Chile: Retratos de la resistencia
La movilización popular en Chile se sostiene pese a la represión descarnada ordenada por el gobierno. La solidaridad, las barricadas y la alegría marcan el puslo de las protestas.
Por Gonzalo Pehuen, desde Chile, para La tinta
La ciudad parece una fiesta. La algarabía en las calles, los gritos de la gente agitando sus banderas, los festejos, los cortes de calle; personas que cantan y bailan hacen parecer que se hubiera ganado una copa mundial o algo por estilo. Y si bien nada se ganó en el sentido tradicionalmente impuesto, el pueblo en la calle festeja porque, con la revuelta, se ganó su dignidad. La desconcentración de la Plaza Italia es entonces eso. Tras una tarde de resistir gases lacrimógenos, de ayudarse mutua y espontáneamente, de generar las más bellas postales que se puedan llegar a ver en tiempos tan fascistoides y convulsionados: la de la juventud rebelde, organizada, peleando por la dignidad del pueblo entero.
Los frentes de combate en los diferentes puntos, la pirotecnia y las molotov reforzando la lluvia de piedras que salen de las pocas veredas que quedan en pie. El agua del “guanaco” (el carro hidrante) junto con los residuos de las baldosas hacen que el piso parezca una obra en construcción, cosa que bien podría serlo por los cinceles golpeando el cemento.
A diferencia de días anteriores, en la jornada del viernes pasado, el lanzamiento de lacrimógenas no fue tan feroz. El número de personas rebasa a los Carabineros, que no podían avanzar por la firmeza de la primera línea de combate, que, con escudos (ya no del todo improvisados), impidieron que los perdigones hieran a la gente que plantó cara tirando piedras y mechas incendiarias, o apuntando a la cara a los “pacos” con láseres para interferir su visión.
Sobre la avenida Vicuña Makenna (que discurre desde la periferia sur hacia el centro neurálgico que es la Plaza Italia), y hoy renombrada “Plaza la Dignidad” por la misma población rebelde, el mobiliario y figuras de una iglesia junto a la embajada argentina se transmutaron en barricada; y hasta el mismo edificio que representa al gobierno del territorio trasandino se convirtió en escenario de batallas, tal y como sucedió en ocasiones anteriores en apoyo al pueblo gobernado por la derecha neoliberal encarnada por la alianza Cambiemos, que se encuentra tras las montañas. Un poco más hacia el lado de la plaza (en la intersección de la avenida con la calle Carabineros de Chile, la esquina norte de la embajada), las varas de hierro de una obra en construcción se asomaban de entre los escudos en formación, como si fuesen lanzas pretorianas.
La organización del pueblo ha llegado a niveles que nadie vaticinó o sospechó. Las semanas de revuelta y el enfrentamiento hasta con el ejército regular hicieron de una multitud dispersa una masa organizada que funciona como una sola mente unida. Eso es el pueblo organizado y la lucha por su dignidad.
La semana pasó álgida. Tras 15 días de feroz represión, toque de queda, expropiaciones a grandes supermercados, el miedo se perdió y, se vaya a donde se vaya, hay un clima de rabia y alegría. A eso, se suman las protestas en los distintos puntos de la capital y del país; las formas todavía más sofisticadas de protestas (clara muestra del rango etario de quienes están en las barricadas) se enfrentan al cinismo descarado de gobernantes, que llegaron a salir corriendo al querer ser entrevistadxs sin dar explicación alguna.
Al iniciarse la tercera semana, los días arrancan con un paro general el lunes 4 de noviembre, surcado por la resistencia estudiantil en los diferentes barrios, reprimida con la ferocidad con que Carabineros se caracteriza, sin importar que esxs chicxs apenas cuentan granos en sus caras (se tiraron gases y se dispararon perdigones dentro de un Liceo en toma). Las barricadas en la Plaza Italia, las pedradas contra la estación Baquedano del metro (el centro de tortura emplazado en pleno centro de Santiago), desde donde salen gases lacrimógenos a mansalva, el avance y retroceso de la multitud rebelde contra los “pacos”, las diferentes figuras de la cultura popular que se hacen ver devolviendo gases, armando barricadas o simplemente sosteniendo pancartas. Por la noche, ya desalojando a esa masa que disminuía en tamaño con el caer del sol hacia el lado del Palacio de La Moneda, las barricadas por avenida Providencia para el oriente no se hicieron esperar. Mientras tanto, las personas que aún resistían comenzaban a replegarse siendo conscientes de que, llegada la noche, la ferocidad del enemigo se acentúa.
Y no fue esa la única tarde en que el centro neurálgico de Santiago ardió. Y tampoco es el único punto convulsionado. Es todo un país el que está levantando sus brazos contra décadas de atropellos. Las noticias de las diferentes regiones se suceden una atrás de otra, a la par que los desvaríos de quienes llevan las riendas del gobierno y los memes al respecto. La revolución chilena tiene todos los tintes de la neo-modernidad, de este tiempo digital en que la información corre como reguero de pólvora dadas las nuevas herramientas tecnológicas comunicativas. La sociedad chilena, reprimida durante tantos años, ahora despliega todo su arsenal creativo en formatos varios: desde el ya famoso “Baila Pikachu”, a videos sobre la alcadesa Evelyn Matthei corriendo más rápido que “Sonic El Erizo”, el personaje del famoso videojuego de la década de 1990 que corría a gran velocidad. La creatividad se ve junto con la algarabía en cada sector del extenso territorio que linda con el océano Pacífico. Cada canto alude al saber popular y no al sentido común que tan intencionalmente ponderan algunxs periodistas hegemónicos, sino a una lógica propia de una tradición gestada en cada pobla, en cada comuna y en sus habitantes que, frente al constante atropello, maceraron en sus corazones formas de lucha inimaginadas por cualquiera que no fuera parte de ese cuerpo social.
