Nos encontramos, de nuevo en las calles
Por Colectivo por el Derecho a la Salud Mental para La tinta
La Marcha por el Derecho a la Salud Mental nació en Córdoba mirando experiencias movilizadoras en otros países, pero también al calor de una cultura política popular de visibilización, de ocupación pacífica del espacio público, de construcción colectiva; que nuestros sectores populares sostienen, resistiendo a la atomización individualista y la estigmatización de lo colectivo; y construyendo propuestas participativas de políticas públicas centradas en la igualdad, la dignidad y perspectiva de los derechos humanos. Hoy marchamos por sexto año por la transformación definitiva de lo que conocemos por sistema de Salud Mental. Hoy es la sexta edición de una marcha que también tiene historia. Y futuro.
En los casi 10 años posteriores a la sanción de la Ley Nacional 26.657 el sector social vinculado a la Salud Mental fue concentrando sus demandas en la aplicación de la Ley en políticas públicas concretas. Primero con la demanda de la reglamentación, cuya primera versión llegó en el año 2013 y que aún está vigente gracias a la resistencia del movimiento, ante intentos posteriores de modificación.
Durante esos años se fue consolidando el sector social enfocado en esta tarea de defensa de la ley y la aplicación de sus artículos centrales, como los que impulsan la transformación del sistema de atención, la reconversión de los centros monovalentes, la participación de los usuarios de salud mental en el diseño de las políticas públicas, la incorporación del consumo problemático de sustancias como un tema de salud mental, entre otros.
En ese panorama, a mediados de 2014 nació el encuentro de organizaciones que organizaría la primera marcha por el derecho a la salud mental.
“Porque hay exclusiones exigimos derechos”
La invitación decía: “Será la primera vez que nos presentaremos en el espacio público para expresar nuestras demandas. El 10 de octubre de 2014 a las 18 horas nos concentramos en Colón y Cañada para marchar”. Un grupo todavía pequeño de organizaciones impulsaba esta primera movilización para “hacer visible que, a 4 años de aprobadas las leyes de salud mental nacional y provincial, las acciones efectivas no se condicen con los enormes desafíos que implica una transformación estructural.”
La persistencia de prácticas discriminatorias y manicomiales, la excesiva judicialización de las problemáticas del campo, la psiquiatrización de la pobreza, la ausencia de dispositivos no manicomiales desplegados en la totalidad del territorio provincial, la inexistencia de mecanismos de control autónomos, la carencia de recursos y la vulneración de derechos siguen siendo marcas de nuestro sistema de salud mental a pesar de los nuevos marcos normativos.
La convocatoria fue la primera gran sorpresa. Lo que se esperaba como una pequeña manifestación, con una fuerte exposición de unos pocos cuerpos que nunca habían sido habilitados para transitar la calle como actores políticos (y que de hecho generaba por entonces muchas prevenciones), de repente tuvo un acompañamiento masivo de organizaciones, grupos y personas que se acercaron y apoyaron esta primera gran experiencia en Córdoba.
“Del dicho al hecho, ¿Qué pasa con nuestros derechos?”
Al año siguiente ya estaba fijada la segunda marcha. La fecha elegida fue el 8 de octubre, fechas siempre cercanas al Día Mundial de la Salud Mental, en un contexto en que los gobiernos y ciertas organizaciones siempre utilizaron esta fecha para difundir acciones ficticias, en un escenario de realidad de una deshumanización tal que llevó por esos años al Órgano de Revisión de la Ley Nacional a denunciar y describir al Hospital de Oliva como una vergüenza nacional. Ese era el contexto en que aparecía esta segunda movilización que ya empezaba a llamar la atención de otros actores.
El contraste entre algunos avances en el plano nacional y el abandono de la escena provincial llevaba a denunciar que la política no era más que pura retórica, por eso la consigna denunciaba que en esa brecha “del dicho al hecho” lo que queda pisoteado son los derechos.
El protagonismo de las personas usuarias de salud mental fue siempre una base de esta acción política. “Somos un colectivo compuesto por: usuarixs, estudiantes, trabajadorxs, profesionales, organizaciones estudiantiles, civiles y políticas; que venimos construyendo este espacio de participación, de reivindicación y problematización en la comunidad sobre la situación de la Salud Mental en nuestra provincia.”
“La salud mental se planta. ¡Que broten nuestros derechos!”
La tercera marcha llegó con el macrismo ya instalado en el poder. Comenzaba una etapa de retrocesos en las políticas públicas y de sucesivos ataques a la ley. Los espacios de participación de las organizaciones de usuarios se vaciaban, la Dirección de Salud Mental y Adicciones no convocaba al Consejo Consultivo nacional, creaba un organismo de “expertos” todos venidos del sector médico psiquiatra –declarados opositores a la Ley- y desarticulaba la Comisión de articulación entre los ministerios (CONISMA) Al tiempo que derogaba la Resolución 1484/15: “Normas mínimas para la habilitación de establecimientos y servicios de salud mental y adicciones” que avanzaba en la adecuación de los monovalentes hacia el nuevo paradigma, en connivencia con esos sectores corporativos médico-psiquiátricos.
También el plantazo fue para que Córdoba tenga un Órgano de Revisión Local, demanda que como muchas otras aún hoy sigue insatisfecha. De esta manera, lo que hasta el año anterior habían sido exigencias de avances en los compromisos asumidos, en el 2016 se transformó en una defensa de la ley en un contexto de retrocesos y ataques.
