Moira Millán, guardiana de la memoria
Millán publicó su primera novela, «El tren del olvido», que recorre la historia de la Patagonia, una trama cruzada por los ferrocarriles, el amor y la lengua mapuche por una inclusión identitaria real. Activista incansable, milita por que los Encuentros de Mujeres sean plurinacionales para tejer un proyecto colectivo y transversal, pero explica por qué no va a asistir este año a La Plata.
Por Luciana Peker para Página/12
«Mi abuela solía decir que los antiguos recordaban con lágrimas la Campaña del Desierto. Los que sobrevivieron el genocidio fueron empujados hacia el sur, recluidos en campos de concentración y torturas, obligados a caminar miles de kilómetros en las deportaciones de la muerte. Eran llevados por la zafra azucarera y otros trabajos forzados en territorios de norte», comienza el libro de Moira Millán, destinado a un público masivo, situado en la Patagonia (Puelwillimapu) y desde el amor, como un lenguaje explícito.
Moira Millán tiene 49 años. Es abuela por primera vez y sacó su primera novela: El tren del olvido, de Editorial Planeta. Ella vive en un territorio recuperado, lleno de bosque, Pillan Mahuiza (montaña sagrada), en Chubut. Y siente que está contenta en el balance de su vida. A los 18 años estaba en una edad crítica y no sabía qué hacer de su vida mientras vivía en Maimara, Jujuy. Se juntaba a hablar con una anciana (María) y tomaba mate con menta y pan con chicharrón. María le preguntó: «¿Usted quiere que la vida le pase o pasar por la vida?». Esa pregunta le cambió la vida. Decidió pasar y que nada le pase.
Ella leía a Roberto Arlt y a Julio Cortázar de chica y se siente más lectora que escritora. Pero sufría desnutrición y se nutrió de leche y textos. Le temblaban las piernas por delgadez extrema. A su mamá (Guillermina) le dijeron los médicos que le faltaba comida. Y en el comedor de Bahía Blanca al que la llevaron, atendido por jóvenes guevaristas, descubrió los libros.
“El pobrerío no solo puede llegar a la Universidad, al contrario de lo que dice (la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires) María Eugenia Vidal, sino que también podemos escribir”, reivindica. Y dispara: “El arte incentiva los sentidos y emociones”. Y deja llevar una clave para tener convicciones sin perder la posibilidad de perderse: “Aprendí a preguntarme”, reconoce. “El arte que perdura es el que te llena de pregunta, no el que trae las respuestas, sino el que te llena de preguntas y ayuda a interrogarnos”. Y además destila contra lo malo y lo bueno a lo que estamos acostumbrados en un mundo de opuestos sin matices ni decisiones: “El binarismo es una invención de Occidente”.
En su juventud tuvo su época de heavy metal, Bukowski y ginebra en Bahía Blanca. Y ahora también lee mucha historia y material sobre género. Ahora generó una novela con parte de ficción, historia, lengua mapuche, reivindicaciones, ferrocarriles y amor. La protagonista es Llanka Ray (que quiere decir preciosura y flor) y es un personaje de 75 años que reivindica a sus abuelas y en ellas a las mujeres ancestrales que ayudaron a las adultas y jóvenes a reivindicar, conocer y pelear por la identidad originaria. Ellas son las guardianas de la memoria que se negaron a olvidar.
Moira dice que ahora tiene menos respuestas y más preguntas. Pero la incertidumbre no la vuelve leve frente a convicciones claras. Ella quiere que los Encuentros de Mujeres sean Plurinacionales. Y es firme frente a la lucha de las mujeres originarias por ser algo más que un grupo mínimo y aislado. “Tomar la pluma me permite interpelar la historia oficial y salir del olvido”, reivindica Moira. Pelea contra el disciplinamiento para la amnesia colectiva. Y reivindica que los territorios tienen memoria y un ecosistema espiritual quebrantado pero vivo.