Tan así que el mismo miércoles 6 de noviembre, en uno de los tantos cortes de carreteras, se dio una forma de protesta que rápidamente arraigó entre lxs manifestantes. Al canto de “El que baila pasa”, quienes cortaban la ruta hacían que quienes iban dentro de los vehículos se bajaran a bailar para luego dejarles pasar entre vítores y gritos de alegría. La réplica no se hizo esperar y, en las calles, la misma forma de protesta se hizo ver, haciendo que videos provenientes de las diversas regiones demostraran que la metodología había sido ampliamente aceptada. Es poca la gente que se opone a lo que sucede en todo el territorio; y poca es la gente que no se suma a los cánticos que pueden oírse en las calles por parte de personas que simplemente anda caminando, ya sea haciendo las compras o volviendo del trabajo o algún corte. Tanta algarabía, en medio de tanta represión, es algo digno de la mejor de las poesías.
Y fue ese mismo miércoles que lxs manifestantes, tal y como venían vaticinando hacía tiempo, se desplazaron hacia el Mall de Costanera Center, en la avenida Providencia (la continuación hacia el oriente de la avenida La Alameda), sector acomodado de la ciudad. Luego del enfrentamiento con Carabineros y durante la retirada hacia Baquedano, la juventud cargó contra locales de multinacionales y bancos para armar así las barricadas que detuvieron a las fuerzas represivas que cargaban contra cualquiera.
Escenarios similares se vieron en cada comuna día tras día. Las marchas autoconvocadas o las simples concentraciones son reprimidas ferozmente, haciéndose presentes “guanacos” y “zorrillos” cargando contra familias enteras, alumnxs secundarixs y gente que vuelve de trabajar, que se sumaron a luchar por sus derechos, por su dignidad. La tarde caía en las ciudades, en los pueblos, en las regiones, y los gases y los chorros de agua se sucedían contra piedras y cualquiera “wea” que se use para barricadas.
Llegó el viernes. La tercera semana consecutiva de protestas finalizó. Lejos y cerca quedó aquel viernes 18 de octubre en que las protestas en el metro salieron a las calles, a causa de la ineptitud de un régimen de derecha que tiene las horas contadas, aun cuando se resista a dejar y desarticular la estructura que lo sostiene. A las protestas de secundarios saltando la entrada del Metro, se sumó la población que necesitaba una simple chispa para buscar, por todos los medios, desplazar a quienes destruyen la vida en libertad. La experiencia de tres semanas de lucha se ve en cada mano que sostiene un bidón donde apagar las lacrimógenas, en cada spray con bicarbonato, en las personas que hacen comida para repartir entre quienes se enfrentan a las fuerzas del Estado desde temprano, en escudos cada vez más macizos, en láseres encegueciendo “pacos”, en las sierras cortando persianas para hacer escudos, en los “pasamanos” para alcanzar adoquines desde una obra hasta la calle donde arde la barricada.
Ya no hay miedo, ya no hay nada que perder. Las generaciones anteriores miran con ojos llorosos a esa juventud que lucha por ellxs y en contra tantas décadas de atropellos. Se junta plata entre varios para darles a las personas mayores cuyas jubilaciones no alcanzan para sobrevivir el mes entero. Se cortan calles haciendo bailar a cada automovilista, se agitan las banderas, se salta porque “el que no salta es paco”. Las camionetas que se alejan del centro llevan a cuanta persona pueda entrar en las cajas traseras cuando ya no hay colectivos, todo esto cantando y tocando las bocinas, gritándole a cuanto Carabinero se cruza, sumándose a cánticos masivos que van de vehículo en vehículo.
La sociedad chilena despertó de años y décadas de letargo, controladxs por el mismo aparato represivo del régimen pinochetista. No hubo gobierno, por progresista y liberal que se asumiera, que desarticulara la estructura opresiva político cultural que regía las calles y las vallas del país. Todas las naciones que conforman Chile hoy se levantan contra la continuación de la dominación colonial europea. Todx habitante del territorio se suma a un levantamiento que no distingue edades y apenas diferencia sectores sociales. Que las diferencias las hay, las hay, pero no son barrera para dividir a una población que, por fin, se unió y despertó. Casi como una metáfora de lo que sucede, las barreras arrancadas que separaban las veredas arden en las calles evitando que pasen los “pacos”. Ya no hay nada que pueda apagar el fuego que brilla en cada esquina, ya no hay medidas antipopulares o demagógicas que sofoquen la rebelión que surgió en lxs cuerpxs durante décadas.
Para este martes, se hizo un llamado a un nuevo paro nacional, sucediéndose el histórico hecho de que el sindicato bancario convocó a adherirse a la medida de fuerza. A punto de cumplirse un mes de las protestas, y con el aniversario del asesinato de Camilo Catrillanca encima (el próximo jueves), el ardor de la revuelta no tiene pinta de apagarse ni con todo el bicarbonato del mundo.
El canto de “Chile despertó” no es mera poética popular; es el aviso de que no habrá bota, rueda de hidrante o zorrillo que aplaste y sofoque a una masa consciente y unida que dijo basta, no solo al neoliberalismo, sino a un mundo impuesto que lleva siglos asesinando e invisibilizando todo lo que es distinto. Chile despertó y está decidido a sacar al neoliberalismo pateándole todo el tablero.
*Por Gonzalo Pehuen para La tinta