Una mujer sube una escalera
Por Cora Gamarnik y Luciano Debanne para La tinta
Una mujer sube una escalera.
Sube una escalera llevando un cartel.
“Sí al placer”, dice su bandera hecha a mano, a pulso, a cuerpo. Su cuerpo.
Su cartón con letras negras. Su tinta negra.
Una mujer sube una escalera y arrastra la historia. Su historia.
Arrastra cuesta arriba su decir imposible; como se arrastran las cosas que vuelan: las manos en alto, la mirada desafiante, el andar contra el viento.
Alza un cartel y contradice lo obligado, empuja el futuro, lo lleva más allá. Con ese gesto lo desprende del presente. Y entonces, llega antes.
Aferrada al placer como pancarta y demanda, como necesidad y derecho, como contradicción y contrapropuesta; como opción frente a lo dado, a la opresión, y al aburrimiento de secarse poco a poco, dentro del molde, pret a porter.
Una mujer sube y otras cientos la esperan. La acompañan. La siguen. Y otras la odian. La envidian. Le temen. La admiran. La desean. La quieren abrazar, repudiar, insultar, escupir, igualar, defender, agredir, callar.
Una mujer sube una escalera y grita ante quien quiera leerla aquello que hasta hace poco solo podía decirse en voz baja.
Rompe mandatos. Los interrumpe. Elige. Desafía. Goza.
Se siembra y da a luz.
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María Elena Oddone, Plaza de los dos Congresos – 8 de marzo de 1984. Primer acto por el día de la Mujer en la recién recuperada democracia argentina.
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