Crónicas de la resistencia mapuche: entrevista a Adrián Moyano
La lucha mapuche en Argentina se expande, a pesar de la profundización de la represión y de la ofensiva judicial. Las entidades críticas de la sociedad están reaccionando a un genocidio que continúa desde hace 140 años.
Por Jessica Mazzotti para Zur
Estoy en Buenos Aires con Adrián Moyano, periodista, escritor y activista que reside en Bariloche y se aboca a la lucha del pueblo mapuche. Es autor de Komütuam, descolonizar la historia mapuche en Patagonia (Alum Mapu Ediciones, 2013), Crónicas de la resistencia mapuche (Editorial Caleuche; primera edición, 2007; cuarta reimpresión, 2014) y A ruego de mi superior cacique Antonio Modesto INAKAYAL (Fondo Editorial Rionegrino, 2017). Ha colaborado en múltiples volúmenes colectivos; entre ellos, en La voz de los lonkos. Reportajes del periódico Azkintuwe (Editorial Catalonia, Santiago, 2013), con «La lucha de Paichil Antriao» y «Sonidos de resistencia», y en Historia de la crueldad. Julio A. Roca y el genocidio de los pueblos originarios (Ediciones El Tugurio, Buenos Aires, 2010), con «Las preguntas que lancea Guayama».
—Empiezo preguntándote sobre el último evento en el que participaste, el 11 de abril, en el cuadro del Ciclo de Cine Indígena organizado por el Centro Cultural IMPA la Fábrica, en Capital Federal. Estamos en el año del aniversario de los 140 años de la llamada “Campaña del Desierto”, ¿verdad?
—Sí, este año se cumplen 140 años del comienzo de la Campaña del Desierto. La Campaña del Desierto fue un proceso que se prolongó en el tiempo durante una década y que tuvo un contenido básicamente genocida. Durante la Campaña del Desierto se pusieron en práctica metodologías que se pueden reconocer fácilmente durante la última dictadura militar, por ejemplo, desapariciones, tortura de gente que ya estaba detenida, auténticas marchas de la muerte, campos de concentración, apropiación de niños y niñas mapuches y de otros pueblos. La diferencia con una dictadura es que el genocidio que se cometió en la Campaña del Desierto nunca terminó, nunca se sentaron sus perpetradores en el banquillo de los acusados, nunca respondieron a la demanda de la justicia; al contrario, el estado argentino todavía homenajea a los responsables de la Campaña del Desierto con grandes monumentos, con los nombres de las calles, con nombres de escuelas. Ese homenaje aún está vivo porque todavía el estado argentino no ha reconocido que está fundado sobre el genocidio y, como no está reconocido, no se puede reparar. Este año, por un lado, con la organización de la que soy parte y, por otro lado, con mi trabajo de escritor, periodista y activista tratamos de poner de relieve este hecho: que hace 140 años se inauguró una relación de dominación colonial por parte del estado argentino y también por parte del estado chileno (con dos años de diferencia) del pueblo mapuche, situación de dominación colonial que todavía continúa.
—¿Cómo se llama la organización que nombraste, de la cual eres parte?
—Yo formo parte del Espacio Articulación Mapuche y Construcción Política. Es un organización mapuche que funciona en Bariloche desde 2010, una organización que se considera a sí misma una entidad de base del pueblo mapuche pero acepta la participación de gente no mapuche en sus filas, aunque su propuesta es intercultural, en el sentido de concebir a la interculturalidad como herramienta de descolonización. En 2015 logramos que el municipio de Bariloche se reconozca la intercultural a través de una ordenanza, que sería la ley de la ciudad, pero después de un periodo donde algo se pudo avanzar, sobre todo con el anterior gobierno, en la actualidad esta norma está en letra muerta.
