De plantas, telas y vasijas ¿Cómo vivían las mujeres en la Mesoamérica prehispánica?

De plantas, telas y vasijas ¿Cómo vivían las mujeres en la Mesoamérica prehispánica?
19 septiembre, 2019 por Gilda

Artífices de la agricultura, los textiles, la alfarería y la gastronomía. También gobernantas, sacerdotisas y diosas. Esas fueron las mujeres del año 30 mil y hasta 100 antes de nuestra era en la zona sur de México. Pero… ¿cómo encontrarlas en el pasado?

Por Angélica Jocelyn Soto Espinosa y Sofia Huerta Noguera para La Crítica 

Hay distintas forma de acceder al conocimiento de las sociedades mesoamericanas, en particular las del Posclásico (cientos de años antes de la Conquista), pero la mayoría es a través de crónicas escritas por frailes, indígenas de la élite, códices o tradición oral, de acuerdo con la arqueóloga y antropóloga María J. Rodríguez-Shadow.

Para etapas anteriores a este periodo sólo hay evidencia arqueológica como pinturas, figurillas, bajorrelieves, entierros, artefactos o sitios. Esto deja muy poca información para conocer la situación de las mujeres en la Mesoamérica poscolonial.

Sin embargo, los trabajos contemporáneos con perspectiva feminista y de género, han aportado datos importantes para reconstruir el papel de las mujeres más allá de un rol de hijas, hermanas, madres o esposas. Estas investigaciones permiten encontrar a a las mujeres como artífices en labores de subsistencia y de política.

Para acercarse a ese pasado, estas estudiosas observaron las estructuras sociales y culturales desde la división sexual del trabajo, las relaciones familiares, el estado civil, la clase social, la etnia, la región y las prácticas culturales (creencias, religión, mitos y rituales), más allá de la familia, el parentesco y el matrimonio. 

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¿Cómo vivían en mesoamérica las mujeres antes de las sociedades capitalistas?

Existe una gran variedad de evidencias arqueológicas y restos óseos en la República Mexicana que muestran una división sexual del trabajo detrás de la organización de sociedades precapitalistas o no occidentales, pero no así una jerarquía por sexo, de acuerdo con María J. Rodríguez-Shadow, en el libro Las Mujeres en Mesoamérica Prehispánica.

En la Etapa lítica (30 000 – 2 500 a.C.) en Mesoamérica, por ejemplo, se tiene registro de que la recolección era realizada principalmente por las mujeres y ocupaba un lugar primordial en la subsistencia humana. Los víveres que las mujeres recolectaban (vegetales de ríos, crustáceos en ríos y lagos, insectos, aves, huevos y otras especies) constituyeron al menos 75% de la dieta del grupo de las comunidades nómadas tempranas.

Además de recolectar, cocinar y acarrear agua, las mujeres se hicieron cargo de la educación, el cuidado de la infancia y de aplicar la herbolaria para la curación del grupo. Además, transformaron diversas fibras vegetales y pieles animales para la indumentaria; este sería el inicio de la industria textil y ellas fueron las artífices.

“El hallazgo de restos de fogatas, piedras calcinadas, trazas de alimentos e instrumentos de molienda, nos recuerda que las mujeres invirtieron tiempo, habilidades y conocimientos para preparar comidas nutritivas que eran consumidas y disfrutadas comunalmente y que sirvieron para reforzar lazos sociales”, dice la investigación de Rodríguez-Shadow.

Hasta aquí no existen indicios de que estas tareas fueran menospreciadas socialmente, sino que son parte importante del desarrollo de las sociedades mesoamericanas.

Quinientos años más tarde, en el Preclásico temprano, los saberes de las mujeres sobre las plantas, manejo de semillas, la manipulación de hierbas alimenticias y curativas, y el surgimiento de nuevas técnicas para su tratamiento y cultivo dieron origen a la agricultura.

Este conocimiento fue elemento primordial para el surgimiento de sociedades sedentarias y el desarrollo de la organización social y de las estructuras productivas. “[…]durante esta fase se fundamentan las relaciones de cooperación e intercambio entre las diferentes unidades domésticas que integraban una comunidad, las mujeres debieron desempeñar un papel crucial en el entramado social basado en el parentesco”, destacó Rodríguez-Shadow.

Esto quiere decir que las mujeres, así como las y los niños, se establecieron cerca de los campos de cultivo para cuidarlos, lo que dio paso a que las sociedades de la región ocuparan los asentamientos por más tiempo.

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Se autorepresentaron

En esta etapa, las mujeres también elaboraron cerámicas decoradas con imágenes de ellas mismas. Por ejemplo, representaron a mujeres embarazadas, amamantando, moliendo en metates, arrullando perritos, danzando, entre otras actividades.

En Oaxaca y Tehuacán, Puebla, también crearon figuras femeninas desnudas; en el Altiplano central se presentan ataviadas; y en la zona maya hubo algunas que se plasmaban con deformaciones dentales.

En la cuenca de México, se encontraron figurillas elaboradas mediante la técnica de pastillaje y otras piezas que reflejaban que en el Preclásico las mujeres experimentaron una gran variedad de peinados como trenzas, trenzas enrolladas en la cabeza, cabello suelto y rastas, de acuerdo con la investigadora Laura Ibarra.

Actualmente se sabe que algunos de estos hallazgos son obras de alfareras que se representaron a sí mismas en vasijas, figurillas de cerámica y códices para narrar su existencia.

Otros vestigios que han funcionado para interpretar las actividades, costumbres y el arreglo personal de las mujeres son los estuches de barro con restos de pigmentos de origen vegetal y mineral que se encontraron.

