«La voy a luchar hasta el último para que mi hijo tenga justicia»

«La voy a luchar hasta el último para que mi hijo tenga justicia»
5 diciembre, 2019 por Redacción La tinta

Se cumplen cuatro meses del asesinato de Dibu Darío Torres, joven de 14 años que fue encontrado muerto en el Parque de la Vida. Su madre Isabel lo recuerda y relata los hechos cercanos a su muerte en una entrevista realizada en barrio Parque las Rosas. Convocan el viernes 13 de diciembre a acompañar una marcha a la Unidad Judicial 6 exigiendo justicia y verdad.

Por Débora Cerutti para La tinta

I.

La Isa se acerca al kiosco para comprar cigarrillos. No es la primera vez que asiste a la Marcha de la Gorra. Camina recordando los noviembres pasados, en que Dibu marchaba por las calles céntricas cansado del abuso policial en su barrio. En que Dibu iba con una sonrisa de oreja a oreja tocando el redoblante. Pero, esta vez, Dibu aparece hecho pancarta, hecho memoria, hecho sed de justicia.

Unas mujeres están en la vereda hablando entre sí, en voz alta. Una de ellas pregunta por qué marchan, contra quién protestan. Y otra le responde que es la peor marcha que puede existir. Que quienes marchan protestan contra la policía. Pero que si la policía les ha matado, les pega y los para, es porque algo habrán hecho.

Isa no puede hacer oídos sordos. Le hierve la sangre. Llora rabia. Les responde que debe ser que nunca les pasó nada de cerca. Les cuenta que su hijo murió. Que no hay claridades sobre su asesinato ni de que se trate de un caso de gatillo fácil. Pero sí la certeza de una muerte violenta. Y que, por Dibu y por todxs lxs pibes, hay que marchar.

Isa vuelve a la calle con el cigarrillo entre sus dedos. Se acerca a esa columna colorida de banderas y personas, a reclamar verdad por su hijo muerto, a abrazarse con quienes siguen exigiendo justicia por todas las víctimas de gatillo fácil y hostigamiento policial. De muertes violentas. De pibes asesinadxs y desaparecidxs por la represión estatal.

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(Imagen: La tinta)

II.

Isabel Torres es una mujer que se armó una coraza. Tiene una mirada dulce. Una piel curtida por el sol. Es carrera en la sangre y costurera en los dedos. Su edad es la de todas las madres. Siete partos la marcaron. Trabajó durante muchos años arriba de un carro. Desde hace un tiempo, participa de la Digna Educación. Cose mantas, cambiadores y bolsos maternos para el programa Córdoba con ellas, y cartucheras para lxs pibes de las barriadas populares de Córdoba. Lucha y se organiza por una vida digna junto al Encuentro de Organizaciones (EO).

Con la creación de los barrios ciudad durante el delasotismo, Isabel, junto a su familia y tantas otras más, fue trasladada de las Siete Alcantarillas al barrio ciudad Parque las Rosas. Del verde al cemento, del lugar que había elegido para vivir a aquel que le impusieron las políticas segregacionistas de las dos últimas décadas en Córdoba.
El traslado se hizo bajo la excusa de que las Siete Alcantarillas era una zona inundable. Allí mismo, se levantó uno de los countries más grandes del grupo Edisur: Manantiales.

Una muralla extensa fue construida para separar el country del barrio ciudad. En una parte de la misma, del lado de Isa, del lado de Parque las Rosas, un mural recuerda a Dibu: “Antes de que estuviera el country, era todo verde, todo campo. Veníamos de Las Siete Alcantarillas. Ahora, se vinieron los de Manantiales, pusieron murallas y todo, pero Dibu nació allá. Dibu andaba por el campo, cuando la muralla no estaba. Él siempre se sentaba acá, había un árbol grande. Después, se hizo un basural que limpiamos para hacer una placita donde recordar a Dibu”. Allí, nos encontramos para empezar a conversar. 

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(Imagen: La tinta)

III.