—Al menos, en teoría, está…
—Sí, está y nos permite plantear la discusión, cuestionar el origen de Bariloche. Bariloche todavía es una ciudad que se concibe a sí misma como fundada por inmigrantes suizos, alemanes (el concepto de suiza-argentina)… y nosotros estamos poniendo de relieve que Bariloche está asentada en territorio mapuche ancestral. Tratamos de poner de relieve esta situación no solamente hacia el interior del pueblo mapuche sino hacia los sectores argentinos que puedan ser solidarios con las demandas de los pueblos indígenas. Años atrás hicimos encuentros, participamos en movilizaciones, propulsamos movilizaciones. El último evento fue la manifestación del 25 de mayo, cuando se cumple la llegada del ejército argentino a Choele Choel: es el episodio del billete de 100 pesos donde está la tropa, la bandera y el presidente Roca. Ese día organizamos una movilización con intervenciones artísticas por el centro de Bariloche, que en cada calle que homenajea el genocidio. Nuestro trabajo es bastante político.
—Me parece que no están solos, ya que les invitaron a esta charla en Buenos Aires en la que estaban involucradas diferentes realidades.
—Lo que está pasando en los últimos años a partir de la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado y el asesinato de Rafael Nahuel es esto: si bien hay una profundización de la represión por parte de los sectores hegemónicos de este gobierno, también es verdad que hay una proporción importante de la sociedad argentina que no digiere sin reflexionar lo que dicen los medios de comunicación y tiende a cuestionar lo que dice el gobierno, lo que dicen los medios colaborativos y hegemónicos, hay mucho interés sobre todo en el ámbito de la radio comunitaria y de los medios alternativos y populares. El episodio que mencionas vos tiene a ver con este interés. En el centro cultural de IMPA hay bastantes integrantes, me imagino yo, de origen quechua, de origen aymara, sensibles a esta problemática y con grado de apertura; y no son los únicos en Buenos Aires.
Yo formo parte de la Red de Investigadorxs en Genocidio y Política Indígena que existe hace 13 años y, si bien hay algunos desde el interior del país, la mayoría de los investigadores están acá: docentes e investigadores de la UBA, del CONICET, gente no indígena que trabaja desde aquí. Es novedoso que acá en Buenos Aires se preste atención a estas demandas y también es novedoso que se sostenga una ofensiva contra el pueblo mapuche durante tanto tiempo desde Buenos Aires. A nivel regional no es tan novedoso porque en las provincias de población mapuche como Neuquén, Río Negro, Chubut esto existe desde siempre pero ahora es bueno que tuve alcance nacional y que el tema mapuche estuviera en el centro de la agenda política nacional. Es bueno que la gente hable de la cuestión mapuche, aunque no lo haga de la mejor manera: a nivel de sentido común opera muy fuerte el estigma de la extranjería, la idea que los mapuche vinieron de Chile y que los mapuche se portaron mal con los Tehuelche (que no tiene ningún sustento histórico), etc., pero siempre que se abre alguna puerta para rebatirlo está bueno.
—Y de novedoso me parece también la noticia recién, de la mitad de marzo, que llega del tribunal de Esquel donde una jueza ha declarado un fallo de absolución. Me refiero al conflicto con Benetton: la justicia de Argentina absolvió a seis integrantes de la comunidad mapuche Pu Lof en Resistencia Cushamen, en la provincia de Chubut. Estos eran acusados de ocupar territorios del magnate italiano Luciano Benetton.
—Seguro que es una buena noticia la absolución por falta de mérito de todos los involucrados en este episodio y también la absolución de otro seis integrantes de la comunidad Campo Maripe en Neuquén, donde el estado neuquino acusa quién tiene la desgracia de que su espacio territorial esté en Vaca Muerta, una cuenca de hidrocarburos no convencionales en Argentina. Ahí hay otro ejemplo de criminalización de la protesta. Hay muchas situaciones judiciales adversos al pueblo mapuche, por ejemplo contra la comunidad Paichil Antriao en Villa la Angostura y ni que hablar del otro lado de la cordillera. Si bien esto episodios, la ofensiva judicial contra el pueblo mapuche es demasiado grande en los últimos tiempos y tienen a ver con el disputarle a la comunidad el derecho a estar en el espacio territorial que ocupan desde el principio del siglo XX. Es muy importante fijar un antecedente ahí donde el poder judicial neuquino, tradicionalmente, es adversario del pueblo mapuche.
