Para Cristian Aldana la condena, para ellas la libertad

Para Cristian Aldana la condena, para ellas la libertad
23 julio, 2019 por Redacción La tinta

Eran casi adolescentes cuando se refugiaban de lo que producía dentro de sus casas un país que se derrumbaba en 2001 en la ilusión de la rebeldía del rock. El otro yo era la banda que las hacía sentir parte de un mundo distinto y su ídolo era el líder, Cristian Aldana. Pero en él, encontraron abuso y violencia que sólo pudieron nombrar cuando la marea feminista creció para hacer audibles sus voces. Después de años de litigar, finalmente, llegó la Justicia y también, para ellas, la libertad.

Por Candelaria Dominguez para Página|12

Eran las cuatro de la tarde y en la sala del Tribunal Oral en lo Correccional Nro 25 había ansiedad. La imagen era contrastante: por un lado, Cristian Aldana, cantante de la banda El Otro Yo, acusado de abuso sexual y corrupción de menores, solo y sumido en la negación. Por el otro, decenas de pibas que habían ido a apoyar a las siete denunciantes y se abrazaban a la espera del veredicto del tribunal. Ariell Carolina Luján, denunciante, pide que no le digan “víctima”.

—Para poder atravesar este proceso de más de diez años de denuncia y visibilización, lo más importante fue poder nombrar y renombrarme. Si no tenemos opción de ver nuestras historias de abuso y violencia despegadas del sufrimiento al que fuimos arrojades por el patriarcado, el proceso de romper el silencio y soportar los enormes niveles de revictimización institucional, hubiera sido imposible de sobrellevar- dice, erguida.

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Felicitas Marafioti (foto Jose Nico)

2001. Felicitas Marafioti estaba navegando las salas de chat de la página de su banda favorita, eoy.com, cuando salió corriendo sin aviso del locutorio del barrio. Su ídolo había comenzado a escribirle, a ella, personalmente. Antes, Cristian Aldana había preguntado en el chat general (donde todos los fans se conectaban) “quién era la más puta”. Por privado, Aldana le pidió a la adolescente que lo llamara a las oficinas de Besótico, el sello de la banda.

A Felicitas se le aceleró el pulso, salió del locutorio y encontró un teléfono público. Marcó el teléfono que tenía anotado en un papel.

—Buenas tardes, Besótico Records
—Hola, sí, ¿está Cristian Aldana?
—¿Por qué asunto es?
—Por un asunto personal
—….
—¿Hola? ¿Cristian?
—Hola, sí, ¿cómo estás? Qué voz de nena, ¿cuántos años tenés?

Dijo que tenía 15, pero sólo había cumplido 13. Él tenía 32. “Ah, bueno, venite a mi casa, te paso la dirección”, contestó él.

Aquel día, Felicitas no fue. Recién al año siguiente, se animó, después de conocer en un boliche, @lternativ@, a Charlie Di Palma, una chica de su misma edad que también era fan de la banda y cuya foto sentada en las piernas de Cristian recorría los foros de fans. Charlie le dijo que llevara a sus amigas a la casa de Aldana y así lo hizo.

Ese día, todo era nervios adolescentes. El ídolo estaba frente a ellas. El músico cortó unos fósforos y les hizo elegir uno a cada una para definir en qué orden irían solas con él a su cuarto. Felicitas tenía catorce y ese paso en turnos fue su primera experiencia sexual.

—De esa noche, recuerdo que miraba los discos detrás de la cama. No quería ver qué estaba pasando ahí. Estaba como ida. Él se mostraba encantador. Averiguaba tus debilidades y se aprovechaba de eso. Él reclutaba a través de las otras chicas que lo conocían y se armaba una cadena. La bajada de línea era de Cristian. Cuando una arranca una relación sexual amorosa o lo que sea, aprende formas y maneras de manejarse. Mi primera vez fue esa. Yo creí que eso era así. Él nos decía “no le cuentes a nadie, esto es algo sólo nuestro».

Al día siguiente, Felicitas fue al colegio. Esa vez, obedeció el mandato de silencio, el cuento que Aldana hacía de que nadie entendería su vínculo especial.

La segunda vez que se vieron, las cosas se tornaron peores. Felicitas fue testigo del maltrato físico de Aldana a Charlie.