A Dibu lo encontraron el 24 de agosto en el Parque de la Vida, semanas después de haber sido asesinado. Anteriormente, Isabel había ido varias veces a la Unidad Judicial Número 6, ubicadoa en el edificio de la Comisaría Número 20, en la calle Lagunilla, a hacer la denuncia por desaparición. Pero no se la tomaron y le dieron a entender que su hijo podía estar preso. La penúltima vez, la recibieron sólo en mesa de entrada y la última vez, el 20 de agosto, la mandaron a llamar por teléfono: “Me dieron un número inexistente del Complejo Esperanza para que me comunique. Llamé y llamé, y nadie atendió”. La mandaron a ir comisaría por comisaría a buscar a su hijo. Una por una.

El día 26 de agosto, Isabel recién salía de bañarse para ir a trabajar. Llegó un auto sin identificación a su casa en Parque las Rosas, con hombres que se presentaron como parte de la División de Búsqueda de personas. Otro joven del barrio, que luego aparecería, se encontraba sin paradero. Algunas vecinas le habían comentado a estos hombres que Isabel también estaba buscando a su hijo. Isabel los recibió, les dio los datos que le pidieron, incluidas algunas fotos.

Se fue a trabajar. Cuando salió de su trabajo, en la esquina del mismo, un grupo de personas le preguntó qué había pasado, “se andaba corriendo la bolilla de que a mi hijo lo habían encontrado muerto en el Parque de la Vida”. Ella se intentó contactar con la gente que había estado a la mañana en su casa, pero no recibió respuesta y decidió dirigirse a la Unidad Judicial.

En la división de Homicidios, tampoco le dieron información. Dos días después, mientras su marido estaba prestando declaración, ella esperaba afuera, acompañada por sobrinas, vecinas y compañerxs del EO, la llamó por teléfono alguien de la familia. En la tele, estaban pasando fotos de su hijo Dibu confirmando que lo habían encontrado asesinado.

IV.

El destrato y mala praxis judicial que recibió Isabel es motivo de rabia, indignación, “me enteré de la peor forma. De dónde sacaron la imagen. No es la foto que yo le paso a Homicidios. Eso también quiero aclarar porque se dijeron muchas cosas de mí y de mi hijo”, dice Isabel. Y continúa: “Dijeron que yo no reconocí a mi hijo, que llevaba muerto tres meses. Mi hijo no hacía tres meses que estaba muerto, hacía un mes que había estado en el Complejo Esperanza y el 7 de junio tuvo un altercado con la policía”. Según Isabel, estos problemas venían desde hacía un tiempo.“La policía lo hostigaba en el barrio. El 7 de junio fue lo último, cuando lo chocó un móvil policial. Ese día, él recibió amenazas de un policía”, cuenta Isabel.


Isabel entró a donde estaba su marido, exigiendo explicaciones: “Ya daban nombre y apellido completo, el apodo Dibu. Estábamos ahí y empezaron a caer todos los medios. Detrás de sus intereses, tienen que ver que hay una familia que no la está pasando bien. Que tiene otros hijos. Cuando íbamos bajando las escaleras, nos para el comisario fiscal del Departamento de Homicidios, recién ahí me explican. Me dice que tenía sospechas que podía ser mi hijo, pero estaban todavía haciéndole la autopsia”.


Se fueron a Tribunales. El fiscal ya había salido a dar un reportaje en el que afirmaba que Dibu llevaba tres meses muerto, recuerda Isabel: “Él después salió a aclarar, pero primero reprodujo todo lo que estaban diciendo en los medios. Salieron a decir que estaba atado de pies y manos. Salieron a decir que era un adicto, que nos maltrataba. Salieron a decir malas cosas de él y malas cosas de mí y mi marido como madre y padre. Yo, hasta que no tenga toda la información, no sé, porque está todo bajo secreto de sumario. Hay muchas cosas que yo no sé”.

