El hater que vota a Macri
Por Diego Valeriano para La tinta
Quiere pibes chorros muertos, desea su sangre, la necesita, festeja linchamientos. También quiere llegar a su casa un poco más temprano alguna vez. Viaja dos horas al laburo y le quema la cabeza que esos villeros escuchen cumbia sin auriculares en el tren. Vomita odio en twitter, en facebook, en la cola del Rapipago contra quienes se la pasan marchando, contra los que no trabajan, contra quienes tienen tiempo para cosas que él no tiene. Manda porno al grupo de fútbol y se pelea con la hija porque usa esos shores así de clavados.
Postea homenaje cuando pierde un policía, es malvinero y le gustaría tener un fierro en la casa. Putea solo en el auto camino a comprar falopa a lo del peruano mientras escucha en la radio a Baby. Vigila que la mina que limpia en la casa no se afane el Cif y reconoce que, a pesar de todo, los bolivianos son re trabajadores.
Aunque no esté en contra del aborto, es pañuelo celeste. Pañuelo celeste afectivo, como otra forma de decir hombre, como otra forma de decir basta. Como forma de contrarrestar a quienes lo humillan. Como otra forma de gritar su desprecio a los dueños de la comunicación.
Está mal de guita, pero lo estuvo siempre. Electrodoméstico más, electrodoméstico menos, siempre todo siempre fue un garrón. Vida garrón, viaje garrón, laburo garrón, barrio garrón.
Es Uber para llegar a fin de mes y no puede creer cómo escabian las pibas de hoy. Vota a Macri convencido de lo que no quiere ser. Lleno de hartazgo de que lo roben, lo maltraten, lo humillen, lo ninguneen. Vota a Macri con la esperanza, no ya de que mejore su vida, sino, más bien, de que no se la hagan tan fácil a los demás.
* Por Diego Valeriano para La tinta / Imagen: Colectivo Manifiesto