La deuda de los estudiantes estadounidenses supera 1,5 billones de dólares
La morosidad asociada a la petición de préstamos para superar etapas académicas en Estados Unidos crece como la espuma.
Por Diego Herranz para Público
Estados Unidos es una economía altamente endeudada. No supera los niveles de deuda de naciones como Japón o Bélgica, con cotas históricas muy por encima del valor de sus economías, ni los de Italia o Grecia, que han aumentado notablemente sus compromisos de pago durante el largo decenio posterior a la crisis, pero ya supera holgadamente el 100 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB). Y lo peor es que continúa in crescendo una vez rebasados los 22 billones de dólares.
Pero, en paralelo a este deterioro de las finanzas federales, hay otros casos de alarma financiera: la contraída por los estudiantes que realizan sus estudios en centros académicos de Estados Unidos y donde impera el sistema de solicitud de créditos para sufragar los procesos docentes, y que generalmente se focalizan durante el periplo universitario. Los licenciados, norteamericanos o no, que cursan sus estudios en Estados Unidos han contraído una deuda astronómica de 1,5 billones de dólares. Casi el monto del endeudamiento español, que también oscila ligeramente por encima del tamaño de su economía.
Ben Miller, vicepresidente de Educación post-secundaria del Center for American Progress, think tank próximo al Partido Demócrata, expone en un extenso artículo el enorme peso con el que los recién licenciados deben empezar a operar en el mercado laboral, además de los escollos de, por ejemplo, acceder a una vivienda en alquiler o en propiedad. Y que afectan a varias decenas de miles de personas, con una deuda acumulada, a nivel federal, de 1,5 billones de dólares. A los que hay que añadir -recalca- otros 119.000 millones más, contraídos en el ámbito educativo privado.
“Un sistema de financiación en el que están inmersos 43 millones de estadounidenses, uno de cada seis ciudadanos del país” y que afecta, además, a uno de cada tres jóvenes de entre 25 y 34 años, que tienen en la actualidad un préstamo de estudios. Miller pone otro dato encima de la mesa para revelar la gravedad de la situación: el 45 por ciento de ellos están sometidos a una tasa de morosidad que supera en más de tres veces el promedio de los créditos otorgados. A pesar de que su deuda acumulada esté situada en el rango medio-bajo de las devoluciones -9.625,7 dólares-, incluidas las de uno de cada tres estudiantes que solicitan ayuda financiera por encima de los 40.000 dólares, cantidad a la que accede uno de cada tres estudiantes.
Reformas legislativas agresivas
Desde el Center for American Progress se plantean varias soluciones para acometer este cuello de botella de endeudamiento, que reduce considerablemente el poder adquisitivo y elevan el riesgo de quiebra financiera en los primeros años de la vida laboral de los jóvenes norteamericanos y que, al unísono, supone el 92 por ciento de la deuda pendiente de cobro del sistema federal de créditos estudiantiles. En concreto proponen seis puntos: la revisión de las condiciones financieras de los préstamos, crear la opción de que no se nominen necesariamente en dólares, con el propósito de que se evite así el encarecimiento gradual de la deuda por la evolución del mercado cambiario, una reforma de las leyes de reparación financiera que combata el crecimiento excesivo de los intereses y provea cauces de saldo del principal de la deuda, cambios regulatorios más benévolos para el acceso a este tipo de contratación y normas permisivas con la reestructuración paulatina, en plazos y en cantidades, de estos préstamos. Esta batería de medidas debe, además, realizarse con criterios de equidad, simplicidad y de análisis de impacto reales por parte del legislativo. Porque Estados Unidos no puede permitirse el lujo de seguir engordando la deuda de sus estudiantes y porque una gran parte de ella, nada menos que el 27 por ciento, se traslada al ámbito familiar. Los padres de los alumnos han acaparado ya esa porción de la morosidad con el Estado federal.
