«A ellos les gusta la plata, a nosotres nos gusta vivir»
El miércoles 7 de agosto, vecines de distintas localidades de La Pampa presentaron un petitorio al gobernador de la provincia, Carlos Verna, solicitando la prohibición del glifosato en el territorio pampeano. Desde La tinta, conversamos con Inés Strizzi, integrante del espacio La Pampa libre de agrotóxicos.
Por Anabella Antonelli para La tinta
Según el Instituto Nacional del Cáncer, La Pampa es la tercera provincia con mayor porcentaje de casos de cáncer, después de Santa Fe y Córdoba. Como trazo común de diversas luchas ambientales, la experiencia de contaminación en los cuerpos-territorios es el primer despertar de la conciencia.
Inés Strizzi está en tratamiento oncológico hace cinco años y nos cuenta que, desde ese lugar, se encontró “con otras luchas, otras búsquedas y otras realidades, y muchas que ponían el foco en este modelo agroindustrial de la Argentina, en los agrotóxicos y en el cáncer como una consecuencia de este modelo, de este paradigma de producción”.
En ese marco, la entrega del petitorio realizada el miércoles 7 de agosto fue convocada por el espacio La Pampa libre de agrotóxicos, que nuclea a vecines de diferentes pueblos de la provincia: Intendente Alvear, Rancul, Realicó y Santa Rosa. Los antecedentes en otras partes del país, las situaciones concretas en sus localidades y la experiencia del camino recorrido les impulsaron a esta acción.
Inés explica que la elaboración de la nota dirigida al gobernador, pidiendo la prohibición del uso de glifosato en toda La Pampa, se da en consonancia con otras normativas aprobadas en distintos puntos del país. Por un lado, el antecedente de Chubut que, en junio pasado, oficializó la prohibición de la fabricación, comercialización y uso del herbicida. Por otro lado, la ciudad de Santa Fe que, en agosto de 2018 y como otras localidades de esa misma provincia, el Consejo Municipal dictó una ordenanza que impide el uso aéreo y terrestre, y su venta por mayor y menor. Además, aclara: “Pedimos ahora por el glifosato porque en el resto del mundo está prohibido, pero vamos contra todos los agrotóxicos”.
Las situaciones registradas en sus pueblos, pese a las ordenanzas vigentes, también aceleraron la iniciativa. “En Intendente Alvear, se dio un caso particular, tienen una ordenanza que prohíbe la instalación de galpones y la venta de insumos relacionados con agrotóxicos. Hace algunos días, los vecinos reaccionaron porque querían instalar un galpón para herbicidas a 50 metros de las casas”, cuenta Inés, “desde la municipalidad, les habían otorgado un permiso como excepción y se le dio de baja por la presión de los vecinos”.
A partir de esta experiencia, decidieron accionar en la presentación, previendo acciones en caso de que no llegue una respuesta urgente.
Recorridos
Este petitorio tiene un largo camino recorrido, que comienza desde el cuerpo-territorio de Inés, en conexión con muches otres. “Comencé a trabajar con gente de otras localidades impulsando una ley provincial de aplicación de distancias y agroecología, yendo a los barrios, presentando ese modelo de ley, juntando firmas. Nos enfocamos en los barrios periféricos que están más expuestos a las fumigaciones, porque en frente de tu casa te están fumigando”.
Inés cuenta que la respuesta fue sorprendente, “escuchamos a la gente, había muchas personas con problemas de salud o en su trabajo, por ejemplo, un señor que trabajaba con colmenas que se tuvo que llevar todo porque era imposible seguir ahí”.
A partir de esta experiencia, construyeron dos proyectos de ordenanzas para presentar en el Concejo Deliberante de la localidad de Realicó, el pueblo donde vive Inés, en el norte de la provincia, habitado por unas ocho mil personas. Una de las normativas trataba sobre la aplicación de las distancias, “solicitando un límite de tres mil metros terrestres y cinco mil aéreos, y la otra tenía que ver con el fomento de la agroecología, todo esto siempre nutriéndonos de otras experiencias donde se aplican estas medidas y funcionan”.
La alternativa agroecológica busca minimizar la introducción de recursos externos a la unidad productiva, como fertilizantes, semillas, agroquímicos y combustibles, dando prioridad a los procesos y relaciones ecológicas de la tierra y la biodiversidad. Es una disciplina científica, un conjunto de prácticas y una mirada de mundo, que no sólo permite una producción sustentable en relación armónica con la naturaleza, sino que también es altamente rentable. Eduardo Cerdá, ingeniero agrónomo integrante de la Red Nacional de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroecología (RENAMA), brindó una charla en la localidad de Jovita destinada a productores y técnicos, y ayudó al colectivo orientándoles en la forma de presentación de las ordenanzas.
Sin embargo, el texto de los proyectos fue sólo una de las partes del camino normativo. “Junto con esta presentación, nos convocábamos los jueves, que son las sesiones del Concejo, presionando para que nos llamen a tratar estas ordenanzas”, cuenta Inés. Además, presentaron dos disposiciones que fueron aprobadas en 2018 en La Pampa, donde se prohibió el ingreso de máquinas fumigadoras a los pueblos y el almacenamiento de bidones en galpones, con un plazo máximo hasta el primero de mayo para que las casas de venta o almacenamiento fueran erradicadas. “Sin embargo, no pasó y los concejales desconocían totalmente estas disposiciones”.
