La mujer en cuestión, una figura emblemática
Por Manuel Allasino para La tinta
La mujer en cuestión es una novela de la escritora cordobesa María Teresa Andruetto, publicada en el año 2017. El libro está escrito como un informe bien detallado sobre la vida de Eva Mondino, una mujer que militó en los años setenta y fue detenida en el Centro Clandestino Campo de la Ribera, y nos conmueve desde la primera página.
A través de distintas voces, e incluso la de la propia Eva, vamos conociendo diferentes aspectos de su vida y comprendiendo una época muy oscura de nuestra Argentina: los años de la dictadura cívica, militar y eclesiástica.
“Un poco más tarde, entre 1975 y 1976, cuando tenía veintitrés y hasta los veinticuatro años, fue, a destajo, empleada de un diario, en el cargo de correctora suplente, lo que le permitió sostenerse con cierta comodidad durante un tiempo, pues ése sí era un trabajo pago y, si se mira bien, no mal pago (“ganar ganaba bien, pero figúrese la época, estamos hablando del 75, 76, ¿sabe lo que eran esos años?, y ella ahí, en el diario, ocultando como podía lo que le pasaba, haciéndose la que pensaba de otra manera, saliendo a esas horas a la calle, cuando uno sabía con qué se iba a encontrar a la vuelta de la esquina” , dice Orlando Mondino, y en otra entrevista en la que vuelve a aparecer este asunto, agrega, “pero le estoy contando lo que usted ya sabe, fue una época verdaderamente psicotizante”); un trabajo que, al menos mirado “desde el aspecto económico, era muy bueno” (también Orlando Mondino), él único inconveniente que ella parece haber visto en ese entonces (“… sí, una vez me confesó que se moría de miedo”, dice Lila, “…sólo una vez, porque aunque le parezca extraño, hablábamos poco de esas cosas en aquel tiempo”) y que también vieron las personas que la apreciaban, era la hora de salida, la una a lo menos y a veces las dos de la mañana, y el sitio en que debía tomar el primer colectivo a su casa, la calle Humberto Primo, que “estaba llena de prostitutas” (Orlando Mondino) “Lo que más me da miedo es pensar que ella está en esa calle llena de putas, sola, esperando el ómnibus”, dice Lila Torres que la madre de Eva repetía todas las noche, “…pero el problema no eran las putas, eran los Falcon, ¿me entiende?”. En cambio su ex marido Rodríguez respondió a la pregunta que se le formuló con un “¿Miedo? ¡Pero si ésa nunca tuvo miedo a nada!” y en una nueva visita fue todavía más allá: “Cuando se acostó con aquel tipo no tuvo miedo, y cuando me lo dijo esa noche, sabía bien que podía descontrolarme, romperle la cara a trompadas, y tampoco tuvo miedo”. Sea como fuere, las cosas siguieron así hasta que, por una serie de circunstancias sobre las que se intentará volver más adelante, Eva perdió el trabajo en el diario (“…fue en el 76, no recuerdo la fecha, pero fue cerca de mi cumpleaños, por octubre, creo…” dice su amiga Lila)”.
En La mujer en cuestión de María Teresa Andruetto, hay una idea clave: la recopilación de acontecimientos que giran en torno a la figura de Eva Mondino, una mujer militante víctima del terrorismo de Estado durante la última dictadura argentina. La manera aleatoria en que está redactado el informe es sumamente seductora. Va y viene en el orden cronológico, y le da a la novela un ritmo vertiginoso y atrapante.
“Si Eva hubiera llevado el pelo corto, sin duda habría pasado por ser “una chica modosa y educada” (Rinaldo Mondino), pero con el pelo a los hombros, en una cabeza enrulada como era la suya, “tenía el aspecto de una hippie, no era como nosotras” (Alicia Finchelman, este encomillado y los siguientes), acentuado esto por la vestimenta que “solía usar: polleras largas y camisolas de algodón teñidas o en batik, sandalias franciscanas hechas por amigos o compradas en las ferias de artesanías y botas salteñas para el invierno”. De haber usado minifaldas que, como es de público conocimiento, también estaban de moda en aquellos años, principios de la década del setenta, hubiera impresionado como una chica de ciudad de buena condición, porque tenía estudios universitarios y “siempre fue delicada en los gestos y en el habla”, según palabras de Orlando Mondino, quien da la impresión de admirar en demasía a Eva. Hacen apreciaciones similares Rinaldo Mondino, tío de Eva, y su amiga Lila, pero otros sostienen que “vistiendo como vestía, llamaban demasiado la atención y resultaban algo toscos” (Alicia Finchelman) el tamaño un poco desmedido, el pelo y los ojos, como ya se ha dicho. Lo que no se ha dicho todavía, pero casi todos los testigos de sexo masculino destacan, incluso su ex marido Guillermo Rodriguez (N.del I: con conocimiento de causa, justo es reconocerlo), es que tuvo siempre -y tiene, se atrevería a decir este informante, ya que la ha visto a la distancia muchas veces y en dos oportunidades conversó largamente con ella, aunque no todo lo largo que él hubiera querido, en la pequeña sala de su casa- unos glúteos que a su edad son llamativos por lo firmes y bien formados y “unas piernas que se mantienen sin varices, sin manchas” (Guillermo Rodriguez, y con expresión similar Nicolás 1, aquel que se refirió en una carta a las judías de ojos verdes, quien dice haber tenido hace tiempo “un pequeño affaire con Eva”), incluso hoy, a los cuarenta y ocho cumplidos. Pese a ello, Eva parece haber usado siempre faldas amplias y largas, tal vez por comodidad, “porque eran más baratas” (Lila), o “sencillamente por razones ideológicas” (Pacha), pues por ese entonces vestirse de esa manera significaba, tal vez, no estar totalmente de acuerdo con el sistema. Así por lo menos lo aseguran los testigos Pacha Freytes, Orlando Mondino, Alberto Delfino y Lila Torres”.
