Memorias y autoamnistías

Memorias y autoamnistías
Lucas Crisafulli
2 diciembre, 2019 por Lucas Crisafulli

Por Lucas Crisafulli para La tinta

1) CHILE: el 19 de abril de 1978 el gobierno de facto de Augusto Pinochet promulgó el decreto 2.191 por la paz y la tranquilidad que otorgaba amnistía e impunidad para todos los delitos cometidos desde el 11 de septiembre de 1973 que inició el golpe con el derrocamiento de Salvador Allende.

2) GUATEMALA: el 27 de mayo de 1982, la junta militar promulgó el Decreto Ley 33-82 por el cual se le otorgó amnistía a los militares por los crímenes políticos y delitos comunes conexos. Esta autoamnistía se completó con el decreto ley 8869 firmado por el General Mejía Víctores. Prohibió el inicio de cualquier acción penal por todos los delitos de tortura, desaparición y homicidios cometidos por las fuerzas armadas.

3) ARGENTINA: el 22 de septiembre de 1983 el General Bignone firmó el decreto-ley Nro. 22.924 por el cual quedaban extinguida todas las acciones penales basadas en delitos cometidos con motivación o finalidad terrorista o subversiva desde el 25 de mayo de 1973 y el 17 de junio de 1982. Parecida a la versión chilena, la amnistía no se extendió a los miembros de grupos revolucionarios y comprendía solo a militares y sus cómplices.

4) EL SALVADOR: el 27 de octubre de 1987 la Asamblea Legislativa aprobó una ley que otorgaba amnistía a miliares por la comisión de delitos políticos, comunes conexos con los políticos o comunes cuando en su ejecución hubiera intervenido un número de personas que no baje de veinte cometidos.

5) SURINÁM: el 4 de junio de 1989 el presidente de Surinám ratificó una ley aprobada por la Asamblea Nacional que concedía la amnistía a todos los que hubieran cometido ciertos actos definidos en el Código Penal o que hubieran cometido un delito al «evitar, contrarrestar o combatir’ esos delitos. La ley beneficiaba principalmente a fuerzas de seguridad que habían asesinado a cimarrones.

6) BOLIVIA: el 14 de noviembre de 2019 la autoproclamada presidenta de Bolivia Jeanine Áñez firmó el Decreto Supremo 4078 por el cual exime de responsabilidad penal a todos los miembros de las fuerzas armadas que cometan delito en ocasión de reprimir la protesta social.


La lista no es exhaustiva pero sí es representativa de las formas en la que operan los gobiernos que violan sistemáticamente los Derechos Humanos. Mientras menos poder tenga un gobierno más necesita usar la fuerza y, esa fuerza descontrolada, desmedida, brutal pero a su vez direccionada (no se aplica hacia todos sino solo contra aquellos que resisten la opresión) necesita de alguna garantía de impunidad para operar.


En términos jurídicos esas normas que a veces son meres decretos, a veces decretos-leyes y a veces incluso leyes aprobadas por el órgano legislativo son nulas de nulidad absoluta y lo único que terminan haciendo es confirmando el grado de represión, violencia y violación a los derechos humanos más elementales del gobierno que las crea.

No existe legitimidad ni juridicidad en otorgar licencia para aplicar dolor y sufrimiento a otros sin responsabilidad. No puede existir la amnistía en los casos de violación a los derechos humanos y, ese, es un principio jurídico que costó muchísimo en términos de vidas humanas pero que la comunidad internacional reconoce de manera pacífica por lo menos desde Auschwitz a esta parte.

Si algún sentido tiene el sistema jurídico es precisamente evitar los horrores o, aunque más no sea, sancionar a quienes desde el Estado lo perpetran, y no otorgar un cheque en blanco para matar sin hacerse cargo luego de la violación a los derechos humanos.

Si algo le faltaba al nuevo gobierno boliviano para ser considerado un golpe de Estado, si alguna duda todavía existía sobre si era o no una dictadura cívico-militar es precisamente el decreto que otorga amnistía a las fuerzas armadas.

Por suerte en toda la región sigue viva la llama del Nunca Más y que a pesar de todos los genocidios sufridos por América Latina la memoria sigue presente no solo para intentar evitar aún los horrores del pasado, sino también para inspirar nuevas emancipaciones.

* Por Lucas Crisafulli para La tinta

Palabras claves: Bolivia, golpe de Estado

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