Patricia y los valores patriarcales

Patricia y los valores patriarcales
22 julio, 2019 por Redacción La tinta

Patricia no para de sorprendernos. En estos últimos años, fueron tantas las novedades en materia represiva que ya nos ejercitamos, antes de entrar en estado de shock, en el arte de procesar información que parece inverosímil. Patricia es la cara de la profundización de las medidas represivas, que, esta vez, toma la forma de adoctrinamiento de jóvenes con los valores más rancios de la sociedad patriarcal.

Por Redacción La tinta

El 16 de julio, a partir de la Resolución N° 598/2019, el Ministerio de Seguridad de la Nación creó el Servicio Cívico Voluntario en Valores para jóvenes de 16 a 20 años, que pretende brindar “oportunidades de formación en valores democráticos y republicanos”. Gendarmería Nacional es la encargada de llevar adelante la propuesta, una fuerza de seguridad, de naturaleza militar, que cumple funciones en la Seguridad Interna del país y la Defensa Nacional, para disuadir y responder amenazas, crisis, contingencias e incidentes en el marco de la Seguridad Interna. Qué coherente es Patricia. Sí, la gendarmería es la encargada de esta tarea para que les pibes, según la ministra, “puedan tener bien adentrado el sistema de responsabilidad, de valores, de disciplina”. ¿La creación de este servicio es un tema de seguridad interna? ¿Esta medida considera a les jóvenes en situación de vulnerabilidad un problema de defensa nacional?

En un contexto donde, desde diversos sectores, se exige perspectiva de género a les funcionaries públicos, que la Gendarmería Nacional esté a cargo de esta tarea resulta alarmante. Se trata de una fuerza con agentes condenados por abusar sexualmente de subordinadas, con denuncias del Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) por discriminación a parejas de mujeres de la fuerza, reiteradamente denunciada por arrasar a comunidades mapuche en allanamientos vejatorios, abriendo fuego, golpeando hasta les niñes y destruyendo las casas de las comuneras.

Una fuerza “de seguridad” denunciada por ejercer tortura y abusos contra personas gays y trans en cárceles, que azota a diario las villas y barrios populares liberando zonas para que el crimen organizado se despliegue, y el estado de derecho desaparezca dando lugar a la plena voluntad de la fuerza. Estos hechos, lejos de ser anecdóticos, responden a una forma de operar de la fuerza, como brazo del Estado, motorizada por la moral militar, netamente patriarcal.

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La ruptura del lazo social

“Nosotras partimos de la comunidad como principio incluyente que cuida la vida”, escribe Julieta Paredes en su libro Hilando Fino desde el feminismo comunitario. El actual contexto exige cambios radicales y la (re)creación de lazos comunales se vuelve imprescindible. Las organizaciones y movimientos sociales, colectivos culturales y espacios recreativos inventan, con mucho esfuerzo y con escaso aporte estatal, momentos de encuentro y cuidado para les pibes, para contener, acompañar y generar espacios amorosos en medio de una sociedad que les expulsa.

En paralelo, el plan del gobierno nacional es la creación de este Servicio, anunciado con una liviandad asombrosa, tildando el desacuerdo como exagerado y prejuicioso. Festejemos, entonces, (ironía mediante) esta medida que pone el centro del estigma en les pibes, una vez más, donde se culpabiliza a un grupo social (etáreo, pero también de clase) del malestar de toda la sociedad. Tanto las instituciones como las organizaciones que trabajan en sectores populares del país, entienden la importancia de generar lazos de solidaridad comunales. Ante políticas de abandono o ataque sobre las barriadas más pobres, romper con la pedagogía de la crueldad es tarea urgente.


Pretender que una fuerza de seguridad forme a jóvenes en cuestionados valores cívicos contribuye a profundizar eso de que “el hombre es el lobo del hombre”, extendiendo la vecinocracia, un control de vecines sobre vecines, donde se señala estigmatizando la diferencia. Rita Segato lo sintetizaba en una de sus presentaciones: “En esta fase extrema y apocalíptica en la cual rapiñar, desplazar, desarraigar, esclavizar y explotar al máximo son el camino de la acumulación (…), es crucialmente instrumental reducir la empatía humana y entrenar a las personas para que consigan ejecutar, tolerar y convivir con actos de crueldad cotidianos”.


Así, el Servicio Cívico Voluntario en Valores es una apuesta cultural imprescindible para la formación ciudadana en el desarrollo de la guerra actual. Tanto hemos aprendido las mujeres y disidencias de esto en la guerra que se libra contra nuestros cuerpos donde el femicida mata, el pariente amenaza, el Estado abandona, la sociedad culpabiliza y el sistema sigue intacto. Una guerra donde no sabemos de dónde puede venir la bala, el golpe, el estigma; pibes asesinades por ser jóvenes y pobres, donde la policía es sólo una posibilidad, porque también está ese vecine linchando a modelos de sospechoses.

