Diana Maffía: “Un Estado patriarcal como el nuestro no nos va a ofrecer respuestas feministas”
Para la filósofa e intelectual feminista, la sociedad debe construir sus propias alianzas como forma de resistencia para “no tener que esperar respuestas del Estado” y, a través de estas alianzas, “forzar cambios políticos”. Convocada para recibir el título de Doctora Honoris Causa de la UNC, la especialista dialogó con UNCiencia y analizó las intervenciones del feminismo en la sociedad, la masiva participación de las jóvenes, así como el papel del Estado y la Universidad, ante el dinamismo de este movimiento social.
Por María José Villalba para Redacción UNCiencia
Diana Maffía es doctora en Filosofía y directora del Observatorio de Género en la Justicia, del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires. Respaldada por una extensa trayectoria académica y política, sus conceptos a la hora de abordar temáticas de género son tan claros como profundos.
Su activismo de más de tres décadas en el feminismo, contribuye a comprender los aportes de este movimiento a la sociedad. “En este momento, el movimiento de mujeres es el actor más profundo y dinámico en la esfera social”, afirma y explica: “El feminismo que transitamos actualmente es el que más dinamismo está aportando en las discusiones sociales, porque no solo plantea posiciones críticas, sino que ofrece alternativas a esa vida social”.
La intelectual y teórica feminista argentina se encuentra en la Universidad Nacional de Córdoba para recibir el título de Doctora Honoris Causa y participar del seminario de posgrado «Reparación, verdad y justicia en el abuso sexual intrafamiliar», un encuentro organizado por la Secretaría de Posgrado de la Facultad de Derecho de la UNC y el Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales, con la adhesión del Programa Género de la Secretaría de Extensión de la UNC y el área Feminismos, Género y Sexualidad del Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía yHumanidades.
En ese marco, mantuvo una charla con UNCiencia en la que analizó las implicancias del último Encuentro Nacional de Mujeres, la participación de las jóvenes, los aportes sociales del feminismo y la participación del Estado y las universidades en la temática.
—El último Encuentro Nacional de Mujeres realizado en La Plata tuvo récord de participantes; asistimos a la media sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en la Cámara de Diputados de la Nación; se sancionó la llamada “Ley Micaela” para capacitar en género a los empleados del Estado nacional. ¿Se tratan de grandes avances del feminismo?
—Son medios para obtener fines más globales que tienen que ver con la igualdad, la libertad y la autonomía de las mujeres, con su capacidad para ejercer derechos y, en este sentido, son todos hechos importantes que nos acercan a esos fines.
El Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) surgió en 1986, apenas recuperada la democracia. Fue el primero y yo estuve ahí, en el Centro Cultural San Martín, recuerdo que éramos 1000 mujeres. En este último de La Plata había más de 200 mil. La evaluación que hago sobre la enorme cantidad de mujeres participando de este último encuentro, es que se trata de un avance, pero más importante es que incide en cómo vamos a ser escuchadas las mujeres en cuestiones generales: cómo vamos a ser escuchadas en los medios, en las legislaturas, en nuestras profesiones, en la educación, en la universidad.
—¿El feminismo es el movimiento que mayores discusiones sociales generó en los últimos años?
—El movimiento de mujeres es el actor social más profundo y dinámico de los últimos tiempos. Dentro de este movimiento, el feminismo como reflexión teórica política y también con propuestas y acciones para producir cambios, es el que le da más dinamismo aportó, sumó reflexiones sobre cómo vivimos en sociedad y ofreció alternativas a esa vida social.
En este sentido, los ENM no solo son lugares donde se producen diálogos y conversamos sobre las cosas que nos afectan. También establecemos reglas de convivencia, reglas para resolver conflictos, reflexionamos sobre nuestros protagonismos y muchos debates más. Todo esto, que transcurre en una condición totalmente pacífica, genera maneras muy distintas de resolver conflictos a como se resuelven en la sociedad y sin embargo son vitales, dieron frutos.
Esto quiere decir que las mujeres también tenemos para ofrecer otras reglas sociales, otros mecanismos de resolución de problemas, otras voces para integrar dentro de los diálogos sociales y eso le da más radicalidad a los cambios que propone el feminismo. No se trata, en las condiciones actuales donde hay subordinación de las mujeres, de revertir esa subordinación, de que los hombres ahora sean los dominados. Se trata de pensar formas de relación que no impliquen relaciones de subordinación y eso es muy complejo.
—Como “feminista de la primera hora” y referente de las temáticas de género ¿Cómo ve la participación de las mujeres jóvenes y adolescentes en la lucha por los derechos de las mujeres?
—Es algo muy promisorio que me llena de alegría. Resulta inevitable rememorar el desmesurado esfuerzo de aquellas que, como en mi caso que activo en el feminismo desde fines de los años 70, empezamos con firmes convicciones, pero todo se nos hacía cuesta arriba. En este momento las jóvenes y las adolescentes empujan, contagian entusiasmo, son un viento que arrasa y creo que esto es muy esperanzador, sobre todo si logramos diálogos intergeneracionales donde podamos compartir experiencias.
En los últimos tiempos estoy ejercitando ese diálogo, porque me interesan mucho las culturas juveniles y lo que están produciendo. Por ejemplo, el activismo en las redes sociales es propio del feminismo joven, ese activismo que tiene que ver con las consignas: “Yo si te creo”, “No nos callamos más” o la marcha “Ni una menos” y la “marea verde”. En las plazas nos encontramos, en los ENM nos encontramos, en el activismo nos encontramos. Nos tenemos que encontrar también en la reflexión, en la producción de ideas en común, en el pensar objetivos en común, y eso es parte de lo que está ocurriendo y lo creo maravilloso.
—¿Es fundamental la sororidad, armar redes de acción es un primer paso para la deconstrucción del patriarcado?
