Trump empantanado en Afganistán

Trump empantanado en Afganistán
9 septiembre, 2019 por Tercer Mundo

Las negociaciones de paz en Afganistán, con la mediación de Estados Unidos, otra vez naufragan en medio de la violencia.

Por Guadi Calvo para La tinta

Por medio de un twitter, el presidente norteamericano Donald Trump dio a conocer, a última hora del sábado, que había cancelado, de manera indefinida, la cumbre secreta que esperaba desarrollar en Camp David (Maryland) al día siguiente, con una representación del Talibán y el mandatario afgano Ashraf Ghani.

La cancelación, según aclara Trump, responde a la dura campaña que vienen desplegando los integristas, en procura de llegar a la mesa con una posición de más fuerza. Para ello, a lo largo del mes de agosto -y en particular, en la semana previa a la ahora suspendida cumbre-, los ataques del Talibán no solo golpearon duro en Kabul, sino en otros puntos lejanos del país, lanzando ofensivas en las provincias occidental de Farah y en la nororiental de Baghlan, y un nuevo ataque a la estratégica ciudad de Khunduz, el que debió ser repelido con bombardeos aéreos donde habrían muerto cerca de 20 personas. Los integristas atacaron en dos oportunidades, en 2015, la ciudad capital del estado norteño, con más de 250 mil pobladores. La última vez, habían conseguido mantenerla tomada por dos semanas.

Aunque la acción que más ha molestado al presidente norteamericano fue la del pasado jueves, cuando un coche bomba conducido por un shahid (suicida) estalló en Shash Darak, un área fuertemente fortificada cerca de la zona verde y lugar de importantes sedes del gobierno, incluida la Dirección Nacional de Seguridad y la embajada de Estados Unidos. En el ataque, 21 personas murieron, entre ellas, uno de los 12 diplomáticos que Rumania mantiene en el país, un soldado norteamericano y el resto, civiles afganos, además de dejar 42 heridos y 12 vehículos destruidos. Tras el ataque, el jefe de la agencia de inteligencia afgana debió renunciar.

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Si bien Bucarest no dio a conocer el nombre del diplomático muerto, se conoció que el militar norteamericano era el sargento de primera clase Elis Ángel Barreto Ortiz, un paracaidista de 34 años de Morovis, Puerto Rico. Barreto Ortiz es el décimo sexto militar norteamericano muerto en combate en lo que va del año y el cuarto en los últimos 14 días.


Horas después del ataque en Kabul, los integristas se atribuyeron el estallido de un coche bomba en las afueras de una base militar afgana en Puli Alam, la capital de la provincia de Logar, que alberga a miembros de las fuerzas especiales afganas, en donde murieron cuatro soldados.


El anuncio de Trump de suspender la reunión secreta provocó el repudió de varios senadores republicanos, que nada sabían al respecto y declararon a la prensa lo inoportuno de permitir que miembros del Talibán, aliados de Al Qaeda, pudieran haber llegado al país a días del cumplirse un nuevo aniversario del ataque a las Torres Gemelas, razón por la que Estados Unidos invadió Afganistán en 2001.

El presidente afgano, que se aprontaba a viajar a Washington el mismo sábado, decidió retrasar su arribo varios días. El portavoz de Ghani dijo que su gobierno apreciaba el anuncio de Trump y que esta cancelación debería abrir el camino para las conversaciones directas entre Kabul y los insurgentes.

Todavía no se conoce si la suspensión del encuentro podría ser solo un impase o el final abrupto de las largas y tortuosas negociaciones que, hace más de un año, se establecieron entre Washington y el alto mando Talibán en Qatar, conducidas por Zalmay Khalilzad, un veterano diplomático norteamericano que ha trabajado cuidadosamente con los negociadores de la organización fundamentalista, intentando resolver diplomáticamente lo que los 18 años de guerra no han logrado. Para ello, Khalilzad, a lo largo del último año, mantuvo en Doha nueve reuniones con el Talibán, alcanzando un importante principio de acuerdo, que le permitía a Trump cumplir con una de sus primeras promesas de campaña: terminar la guerra y sacar a los soldados norteamericanos de Afganistán.

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Entre los puntos acordados, figuraban la ruptura entre el Talibán y Al Qaeda, luchar contra el Daesh Khorassan y evitar que los fundamentalistas de Asia Central conviertan a Afganistán en un santuario donde conseguir refugio y asistencia. Además de que comiencen las conversaciones con el poder político de Kabul, a lo que se habían negado de manera taxativa hasta hace unos meses, lo que tendrá que incluir un acuerdo de alto el fuego.


