Amazonas arde

Amazonas arde
22 agosto, 2019 por Redacción La tinta

La Amazonía brasileña lleva 18 días incendiándose. Organizaciones denuncian que los mismos son ocasionados intencionalmente y que el Gobierno de Jair Bolsonaro es cómplice. Este crimen ambiental acarrea consecuencias climáticas y ecológicas graves que pueden ser catastróficas.

Por Julian Monkes para Notas 

El Amazonas es la mayor región tropical del planeta. Cuenta con un bosque húmedo denso, con porciones pequeñas de tipos distintos de vegetación. El mismo ha sido reconocido por largo tiempo como una reserva de servicios ecológicos no sólo para la gente que lo habita, sino también para el resto del mundo.

Se trata además del único bosque tropical que queda de ese tamaño y diversidad. El mismo produce el 20% del oxígeno del mundo y es el reservorio más importante de carbono de América Latina. De esta forma, se constituye como una de las herramientas más eficaces en la lucha contra el cambio climático.

Dicho bioma se comparte entre nueve países y Brasil es el que tiene el territorio más amplio. Cuenta con un 28% de áreas naturales protegidas, que hacen parte del sistema nacional, y otro 23% que son territorios indígenas.

La deforestación y la tala indiscriminada busca expandir las fronteras agrícolas, de pastoreo y cría de ganado -para abastecer las exportaciones de carne y soja-, alimenta la extracción maderera y minera y promueve la construcción de grandes infraestructuras a lo largo de toda la selva.

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(Imagen: Araquém Alcântara)

Quemar para hacer negocio

Esto es ilegal dentro de áreas conservadas, y menos claro que esa porción que se quiere talar se prenda fuego accidentalmente.

El Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales (Ibama) calcula que el 80% de toda la tala en la Amazonía es de procedencia ilegal, pero no puede hacer mucho al respecto. Si bien Brasil cuenta con muchas leyes que podrían frenar la deforestación y fomentar el uso sustentable de los recursos, el desfinanciamiento que sufrió esta institución hace que su regulación sea imposible.

Brasil ha registrado 72.843 focos de incendios detectados por el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE), en lo que va del año. Es la cifra más alta desde que en 2013 comenzaron a divulgarse estos datos e implica un aumento del 83% respecto al mismo periodo en 2018.


Desde el jueves, las imágenes satelitales del INPE detectaron casi 10 mil nuevos incendios forestales en el país, principalmente en la cuenca del Amazonas donde han afectado 68 reservas protegidas. Si bien estamos en la estación seca y aumenta la probabilidad, la actividad es tan alta que funcionarios del gobierno aseguraron que son intencionales.


Tampoco sorprende que la expansión de los incendios intencionales coincida con la asunción de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil. Él mismo se propuso atacar todo tipo de activismo, incluido el ambiental.

“Brasil no debe nada al mundo en relación a la preservación del ambiente”, rezaba Bolsonaro en su visita a Chile a principios de este año. En discursos de campaña sostenía que no iba a proteger ni un milímetro de tierra que pudiese ser explotada, entendiendo al Acuerdo ambiental de París como una barrera para la tenencia de la tierra. Más aún, el presidente despidió recientemente al director del INPE después de criticar por inexactas las estadísticas de la agencia pública que ponen de manifiesto la aceleración de la deforestación en el país.

Este gobierno tampoco renovó el programa impulsado por la ex presidenta Dilma Rousseff (“Bolsa Verde”) que tenía el objetivo de preservar la zona Amazónica mediante el otorgamiento de incentivos a productores rurales que apliquen métodos de agricultura sustentable y eviten la tala en sus propiedades.

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(Imagen: Pedro Devani)

En relación con los pueblos indígenas, las medidas son aún más drásticas. En 2017 decía: “No se demarcará ni un centímetro para una reserva indígena o una quilombola” (territorio para los descendientes de comunidades esclavas africanas). En su primer día de mandato ordenó la transferencia de demarcación de tierras indígenas al Ministerio de Agricultura, el cual estaba a cargo de la Fundación Nacional del Indio.

Su negacionismo al cambio climático y los derechos de las comunidades que vienen habitando esas tierras desde hace siglos, es alarmante. Los incendios intencionales para permitir el avance del modelo agrícola hegemónico tendrán consecuencias ecológicas incalculables para la gente que vive en la selva, y consecuencias climáticas para todo el mundo. De seguir así, estas pueden ser catastróficas.

