La nuda vida
Por Eber Miglierina para La tinta
Homo sacer en Argentina
En una nota al pie de página del libro Homo Sacer de Giorgio Agamben, el traductor nos advierte sobre las dificultades para definir al protagonista del libro “La nuda vida”.
Se entiende por nuda vida: “La de ser una vida a la que cualquiera puede dar muerte impunemente y, al mismo tiempo, la de no poder ser sacrificada de acuerdo con los rituales establecidos; es decir, la vida uccidibile e insacrificabile del homo sacer y de las figuras análogas a él”. (Agamben, 1998:243).
Se presentan problemas para traducir uccidibile. La traducción es matable. Según el traductor, matable se compadece mal con nuestra sensibilidad lingüística. Sin embargo, para darle claridad al asunto, recurre a un uso de la palabra que aporta el periodista Alfonso Monsalve en relación a la ejecución de jóvenes en las calles de Colombia. “…La vida nuda, el individuo que carece a los ojos del victimario de todo valor, hasta el punto de que cualquiera puede darle muerte impunemente, pero, a la vez, no puede ser sacrificado de acuerdo a los rituales establecidos. Nuestro país ha acuñado una expresión brutalmente gráfica para referirse a este tipo de personas: ´Desechables’” (Monsalve, 2008, 28 de octubre).
Matable se ha hecho relativamente frecuente en Colombia en una utilización claramente biopolítica, para referirse a los marginados extremos, los llamados “desechables”.
He aquí un suplicio y un empleo del tiempo
Se puede saber, por una encuesta reciente sobre Consumos Culturales, que los argentinos consumimos casi tres horas de televisión por día. La televisión sigue ocupando la mayor cantidad del tiempo libre. El 98% de los consultados dijeron que se sientan frente a la pantalla “casi todos” o “algunos” días por semana. En promedio, los argentinos miran casi tres horas por día y casi la mitad supera las dos horas diarias. Consultados sobre para qué encienden la TV, 73 de cada 100 dijeron que para mirar noticieros. (Vales, 2014, 7 de Mayo)
En marzo de 2014, los noticieros de la televisión argentina mostraban las crónicas de la muerte de David Moreira, acusado de ser un ladrón de cartera, declarado culpable y matado a golpes en la calle, a patadas, abandonado hasta desangrarse.
Luego de producirse un robo, Moreira intentó escapar, pero fue aprehendido por varias personas en la esquina de Liniers y Marcos Paz, y, durante quince minutos, le dieron patadas y golpes de puño, incluso cuando se encontraba indefenso en el piso. Los agresores se dispersaron cuando llegó el móvil policial, David agonizó tres días en el hospital y, finalmente, murió.
La fotografía de David muerto, abandonado, desangrado en la calle, nos ofrece una figura análoga a algo desechable, eliminable; una imagen de vida expuesta a la muerte impunemente. Para muchas personas -demasiadas-, matar a un homo sacer no genera un delito ni culpa por ese acto. Es una materia matable.
Nada legitima los linchamientos. No, el que David fuera un ladrón tampoco, porque todo el que supuesta o realmente viole la ley tiene derecho a ser juzgado siguiendo las formas establecidas para garantizarle el debido proceso, que es un derecho esencial en un Estado Democrático. Toda sociedad fija ese límite, toda sociedad decide cuáles son sus hombres sagrados y cuáles son objeto de un trato de excepción, como David que lo mataron a patadas.
En el momento que un grupo de ciudadanos, parte de una sociedad Democrática, patea a quien está en el piso desvanecido hasta matarlo, se crea un espacio de excepción y se ausenta la norma.
“Se materializa un estado de excepción en el que la nuda vida y la norma entran en un umbral de indistinción, tendremos que admitir, entonces, que nos encontramos en presencia de un campo cada vez que se crea una estructura de ese tenor, independientemente de la entidad de los crimines que allí se cometan y cualesquiera que sean su denominación o sus peculiaridades topográficas…” (Agamben, 1998:221).