Por su parte, Estados Unidos se comprometía a retirar inicialmente a cinco mil efectivos -de sus casi 14 mil- desplegados en el país. Trump y sus principales funcionarios de seguridad nacional habían aceptado las soluciones alcanzadas por Khalilzad a fines de agosto. Aunque John Bolton, el asesor de seguridad nacional, insistió en que no se podía confiar en el Talibán. Estados Unidos, junto al gobierno afgano, tendrían 135 días para controlar el comportamiento de los insurgentes y, entonces, decidir si continuaban las siguientes fases del acuerdo.


La pretensión del Talibán es que entre todos los militares norteamericanos, sumados a los 4.000 miembros de la OTAN, abandonen el país de manera inmediata, lo que, según los expertos, podría provocar una inmediata guerra civil, llevando al país a condiciones similares previas a 2001.

Nadie, en este momento, puede augurar cómo se terminará resolviendo esta nueva crisis en la grave problemática que Estados Unidos tiene en Asia Central. Por estas horas, es una incógnita cómo seguirán, si siguen, las negociaciones de Khalilzad, porque tampoco se conoce el grado de enojo del presidente Trump, tan dado a sus caprichos y tan elemental a la hora de la diplomacia.

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Si bien Trump tomó muy seriamente lo prometido en la campaña respecto a Afganistán, la realidad lo llevó a obedecer a sus asesores, elevando, en 2017, a 14.500 de los hombres destinados al país, casi el doble de los que había dejado Barack Obama. Aunque es cierto que el resurgimiento del Talibán es una realidad incontrastable y, hoy, la organización liderada por el mullah Hibatullah Akhundzada, territorialmente, ha alcanzado un control que no tuvo en ningún momento desde que fueron expulsados por las fuerzas norteamericanas en 2001.


El rubicundo presidente norteamericano deberá tragar saliva y seguir con las negociaciones con el Talibán más allá de sus “incumplimientos”, dado que es crítica la situación de seguridad. De manera constante, se replican ataques y atentados no solo del Talibán, sino del Daesh Khorassan, organización que, en los últimos dos años, se ha fortalecido en desmedro de la cada vez más endeble posición del gobierno de Ghani, quien, además, pone en juego su reelección en los comicios del próximo 28 de septiembre.


Tras la anulación de la reunión de Camp David, en la tarde del domingo, el Talibán emitió un comunicado en el que, además de confirmar que estaba preparado para firmar un acuerdo con los negociadores estadounidenses y volver a la mesa de conversaciones, advertía que el nuevo panorama, tras el veto de Trump, perjudicará a Estados Unidos y, de no reanudarse las conversaciones, continuará con la “yihad” para poner fin a la ocupación de su país.

La nueva situación ha alarmado fundamentalmente a las comunidades minoritarias chiítas y hazaras, que viven en oeste de Kabul, blanco favorito de los fundamentalistas wahabitas. Particularmente en estos días en que se encuentra atravesando el Ashura, una de las fechas más solemnes del chiísmo, y en la que los integristas sunitas, en infinidad de oportunidades, tanto en Afganistán y otras naciones musulmanas, han aprovechado para atacar mezquitas, santuarios y otros lugares donde se reúne la comunidad chiíta, habiendo causado verdaderas matanzas.

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En las primeras horas del domingo, se conoció que un grupo de seis periodistas de medios nacionales privados y públicos, que informan en dari y pasthun, fueron secuestrados a su vuelta de un viaje a la provincia de Patkia, en el este del país. Si bien el Talibán informó que los hombres de prensa habían sido secuestrados por “error”, a más de 12 horas del hecho, nada se conoce de su suerte. En junio, el Talibán advirtió que los periodistas serían atacados si los medios no dejaban de difundir “propaganda gubernamental contra ellos”. Esta situación todavía provoca más incertidumbre si se tiene en cuenta que, en 2018, fueron asesinados, por lo menos, 13 periodistas, convirtiendo a Afganistán en el país donde más muertes de ese gremio se han producido en el mundo.

Son muchas las variantes que se siguen interponiendo entre Afganistán y la paz, cuestiones que tienen empantanando a 34 millones de afganos junto al presidente Trump.

*Por Guadi Calvo para La tinta

Palabras claves: Afganistán, Donald Trump, Estados Unidos

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