El Pozo

Eran tiempos de crisis, de ICQ y mujeres expuestas como objetos decorativos en la televisión. Eran tiempos de padres y madres ahogados por la desocupación, la reducción de sueldos, la confiscación de ahorros; un derrumbe que era económico y también de las nociones de futuro. Y de adolescentes que buscaban sus propios caminos, lejos de todo eso. El Otro Yo era una banda que representaba esa rebeldía que quería romper con los mandatos de la generación que peleaba por mantenerse en pie. Miles de pibxs iban a sus recitales, idolatraban al cantante y a su hermana, María Fernanda.

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Charlie Di Palma (foto Jose Nico)

Charlie tenía 14 cuando salió del colegio con el uniforme al estudio de Besótico para conocer al ídolo de su banda favorita. Aldana la había contactado a través del chat general de la página de la banda y le preguntó sin vueltas si era virgen. Le pidió el teléfono y la invitó a ir a los estudios de Besótico.

Si había algo que Aldana repetía, era el método. Se comunicaba con ellas a través del chat de la página web de su banda, primero, Trakatraka y, después, eoy.com. Les decía que no le dijeran a nadie, incluso les indicaba cómo mentirles a sus padres y madres con alguna excusa. Luego, las interrogaba sobre su familia y si habían vivido abusos.

—Yo lo conocí en el año 2001, plena crisis. Mis padres trabajaban todo el día, mi vieja laburaba en dos trabajos y dormía dos horas por día. Fue una época muy dura. Mi papá se las rebuscaba con changas, había una situación de mucho desborde económico donde jamás me faltó nada gracias a ellos, nunca me faltó comida, agua caliente, nada. Aldana se aprovechó de esa situación- cuenta Charlie.

“¿Así que sos muy puta?”, le dijo apenas abrió la puerta de su estudio. Era la segunda vez que Felicitas iba a los estudios de Aldana. Ella, que estaba en el cuarto de al lado, escuchó los gritos de Charlie y se acercó a la puerta. Vio como él abusaba de ella y le pegaba. No supo qué hacer, eran dos niñas solas bajo el dominio de un adulto que para ellas era algo más, un ídolo.

Aldana les pedía a las chicas que llevaran amigas a sus encuentros sexuales, porque ellas eran “copadas” y entendían lo que él quería. Así fue como llegó Ana, a través de Felicitas y Charlie, quienes habían comenzado a tocar juntas en una banda apadrinada por Aldana, Catch Up Girls. Los abusos que vivió Ana comenzaron en el 2002 cuando ella tenía 13 años. Hasta el año 2003, mantuvo contacto con él. Ana, que ya se había empezado a sentir rara e incómoda cada vez que volvía de la casa del cantante, dejó de ir.

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Ariell Carolina Luján (foto Jose Nico)

Se sabía que Aldana tenía novia, que la maltrataba como a ellas y que la había conocido casi de la misma manera: Ariell Carolina Luján. Era el año 2004, ella tenía 14 y lo conoció gracias al sonidista de la banda luego de un recital al que fue con sus compañeros de colegio. Él le firmó un disco y un cuaderno, y le pidió que lo llamara a las diez de la mañana del día siguiente. A partir de ahí, las conversaciones telefónicas se dieron cada vez más seguido. Él le preguntaba por su familia, sus padres y también si había sido abusada. Se veían a escondidas y le indicaba qué excusa decirle a su madre. Luego de una tragedia familiar de Ariell, Aldana la invitó a vivir con él. Ella tenía 17 años, él más de 30. Desde los 13 hasta los 19 años, Ariell sufrió situaciones de abuso sexual y violencia física y psicológica. De Ariell, se dijeron muchas cosas: que ella era su pareja, que se querían, que ella es una despechada. La hostigaron por ser la primera denunciante de Aldana.

Guadalupe conoció a Aldana a través de Ariell. Eran tiempos de pasar los fines de semana en la galería Bond Street, después a la plaza Pizzurno y encontrarse con otrxs fanáticos de la banda. Ella veía a Ariell en los recitales y sabía que era la novia de Aldana. Ariell hizo las presentaciones y él le pidió su mail. “Aldana me empezó a hablar y me hacía preguntas muy personales. Me preguntó si había sufrido algún abuso y le dije que sí. Me pidió que le contara y me negué. Ahora pienso que lo que a él le interesaba es que una estuviera rota”, dice Guadalupe. El contacto duró un año.