Estas medidas ponen a les pibes en el centro de la compleja problemática de seguridad, en un perverso juego donde se les culpabiliza por no tener trabajo o estudios, y, entonces, son el origen de todos los males que preocupan a una sociedad enferma de terror. Se señala como origen del problema lo que, en realidad, son las consecuencias del actual sistema de muerte. Les pibes, sobrevivientes de un modelo de exclusión y pobreza estructural, manejado por narcoestados, en el que la inseguridad es un negocio millonario, se convierten en el otro a destruir, transformar, señalar. El miedo, eficaz herramienta contra la empatía, sirve de reaseguro de este tipo de medidas que no buscan reforzar con presupuesto y recursos al Sistema de Protección Integral de niñes y adolescentes, sino que aumenta el presupuesto para el Ministerio de Seguridad.

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Qué educación para les pibes

“Queremos que los pibes sean libres no obedientes”, decía una docente defendiendo la prohibición del servicio militar obligatorio. Libertad, un concepto tan lejano en nuestras sociedades de control cada vez más sofisticadas. Los dichos no tan felices de la ministra, como que el Servicio Cívico Voluntario en Valores busca dar respuestas para «casi un millón de jóvenes a los que la educación no pudo darles respuestas» o “Gendarmería es la institución más valorada del país, mucho más que la educación pública», cachetea las caras cansadas de les docentes. Les encargades de dictar los contenidos es la propia gendarmería, no les docentes preparades para la tarea de enseñar a jóvenes.

En este sentido, la Red de Investigadores en Juventudes de la Argentina (ReNIJA) expresó su rechazo en un comunicado, explicando que “la formación de jóvenes de parte de las fuerzas de seguridad contradice el enfoque de derechos al que nuestro país adhiere y la legislación que todo gobierno está obligado a seguir”, la medida “arbitraria y autoritaria” viola la Ley de protección integral de derechos de niñas, niños y adolescentes, “cuyo cumplimiento debe estar a cargo de organismos especializados en infancias y juventudes, responsables de garantizar oportunidades e inclusión social, no del Ministerio de Seguridad”.

Por su parte, la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) comunicó: “En lugar de otorgar esta función a la Gendarmería, el gobierno debería subsanar los daños causados a la Educación Pública por el brutal ajuste que se produjo en los presupuestos educativos desde 2016 hasta la fecha”, viéndose fuertemente reflejado en la reducción de la formación docente, cierre de programas socioeducativos, disminución de becas y partidas a comedores escolares, pérdida de valor adquisitivo de los salarios. En un rubro donde más de la mitad de las trabajadoras son mujeres, el ajuste en educación, y las medidas que se siguen tomando al respecto, profundiza la precariedad de este sector, contribuyendo a la feminización de la pobreza.

Por otro lado, desde 2016, les trabajadores de los programas socioeducativos denunciaron el recorte de sus fuentes laborales y de los espacios que promovían el encuentro entre les pibes, y de la institución con elles, con otra lógica, distinta a la del aula tradicional, con talleres educativos vinculados a lo cultural y recreativo. Si la mirada que prima es la de la inclusión, como se afana en insistir desde el Ministerio de Educación, es un paradigma vacío por las políticas implementadas. Los programas socioeducativos desplegados en las gestiones anteriores, sin ser la panacea y sostenidos por trabajadores precarizados, fueron espacios más cercanos a los intereses y preocupaciones juveniles, centrados en el acompañamiento y sostén de sus trayectorias, en el apoyo y el cuidado. Se ensayaron proyectos que dialogaron con pedagogías usualmente desarrolladas en espacios no formales, avanzando, en muchos casos, en prácticas que rechazaban el formato disciplinador masculinizado de los espacios educativos tradicionales, ligados a la vigilancia, la verticalidad, el disciplinamiento de los cuerpos, la heteronorma, la sanción y la uniformidad.

La moral militar

A partir del anuncio, hay quienes aseguran que el Servicio Cívico Voluntario es una medida de cara a las elecciones y las encuestas. Sin embargo, es posible comprenderla también como una forma de seguir moldeando una sociedad donde, por un lado, nos estrangulan las medidas que profundizan el escenario de ajuste, seguimos sumidas en la pobreza y, además, se despliegan estrategias de ruptura del tejido social y fortalecimiento del sistema patriarcal. En medio de la ola feminista, de la visibilización de las opresiones sobre los cuerpos femenizados y disidentes, se quiere adoctrinar con la moral militar, reconstruyendo los cimientos de una sociedad patriarcal, reforzando los mandatos de la masculinidad hegemónica, basados en el uso de la fuerza y la agresión para ejercer el poder y control en todos los ámbitos de la vida, en la represión, la vigilancia y la persecución a lo diferente.

Mientras el ajuste de este modelo social y económico de saqueo nos estrangula y asesina, para los y las pibas se crean espacios de disciplinamiento, se les criminaliza y se prometen soluciones ilusorias y regresivas, alimento balanceado del sentido común gorrero, machista y vigilante, imprescindible para que el modelo funcione.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

*Por Redacción La tinta.

Palabras claves: Gendarmería, Patricia Bullrich

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