Comunidad, encuentro y politización de y en los muros

Comunidad, encuentro y politización de y en los muros
17 octubre, 2019 por Redacción La tinta

¿Cómo imaginás la vida en el encierro? ¿Cómo pensás que lo cotidiano se desarrolla en lugares asilares donde el tiempo y el espacio se distribuyen de manera arbitraria? ¿Cómo imaginás tu vida sin poder tomar tus propias decisiones en relación a la pareja que querés elegir, las horas de sueño que querés dormir, el uso del dinero que tenés, la comida que querés comer? ¿Cómo imaginás qué implica vivir con quien no elegís?

Por Exequiel Torres y Mariana Gandolfo

Pensar el devenir de la 6° Marcha por el Derecho a la Salud Mental, nos interpela como “sujetxs del extramuro” con nuestros privilegios (menuda definición de los otrxs-nosotrxs; quienes acá, podemos escribir para denunciar, podemos ir a la marcha para declamar, elegir estar y participar). 

¿Qué estamos haciendo para contribuir a una comunidad que abra puertas, que aloje a todes, que rompa con propuestas segregacionistas y “especiales”?

Nos proponemos hoy contar, cómo los atravesamientos denunciados por las organizaciones parte del colectivo organizador de la marcha, son propios de sujetxs siempre excluidxs, siempre invisibilizadxs.

La habitabilidad dentro de las instituciones manicomiales y/o asilares para las personas con discapacidad psicosocial o intelectual, impone modalidades restrictivas del ser, ejercicios de poder sobre los cuerpos, medicalización de la cotidianeidad, imposiciones de sentidos, producción y reproducción de las violencias. Escuchar las experiencias que dan cuenta de ello es un convite a cuestionar las vulneraciones sistemáticas a sus derechos y parados allí ya no podemos hacer caso omiso. 


El encierro performa una subjetividad para otrxs devaluada, que se expresa en la imposibilidad de poder hacer conocer los propios deseos, elecciones y decisiones.


Desde la Mesa de Trabajo en Discapacidad y Derechos Humanos venimos activamente participando en instancias de exposición pública de las vulneraciones de las que son objeto las personas con discapacidad. De las arbitrariedades sobre todo de quienes no habitan la comunidad por estar “sobreviviendo” en instituciones asilares totalizantes.

La Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD, Ley Nacional N° 26378) nos invita a pensar en su artículo N° 19 que los estados deben garantizar el derecho a vivir de forma independiente y a ser incluidxs en la comunidad:

“Los Estados Partes en la presente Convención reconocen el derecho en igualdad de condiciones de todas las personas con discapacidad a vivir en la comunidad, (…), asegurando en especial que:

     a) Las personas con discapacidad tengan la oportunidad de elegir su lugar de residencia y dónde y con quién vivir, en igualdad de condiciones con las demás, y no se vean obligadas a vivir con arreglo a un sistema de vida específico;

     b) Las personas con discapacidad tengan acceso a una variedad de servicios de asistencia domiciliaria, residencial y otros servicios de apoyo de la comunidad, incluida la asistencia personal que sea necesaria para facilitar su existencia y su inclusión en la comunidad y para evitar su aislamiento o separación de ésta;”

La díada discapacidad/encierro pareciera ser una cuestión poco relevante socialmente, nos referimos a un colectivo “invisibilizado” y “negado” por quienes nos encontramos dentro de los parámetros de la “normalidad”. Para las personas con discapacidad psicosocial y/o intelectual la alternativa de encierro aparece naturalizada y legitimada como una forma de envejecer.  Destino impuesto y también parte del control social propuesto desde perspectivas médicas y rehabilitadoras. El encierro del manicomio es el dispositivo que más cruda y claramente expone a la discapacidad como una forma de opresión social.


Resulta clave preguntarnos entonces, cuáles son los espacios para que las personas con discapacidad puedan expresar sus denuncias, reivindicaciones y reclamos ante la permanente negación y vulneración de sus derechos.


En este sentido, la marcha una vez más constituye una instancia para visibilizar la ausencia de un Estado que pueda dar garantías de la vida en la comunidad, del incumpliento de su compromiso de desmanicomialización, de la falta de recursos para los dispositivos sustitutivos al encierro, de los recortes sistemáticos en los últimos años de las políticas destinadas a las personas con discapacidad y los usuarios de servicios de salud mental.  

Tejemos redes que nos sostengan en la demanda de derechos cada vez más sólidos, cada vez más anuentes a la vida independiente y sostenidos en prácticas que no reproduzcan espacios “para” personas con discapacidad y/o usuarios de servicios de salud mental. Anotación que importa para no caer en propuestas que nos encuentren sólo entre nosotrxs, sino con otrxs; así convencidxs, es el único modo de romper con ficciones “inclusivas”.  

No más cuerpxs colonizadxs, no más prácticas subjetivantes restrictivas de la libertad, de la interdependencia y de la autonomía. El encierro/manicomialización de la locura y de la discapacidad siguen siendo los principales cómplices de prácticas excluyentes que conducen al despojo de las subjetividades, de los vínculos, de los proyectos en primera persona y de tramas disciplinares y organizacionales que sostienen ese control. 

Nos plantamos, lo cantamos, nos dignificamos, salimos a la calle, hacemos puentes, nos encontramos, rompemos barreras, hacemos comunidad para que los derechos dejen el plano de la enunciación y se concreten en políticas públicas para todxs. Se trata de una acción política para reconocer y visibilizar las opresiones en las que vivimos y desde las cuales producimos esas prácticas y discursos.


La marcha no sólo constituye un espacio de incidencia pública en términos de exigibilidad de derechos, sino que también supone un espacio de reflexión colectivo, problematización y desnaturalización de representaciones sociales que aún reproducen estereotipos y prejuicios funcionales a lógicas manicomiales. 


Las transformaciones se hacen en conjunto, dando batalla contra el colonialismo cotidiano y proponiendo espacios colectivos de creación de saberes cooperativos y contra-hegemónicos. 

En esa dirección, el modo de construcción al que apostamos, convoca a diferentes sujetxs con miradas diversas sobre la realidad social, cuyos aportes han sido históricamente discriminados, ocultados, negados o invalidados por no ser validados académica y políticamente, por considerarse subordinados, patológicos, incapaces, plebeyos.

*Por Exequiel Torres y Mariana Gandolfo.
**Integrantes de la Mesa de Trabajo en Discapacidad y DDHH.

Palabras claves: desmanicomialización, Marcha por el Derecho a la Salud Mental, Mesa de Trabajo en Discapacidad y Derechos Humanos, Salud Mental

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