La salida

Cada una se alejó de Aldana en momentos diferentes, pero a todas les pesaba esa sensación de horror en el cuerpo. Si bien ellas intentaron olvidar esos años y seguir adelante con su vida, les resultó imposible. Como heridas mal cicatrizadas, los recuerdos se abrían como enfermedades, adicciones, trastornos.

Ariell siguió viviendo todo tipo de abusos y vejaciones en el departamento de Aldana. En 2008, dejaron de convivir y ella volvió a la escuela nocturna para terminar la secundaria. En 2011, radicó su denuncia por violencia de género en la Comisaría de la Mujer de Morón.

Felicitas entró en rehabilitación y comenzó terapia, trató de poner en palabras aquello que había vivido. Ana había intentado seguir adelante con su vida, empezar una carrera.

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Ana (foto Jose Nico)

—No entendía que eso era abuso. Yo sentía que era algo que no estaba bueno, pero sentía que la culpa era mía. Me castigue a mí misma años posteriores. A los 18 años, empecé a tener una crisis fuerte, empecé a tener problemas de alimentación. Mis papás me llevaron a la psicóloga. Yo no quería ir para no contarle esto porque tenía miedo de que me fuera a juzgar. Tenía miedo de hacer sentir mal a mis padres. Hasta que un día, salió el tema. Ahí fue la primera vez que alguien me dijo que no había sido mi culpa. Hablar me sacó peso- cuenta Ana.

Ella empezó a ver que no había nada en las redes sociales, ninguna denuncia de los abusos de Aldana. Él no sólo seguía tocando en escenarios, sino también había armado con otros músicos la Unión de Músicos Independientes, transitaba un activismo político y seguía en contacto con miles de jóvenes. “Pensaba en las chicas de ahora, que él podía estar haciendo lo mismo que hizo con nosotras. Después de hablar con mis papás y su apoyo incondicional, denuncié”, cuenta Ana.

A fines de 2015, Charlie retomó el contacto con Ana, quien le contó de una chica que había ido a un recital de El Otro Yo en San Martín de los Andes y había escrachado a Aldana con una pancarta que decía “Aldana abusador de menores. Las mujeres no nos callamos más”. Era Ariell Carolina, que, en aquel entonces, vivía en el sur y estaba cansada de ver sus denuncias archivadas.

Al poco tiempo, Charlie comenzó terapia. “En la primera sesión, ella me empezó a preguntar por mi vida de aquel entonces y le conté sobre lo que viví, pero como a la defensiva, sentía mucha vergüenza de lo que contaba. Nunca lo había hablado con ninguna terapeuta. Después de mucho tiempo, me contó que, al final de esa primera sesión, se fue a vomitar al baño. Ahí empezó todo el camino. Ella declaró en el juicio”, dice.

Comenzaban los tiempos de Ni Una Menos, las calles conquistadas por cientos de miles de mujeres que reclamaban múltiples reivindicaciones. Mujeres que habían callado sus abusos durante años comenzaban a denunciar violencias históricamente silenciadas.

El 15 de abril de 2016, Mailén Frías denunció al cantante de la banda La Ola que Quería Ser Chau, Miguel del Pópolo, por violación a través de un video que se viralizó en las redes sociales y, con esa denuncia, destaparía una olla. Desde aquel entonces, varias bandas fueron señaladas: Salta la Banca, Pez, Cielo Razzo, Onda Vaga y Los Espíritus. El Otro Yo iba a tocar con la banda de Del Pópolo ese fin de semana y Aldana no quería verse salpicado por el escándalo. Desesperado por el blog Yanonoscallamosmas, creado por dos denunciantes y lleno de fuertes testimonios, que había comenzado a viralizarse a la par del video de Mailén, llamó a Charlie (Carla).