Eva Mondino, la mujer en cuestión, es una sobreviviente del campo de La Ribera, uno de los principales centros clandestinos de detención que funcionaron en la provincia de Córdoba durante la última dictadura. Alguien, no sabemos quién, encarga un informe exhaustivo sobre su vida. Ese informe despliega una gran destreza narrativa. El informante es puntilloso y obsesivo: con una minuciosidad que asombra, cada dato obtenido es presentado como cita y su fuente es registrada. A su vez, se intercalan numerosas notas aclaratorias.
“Llevaría mucho tiempo especificar aquí en forma pormenorizada todas las personas que, además de las del círculo íntimo, han contribuido con informaciones acerca de Eva. Algunas de ellas no serán presentadas, ni descritas en sus respectivos ambientes ni trascriptos sus testimonios, ya sea porque los mismos se parecen en mucho a los de otros testigos, ya sea porque no tienen un carácter relevante, ya sea por la necesidad de quien redacta este informe de reducir el campo testimonial de testigos de mayor trascendencia. De todas maneras, hay, fuera del círculo más íntimo de la protagonista de este informe, un testigo relevante, ya no de Eva sino de su tía, única hermana de su madre (N. del I: la tía Esther mencionada a comienzos de este informe), que tuvo una importancia fundamental en la vida de Eva. Dicho testigo es un anciano, ingeniero agrónomo para más datos, que se encuentra recluido en un pequeño campo de las Sierras Chicas, en un sitio que por preservar su intimidad (N.del I.: él lo ha pedido expresamente), no se nombrará, y allí vive desde que enviudó, podría decirse, de aquella hermana de la madre de Eva, pues aunque no estaban casados (N. del I.: él era separado de hecho) cohabitó con Esther Freiberg en Israel y fue un conocedor profundo de la misma y del entorno familiar de Eva, de la conflictiva relación entre Eva y su madre, y hasta de alguna manera, podría decirse que de la misma Eva. Esta persona responde que “de ningún modo mi sobrina” puede haber llevado a cabo el hecho sobre el cual se le inquiere” (N. del I.: haberse acostado con el profesor Milovic a cambio de información sobre su primer marido, a la sazón desaparecido sin dejar rastros mientras estaba cumpliendo el servicio militar obligatorio), que desecha de plano esa posibilidad, y remata con un enfático “eso es una calumnia, ella nunca hubiera podido hacer una cosa así”, sin permitirle a este informante, en aquella ocasión, hacer otras preguntas. En una nueva entrevista, unas semanas más tarde, el anciano ingeniero se extendió en detalles sobre la personalidad de la madre de Eva y la relación entre ambas, detalles que podrían resumirse como sigue: Dora Freiberg de Mondino despreciaba a su marido, lo consideraba “carentes de aspiraciones” (expresión textual del testigo), siempre fue celosa de su hermana quien, según manifiesta el mencionado ingeniero, era más dotada en todo sentido, y fue una obcecación contra su marido lo que la llevó a ponerle a su hija ese nombre. Agregó después una información un tanto insólita: sugirió que la promesa que Eva le habría hecho a Milovic a cambio de datos sobre Aldo Banegas no habría sido de carácter sexual, sino de otro diferente (“se trató de una promesa más dura todavía, si es que eso es posible, Esther me contó algo, ahora no recuerdo…”, fueron sus palabras, según consta en el cassette N°12 lado A, que se adjunta) y que le parece que como no cumplió con dicha promesa, se habría visto “envuelta en toda clase de desgracias”, pero aún cuando este informante insiste casi hasta la descortesía para aclarar este punto, el anciano ingeniero se cierra en un halo de misterio, dice que ya ha dicho demasiado y que no hablará más, que estuvo desde el principio dispuesto a colaborar con la investigación, que lo aceptó de buen grado, pero que todo tiene un límite. Finalmente, cabe consignar que este testigo es de vital importancia en otro asunto, pues es el primero de los consultados que deja entrever la posibilidad de que Eva haya perdido por aquel tiempo su embarazo y es, por ende, el primero de los testigos proclives a Eva, cuya información siembre dudas acerca de la paternidad de Aldo Banegas”.
La mujer en cuestión de María Teresa Andruetto es una novela comprometida, narrada con una técnica original. La figura emblemática de Eva Mondino sirve como disparador o pretexto para abordar los años de plomo en nuestro país.
Sobre la autora
María Teresa Andruetto nació en Arroyo Cabral, Córdoba. Entre sus libros para niños y jóvenes, figuran Veladuras, La durmiente, El país de Juan, El incendio, Stefano, El anillo encantado, Huellas en la arena y La mujer vampiro. También es autora de las novelas para adultos Lengua madre, Los manchados y del libro de relatos Cacería.
Sus obras forman parte de los destacados de ALIJA, los recomendados de Fundalectura, y de los Mejores Libros del Banco de Caracas. Además, obtuvo las siguientes distinciones: White Ravens, Mejor Libro Bulletin Jugendliteratur & Medien, Premio Novela del Fondo Nacional de las Artes, Lista de Honor de IBBY, Premio Iberoamericano a la Trayectoria en Literatura Infantil/Juvenil SM. En el año 2012, recibió el Premio Hans Christian Andersen, considerado el “pequeño Nobel de Literatura”.
La mujer en cuestión fue considerada por el prestigioso periódico suizo Neue Zürcher Zeitung una de las mejores novelas sobre la dictadura argentina.
*Por Manuel Allasino para La tinta. Imagen de portada: Carlos Alonso.