Más allá del “Acuerdo del Siglo”

Más allá del “Acuerdo del Siglo”
27 febrero, 2020 por Tercer Mundo

Luego del mal llamado Acuerdo del Siglo, el pueblo palestino tiene un nuevo desafío en su lucha, no sólo contra la ocupación israelí sino también al enfrentar el patriarcado de sus dirigentes.

Por Carolina Bracco para La tinta

El pasado 28 de enero, el presidente estadounidense Donald Trump y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu firmaron en Washington el llamado “Acuerdo del Siglo”. El documento se llama “Paz para la prosperidad: Una visión para mejorar la vida de los pueblos palestino e israelí”. Consta de un plan político y otro económico diseñado por la Casa Blanca, y presentado por ésta en julio de 2019 en Bahrein, donde el principal expositor fue Jared Kushner, yerno de Trump, a cargo del proyecto.

Según el plan, se van a recaudar 50 billones de dólares para repartir entre Palestina, Israel, Jordania y Egipto. Los fondos vendrán de las contribuciones de los países árabes del Golfo Pérsico, mayormente de Arabia Saudita, que recientemente hizo pública su amistad con Israel. Se creará -una vez más- un Estado palestino ficticio: sin control sobre sus fronteras, su seguridad, sus recursos, su política exterior; algo muy parecido a lo que hay ahora, pero con una inyección de dinero. Además, se le dará legitimidad a los asentamientos ilegales, hogar de unos 600 mil colonos judíos producto de la expropiación de tierras palestinas, con sus propias carreteras, servicios públicos, e instituciones educativas que dan forma a un verdadero sistema de apartheid.

Así, si bien se habla -todavía- de una “solución de dos Estados”, el plan busca anexar más territorios palestinos a Israel, legitimando los asentamientos; crear una serie de enclaves aislados sin contigüidad geográfica para un supuesto Estado palestino; blanquear los apoyos a Israel en la región, y socavar el poder de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) al dejar implícito que ya no es un interlocutor viable.

Estados Unidos Trump Netanyahu Kushner

Está claro que la auténtica responsabilidad de la tragedia palestina es de Israel, que ha hecho históricamente todo lo posible para barrer de la historia al pueblo palestino, pero poco se habla sobre la ausencia de instituciones e instancias de debate en la Palestina ocupada para una toma de posición unificada, que logre hacer frente al despojo del pueblo palestino. En este sentido, el obstáculo para la posibilidad misma de una sociedad civil ha sido, a mi entender, la tríada ocupación-autocracia-patriarcado, que se retroalimenta entre sí y hace imposible la fundación de una sociedad democrática y cohesionada, que logre la ansiada independencia del país.


El fracaso de la política palestina tiene que ver con la poca comprensión de la sociedad israelí y sus dinámicas internas, así como la opción de la construcción masculina de su lucha, estancada en el discurso totalizador del nacionalismo. Si bien ello se puede remontar a los comienzos de la lucha anticolonial, el gran punto de inflexión, cuyas consecuencias sigue sufriendo hoy el pueblo palestino, se halla en la primera Intifada de 1987, y los posteriores Acuerdos de Oslo, firmados en 1993 por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), liderada por Yaser Arafat, y el Estado de Israel, en aquel momento gobernado por el partido Laborista.


La Intifada fue el primer levantamiento popular de los palestinos de los territorios ocupados por Israel en 1967, y trasladó a los territorios la disputa por la libertad sobre el terreno. Este segmento de la población palestina tomó la lucha por la liberación nacional en sus manos, tradicionalmente bajo la dirigencia de la OLP en el exilio. El éxito de la Intifada, su masividad y transversalidad fue gracias al protagonismo de las mujeres que, a través de boicots, redes comunitarias y de concientización política, lograron la unidad de la sociedad civil bajo un objetivo común: el rechazo a la ocupación.

La hegemonía de la OLP, creada y reconocida por los países árabes como “el único y legítimo representante del pueblo palestino”, se vio desafiada por este levantamiento masivo y popular. La popularidad internacional del levantamiento, en el contexto del desafortunado apoyo de Arafat a Saddam Hussein en la Guerra del Golfo, impulsó a la OLP a iniciar negociaciones secretas con Israel para recuperar su liderazgo a espaldas de los y las dirigentes en los territorios ocupados.

En este contexto, la creación de la ANP tras los Acuerdos de Oslo llevó a una élite de dirigentes en el exilio al control de la sociedad palestina. Con el retorno de este grupo de dirigentes, se delimitó el alcance de su interés a Cisjordania y Gaza, sin proponer ninguna solución viable para el retorno de los refugiados ni relaciones o estrategia política con los palestinos-israelíes, que conforman el 20 por ciento de la población dentro del Estado de Israel. Así, el gobierno del feudo de Arafat se constituyó como una autocracia corrupta y represiva, que se hizo con la hegemonía de la causa palestina, asesinando, torturando y persiguiendo opositores, como lo demuestran los múltiples informes de Human Rights Watch (HRW). El sentir popular de la época se puede resumir en la expresión de un anciano refugiado que, entrevistado a fines de 1990, decía: “¿Nuestra patria? Nuestra patria está en los bolsillos de nuestros líderes”.

Tras la muerte de Arafat en 2004, este trabajo fue continuado por uno de sus más cercanos colaboradores: Mahmoud Abbas, presidente de la ANP hasta nuestros días. Las divisiones internas se profundizaron con el triunfo de Hamas en las elecciones de 2006 en Gaza. Este revés para Abbas puede leerse como una expresión de descontento ante las políticas abusivas y la corrupción de Al Fatah, partido que controla la ANP. Las dos agrupaciones políticas se han dedicado a perseguir y asesinar opositores, así como a marginar a las mujeres de la política. Las fuerzas de seguridad de la ANP operan con apoyo económico de Estados Unidos y Europa en coordinación con el ejército israelí, mientras que Hamas recibe ayuda financiera de Irán, Qatar y Turquía.

Palestina Mujeres que resisten la-tinta

La opción de la construcción masculina de la lucha, a partir de medios como las armas o la diplomacia, no han logrado ningún avance en la conquista de la independencia y la libertad, sino todo lo contrario. La lucha no violenta así como la elaboración de estrategias creativas y alternativas, se revelan como las más exitosas en situaciones de desnivel de fuerzas. En Palestina, ejemplos como el de la aldea Budrus que, gracias a la resistencia pacífica de sus habitantes, lograron correr el muro construido por Israel, han sido históricamente liderados por mujeres.

Si algo ha demostrado el pueblo palestino es que su ansia de libertad e independencia no se puede abolir ni suprimir. Nuestro apoyo solidario a ese ideal debe ser no sólo una toma de posición por “un bando”, sino también la comprensión de la complejidad y la diversidad de experiencias que subyacen en los discursos totalizadores del orientalismo y el nacionalismo, arrolladoramente masculinos. Contamos para ello con el inmenso trabajo de una nueva generación de investigadoras y académicas árabes que desafían el pensamiento sobre la región, antes dominado por un talante condescendiente y masculino. Es responsabilidad de todas las personas que apoyamos la causa palestina comprender mejor la complejidad del entramado social palestino, muchas veces simplificado bajo un injusto ideal romántico.

*Por Carolina Bracco para La tinta

Palabras claves: Israel, Mujeres, Palestina

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