Maher – Sancho R. Somalo

Palabras claves: coronavirus, Donald Trump, Estados Unidos

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