—“¿Hola, Carla, cómo estás? ¿Tenés un segundo?”, me dijo. A mí me dio un escalofrío en el cuerpo que no pude explicar. Estaba desesperado. Ahí me dijo “Che, viste que hay una chica que denunció a del Pópolo y yo nada que ver, vos me conocés, yo no tengo nada que ver, me quieren cagar la vida” y yo empecé a temblar. “Quiero juntarme con vos y quiero saber quién mierda hizo ese blog”, me dijo. Ahí le dije “Mirá, te lo voy a decir, vos te la mandaste. Hacete cargo, nos cagaste la vida a un montón de gente. ¿Sabés las veces que pensé en denunciarte?”. Fue un acto de liberación decirle eso, pero empecé a temblar peor que antes.

#YANONOSCALLAMOSMÁS

Ahí, Charlie pensó: “Felicitas”. Después de seis años de no hablarse, de ver su vínculo atravesado por las manipulaciones de Aldana, pudieron encontrarse y tratar de asumir su historia. Era domingo, dos días después de la publicación del video de Mailén. Estuvieron un par de días averiguando dónde denunciar y consiguieron el contacto de UFEM (Unidad Fiscal de la Mujer). “UFEM empezó a tomar dimensión de que el tema era groso. Nuestra denuncia se postergó una semana y, en esa semana, Ariell denunció en ATAJO (Agencia Territorial de Acceso a la Justicia). Nos dio mucha bronca cómo la tomaron de punto a Ariell y cómo la hostigaron”, recuerda Charlie.

—Este proceso nació de una unión entre las denunciantes que se pusieron de acuerdo entre ellas, rompieron el silencio. Hace un par de años, no era lo mismo que ahora en términos de visibilización y legitimación del movimiento de mujeres. Ellas lo hicieron en un momento en que era difícil denunciar. Siempre el mensaje que transmite la Justicia es que las mujeres son revictimizadas y ellas lo desafiaron. Es una gran conquista de este caso- dice Mariela Labozzeta, titular de UFEM.

A la denuncia de Charlie, Felicitas y Ariell, se sumó la de Ana, Guadalupe y dos denunciantes más. Guadalupe tuvo que contarle a su madre todo lo que había vivido en su adolescencia luego de hacer la denuncia. Fue muy duro para ella ver cómo su mamá se culpaba y, además, escuchar los comentarios despectivos de otras personas. “Los medios todo el tiempo te revictimizan antes del juicio o de una condena, cuestionan si te pasó o no. Yo veía debates donde panelistas decían ‘bueno, pero las pendejas fueron a la casa’”, dice, con la mirada triste.

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Guadalupe Carballeira (foto Jose Nico)

Al mes de la publicación del video de Mailén Frías, se organizó una marcha para exigir “Basta de abusadores en el rock” en el Obelisco. Aldana apareció cantando y tocando la guitarra, disfrazado de monja para provocar. Entonces, Felicitas y Charlie decidieron hacer pública su denuncia -en aquel entonces, la única cara visible de las denuncias era Ariell Carolina- y salieron las tres en un video producido por Matria, la agrupación del partido Patria Grande. El video contenía testimonios muy fuertes de lo que habían vivido las tres.

Acusado y condenado

En diciembre de ese año, el músico cayó en prisión preventiva en el penal de Marcos Paz. El juicio comenzó el 22 de mayo del año pasado, duró más de 400 días y tuvo 102 testigos. El proceso fue revictimizante. Diego Boris, director de INAMU (Instituto Nacional de la Música) y amigo de Aldana, le hizo una denuncia penal y civil a Ariell Carolina por calumnias e injurias, ya que lo nombró en su testimonio. La denuncia se mantiene y pretende embargarla por 200.000 pesos. También el abogado de Aldana, Rodolfo Patiño, ejerció su cuota de violencia. “Me preguntaba por el abuso que sufrí antes de Aldana, hacía preguntas muy íntimas y dolorosas. Quería hacernos quedar como mentirosas”, recuerda Guadalupe. Patiño fue multado dos veces y el Tribunal le asignó un veedor para vigilarlo. Luego, dejó de ir. El siguiente abogado del acusado fue Nicolás Grasso, quien renunció hace tres meses. El Tribunal le asignó a Aldana a los defensores Fernando Robbio y Cecilia Durand. En diciembre del año pasado, el Tribunal Oral en lo Correcional nro 25 le renovó la prisión preventiva por un año más.