Benetton actualiza en un punto el despojo que sufrió el pueblo mapuche durante la Campaña del Desierto.
—Bueno, visto que yo soy italiana y que la Benetton por mala suerte es italiana te pregunto: si hay que pasar un mensaje a Italia y a los italianos, un mensaje por supuesto simbólico y retórico, ¿qué podemos decir?
—En general, lo que yo tendría para decir tiene que ver con el comportamiento de todas o buena parte de las transnacionales europeas, estadounidenses y canadienses en el territorio mapuche. Estas tienen por costumbre de llevarse por adelante los derechos territoriales de las comunidades tanto en Chile como en Argentina. Yo no conozco en profundidad el tema del litio pero tengo entendido que está pasando exactamente lo mismo en el norte de Argentina y en el norte de Chile donde hay salares y materia prima de litio y las grandes compañías aliadas, con el gobierno, están pisoteando los derechos territoriales de los pueblos. Benetton actualiza en un punto el despojo que sufrió el pueblo mapuche durante la Campaña del Desierto. De hecho, el título de propiedad que compró la transnacional en la década de los 90 data de 1888, cuando todavía estaba perpetrándose el genocidio del pueblo mapuche. En aquel momento el estado argentino, que se apropió del territorio mapuche, se dejó financiar por capitales ingleses: los primeros propietarios de tierra del sur de argentina fueron capitales británicos que lo comercializaron a la corporación trevisana en 1996 en un proceso de extranjerización de la tierra en Argentina.
Lo que tiene que entender el compañero y la compañera italiana es que ese es territorio mapuche. También tiene que saber el compañero y la compañera italiana que en estas grandes extensiones de tierra que tiene la corporación Benetton en la actualidad hay un hecho de corrupción: la legislación argentina de aquel momento reconocía a los capitales que llegaban después de la Campaña del Desierto «equis» cantidad de hectáreas y hubo una investigación parlamentaria en el Congreso de Argentina que llegó a la conclusión de que, efectivamente, había un hecho de corrupción ahí que nunca llegó al poder judicial. Benetton, cuando adquiere esa compañía, hereda un hecho de corrupción, así que, por un lado, actualiza el despojo que sufrió el pueblo mapuche durante la Campaña del Desierto, y por otro lado, es beneficiario de un episodio de corrupción que está suficientemente probado inclusive por una institución de la República Argentina como el Congreso, con el agravante que la presencia de Benetton en la provincia de Chubut y en la provincia de Río Negro tiene que ver con, por decirlo suavemente, demasiada cercanía con el poder político, con el poder político provincial, con el poder político de los pequeños municipios. La gente tiene que imaginarse municipios con muy poco poder, o sea gobiernos muy sensibles a las influencias. En la primera fase del conflicto con Benetton, la que detonó en 2002, esto estuvo probado, tuvo jueces que trabajaron penalmente a favor de Benetton inclusive generaron la remoción de algunos integrantes del poder judicial.
Benetton es un caso emblemático, pero no es el único que se lleva por adelante los derechos de los pueblos indígenas, aunque tiene un condimento importante de perspectiva histórica al comprar, al adquirir, al heredar una gran estancia que surgió en los primerísimos momentos posteriores a la Campaña del Desierto.
—Mientras que de lejos estas compañías compran y colaboran con los débiles gobiernos provinciales y locales, hay gente que vive en estos territorios que otros tratan solo de negocio. ¿Cuáles son los efectos sobre la comunidad? Sobre todo, cuáles son las repercusiones de estas persecuciones, de este aire pesado e instable sobre los niños, las niñas y los jóvenes.