—Es una regla de convivencia. En el feminismo tomamos este concepto de sororidad como una manera de ser solidarias entre mujeres, en un tipo de hermandad que atraviesa las diferencias. En el feminismo tendemos a tejer alianzas y cuidarnos mutuamente aun cuando no tengamos acuerdos totales, hay que ser solidarias entre mujeres para sostener vínculos más igualitarios.
—En línea con las preguntas anteriores en las que analizaste la participación social de las mujeres, Rita Segato dijo más de una vez que la sociedad ha abandonado su papel y se lo ha entregado al Estado, pero que las soluciones siempre vienen de la sociedad, es decir, que no basta con la lucha estatal y de las instituciones. ¿Cuál es tu reflexión al respecto?
—Rita Segato plantea que muchas veces las instituciones no solo no producen posibilidades de cambios sino que los obstaculizan y que, a contramano, en la vida social se pueden construir tejidos y alianzas que produzcan nuevas realidades sociales, sin tener que esperar la respuesta del Estado.
Coincido con la apreciación, sobre todo entiendo que esto puede suceder en los grupos que a veces están al margen del protagonismo de las instituciones, porque las instituciones también tienen sesgos, no solo de género, tienen sesgo de clase, de etnia, de edad y muchos otros que hacen que no todas las personas nos sintamos representadas de manera igualitaria en las resoluciones que el Estado toma.
—Es decir, apostar a las alianzas sociales…
—Exacto, porque estas alianzas también son formas de resistencia. Un buen ejemplo es el surgimiento de los feminismos populares en nuestro país en el 2001, cuando estalla la crisis social, allí cambia para siempre el movimiento de mujeres porque los feminismos populares comienzan a fortalecerse y entran en diálogo, un diálogo difícil hay que decirlo, con los feminismos ilustrados, académicos y universitarios. Ahora pasa parecido con las chicas más jóvenes: esas alianzas, esas maneras de intervenir en lo público también van a ir modificando la tradición de feminismo que tenemos. Entonces, para llegar a una conclusión, un Estado patriarcal como el nuestro no nos va a ofrecer respuestas feministas, pero la sociedad puede ir consolidando redes de apoyo, redes de resistencia que, a la larga fuercen, a producir cambios en la política.
El rol de las instituciones
—En referencia a la participación del Estado y el reconocimiento de los derechos de las mujeres, ¿Qué importancia tiene la sanción de la llamada Ley Micaela y por qué es importante la capacitación en género en diversas áreas?
—Las teorías sobre las instituciones afirman que éstas tienden a conservar su cultura. Entonces, si pensamos en un poder ejecutivo, legislativo y judicial o en un agente público que está bajo un paradigma patriarcal, que desconoce el valor de algunas subjetividades o descree de la palabra de las mujeres, me resulta difícil creer que va a cambiar por un curso de género. No obstante, creo que es muy importante la ley Micaela, hay áreas en las cuales urge una capacitación, el área de la justicia es una. Hay que modificar cierto tipo de decisiones que son completamente inaceptables en relación con nuestro propio sistema legal que incluye tratados internacionales de Derechos Humanos que no se respetan. El propio sistema legal exige una formación en género. No deja de ser una medida positiva y promisoria, pero creo que lo importante será persistir, con 20 horas de formación en género para los y las agentes del Estado nacional no será suficiente.
—¿Es importante el rol de la universidad a la hora de reflexionar sobre la desigualdad de género o cuestionar los privilegios que durante años han tenido los hombres?
—Las universidades son por un lado un espacio privilegiado y por el otro muy complejo. Privilegiado porque es donde se producen los saberes, donde se desarrolla el conocimiento y las investigaciones que, en muchos casos, indagan en las cuestiones feministas. No olvidemos que al principio las universidades prohibían el ingreso de mujeres. Que ese ingreso se produjo a fines del siglo XIX, y que recién en los años 40 se empieza a producir una masa crítica de mujeres en las universidades. Sin embargo, hoy somos mayoría en casi todas las universidades del país.
Por otro lado, y de aquí la complejidad que menciono, cuando una mujer ingresa a la universidad aprende un saber que ya fue construido, y en el que las mujeres no hemos participado. Para demostrar que podemos ser profesionales tenemos que probar que somos capaces de aprender ese saber que otros produjeron y que no incluye nuestro punto de vista. Entonces, hay dos cosas por hacer: integrar mujeres a los saberes ya constituidos y abrir esos saberes a una renegociación con otras subjetividades, con otras cualidades humanas.
Recién ahora, en el siglo XXI, empezamos a ver en ciencias cognitivas o en neurociencias que se valorizan aquellas capacidades en las que estábamos entrenadas las mujeres y se les empieza a dar un valor epistémico. Un ejemplo son las emociones, que eran excluidas del saber científico y de la producción de conocimiento confiable porque se consideraba que desviaban de la objetividad. Hoy en día se estudian las emociones científicamente, como parte de la constitución necesaria de una visión del mundo, de un saber y de una intervención sobre el mundo.
Insisto en que tenemos que revisar los saberes androcéntricos, tenemos que formar parte de comunidades de producción de conocimiento que logren dialogar entre sí y que consideren que hay otros saberes más allá del saber ilustrado. Hay saberes producidos por muchas comunidades, no necesariamente en las universidades, y esos saberes deben ser tenidos en cuenta. Entonces,también este diálogo con los saberes populares y con otras áreas de producción de saberes es una deuda importante que tiene la universidad y que las feministas tratamos de saldar, porque el feminismo es a la vez un activismo político que dialoga con las culturas populares y un saber teórico crítico que se produce dentro del ámbito universitario.
*Por María José Villalba para Redacción UNCiencia / Imágenes: Karin Idelson.