Durante el juicio, Aldana hacía todas las maniobras dilatorias posibles. Se tiraba al piso, lloraba y vociferaba que el juicio era un armado político, una conspiración. Luego, cambiaba de guión y decía que todo era un armado de Ariell Carolina por estar “despechada”. En su primera declaración indagatoria, Aldana había dicho que las mujeres “evolucionaron” y despotricó contra las mujeres militantes, diciendo que eran un peligro. También negó desconocer a las denunciantes, salvo por Ariell Carolina. Pero, en la segunda declaración, admitió conocer a las chicas y dijo que había tenido vínculos “amorosos y consentidos” con ellas.

“Todas mentiras. Primero, dijo que no las conocía, ahora, dice que las conoce, pero que no las abusó”, dijo Gabriela Conder, abogada de Ariell Carolina.

El fiscal Guillermo Pérez La Fuente mencionó en su alegato los vaivenes en las declaraciones de Aldana y los resultados de sus pericias psicológicas realizadas por el Cuerpo Médico Forense: “Se trata de una personalidad con rasgos antisociales y de emergencia psicopática, que conserva su principio de realidad y se adapta mediante mecanismos de ocultamiento, donde subyace narcisimo y negación de su necesidad de contacto”. Pérez La Fuente pidió 35 años de prisión por abuso sexual gravemente ultrajante y corrupción de menores.

Sebastián Da Vita, abogado de tres de las denunciantes, pidió 40 años. Gabriela Conder pidió 20 años sin atenuantes porque entendía que “Aldana era consciente de lo que hacía y sabía las consecuencias que podía haber”. “Sólo quiero que esto termine”, decía Felicitas cuando salía de escuchar los alegatos. En los últimos dos meses, ella pidió permiso en el trabajo para poder estar presente. Otras faltaron a la facultad y Ariell tenía que viajar constantemente desde La Plata hasta el Tribunal.

El día del veredicto, Aldana dijo que él era un trofeo de guerra de la UFEM, la Unidad Fiscal Especializada que acompañó al fiscal del caso. “La intención es usarme, buscan un trofeo porque soy un músico del rock independiente con una clara solidaridad política con la música”, dijo. Luego, se comparó con un preso político de la dictadura, dijo que dormía en condiciones inhumanas e insultó al Tribunal. Mencionó que denunció penalmente a su abogada, Cecilia Durand, por prevaricato, mientras sostenía un cartel que decía “Sin defensa no hay juicio”. Para terminar, agradeció, leyó un pasaje de la Biblia y pidió no presenciar el veredicto.

A las cuatro de la tarde del día del veredicto, Felicitas y Charlie se sostenían la mano mientras Ariell cerraba los ojos a la espera de la decisión del tribunal. Todas las denunciantes y testigos esperaron. Estaban las representantes de DOVIC y UFEM, que habían apoyado a les denunciantes desde el comienzo. “Condenar a Humberto Cristian Aldana por mayoría a la pena de 22 años de prisión en orden del delito de corrupción de menores reiterado en cuatro oportunidades. Disidencia, la doctora Dieta de Herrero considera que debe condenarse al imputado a la pena de 35 años de prisión…”, leía el juez Rodolfo Goerner, presidente de la sala, y lo interrumpieron los gritos y aplausos de una sala repleta. “El juicio ha terminado”, dijo y comenzaron los saltos y cantos alrededor de las denunciantes, que se fundieron en un abrazo grupal triunfante. “Esto, para mí, es libertad”, dijo Felicitas, a la salida del tribunal. Desde hace varias semanas, ella volvió a tocar música con su banda, Felicitas y Ascendentes. Charlie es docente y estudia Letras en la Universidad Nacional de Hurlingham. Ariell es escritora, activista lesbiana y está estudiando periodismo en la Universidad Nacional de La Plata. Ana pudo dejar esos años atrás, estudió diseño de interiores y tiene un hijo pequeño. Guadalupe tiene un emprendimiento de comida vegana, Broccoli, con su pareja y está embarazada de cuatro meses.

“No somos sobrevivientes, somos denunciantes. Hace un año atrás, no sabía si había sobrevivido esto y ahora sí”, dice Charlie, sonriendo con lágrimas de emoción.

*Por Candelaria Domínguez para Página|12.

Palabras claves: abuso sexual, Cristian Aldana, El otro yo

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