Luchar como una leona
Mabel y Gabriela son madre e hija. Hace tres años, juegan juntas en un equipo de fútbol de la liga tucumana, «El Semillero». Hace cuatro, patearon por primera vez una pelota. Mabel dejó los prejuicios de lado y se sumó, en 2016, a Las Leonas de los Aguirres. Su hija, Gaby, decidió no darle más pelota a los gritos que recibía desde la tribuna por ser una chica trans y se convirtió, a partir de 2017, en la goleadora del equipo de su madre. Tres años después de aquel comienzo, ya tienen tres copas.
Por Delfina Corti para La tinta
—Ma, no creo que hoy pueda jugar la final. Estuve en la comparsa y me acosté tarde. No descansé lo suficiente— le dijo Gabriela Montenegro a su mamá aquella mañana.
La mamá, Mabel Montenegro, no aceptó aquello que oía. La goleadora de Las leonas de los Aguirres -su hija- no se iba a presentar a jugar la final de la liga tucumana El Semillero. Mabel, central y delegada del equipo, fue a buscar a su hija para llevarla al partido.
Era 24 de marzo de 2019. Mabel llegó a la casa del amigo de su hija y la sacó de la cama. Horas después, a los cinco minutos de arrancado el partido, Gaby recibió una asistencia de su compañera y referente Noelia Peralta, y, de caño, metió el único gol de la final. Lo festejó con la central de su equipo, con su mamá. “Es para vos”, le gritó.
Ese día, Las leonas de los Aguirres se consagraron tricampeonas -los otros dos campeonatos los habían ganado en la liga tucumana El Fortín-. Mabel y Gabriela, madre e hija, festejaron, un año más, un campeonato. Cuatro años antes, no se lo hubieran creído. Ni jugar juntas en un equipo ni jugar juntas en un equipo de fútbol. Ninguna había pateado jamás una pelota. Su única relación con el fútbol venía de la mano de la Pulga Rodríguez y su fanatismo por Atlético Tucumán.
Tres años antes de la final, en 2016, una amiga de Gabriela la invitó a pelotear en una canchita cerca de su casa. Por primera vez, decidió acercarse al deporte desde otro lugar: a los 16 años, decidió que no le iba a dar pelota a las críticas y los gritos que había recibido, y quizás recibiría, por ser una chica trans.
“Nunca me habían gustado los deportes. Y cada vez que me acercaba, me gritaban por ser trans. Decidí no darle más importancia y que aquellos gritos no me afectaran. Las mujeres trans tenemos derecho de compartir con otras mujeres jugar al fútbol”, cuenta Gaby,
A Mabel, su hermana la llamó un día del verano de 2016 para que se sumara a su equipo de fútbol. Primero, arrancó como arquera y, más tarde, se ganó el puesto de central. Un año después, llevó a su hija para jugar juntas en Las leonas de los Aguirres.
“En Tucumán, es común que los comentarios machistas lleguen desde las mujeres. Cuando nos veían patear, muchas veces, nos gritaban `vayan a lavar los platos´. Nunca les llevamos el apunte. Hablaban así porque quizás hacíamos lo que ellas no podían y querían. Yo nunca tuve problema que mi marido me dijera algo. Siempre me alentó. Eso no pasa con todas las mujeres”, confiesa Mabel.
Desde hace tres años y con tres campeonatos encima, comparten cancha. Mabel pone orden desde atrás y “grita, por sobre todo, grita”, la define su hija. Gaby es la goleadora del equipo, aunque, paradójicamente, no se considera como tal.
“Disfruto mucho jugar con mi hija. Nos alentamos mutuamente. Después de cada partido, hablamos sobre cómo nos vimos adentro de la cancha. Yo tengo 38 años y, muchas veces, llego tarde a las jugadas. Ella me motiva para que, en el siguiente partido, dé un poco más”, agrega Mabel.
El año pasado, tras operarse las mamas, Gaby se alejó del fútbol. Casi un año después del último campeonato que festejaron juntas, hija y madre van a reencontrarse este año en las canchas. ¿Para salir campeonas? Ojalá así sea. Lo único seguro es que van a competir porque, como dice su bandera, la bandera de Las leonas de los Aguirres: “De ti depende vivir como una oveja o luchar como una leona”.
*Por Delfina Corti para La tinta