En un reciente reportaje en Business Insider, Powell, una millennial de 33 años y residente en el área metropolitana de Pittsburgh, la primera chica de nueve nietas en su familia que ha acabado una licenciatura en Derecho, se declara impaciente por independizarse y tener piso propio, pero solo ha conseguido un préstamo de 40.000 dólares, menos que los 180.000 que necesita para lograr un apartamento próximo al que tiene alquilado. “¿El problema? Que todavía mantengo una deuda de 178.000 dólares de mi etapa universitaria”, declara. Difícil engranaje financiero, a pesar de que está contratada a tiempo parcial como letrada de una compañía energética, que le reporta casi 100.000 dólares anuales. Su deuda le impide cumplir su sueño.
La Reserva Federal (FED) también atribuye, en más de un 20 por ciento, el descenso de adquisición de viviendas en propiedad entre jóvenes estadounidenses entre 2005 y 2014 a la devolución de préstamos estudiantiles. Una tendencia que ha continuado con posterioridad, porque entre 2016 y 2018 las tasas de compra de vivienda se han seguido deprimiendo. A lo que ha repercutido, sin duda, la escalada de precios en casi todas las grandes capitales del país, que lideran los rankings internacionales, que les han colgado el cartel de urbes sometidas a burbujas inmobiliarias. San Francisco, Nueva York o Los Ángeles son varias de ellas.
Propuestas desde el cónclave demócrata
El asunto es de tal dimensión que ha saltado a la arena política un año antes de las elecciones a la presidencia de 2020. Candidatos demócratas, como Elizabeth Warren, ha propuesto suprimir las deudas individuales superiores a los 50.000 dólares. Porque la FED anticipa que este año se reducirá entre 1 y 2 por ciento la capacidad de compra de inmuebles entre los jóvenes por cada 1.000 dólares de su deuda estudiantil.
David Bergeron, analista del Center for American Progress y antiguo cargo del Departamento de Educación de Barack Obama, estima que, por el contrario, la adquisición de viviendas entre los jóvenes que saldan sus deudas de estudios crece en un 30 por ciento.
Pero, quizás, el planteamiento más arriesgado y rupturista es el del aspirante Bernie Sanders. El rival de Hillary Clinton en las últimas primarias demócratas ha propuesto sufragar la montaña de endeudamiento estudiantil con un impuesto a Wall Street. El senador de Vermont ha puesto incluso gravámenes: del 0,5 por ciento sobre las transacciones bursátiles; el 0,1 por ciento a la comercialización de bonos, y el 0,005 por ciento sobre las operaciones con productos derivados. Según sus cálculos, dotará a los estados de 48.000 millones de dólares anuales dirigidos a eliminar los gastos de matrículas en cursos de grado y de tasas en colegios y universidades públicas, en un nuevo intento de construir un Estado de bienestar al estilo europeo.
El propio Sanders calificó de “revolucionario” su plan; entre otras razones, porque contribuirá -dice- a sanear las deudas estudiantiles y a impulsar las tasas de consumo con economías libres de trabas para las generaciones más jóvenes que podrán destinar parte de sus retribuciones a la adquisición de bienes y servicios. “Esta iniciativa acabará con la deuda estudiantil en el país y lapidará la absurda sentencia contra una generación entera, la de los millennials, que tienen que dedicar una parte substancial de su vida laboral a pagar por un crimen que no han cometido, a una condena que no tienen derecho a cumplir”, aseguró a la agencia Bloomberg. Su idea se topa con la reticencia de algunos economistas y banqueros que lo tachan de amenaza al crecimiento económico del país.
La incesante subida de las matriculaciones universitarias y los recortes presupuestarios en materia educativa ha triplicado con creces la deuda adquirida por estudiantes a través de créditos para pagar sus estudios desde 2007. Hasta el punto de significar el segundo motivo de endeudamiento con el sistema financiero, solo por detrás de las hipotecas, y por delante de los préstamos de compra de vehículos o los pagos pendientes a través de tarjetas de crédito. Y pese a que Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, o Jamie Dimon, consejero delegado de JP Morgan, hayan mostrado su preocupación por el excesivo endeudamiento de los jóvenes estadounidenses que, estando en posesión de títulos académicos, no pueden acceder a una vivienda en propiedad, tienen dificultades por mantener alquileres estables y perjudican el ritmo de actividad de este sector y del conjunto de la economía. Una crisis que empieza a tener tintes globales.
*Por Diego Herranz para Público