Por eso “nos plantamos” fue la consigna que se levantó ese año, “contra el estigma y la discriminación de las personas con padecimiento mental nominadas como “locos peligrosos, locos delincuentes, locos incapaces”, pero también por el acceso a derechos básicos, “porque el consumo problemático no sea considerado delito ni asunto de policías”. El contexto del gobierno neoliberal también obligaba a visibilizar la crítica situación que comenzaba a vivirse en todo el país: “nos plantamos para que den marcha atrás con los despidos y en contra de la precarización laboral”.
El documento de ese año no sólo resistía, también marcaba el terreno: “Las leyes de salud mental amplían y restituyen derechos. No se reducen sólo a la reestructuración de los servicios y a la superación del manicomio, sino a una transformación integral de acuerdo a los principios de los derechos humanos. No se trata de acciones aisladas, ni de parches al sistema. Requiere de un cambio estructural.”
“Que se escuche nuestro canto. Por la dignidad estamos luchando”
La cuarta marcha llegó con una innovación. El colectivo por el derecho a la Salud Mental comenzó a partir del 2017 a componer e interpretar canciones que cada traducían la consigna y el documento. Cantar, bailar comenzó a ser una forma libre, inclusiva y colectiva de expresión política.
“La salud mental está en los derechos. Es tener techo, trabajo, comida, educación, y mucho amor” demandaban las voces diversas de un movimiento que se amplificó masivamente en estos años.
Cada año la marcha por el derecho a la salud mental fue incorporando momentos rituales, conmovedores, llenos de significado: como el despliegue de la bandera de cien metros, sostenida por las manos de usuaries, referentes sociales y trabajadores. La cuarta marcha fue la primera vez que esta larga bandera dejó leer su consigna “La salud mental está en los derechos”.
Y no se debió esperar hasta el año siguiente para desplegarla nuevamente. La lucha convocó nuevamente en diciembre de ese año, cuando ante un nuevo intento del por entonces Director Nacional de Salud Mental de derogar el decreto reglamentario, tergiversando el sentido mismo de la ley. Una gran movilización de organizaciones de todo el país y aquí en Córdoba desde el Colectivo, logró detener esa nueva intentona y con la marcha atrás del gobierno, la renuncia de Andrew Blake.
«La salud mental está en las calles»
El año pasado la marcha defendió el derecho a manifestar en un contexto de recrudecimiento de las políticas persecutorias del gobierno nacional y de abandono de la salud y de las necesidades básicas de la población. La crisis económica, política, social y ambiental que este año se tornó insoportable, durante el 2018 ya mostraba su versión más feroz en las medidas del gobierno.
El documento decía: “Salimos a la calle para manifestar la realidad que el gobierno se empeña en ocultar, detrás de los muros de los hospitales neuropsiquiátricos y de los números de lo que llaman gasto público. Escondidas están las muertes en Oliva, las violaciones flagrantes a los derechos humanos, el incumplimiento de leyes y compromisos. Encerradas por el poder y olvidadas por la indignidad del individualismo. Salimos para cantar que aquí estamos: un movimiento social que se consolida desde el protagonismo activo de lxs usuarixs y el acompañamiento de trabajadorxs, estudiantes y organizaciones vinculadas al campo de la Salud Mental.”
El horizonte del 2020 -plazo comprometido por el estado argentino para el “cierre de los manicomios”- ya no aparecía lejano, pero sí el cumplimiento de esos compromisos. Además fue el año de la degradación de los Ministerios Nacionales de Salud y Trabajo entre otros, a Secretarias, y el consiguiente ajuste presupuestario.
“Estar en la calle” daba cuenta de que la Salud Mental no está en el encierro ni en la segregación, sino en la inclusión a través de políticas públicas diseñadas para responder a las necesidades de nuestra comunidad. La marcha fue una invitación a ocupar la calle, el espacio público visto como lugar de movilización de una sociedad afectada por políticas regresivas. “Ocupar la calle contra la indiferencia, la estigmatización y el retroceso, por la dignidad y la plena vigencia de las leyes, como un acto de salud mental”.
“Frente a los muros y el abandono, puentes hacia la comunidad”
Hoy la sexta marcha se da a pocos a meses del plazo del 2020. Y el escenario se ha renovado “con políticas de gobiernos que en lo discursivo hoy hablan de desmanicomialización, pero que en las prácticas se traducen en expulsión y abandono, en la ausencia casi total de dispositivos sustitutivos, en la ausencia de acompañamiento de las personas externadas, en ajuste presupuestario y en la continua precarización de las condiciones de trabajo”.
En esta marcha, la consigna “frente a los muros y el abandono, puentes hacia la comunidad” se traducirá en una propuesta artística sorprendente (y sorpresa) y en una nueva canción que propone derribar los mures y tender puentes hacia la dignidad. “Entre los muros, de los privados, y el abandono, que es del Estado, no nos vamos a callar, venimos a demandar un lugar donde vivir, un trabajo que elegir, una mesa a compartir y un apoyo pa volar”.
Con seis ediciones a cuestas la Marcha por el Derecho a la Salud Mental es una expresión política y cultural que ha crecido año a año resistiendo en un contexto de retrocesos y crisis. Donde los pocos avances que hoy podemos dar cuenta contrastan con el increíble proceso de maduración de un espacio intersectorial que hoy es un verdadero movimiento social.
* Por Colectivo por el Derecho a la Salud Mental para La tinta