La rabia de todxs
Luego del fallo lesbodiante que condenó a Mariana Gómez a un año de prisión en suspenso, hagamos estallar la furia. A Mariana la juzgaron y condenaron por besarse con su esposa en la estación Constitución. Sí, un beso en el espacio público. Sí, a su esposa. En el día Internacional del Orgullo Gay, a 50 años de Stonewall, la policía y la Justicia demostraron su odio. Y nosotrxs, como respuesta y tomando como ejemplo aquel hito histórico, nos mostramos. Mostramos amor. Somos mujeres, trans, trabajadorxs sexuales, pibxs. Hoy, todxs somos Mariana. Somos todxs lesbianas y, al clóset, no volvemos más.
Por Redacción La tinta
En octubre de 2017, Mariana Goméz y su esposa, Rocío Guirat, estaban en la Estación Constitución, besándose. Mariana prendió un pucho y dos policías se les acercaron. Otras personas también fumaban, pero sólo se dirigieron, violentamente, hacia ellas. El cigarrillo no fue nunca el problema. La saña con la que intentaron llevarse a Mariana por una falta tan leve como esa demuestra que lo que molesta son los besos. Lo que molesta es el amor. El amor que no cabe en este sistema patriarcal.
El caso
El 29 de diciembre pasado, la jueza María Fontoba de Pombo decidió el procesamiento y embargo de Mariana por considerarla “autora penalmente responsable del delito de resistencia a la autoridad y lesiones graves”. Durante el juicio, se expusieron argumentos flacos para probar la resistencia a la autoridad. Uno de los policías manifestó que su accionar estuvo guiado por la ley nacional antitabaco. Frente a ese planteo, el abogado de Mariana señaló que “de acuerdo a lo establecido en la ley de Control del Tabaco n°1799 –que rige en espacios de la Ciudad de Buenos Aires, como es el domo de la estación Constitución–, la fuerza pública puede intervenir sólo para pedirle al fumador que apague el cigarrillo o que se retire del lugar”.
Cuando Mariana apagó el cigarrillo y quiso irse, los policías intentaron agarrarla y ahí comenzó la situación a la que mal catalogaron como “resistencia a la autoridad”. En el forcejeo, Mariana cayó al piso (con lesiones comprobables por una pericia) e intentó agarrarse de la policía mujer que sufrió una lesión, no intencionada. Además, hay filmaciones que muestran “a Mariana desvanecida y siendo arrastrada” por los policías, y que muestran que “no se percibe existencia de cartelería en los molinetes” que indique la prohibición de fumar en ese espacio antes de ingresar al subte.
Que una contravención tan leve llegue a un juicio de tal envergadura, hasta el punto de que la fiscal pida 2 años de condena, sólo muestra que el sistema judicial es una herramienta más del patriarcado para aleccionar a lxs cuerpos disidentes.
Luego de que se lean los fundamentos del fallo, el abogado de Mariana apelará la sentencia. Pero va a ser la fuerza y resistencia que mostremos en las calles la que determine el resultado final. A la jueza no le gustó el ruido que había cuando intentaron hacer la audiencia y, del martes 25, pasó la lectura de sentencia al viernes 28. Justamente, el Día del Internacional del Orgullo LGBT. Ese ruido que afuera reclamaba “todo beso es político” fue el detonante para otra reacción “aleccionadora”: poner la sentencia en una fecha clave para el movimiento disidente.
Somos la rabia que explota
Una ley que garantice la unión civil no es arma suficiente para sobrevivir en un mundo heteronormado en el que reina el odio a lo que se anima a salirse de la “norma”. Destruir el sistema implica pensar(se) fuera de este en todas las formas. En este sentido, el planteo de Monique Wittig (escritora francesa y teórica feminista que hizo aportes fundamentales al “lesbofeminismo”) es muy potente: “Las lesbianas no son mujeres”, porque se sitúan fuera del sistema binario de género. Moverse es un desafío y, más aún, ser vista.
El primer número de la revista del “Frente de Liberación Homosexual” en 1973 responde a la pregunta ¿Qué es una lesbiana? con la frase “Es la rabia de todas las mujeres condensadas hasta el punto de la explosión”. Somos todxs lxs que explotamos de furia al escuchar la sentencia de Mariana. Al ver la cara de sarcasmo de la jueza y la fiscal. Al escuchar y sentir esa forma de control sobre lo que podemos o no ser, sentir, y hacer.
El beso como consigna política pone en evidencia una construcción disciplinante de la pareja y del amor en nuestra sociedad: incluso con la ley de matrimonio igualitario, se sigue pensando que es una decisión “personal” y que debe ejercerse en el ámbito “privado”. No hay que ver besos disidentes en el espacio público, eso va al clóset.
Por eso, las primeras reacciones llevaron a una oleada de besos en todo el país. Las calles y las plazas mostraron eso que se quiere ocultar. Como en Stonewall, la visibilidad es la respuesta política frente a estas embestidas. Esta semana, nos proponemos que todo aquello que se intenta ocultar salga a la luz. Visibilicemos poesía. Visibilicemos amor. Visibilicemos derechos. Visibilicemos historia. Visibilicemos lucha. ¡Y que explote todo lo que tenga que explotar!
*Por Redacción La tinta.