—Si viste la foto más difundida de Rafael Nahuel tocando la trutruca, esta foto se la tomaron al exterior del destacamento de la Policía Federal argentina a Bariloche, cuando estaba reclamando con otra gente la liberación de mujeres, de niños y niñas que habían sido apresados por fuerzas federales. Eso fue el jueves anterior a su muerte, a Rafael lo mataron el 25 noviembre de 2017, que fue un sábado. La vulneración de los derechos de los niños y niñas mapuches va de la mano de la vulneración de los derechos territoriales del pueblo mapuche. Es mucho más virulenta todavía del otro lado de la Cordillera donde esta documentadísima la prepotencia de Carabineros en operativos de desalojo, en operativos de detención de referentes mapuches en la comunidad de Temu Cui Cui. Recuerdo que el año pasado mataron a Camilo Catrillanca y hay denuncias ante foros internacionales por pisotear no solo los indígenas, sino también los derechos que están consagrados en la Convención de Derechos de la Niñez, de las Naciones Unidas, de la UNICEF. Yo no sé nada de psicología, pero evidentemente estos niños y niñas afrontan consecuencias de no contenerse, de no tratarse para el resto de su vida. Me parece que, en este sentido, tanto el estado argentino como el estado chileno, están en deuda porque nunca llevaron a la práctica sus propias leyes: en la República Argentina están los derechos indígenas en la Constitución y también Argentina adhirió al Convenio 169 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) que es ley 24071. Sin embargo, este año se cumplen 25 años desde que se reformó la Constitución y no hay ninguna ley, ninguna acción concreta de ningún gobierno en el sentido de modificar el estatus de subordinación que padecen todos los pueblos indígenas, no solamente el pueblo mapuche.
El ejercicio del poder en la sociedad mapuche no tiene nada que ver con el ejercicio del poder en las sociedades occidentales.
—En relación con los pueblos indígenas, antes de llegar a Montevideo, donde vivo ahora, hice alguna búsqueda sobre los pueblos originarios de Uruguay. De todos lados – los documentos, los artículos, etc. – dicen que no hay más, que los exterminaron todos, que los Charrúas, su idioma y, de todas las otras poblaciones, no existen más. Hubo quienes me dijeron que esta fórmula de “no hay más indígenas” es muy cómoda para el estado, que no es verdad que no hay ningún resto vivente de las poblaciones de Uruguay y que desde la fundación de este estado, como pasa en otros, las fuentes oficiales niegan la existencia de rastros y de descendientes originarios. Esta dinámica que pone en práctica el discurso hegemónico me interesa, como me interesó en tu libro el tema de la historiografía oficial que a menudo, si no siempre, trabaja para allanar la complejidad de la historia y desincentivar lecturas críticas que pueden socavar los cimientos de la autoridad del estado, sobre todo cuando estos cimientos son muy frágiles. Es lo mismo que pasa cuando en Chile se dice que los mapuches son argentinos y en Argentina que son chilenos.
—Es muy interesante porque al héroe nacional uruguayo, José Gervasio Artigas, en realidad cuando le tocó llevar adelante su actuación pública, Uruguay no existía como país independiente porque formaba parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Cuando comienza el proceso revolucionario en 1810, Montevideo era uno de los lugares donde más resistió el poder colonial español y el único lugar de las Provincias Unidas donde se puso en marcha una reforma agraria fue la Banda Oriental del Río Uruguay. Hasta donde yo tengo entendido, solo en dos lugares la revolución tuvo calor popular, o sea el pueblo participó de la Revolución de Mayo: en el norte, el actual norte argentino, en Salta, Tucumán, Jujuy, lo que es territorio boliviano y en la Banda Oriental (estamos hablando de la primera década posterior a la revolución, de 1810 en adelante hasta 1820 aproximadamente). Artigas ejercía control político sobre lo que hoy es Corrientes, Entre Río, Misiones y en determinados momentos en Santa Fe y inclusive Córdoba. La mano derecha de Artigas fue, durante una parte de este recorrido, Andrés Guacurarí que era guaraní y en ningún otro lugar como en lo que hoy es Misiones, Entre Ríos y Corrientes, se radicalizó tanto la revolución como bajo el mando de “Andresito”, a tal punto que el ejército guaraní que lideraba Andresito era mayoritario respecto del ejercito winka (no indígena n.d.r.); por esto la traición.
