María Victoria Nuñez: hacer e investigar Historia con gafas violetas, y ganar premios

María Victoria Nuñez: hacer e investigar Historia con gafas violetas, y ganar premios
3 marzo, 2020 por Soledad Sgarella

Investiga hace más de diez años la historia cultural de Córdoba y acaba de ganar un importante premio que le permitirá publicar su tesis “Un momento arquitectónico en Córdoba”. En esta nota, habla sobre paridad y techos de cristal en el ámbito científico y reflexiona acerca de otros modos de divulgación científica que acerquen las ciencias a lxs ciudadanxs. 

Por Soledad Sgarella para La tinta

Lo primero que Victoria Nuñez hace, cuando la contactamos para conocer más sobre el premio que ganó en el Concurso Nacional de Tesis de Licenciaturas en las Jornadas Interescuelas / Departamento de Historia, es aclarar que ella no fue la única. María Victoria es historiadora y docente. Alumna del Doctorado en Historia, investiga las tendencias anticlericales en Córdoba de fines del siglo pasado y, desde hace casi una década, es parte del Programa Historia y Antropología de la Cultura del Instituto de Antropología de Córdoba, del CONICET-UNC.

Sus palabras dan clara cuenta de que las lógicas patriarcales y dominantes que queremos cambiar no son exclusivas de ningún ámbito, y también en la ciencia (y también con los premios) la intención es alimentar y sostener otras formas del hacer y del ser: la solidaridad, la no-competencia, el trabajo cooperativo, la investigación en red y el cuidado en los tratos son sólo algunos ejemplos de todo lo que necesitamos cultivar.

Con una extrema disposición a compartir la visibilización de sus logros, Victoria hace hincapié en que la “escuelita” (como cálidamente llaman a la Escuela de Historia de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC quienes han transitado por el Pabellón España y alrededores) tiene en su haber cuatro ganadoras en la última década, todas ellas mujeres: María Belén Portelli, Paula Ferrero, Virginia Zelada y la propia Victoria.

Desde La tinta, nos acercamos a la investigadora cordobesa y le preguntamos sobre el premio, sobre su quehacer como historiadora joven y sobre su lugar como mujer en el ámbito de la investigación.

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(Imagen: Colectivo La tinta)

—¿Por qué elegiste investigar sobre historia cultural de Córdoba? ¿Cómo llegaste ahí? 

—Existe una idea bastante extendida entre las personas de que abocarse a estudios culturales desde una perspectiva histórica implica centrar la atención, exclusivamente, en los consumos, hábitos y costumbres de hombres y mujeres pertenecientes a los sectores más ponderados de la sociedad (las clases dominantes). Sin embargo, la historia cultural hoy intenta estudiar a todas las expresiones de la vida de los hombres y mujeres del pasado, en su máxima complejidad y totalidad. Quienes intentamos realizar nuestro quehacer historiográfico desde esta perspectiva, queremos develar las prácticas culturales y de sociabilidad de las personas del pasado, sus modos de organizarse y difundir sus ideas, sus representaciones en torno a lo trascendente y lo sagrado/lo profano, sus miedos, sus alegrías, etc.

El pasado nos llega fragmentado y les historiadores trabajamos casi con “vocación arqueológica”: recorremos archivos buscando prensa diaria de la época (a veces, por la desidia de nuestros gobernantes, absolutamente mal conservados), nos sumergimos en archivos de la policía o de la justicia, aprendemos a leer e interpretar planos de edificios, coleccionamos folletines de divulgación, nos enamoramos de fotografías, etc. Con todos esos insumos, les historiadores intentamos reconstruir lo más exhaustivamente posible cómo vivían nuestros antecesores, nuestro sueño es traer un pedazo de ese pasado a nuestros días. 


«Creo que por todo esto es que elegí hacer historia de la cultura, porque me pareció, en su momento, un modo muy atractivo para ingresar a ese pasado que me -y nos- precede, para ponerle voz a aquellos y aquellas que no hicieron grandes “hazañas”, sino que fueron hombres y mujeres de a pie y que dejaron a su paso valiosísimas historias».


Hay una pregunta en un poema de Brecht que reza: ¿Quién construyó Tebas, la de las siete puertas? En los libros, están los nombres de los reyes. ¿Fueron ellos, pues, quienes levantaron los bloques de piedra?”. Creo que estas líneas ilustran bastante bien el tipo de historia que deseamos muchos de los que intentamos escribir desde la perspectiva de la historia cultural. Aquí también convendría aclarar que la historia nunca trabaja sola, lo hace en hermandad con otras disciplinas: la antropología cultural, la antropología de las religiones, la mismísima arquitectura… 

Este ha sido un viaje, en lo personal, de puros aprendizajes y de diálogos fructíferos con personas excepcionales y sabias. Sobre todas ellas, tengo que agradecer a mi directora, la Dra. Ana Clarisa Agüero. En 2006, siendo yo una ingresante a la carrera con 18 años, nos dio una clase sobre Piero della Francesca y me impactó. Desde entonces, me enseñó a trabajar con amor absoluto a la historia.

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(Imagen: Colectivo La tinta)
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(Imagen: Colectivo La tinta)

—¿Qué es lo importante para vos de este premio y de publicar tu investigación?

—Para mí, fue un gran reconocimiento este premio porque recuerdo que mi tesis me costó muchísimo, supuso que aprendiera especificidades de muchas disciplinas y yo era más chica, mucho más inexperta. En “Un momento arquitectónico en Córdoba”, intenté atender a ciertas características de las dimensiones sociológica, disciplinar y estilística de la arquitectura en un momento determinado (1916-1926), para dilucidar qué ocurría en cada dimensión por esos años y, a la vez, repensar continuamente la lógica que la dominaba y comunicaba con las demás. Entre esos años, es posible detectar ciertos eventos de la arquitectura que, considerados en simultáneo, permiten hilvanar un capítulo denso de la historia cultural cordobesa.