Cartografía de la discriminación
En un Mapa Nacional de la Discriminación del 2013, el INADI intenta sistematizar información acerca de los procesos y las formas que adquieren las prácticas discriminatorias en Argentina. “A través del estudio y análisis de las percepciones y representaciones sociales, se espera profundizar el conocimiento acerca del modo en que el fenómeno de la discriminación se encuentra inmerso en nuestras formas culturales y subjetivas de relacionarnos con los otros” (INADI, 2014).
Del total de respuestas a las encuestas que el INADI realiza, el 48% de las personas asocia la discriminación con marginar, excluir y/o rechazar a una persona o grupo de personas. En segundo lugar, aparecen aquellas definiciones relacionadas con considerar inferior a otra persona o grupo, faltar el respeto, juzgar o prejuzgar y/o maltratar. En tercer lugar -con mayor cantidad de respuestas dentro los encuestados de mayor nivel socioeconómico y educativo-, la discriminación es asociada con la negación de derechos y/o la violación de derechos humanos.
Se analizan, además, en este mapeo, representaciones dominantes (los prejuicios y estereotipos que condicionan las maneras concretas en que la sociedad rechaza, excluye o incluye y acepta) en relación a determinados grupos o poblaciones como: migrantes, pueblos indígenas, delincuencia, minorías religiosas, Colectivo LGBTTTIQ+, mujeres, juventud, adultos mayores.
En relación a la delincuencia, es posible observar -dicen los resultados- que las personas en conflicto con la ley penal son uno de los grupos que mayor rechazo recogen por parte de las personas encuestadas. El 52% de las/los encuestadas acuerda total o parcialmente con la frase: “La mayoría de los delincuentes no tienen recuperación”.
Además de otro tanto por ciento (85 de 100) percibe que, en la Argentina, se discrimina mucho o bastante a las personas pobres.
Horacio Verbitsky recoge los dichos de un escritor argentino sobre los linchamientos: “Días antes de los linchamientos, acá ya se venía escuchando hablar en contra de ‘la negrada’, con una intensidad llamativa. Todo el mundo, desde la nena adolescente, la señora del heladero, la maestra, los chicos, el basurero, el comerciante. El odio va dirigido contra toda una cultura: la música, la ropa, el corte de pelo, el lenguaje. Escucha cumbia, se viste de jogging con gorrito, vive en la villa, es un negrito y cualquiera de esos rasgos ya configura a cualquiera como enemigo”. (Verbitsky, 2014, 6 de abril)
¿Qué sucede cuando parte de la población se hace cargo de las funciones de represión, de control, de policía? ¿Cuáles son las circunstancias en las que se puede ejercer el derecho de matar? ¿A dónde conduce el hecho de exponer a la muerte, de multiplicar el riesgo de muerte de algunos, la muerte política, la expulsión, el rechazo?
Estos fragmentos seguidos de estas preguntas ofrecen posibilidades de temas a tratar, son extracciones de noticias, encuestas, textos de Michel Foucault, de Giorgio Agamben. Con ellos, se puede salir al encuentro de la realidad Argentina y pensarla más allá o más acá de su inmediatez.
En el año 2014, cuando ocurrió el linchamiento de David Moreira, el PRO y Cambiemos aún no ganaban las elecciones nacionales y se hacían con el poder ejecutivo. Si uno pensara en el huevo de la serpiente, podría decir que sucesos como los que se relataron prefiguraban lo que iba a venir.
A las luz del sol -el sol de la iconografía de los días peronistas-, el futuro gobierno de Alberto Fernández puede reactualizar la discusión, repensar las preguntas aquí planteadas y anular el paradigma de la discriminación.
* Por Eber Miglierina para La tinta
Referencias
Agamben, G. (1998). Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. Pre–Textos, Valencia.
INADI (2014). Mapas de la discriminación. Disponible en http://inadi.gob.ar/politicas/mapas-de-la-discriminacion/
Monsalve, A. (2008, 26 de octubre). El Homo Sacer en Colombia. Diario El Mundo. Disponible en http://elmundo.com/portal/resultados/detalles/?idx=99113
Vales, A. (2014, 7 de mayo). Una radiografía de la nueva sociedad digital. Diario Página 12. Disponible en http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-245698-2014-05-07.html
Verbitsky, H. (2014, 6 de abril). Atentos y vigilantes. Diario Página 12. Disponible en www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-243537-2014-04-06.html