La propuesta social del artiguismo no se parecía ni un poquito a la propuesta que llevaba adelante la élite pretendidamente revolucionaria de Buenos Aires: lo dejaron solo enfrentando a la invasión portuguesa, Andresito otro tanto, ni se sabe cómo murió: hasta donde yo sé murió en una prisión portuguesa. Yo desconozco cuáles fueron los mecanismos historiográficos por los cuáles el estado uruguayo, que nace después de la guerra con el Brasil al fin de la década del 20, se blanqueó, pero sé que hay gente que si se reconoce charrúa y que está recuperando su identidad. Tengo entendido que pasó como en Argentina con los Huarpes, con los Comehingones que también en el pensamiento antropológico clásico lo dio por extinto desde mucho tiempo y hace 20 años reemergió gente que se considera como Huarpe, que se identifica como comechingona, cuando durante mucho tiempo se habló de que estaban extintos.
—En Uruguay se celebraba el Día de la Memoria de la Nación Charrúa: ¿Por qué se habla de memoria como si se hablara de muertos? Y, ¿por qué solo Charrúa? Había otras naciones más pequeñas.
—Estos son los límites que plantea pensar la historia de los pueblos indígenas desde los estados. La mayoría de los pueblos indígenas nunca constituyeron nada que se le pareciera al estado. Algunos sí, como los Quechuas, Incas, Mayas pero tampoco es tan así. Pensar la historia mapuche desde los límites actuales del estado argentino… vas a ver muchas preguntas que se van a quedar sin respuesta. Hay que pensar que los pueblos que nunca constituyeron un estado, nunca pensaron en fronteras, entonces, haciendo el paralelismo, pensar una historia indígena uruguaya tiene límites porque Uruguay no es una realidad eterna para atrás, ni Argentina, ni Chile: son realidades que tienen menos de 200 años de historia frente a pueblos que son varias veces milenarios.
—Estoy trabajando en la educación y lo que me parece es que solo se cuenta esta historia reciente, hay el Día del Acto Patrio, a Artigas se lo toma como símbolo del estado uruguayo y no sé si él estaría tan contento o si lo es en su mausoleo en la plaza Independencia…
—No, creo que no. (Se ríe)
—A propósito del funcionamiento de la historia y de la sociedad, hay una palabra del idioma mapuzungun que es el rakizuam: pensamiento mapuche, que es un sistema, una cosmología, ¿verdad?
—Sí, hay una explicación mapuche del mundo que es muy distinta a la explicación occidental. En primera instancia no es jerárquica.
—Ni en la organización social…
—Claro, como reflejo de esta explicación de la naturaleza la sociedad mapuche es circular, es horizontal, no hay un dios creador, no es patriarcal, hay roles pero no existe esta cuestión jerárquica que funciona en los estados. No hay un verticalismo en la relación de los que mandan y los que obedecen. Existe la función de los lonkos pero los lonkos actúan según el consenso del conjunto de la comunidad o de las comunidades. El ejercicio del poder en la sociedad mapuche no tiene nada que ver con el ejercicio del poder en las sociedades occidentales.
—Y este poder tal vez tiene natura ocasional: los toki, por ejemplo, que son los que gestionan y organizan las luchas cuando hay necesidad. Leí una frase que decía que si no había guerra, no había toki y los mapuches eran libres.
—Efectivamente. El rol de toki era un cargo que además se elegía, nada de cuestiones hereditarias, a veces no coincidía con el rol del lonko y cuando terminaba la coyuntura bélica, el rol del toki cesaba. Después, con el estado permanente de guerra, el rol de toki a veces se fusionó con el rol de lonko pero no de manera instituida, normalmente los roles eran diferenciados con la característica provisoria del toki.
—Otro rol era el weupife, que me gustaba mucho, porque era el encargado de tener en su memoria la historia oral del pueblo.