Pero hay algo que me importa mucho más sobre este premio y es que fue uno de los cuatro que ganaron egresadas de nuestra escuelita de Historia de la UNC. Las Interescuelas son el evento bianual más importante que tenemos les historiadores para discutir horizontalmente nuestro quehacer profesional y las proyecciones a futuro. En el marco de esas jornadas, se da este concurso cuyo premio es la publicación de nuestras tesis. Desde el 2010 aproximadamente, hemos sido cuatro egresadas de la Escuela las que recibimos tal premio: la actual Dra. María Belén Portelli, dirigida por la Dra. Beatriz Moreyra; Paula Ferrero, dirigida por la Dra. Sonia Tell; yo, dirigida por la Dra. Ana Clarisa Agüero y Virginia Zelada, dirigida por la actual directora de la escuela, Isabel Castro Olañeta. 


«Insisto en nombrar a cada una de las ganadoras y a sus respectivas directoras porque es notable que las mujeres, en la historia local, venimos haciendo enormes trabajos y, por lo general, muy silenciosos. Creo que estas cosas, esta publicación y las de mis compañeras, sirven para visibilizar tantos años de arduo trabajo. Al parecer, las mujeres tenemos muchas cosas que escribir y decir en estos ámbitos».


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(Imagen: Colectivo La tinta)

—¿Cómo dirías que está el panorama ciencias/investigación hoy en relación a la perspectiva de género?

—La ciencia es practicada en su inmensa mayoría por mujeres y, sin duda, ¡es que somos muy buenas! (jeje). No es un dato menor que cuatro compañeras hayamos ganado el concurso de las interescuelas… ¿en qué punto empieza a notarse la diferencia? Si una analiza los números, la cantidad de mujeres que accede a becas internas doctorales es abrumadora, la cantidad de mujeres que desempeña funciones docentes es enorme, pero no deja de sorprenderme cómo, a la postre, quienes terminan ocupando los puestos de poder o de mayor jerarquía casi siempre son los varones. 

En muchos equipos de investigación, es a las mujeres a quienes toca la parte de organizar eventos, congresos, encuentros científicos, movilizar recursos, imprimir certificados, etc., y quienes terminan tomando el micrófono para cerrar esos mismos eventos son varones. Que no se malentienda: es una lógica un poco inercial, lo hacemos inconscientemente, pero creo que eso está empezando a cambiar… al menos, hoy, lo podemos señalar, enunciar y cuestionar.

En líneas generales, los sistemas de valoración y ponderación que, para decirlo fácil, nos “evalúan” o nos “miden”, no contemplan licencias por maternidad ni el hecho de que casi siempre somos las mujeres las que tenemos a cargo algún familiar o un hije delicado de salud. En ese sentido, los casilleros por los que avanzamos las mujeres son diferentes. Creo que es allí es donde nosotras vivenciamos el tan famoso y conocido “techo de cristal”.


«No todo es tan oscuro. Se vienen haciendo muchas cosas para mutar nuestras realidades en la ciencia. Por poner un ejemplo, Córdoba es una de las pocas provincias que tiene una oficina específica contra violencias, integrada por dos especialistas en la materia… constituye una de las pruebas piloto que se vienen propiciando desde Nación. Ni hablar de que, actualmente, se están multiplicando los espacios de egresades, docentes e investigadores en distintas facultades y se están comenzando a compartir vivencias terribles que nos pasaron y nos pasan. Esto era impensado diez años atrás y eso es porque el contexto lo habilita».


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(Imagen: Colectivo La tinta)

—¿De qué maneras creés que las ciencias deberían ser narradas para que tengan más llegada al ciudadane común?

—No tengo mucha claridad al respecto, pero, desde diversos espacios, venimos discutiendo este punto en torno a la divulgación. Además de licenciada, soy profesora y esa formación un poco marcó mi perspectiva acerca de cómo transmitimos nuestro trabajo. Creo que, en términos generales, producimos muy buenos trabajos, de alta calidad, pero, por su lenguaje y por el formato en el que “escribimos”, resultan ajenos, extraños para aquellas personas que no han transitado un ámbito universitario/académico. Hay toda una discusión que dar en torno del para quién hacemos ciencia. Me parece incluso importante repensar el modo mismo en el que nos formamos los y las estudiantes de Historia, a veces de un modo “ideal” y alejado de los contextos efectivos de trabajo. 

Por último, creo que un modo de “desplegar” nuestros saberes y experiencias sería propiciar jornadas de diálogo, encuentros entre especialistas en enseñanza de la historia para pensar el lugar de nuestra disciplina en los espacios curriculares provinciales y nacionales. Definitivamente, los formatos en los que enseñamos o transmitimos nuestros saberes están atrasados respecto de las demandas que los contextos escolares presentan hoy. 

En otros espacios de nuestro país, para cerrar, vienen generando contenido a través de podcast (sobre todo, sobre filosofía, pero hay sobre historia y muy buenos). Lo óptimo sería que generemos desde Córdoba nuestros propios programas para compartir lo que hacemos (hay una historiadora cordobesa, Florencia Plomer, que viene laburando con la gente de Filonews).

*Por Soledad Sgarella para La tinta. Fotos: Colectivo La tinta.

Palabras claves: Antropología, ciencia, Divulgación, Docentes, Historia, Victoria Nuñez

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