—¿Por qué luchás porque los Encuentros de Mujeres sean Plurinacionales?
—Las mujeres indígenas queremos que el Encuentro sea Plurinacional porque los derechos lingüísticos no están reconocidos dentro de los Encuentros Nacionales. Muchas de las hermanas de las treinta y seis naciones que no son hispanoparlantes quedan fuera de los debates y de los temas que se van a abordar. Los debates lingüísticos no son considerados derechos dentro de los Encuentros Nacionales de Mujeres porque son encuentros nacionales y no plurinacionales. Tampoco hay una transversalidad de la mirada indígena en todos los talleres, sino que se recluye a las mujeres originarias en el taller de mujeres originarias. ¿Puede contener un solo taller la totalidad de las miradas y perspectiva de las miradas indígenas? Nosotras queremos sumarnos al Encuentro Plurinacional de las Mujeres trayendo nuestras propuestas, reafirmando nuestros derechos como naciones preexistentes.
No se puede romper algo de lo que nunca hemos sido parte. Por eso la acusación que venimos a romper me recuerda a la que hace el Estado de Israel sobre los palestinos o la que hace el Estado turco sobre los kurdos. Y es la misma que hoy hace un sector de la comisión organizadora hacia nosotras, que nos acusa de querer romper algo de lo que no fuimos parte. Vinimos a proponer ser parte de un espacio realmente plural y diverso. Mientras sea nacional y no plurinacional no vamos a ser parte.
Queríamos tejer sueños colectivos. Pero, lamentablemente, las comisiones organizadoras de Chubut y La Plata, con una fuerte impronta política del Partido Comunista Revolucionario (PCR), se niegan a aceptar la participación de las mujeres indígenas y las diversidades, que me recuerda a la negación de nuestra existencia igual que hace el Estado argentino desde el racismo. Por eso, desde el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir decidimos no ser parte, porque no se respetan nuestros derechos, y con expresiones violentas y racistas nos desprecian. Leí que hay mujeres que dicen que insistimos en que sea plurinacional como los varones que no entienden que no es no. Yo recuerdo que cuando era niña y trabajaba limpiando en casas, había una patrona que le pedí que me pagara el colectivo desde mi casa. Ella me dijo “Moira, si no te gusta te vas y contrato a otra”. Esa misma frase me rememora en lo emocional a mi niñez con patronas blancas. Las que consideran que somos sus sirvientas nos dicen las reglas y no hay equidad, ni reciprocidad. No vamos a ir a un espacio donde nos maltratan y nos quieren relegadas en su perspectiva hegemónica blanca.
—¿Cuál es el valor de las mujeres ancestrales?
—Nosotros vivíamos en armonía con la naturaleza y se consideraba a las mujeres con sabiduría sagradas, mientras otras culturas las quemaban. Hay que revisarnos mucho. Ahora hay tres machis. ¿Por qué el Estado argentino exterminó a las machis? Para la cultura dominante y patriarcal era considerada un peligro una mujer con visión y poder para resguardar la vida y para matar. Eso era inadmisible y había que erradicarlo, y se ensañaron más con las mujeres machis que con los hombres.
—¿Hay que revalorizar la edad y la experiencia?
—En las marchas feministas se escucha que somos sobrevivientes de todas las machis o las brujas que no pudieron quemar. Somos las herederas de esos poderes. Ellas fueron asesinadas pero ellas vuelven en nuestras cuerpas. Hoy nos habitan. Hay que tirar abajo la discriminación etárea. El mandato es que la mujer desdeñable y que no vale es la mujer vieja y arrugada. Nos desesperamos por eternizar la juventud. Hay que cultivar el espíritu para llegar como un proceso evolutivo a la sabiduría. Lo importante no es el paso del tiempo, sino qué paso en el tiempo. Hay saberes que te preparan para la plenopausia, en vez de la menopausia, que es una palabra nefasta. El menos es terrible. ¿Por qué no una pausa plena?
*Por Luciana Peker para Página/12.