—Hace 30, 40 años que el pueblo mapuche produce profesionales universitarios, historiadores, geógrafos, comunicadores sociales, ya hay gente que se considera weupife aunque el título original era historiador de la comunidad y lo que tenía de atrapante era que tenía mucho de arte dramático, o sea el weupife personificaba.
—Te hago la última pregunta. Yo me encontré con tu libro y con la historia mapuche, como te conté, por coincidencia. Estuve en Bariloche y sabía que era uno de los territorios mapuche, más que otros, pero despues de leer Crónicas de la resistencia mapuche me di más cuenta de esto. Y tú, ¿cómo llegaste a los mapuches? ¿Por qué te dedicaste y te comprometiste con esta lucha? ¿Cómo te convertiste tú también en un weupife? ¿Es algo que siempre estuvo en tu trabajo o llegó un momento en el que sentiste la necesidad de hacer algo?
—La primera vez, cuando decidí escribir el libro que vos leíste, fue en un momento de mucha indignación, fue a mediados de los ‘90. En Bariloche, el lugar emblemático es el Centro Cívico que todavía hoy se llama Plaza Expedicionarios del Desierto y tiene un monumento que homenajea a Julio Roca, el que ideó y llevó a la práctica la Campaña del Desierto.
La historia es un campo de disputa y ante las barbaridades que se decían de la historia mapuche yo me propuse escribir.
—Si bien me acuerdo, también su estatua da miedo porque parece que Roca maltrata también a su caballo…
—Sí (se ríe). La estatua está envuelta de polémica de la perspectiva de obra escultórica porque cuando Roca estuvo en la Campaña del Desierto tenía 33 años y el que está personificado ahí parece una persona de 60 y pico y está cansado, pero Roca no concretó toda la Campaña del Desierto. Lo de él, diríamos hoy, fue una operación de propaganda: su columna no entró en combate. Llegó hasta Choele Choel, hizo el circo que te comentaba recién con la bandera, los cañonazos el 25 de mayo del 1879, después fue donde está la confluencia de los ríos Limay, Neuquén y Río Negro —donde hoy están Neuquén y Cipolleti— y de ahí se volvió. Se presentó en las elecciones de Buenos Aires y ganó. Eso fue en 1879 y generalmente se toma como finalización de la Campaña del Desierto el 1 enero 1885 con la capitulación de Sayhueque, aunque hubo episodios posteriores. Roca se volvió seis años antes de la finalización de la Campaña del Desierto.
Volviendo a tu pregunta, en ese momento, años 1994, 1995, se discutía en Bariloche, como periódicamente se discute, qué hacer con el monumento: alguna gente pensaba que había que sacarlo, alguna decía que había que dejarlo, se expresaba públicamente lo más reaccionario, lo más conservador del pensamiento que hoy llamamos colonialista (pero en aquel tiempo no se hablaba en estos términos) y bueno, la historia es un campo de disputa y ante las barbaridades que se decían de la historia mapuche yo me propuse escribir. Demoré mucho tiempo, porque esto fue en medio de los 90 y el libro salió en 2007. Empecé a participar de organizaciones mapuche, empecé a participar de la espiritualidad mapuche, hice taller de mapuzungun. El año para los pueblos originario no empieza el primero de enero, empieza en otro momento, para el pueblo mapuche empieza en coincidencia con el solsticio de invierno y se hace una ceremonia particular para recibirlo y yo la primera que participé fue en 1997 y ya quedé. Para mí la explicación del mundo a la que adhiero es la explicación que da el pueblo mapuche. Hay una frase muy hermosa que utilizan algunos de los peñi (NDR: hermanos) que enseñan mapuzungun que dice: el mapuzungun es el idioma que entiende la tierra en este rincón del planeta. Yo efectivamente pienso que es así, o sea, también me gusta pensar que en forma viceversa: yo estoy respondiendo a un mandato de la tierra. Yo me pienso así.
*Por Jessica Mazzotti para Zur.