Un aumento aún mayor de las emisiones de gases de efecto invernadero, contribuye a los desequilibrios que ya estamos viviendo: inundaciones, temperaturas extremas, descongelamiento de glaciares, etc. Detener los incendios intencionales es una tarea urgente para salvaguardar la vida de la gente que vive ahí, frenar el desastre ecológico que puede acarrear y contribuir a la lucha contra el cambio climático.

*Por Julian Monkes para Notas/ Imagen de portada: Rodrigo Baleia.

Palabras claves: Amazonas, Brasil, Jair Bolsonaro

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«Tesla Takedown»: el movimiento que busca poner en jaque a Elon Musk

«Tesla Takedown»: el movimiento que busca poner en jaque a Elon Musk
8 abril, 2025 por Redacción La tinta

En las últimas semanas, se desató una ola de manifestaciones contra Elon Musk y su empresa Tesla en más de 250 ciudades de Estados Unidos, Canadá y Europa. Este movimiento, bautizado como «Tesla Takedown», refleja el creciente descontento hacia la influencia de Musk en la política y su asociación con la administración del presidente Donald Trump, que sigue creciendo y volvió a cobrar protagonismo este fin de semana. «Hands Off!» fue la convocatoria masiva en todo el país ante los despidos, recortes de salarios y en políticas públicas, y la concentración de poder que lleva adelante la administración republicana.

Por Rocío Daghero para La tinta

La resistencia a Musk ha salido del mundo virtual y ha tomado las calles, activistas han bloqueado concesionarias de Tesla, intervenido con grafitis y organizado movilizaciones donde autos de Tesla en llamas se han vuelto parte del paisaje viral. Este movimiento, bautizado como «Tesla Takedown», refleja el creciente descontento hacia la influencia de Musk en la política y su asociación con la administración del presidente Donald Trump.

Si hay alguien que sabe estar en boca de todos es Elon Musk. Admirado por grandes sectores de la sociedad y cuestionado por otros, es hoy una de las figuras más influyentes y polémicas del mundo. El magnate sudafricano, actual CEO de Tesla, SpaceX y propietario de la plataforma X (antes Twitter) ha construido un imperio tecnológico que se extiende desde la industria automotriz hasta la aeroespacial. Pero no solo es eso, el empresario también tiene gran incidencia en el ámbito ideológico. Construcciones discursivas como el llamado «virus del wokismo», término que se ha puesto de moda últimamente entre la derecha internacional, demuestran que su posicionamiento posee además un valor simbólico, influyendo en lo que se discute, se legitima o se cancela en el debate público contemporáneo.

Así, su figura ya no solo se asocia con la innovación, sino también con la política y el control de la información. Su creciente involucramiento en el espacio público, como líder del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) bajo el gobierno de Donald Trump, ha generado preocupación y reacciones adversas entre algunos sectores de la sociedad. La indignación se centra en que el DOGE es una entidad creada con el objetivo de reducir gastos federales y rastrear casos de fraude, por lo que muchos consideran que esta concentración de poder en manos de un empresario multimillonario es preocupante y puede socavar la lógica democrática. Las protestas del fin de semana en el país del norte fueron una reacción directa hacia las recientes medidas a su cargo, de recortes en gastos y despidos de la administración federal. «Hands Off!» es el lema de estas manifestaciones, que demandan el fin de la toma del poder por parte de los multimillonarios. 

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Imagen: A/D.

Desde que consolidó su poder como figura pública, Elon Musk se ha manifestado de manera controversial mediante actos y frases que prenden fuego el debate en redes. Durante su participación en la investidura de Trump, Musk realizó un gesto que se asemejaba al saludo utilizado en la Alemania nazi, lo que desató una ola de críticas y repudios. Quienes lo defienden salieron rápidamente a justificarlo, argumentando que se trataba de un “saludo romano” y no de una alusión al nazismo. Sin embargo, la ambigüedad del gesto y la carga simbólica de ese tipo de expresiones refuerzan la percepción de que Musk suele accionar provocativamente, sin reparar demasiado en las consecuencias sociales y políticas  que puede generar. Y no tardaron en llegar las campañas y las intervenciones en la vía publica en repudio hacia esas expresiones. 