Pago chico
En las pequeñas localidades, el entramado de empresarios, trabajadores, fumigadores, funcionarios y ambientalistas se dibuja complejo. En Realicó, existe una ordenanza, pero Strizzi explica que es del 2015, “con muchos permisos y no está actualizada la información, por eso presentamos los proyectos. Cuando alguien denuncia el ingreso de máquinas, nadie sabe qué hacer, ni la policía ni la municipalidad”. Cada vez que una fumigadora entra al pueblo, empiezan una peregrinación entre la policía, bromatología y la Municipalidad, donde, además, algunos funcionarios son los mismos que fumigan negando las consecuencias de esas prácticas.
“Son muchos los intereses económicos que sostienen esta forma de producción. En el pueblo, hay apellidos grandes, que son más que apellidos, los funcionarios públicos se dedican a este negocio, hay empresas grandes instaladas en este municipio… somos pocos los que estamos reaccionando y nos tratan de chamuyeros, ecologistas, mentirosos, extremistas, locos. Pero los datos están al alcance de todos y solo falta tomar conciencia”.
La Pampa es una de las provincias donde este modelo de producción agroindustrial se desarrolla fuertemente, “entonces, mucha gente está enganchada, se da en todos los ámbitos y en todos los pueblos pasa lo mismo. Hay una parte de la gente que está despertando, es un trabajo de hormiga”. Sin embargo, el accionar de los municipios a favor de este modelo productivo no sólo se acota a las normativas que pueden o no aprobar. En este entramado complejo de las pequeñas localidades, la municipalidad es un paravalancha también con trabajo de hormiga. “La Muni te colabora en todo, si tenés que viajar al médico, te ponen un auto, te hacen la gestión para la medicación o para sacar turnos en General Pico”, explica Inés, “te dan una mano, entonces, te quedás calladito o estás agradecido con eso, entonces, no levantás la voz, es muy perverso”.
El argumento de “las buenas prácticas”, remarca Strizzi, es una de las contraofensivas a nivel conciencia. “Muchos se escudan bajo las buenas prácticas que no existen, no existe la protección de usar guantes o máscaras, está comprobado que no sirve”. Mientras algunos medios de comunicación locales y provinciales dan lugar a las acciones que realiza este espacio, otros se encargan de contrarrestar el activismo con la difusión de, por ejemplo, capacitaciones de aplicadores para las buenas prácticas, dictadas por la Secretaría de Producción de la provincia. “Se encargan de bastardear la lucha, es un discurso muy fuerte. Pero nosotros sabemos que las buenas prácticas no existen”.
Ser parte de la red
La lucha ambiental contra un modelo que enferma y mata nos enseñó, a lo largo de estos años, la importancia de las redes, del contacto con esas tantas personas que sufren el actual modelo de producción, y del despertar de la conciencia de quienes lo sufren sin saberlo o quienes todavía no se animan a levantar su voz. Sin embargo, también es imprescindible pensar en clave de políticas públicas, como parte de las necesidades urgentes.
Inés, haciendo eco de las palabras de su propio oncólogo, el Dr. Matías Tosso, del servicio de Oncología de La Pampa, expresa que es un problema de políticas de Estado y que también “el pueblo tiene que presionar, hay que visibilizar el tema y ponerlo en boca de todos, es una toma de conciencia y es un cambio de paradigma”.
Desde La Pampa libres de agrotóxicos, están en contacto con otras experiencias a lo largo y ancho del país, “nos contactamos con Medardo Ávila Vázquez, médico cordobés que llevó adelante campamentos sanitarios en varios lugares haciendo estudios que muestran la relación entre los agrotóxicos y las enfermedades, quien nos asesoró en las acciones a seguir”. A partir de esto, están recabando información en el pueblo, armando base de datos de mortandad.
También se comunicaron con Fernando Pino Solanas, realizador del documental Viaje a los pueblos fumigados, estrenado en 2018, que narra las consecuencias sociales y ecológicas del modelo transgénico con agrotóxicos. Solanas les envió el film que planean pasar en los pueblos más afectados de La Pampa. “Además, estamos siguiendo la lucha de Pergamino, de las madres del barrio fumigado, y estamos en contacto con Fernando Cabaleiro, abogado ambientalista, del espacio Naturaleza de Derechos, que también sigue nuestra lucha”.
La Pampa libre de agrotóxicos es uno de los eslabones en la cadena de levantar voces contra un sistema de enfermedad, despojo y muerte, una de las piezas del gran rompecabezas de comunidades, grupos, colectivos, personas que despiertan contra el actual paradigma productivo. “Si a ellos les gusta la plata, a nosotres nos gusta vivir”, afirma Inés, “y estamos viviendo, sin elección, en condiciones constantes de envenenamiento. Rociadas con veneno, súper enfermos todos, pero la mayoría no lo sabe”.
*Por Anabella Antonelli para La tinta.