Estos podrían ser indicios de que las mujeres del Preclásico pintaban sus rostros, según el texto “La Mujer gobernante en la época Prehispánica” de la historiadora Leticia Bárcena Díaz. Pero estos vestigios también han permitido interpretar que la subordinación y opresión femenina no operó de esta manera antes de la expansión del imperio mexica. 

Rodríguez-Shadow afirma que se han encontrado en la cuenca de México algunas figurillas de barro, hechas con la técnica de pastillaje, que están relacionadas con cultos a la fertilidad y a la existencia de clanes matrilineales. “Es posible encontrar indicios que pueden ser interpretados en favor de la existencia de grupos matrilineales en Mesoamérica hasta antes del siglo XIV, pero hacia el advenimiento de la época histórica los rastros en los mitos o lo cultos religiosos fueron desapareciendo”, observó la arqueóloga.

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El origen de la desigualdad 

La arqueóloga Rodríguez-Shadow explicó que la vida cotidiana entre mujeres y hombres no variaba mucho con respecto a las cargas de trabajo; sin embargo, es probable que entre las mujeres hubiera tasas de mortalidad más elevadas por las complicaciones durante los partos.

A lo largo de la historia prehispánica, las sociedades y culturas mesoamericanas fueron complejizando los sistemas y formas de organización social, política y económica. Esto originó y afianzó la marginación de las mujeres, así como la consolidación de la jerarquía genérica en las estructuras familiares. 

Con el tiempo, las mujeres fueron despojadas de la oportunidad de ser dueñas de los productos aportados a la economía desde las unidades domésticas, así como los puestos de poder dentro del aparato gubernamental y las estructuras estatales.

Posteriormente, en el Preclásico medio (1 200- 400 a.c), la aparición de fuertes controles sociales sobre la capacidad reproductiva de las mujeres, la segregación laboral y la apropiación de la fuerza de trabajo por grupos políticos dentro de las mismas aldeas fueron estableciendo diferencias sociales jerárquicas basadas en el sexo y orillándolas a dedicarse casi exclusivamente a las labores hogareñas y al cuidado, de acuerdo con Rodríguez-Shadow.

Autoridad política 

Sin embargo, en algunos casos, las mujeres jugaron una parte importante en las estructuras de poder político. En las sociedades mayas, por ejemplo, algunas mujeres llegaron a jugar un estatus y rol político importante. Hay inscripciones jeroglíficas del periodo Clásico en las que algunas mujeres aparecen con el más alto rango de gobierno de autoridad política.

Del grupo denominado por epigrafistas como reinas, podemos colocar a Une Balam de Tikal (siglo IV) y a la Señora de Tikal (siglo VI); a la Señora Yoh Ik Nal (finales del siglo VI) y la Señora Sac Kuc (inicios del siglo VII), ambas de Palenque; la Señora Rector Katún y la Señora Huntan Ahk (siglo VII), ambas de Piedras Negras.

Otras, mencionó la historiadora Leticia Bárcenas, tuvieron importancia ritual y simbólica: “[…]podemos mencionar a una gran cantidad de mujeres que aparecen en las inscripciones epigráficas y representaciones iconográficas como madres o ancestros de gobernantes, esposas de dignatarios, hijas de gobernantes cuyos esposos (aunque de otros grupos) llegaron también a ejercer poder político”.

Sin embargo, no todas las sociedades prehispánicas son similares, los grupos purépechas devaluaron a las mujeres y enaltecieron el valor masculino. “A causa de que las figurillas masculinas tenían más adornos y una indumentaria más elaborada que las femeninas, y que las posturas de ellos parecen activas y agresivas, mientras que las de ellas reflejaban total pasividad, se ha pensado que las relaciones entre los géneros eran desiguales”, aseguró Rodríguez-Shadow. A través de los textiles se conoció que existían diferencias en las relaciones genéricas, actividades o posiciones de estatus entre las mujeres pero para beneficio de las estructuras políticas masculinas. 

Durante el Posclásico, en el caso de las mexicas “las labores textiles constituían una fuerte carga tributaria impuesta para las mujeres y de cuyo prestigio se beneficiaron las autoridades políticas masculinas y no los artesanos en particular, aunque también en dado caso los textiles hubieran podido configurar un elemento importante para las mujeres en la negociación de su propio estatus social”, según la investigadora y profesora Walburga Ma. Wiesheu relató en su texto Jerarquía de género y organización de la producción en los estados prehispánicos.

El proceso histórico da cuenta de que el papel de las mujeres fue disminuido y menospreciado por la rígida división sexual del trabajo y segregación laboral en periodos anteriores a la Conquista.

Rodríguez-Shadow afirma que “la opresión femenina se basa en la necesidad de controlar a las mujeres tanto por su capacidad de producción como de reproducción”. Por tanto, la supremacía masculina “es una de las primeras formas de opresión social que se produjo entre la humanidad y precede a la división clasista.» 

No se encuentran más datos o información que lleven a deducir que las mujeres de otras culturas ocuparon puestos regentes, cargos administrativos, mercantiles o que desempeñaron roles de guerreras o sacerdotisas en altos puestos; sin embargo, las labores de las mujeres aportaron al desarrollo económico y social de las sociedades prehispánicas mesoamericanas.

*Por Angélica Jocelyn Soto Espinosa y Sofia Huerta Noguera para La Crítica. Fotos: INAH.

Palabras claves: América, arqueología, María J. Rodríguez-Shadow, México, prehispanico

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