De hecho, de actos como este devienen hoy las fuertes protestas contra el magnate. Hace solo unos días, en el marco de una manifestación bajo la consigna de Tesla Takedown, pancartas con frases como «Trump is a nice vicepresident» (Trump es un buen vicepresidente) o «Burn a Tesla, save democracy» (Quema un Tesla, salva la democracia) demuestran que el dueño de X ya no es solo un empresario, sino un actor clave en la política mundial. Estas reacciones están asociadas a la percepción de que Elon va tomando cada vez más poder dentro del gobierno estadounidense, de la mano de una imagen política que promueve símbolos y discursos que algunos consideran peligrosos para la democracia y la convivencia social.

El paralelismo entre su presencia en el mundo virtual y la ocupación del espacio público es inevitable. Además de su rol en el gobierno y su liderazgo en Tesla, Elon Musk es propietario de la plataforma X, la red social donde el debate político está en juego, lo que le otorga un control significativo sobre la información y la comunicación en línea. ​Desde que adquirió X, Musk ha implementado una serie de cambios controversiales que han afectado tanto la moderación de contenidos como el algoritmo de visibilidad de publicaciones. Su defensa absoluta a la «libertad de expresión» ha sido interpretada por muchos como un pretexto para permitir la proliferación de discursos extremistas y conspirativos. Esta acumulación de poder en diversas esferas ―empresarial, comunicacional, tecnológica e, incluso, política― ha generado preocupación sobre la falta de contrapesos que sostienen a una democracia saludable, argumentando que la capacidad de Musk para influir en la opinión pública y en las políticas gubernamentales es alarmante. 

El hashtag viral: #TeslaTakedown

En paralelo a las protestas físicas, el movimiento se ha gestado también en las redes sociales bajo el hashtag #TeslaTakedown. Usuarios de todo el mundo han compartido sus preocupaciones, experiencias y llamados a la acción, amplificando el mensaje contra Musk y fomentando una discusión global sobre el papel de las corporaciones y sus líderes en la política y la sociedad. Esta movilización digital, especialmente, en su propia red social X, demostró que el debate ha trascendido el activismo tradicional y la magnitud del movimiento lo ha convertido en una cuestión global.

Las manifestaciones y la controversia han tenido repercusiones directas en Tesla. El New York Times resalta que «las ventas de Tesla han seguido una pronunciada tendencia a la baja en todo el mundo: la empresa dijo el miércoles que sus ventas mundiales en el primer trimestre cayeron un 13 por ciento respecto al año anterior». Según indicó la Agencia Bloomberg: «La empresa se desploma y sella su mayor caída diaria desde 2020. Analistas advierten que la postura política de Elon Musk podría estar afectando la percepción de la marca». 

De hecho, parte del movimiento contra Elon propone consignas cómo «Don’t buy Nazis Cars» (no compres autos de nazis) o «Sell your Tesla» (vende tu Tesla), asumiendo el boicot de la empresa y el multimillonario. 

La respuesta de sus seguidores no tardó en llegar

Recientemente, en medios y noticias, pudimos ver cómo, cada vez más, surge una fuerte oposición a las movilizaciones contra Elon Musk. Manifestaciones llevadas a cabo por diversos grupos de extrema derecha salen en defensa de la compañía y de su CEO. Estos movimientos son principalmente seguidores de MAGA (Make America Great Again), como los Proud Boys y varias milicias de derecha que han participado en contraprotestas bajo el lema «Tesla Shield» (escudar a Tesla). El Ciudadano, en su nota del viernes pasado, describe cómo en Meridian, Idaho, se observó la presencia de individuos armados y de figuras polémicas utilizando simbología nazi o disfrazados de Adolf Hitler. ​Por su parte, el empresario respondió a los ataques desde su cuenta de X: «No hay duda de que disparar balas a las tiendas de Tesla y quemar los Supercargadores son actos de terrorismo». Los múltiples posicionamientos frente al tema demuestran la polarización que genera la figura de Elon Musk, reflejando el apoyo ferviente de ciertos sectores y la oposición significativa de muchos otros.

La incógnita es, entonces, si Musk, quien se consolida hoy como dueño del espacio virtual, podrá también mantener el control sobre las calles que ahora se rebelan contra él. Los movimientos «Tesla Takedown» y “Hands Off!” reflejan una creciente inquietud global sobre la concentración de poder en manos de figuras como Elon Musk y su influencia en la política y la sociedad. Las protestas y el debate generado ponen de manifiesto cómo la sociedad comienza a reflexionar sobre los límites del poder corporativo y la importancia de preservar los valores democráticos en un mundo cada vez más fragmentado.​

*Por Rocío Daghero para La tinta / Imagen de portada: Steve Marcus/AP.

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Palabras claves: Donald Trump, Elon Musk, Estados Unidos, Tesla

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