No sabe Amalia Granata
Por Cecilia Solá
-Che, ¿secuestraste a tu hija? – le pregunta Amalia Granata, muerta de risa, después de que la mamá de la entonces nena pidió llorando que la ayudaran a ubicarla, porque no sabía adónde se la había llevado el padre.
La mamá de la nena es Andrea del Boca. La nena hoy es una mujer (no «la chica «, como se refiere a ella la diputada electa Granata) y denuncia a su progenitor por abuso sexual.
Se muere de risa, Amalia.
Deslegitima la denuncia de Anna Chiara, como hizo con Thelma Fardin y, antes, con Calu Rivero.
Se muere de risa frente a una denuncia por abuso sexual en la infancia esta odiante profesional, esta diputada que, en caso de asumir, tendrá la facultad de presentar proyectos y aprobar leyes.
Y yo me muero de miedo.
Porque las sobrevivientes de Abuso Sexual en la Infancia no hablan cuando quieren, sino cuando pueden.
Porque a esta odiante diputada electa la escuchan un montón de personas en la tele, incluyendo sobrevivientes.
Porque sus palabras irresponsables y llenas de veneno son otro abuso contra aquellas pibitas y pibitos que atravesaron el infierno.
Y me muero de rabia y de asco al enterarme que era esta odiante diputada electa la que estaba en pareja con el progenitor de Anna Chiara mientras sucedían los abusos.
Se ríe Amalia Granata contando que, cuando Anna Chiara estaba con su progenitor, la madre llamaba todo el tiempo.
No sabe Amalia Granata (o sí sabe y le hace gracia) que eso hacen las «madres protectoras», como se llama a las mujeres que crían hijes tratando de mantenerles alejades del abusador, peleando con uñas y dientes contra un sistema que te habla del derecho de las infancias a vincularse con su padre, pero no dice nada del derecho de esas mismas infancias a no ser obligadas a volver a ver al hombre que las abusa.
Se ríe Granata, mientras Anna Chiara, y miles de sobrevivientes de Abuso Sexual en la Infancia, lloran.
Pero no sabe ni entiende Amalia Granata que ni Anna Chiara ni ninguna víctima estará sola nunca más.
Y que todos los que deban caer, caerán.
*Por Cecilia Solá.