Recuerda furiosa y dolorida el tratamiento mediático que le dio el Lagarto Show y otros programas televisivos al asesinato de su hijo. “Me trataron de mala madre, de abandono del niño. Quien se tiene que encargar es la justicia, no el dedito señalador de las personas. Nos señalan a las clases humildes, que sos pobre y ya te dicen que sos mala madre. Salen a decir que teníamos un montón de hijos, para qué tenés hijos. Yo, las siete veces que quedé embarazada, a mis hijos los parí, no por eso voy a ser mala madre. Yo decidí tenerlos”, dice Isabel. Y concluye: “Hay gente que no sabe. La gente del barrio, la cercana a mí, sabe la situación, lo que yo he luchado y vivido para y por mis hijos”.

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(Imagen: La tinta)

V.

Dibu Darío Torres nació un 22 de agosto y hubiera cumplido 15 años este 2019. Su nacimiento estuvo marcado por el sol y por el viento. Su muerte, por la saña y la violencia.

Nació en el Bajo, en la villa Las Siete Alcantarillas. Isabel nos cuenta que, cuando llegó ese 22 de agosto, el sol estaba radiante: “Lo tuve en el Misericordia, era época del viento. Hacía mucho sol. Nació con su brillo. El resplandor, le decía yo”.

El resplandor pasaba al vuelo en su caballo o en su bicicleta. Era viento. Dice la Isa que “a él le gustaba ser libre, le encantaba el aire libre, cruzar el country, irse al campo a disfrutar de los caballos. Yo me lo imagino así, en el campo, alrededor todo verde con perros y caballos”.

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(Imagen: La tinta)

A los diez años, el brillo de Dibu se opacó cuando las sustancias que empezaron a circular en el barrio entraron en su pequeño cuerpo. Tuvo problemas con las adicciones, lo que la llevó a Isabel a acompañarlo en un proceso de recuperación. “Dibu nunca se negó. Estuvo medicado unos meses por la adicción. Por ahí, dicen que es por la droga. A mi hijo, cuando le pasó esto, no fue por la droga porque mi hijo no andaba ni empastillado ni faneado”, dice la Isa. Circuló por diferentes espacios a los que su mamá lo llevó para su tratamiento de las adicciones y contención psicológica: “Solamente creo que las familias que pelean para sacar un hijo de la adicción saben lo duro que es. Más cuando es un niño”.

Entre vecinxs, siempre intentan cuidar y acompañar a lxs jóvenes del barrio, “en otro barrio, no lo ves. Acá es común, los padres y madres se bajan del carro a las diez de la noche. Los carreros no tenemos horario de entrada y de salida. Vivimos el día. Todos los carreros no vuelven hasta que no tengan un pedazo de pan para sus hijos. Se la buscan. Es una lucha”, dice Isabel.


Esa lucha cotidiana, hoy, se vuelve más grande aún en la diaria de exigir justicia y verdad por Dibu. Isabel tiene la claridad de que su lucha no es sólo por su hijo, sino para que lxs jóvenes no tengan que pasar por sus cuerpos las múltiples violencias que el aparato estatal y represivo ejecuta a diario. Para que el desamparo institucional deje de ser moneda corriente. Para que el sistema judicial no vulnere los derechos de los barrios empobrecidos de la ciudad. Para que los medios masivos de comunicación no mientan.


La Isa no puede imaginar a Dibu muerto: “Como madre, cuando veo que fueron varios meses, siento que fue ayer. Van pasando los días y falta alguien, falta tu hijo. Solamente las personas que han pasado la muerte de un hijo van a entender lo que yo digo, no se supera. No voy a bajar los brazos. Quiero que caigan los asesinos de mi hijo. La voy a luchar hasta el último para que mi hijo tenga justicia, porque yo creo que hay muchos pibes que no tienen que pasar por lo que pasó Dibu”.

Le pide a Dibu que descanse. Que ella se está ocupando. Por eso, la Isa, cada vez que cierra los ojos, lo ve feliz, en el campo, libre y alegre. Lo ve sembrando y cuidando las plantas de su huerta. Amando a los caballos. Jugando con su perrita manca. Subiéndose a un carro. Pedaleando en su bicicleta. Y atravesando murallas de cemento para jugar entre las siete alcantarillas.

*Por Débora Cerutti para La tinta / Imágenes: La tinta.

Palabras claves: Abuso policial, barrio Parque las Rosas, Dibu Darío Torres, gatillo fácil

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