Los Wichís no son perros
Por Flavia Difilippo
Conocí a los wichís en el 98′, cuando un enero se nos ocurrió ir a Formosa y Paraguay con mi amiga y compañera de aventuras Mariana Del Pin.
Yo, devota del gauchito Gil, aquel 8 de enero quise ir a su fiesta en Las Lomitas, provincia de Formosa. Nadie hace turismo allí y nadie sale a la siesta, sólo nosotras. El caso es que fuimos a un asado de cabrito que hacían unos criollos del pueblo porque había chamamé y fiesta para el querido gaucho Gil.
Cuando se empezaron a repartir las carnes, vi que unas gentes se amontonaban alrededor esperando los huesos que les tiraban los criollos.
-¿Quienes son? ¿Que está pasando acá?, pregunté.
-Son los indios wichí -me dice uno-, ¡esperan las sobras!
-¿¿Por qué??, pregunté ya llorando a los gritos.
Me agarró uno de los chicos, me sacó de ahí y me explicó que el padre, fiscal de Las Lomitas, cuestionó el tema de los wichís. Que los tenían de esclavos, que les sacaban el documento y votaban por ellos, y miles de injusticias más de otro siglo, y así el fiscal se ganó unos tiros saliendo de su casa.
Me prometí a mí misma volver y hacer algo. No encontré los medios hasta que pude entrar en Deuda Interna y coordinar el Hospital Móvil de esa fundación y por fin adentrarme un poco más en ese mundo postergado, ninguneado, pisoteado y topado con todo tipo de cosas. Desde religión hasta alcohol y drogas, desde despojo hasta agrotóxicos y fracking.
Es más doloroso de lo que vi siendo una mochilera ingenua, era más fuerte, era más mortal.
Así fue que llegábamos a las comunidades y las relevábamos. Por familia siempre tenían dos hijos muertos, ¿de qué?, preguntaba, no podían respirar, tenían diarrea.
-¿Qué comen ustedes?
-Hace tres días que no comemos, me respondían.
Así es la realidad wichí desde hace años. Yo tenía el alma y mi fuerza y mi profesión puesta allí, pero la maternidad y mi necesidad de trabajar más, me impidieron seguir yendo. El último viaje lo hice embarazada de Fidel y justo cuando iba a volver, quedé embarazada de Casandra. No encuentro la forma de dejarla tan chiquita, no encuentro la forma de llevarla porque con ella no podré hacer nada. La maternidad fue un vuelco al interior para mí, dejar toda la militancia, ésta parte de mí que me define en lo profundo, que me revitaliza y me construye, para estar cuidando a dos personas, sólo dos personas que son mi hijes y yo soy su mamá.
De todas maneras ese pueblo, sigue con su dura realidad que hoy es noticia hasta que se pase de moda, hasta que a nadie le sirva que se sepa.
Los que quieran ver, abran los ojos. Los que quieran hacer, ¡hagan! Poco, mucho, pongan cuerpo, tiempo, plata.
A uno seguro que salvan, y uno es mucho. Aunque el cambio verdadero tiene que venir del Estado, tiene que ser una política de resguardo del Estado.
En este mientras tanto de esperanza, sumemos, reclamemos, miremos. Porque lo que más los mata a los wichís es la indiferencia.
*Por Flavia Difilippo/ Imagen de portada: «Deuda Interna» trabajando en Misión Chaqueña.
*Ex directora del hospital móvil de Deuda Interna en zona wichi.