«Hay jóvenes viejos y viejos jóvenes»
Por Verónica Michelle Cabido para La tinta
«Hay jóvenes viejos y viejos jóvenes», empezaba el célebre discurso de Salvador Allende en la Universidad de Guadalajara. Señalando, con esta frase, que no hay razón para asimilar vejez con conservadurismo ni juventud con espíritu revolucionario. 65 años tenía, en ese entonces, el dirigente chileno.
Algunos menos que nuestra inmensa Nora Cortiñas, por citar un ejemplo contemporáneo a nosotrxs, quien no se cansa, a sus casi 90 años, de mostrarnos todo el tiempo lo intacta que está la frescura de su octogenaria juventud.
Precisamente, fue esa la franja etaria que se esforzaron en mostrar como predominante en la marcha del 24A convocada desde Cambiemos para demostrar el apoyo al presidente y candidato a la reelección, Mauricio Macri.
La fotografía es un recorte parcial de la realidad. En el acto de disparar, se decide cristalizar un instante, manteniéndolo al resguardo del paso del tiempo. Y a su vez, inevitablemente, se decide arrojar al olvido todo lo que es dejado fuera del recuadro. Al disparo, lo precede una toma de decisión, se decide qué es importante destacar en primer plano, qué es secundario y merece estar desenfocado, cuál es el ángulo que mejor sirve para lo que se quiere transmitir. Una fotografía es una decisión política. Una fotografía no sólo nos habla de lo que estaba frente al obturador al momento del disparo, nos habla también de la mirada de quien estaba detrás, sosteniendo la cámara, decidiendo qué capturar y cómo hacerlo.
La mirada de quienes retrataron la marcha del sábado pasado estuvo intencionadamente puesta en destacar la arruga, la vejez, la decrepitud, la monstruosidad del deterioro físico que avanza implacable sobre los cuerpos y la insinuación de cierto deterioro cognitivo. Sirviendo en bandeja, deliberadamente, material para la burla y la ridiculización de la vejez. Los memes casi se hacían solos.
Las críticas de quienes se identifican con la oposición estuvieron puestas, casi con exclusividad, en señalar la edad de los manifestantes. Ridiculizando a quienes se movilizaron en razón de su vejez. «Estaba lleno de viejos. Todos viejos chotos. Todos viejos gagás». ¿Pero por qué insistimos en menospreciar una manifestación política en la que predominan personas mayores? ¿Por qué vinculamos la vejez al conservadurismo?
Si entendemos la separación de la dimensión biológica de lo cultural, si hemos desterrado los esencialismos raciales y de género (o en eso estamos, al menos), entonces, ¿por qué nos cuesta separar el envejecimiento, fenómeno biológico inevitable, del hecho de tener ideas conservadoras/fachas/de derecha?
Superadas están las ideas lombrosianas de que la delincuencia está determinada por los rasgos antropomórficos. Ya cuestionamos que el sexo determine el género y la orientación sexual. Ya nadie podría tomar en serio a quien insista en vincular ciertos rasgos del carácter al color de piel, a la pertenencia étnica o religiosa. ¿Por qué, entonces, seguimos reproduciendo esencialismos en torno a la vejez?
La pretendidas alusiones a la tercera edad, dulcificadas y paternalistas, no son mejores y también reproducen estereotipos. A veces, son “nuestros abuelos”, “nuestros jubilados” referencias vinculadas a roles familiares (que pueden o no existir) o a condiciones de pasividad productiva. Y otras veces, como en este caso, son viejos chotos, viejos fachos, viejos gagás.
La asimilación de vejez a conservadurismo es errónea. Una cosa es viejo, otra es vinagre. No se implican mutuamente. Sobran ejemplos de jóvenes con mentalidad vetusta y conservadora, algunxs son youtubers o twitteros, y ejercen gran influencia en lxs jóvenes. Sobran también ejemplos de viejxs que no sólo llevan aún encendido su «amor de juventud» (como dice Silvio, y acá tenemos otro ejemplo, de 70 y tantos), sino que, además, abrazan las jóvenes banderas que levantan las luchas de las nuevas generaciones.
Desde los sectores progresistas, no puede permitirse ese maltrato y esa reproducción de la violencia que se ejerce desde la burla y la ridiculización. Devaluar la opinión de un sector de la población por su edad es una muestra vergonzosa de insensibilidad hacia un colectivo que ya de por sí es excluido por un sistema que valora positivamente el ser joven y productivo. Devaluar la opinión de un sector de la población por su edad es neoliberal.
Hay argumentos de sobra para discutir el discurso que sostienen quienes salieron a las plazas el sábado sin caer en la miserable actitud de despreciar su voz en razón de la franja etaria a la que pertenecen. Tan miserable como sería hacerlo por razones de raza, capacidad funcional, género, orientación sexual, condición económica… No hay diferencia en decir que los que se movilizan son los negros y que «van por el chori y la coca». Ellxs desprecian sistemáticamente las movilizaciones que convocan a los sectores populares, dejando en evidencia su racismo y desprecio por los pobres. No lo hagamos nosotrxs cuando lxs que se movilizan son ellxs en defensa de sus ideas políticas. Se supone que nosotrxs no somos eso, demostrémoslo.
*Por Verónica Michelle Cabido para La tinta.