Desmarque europeo a los disparates de Trump
La Unión Europea observa con preocupación las amenazas guerreristas de Estados Unidos que crecen día a día contra Irán.
Por Lucas Gatica, desde España, para La tinta
Donald Trump no para de sorprender al mundo. Desde sus discursos xenófobos, pasando por su idea delirante de levantar un muro en la frontera sur, hasta sus escándalos sexuales y su extravagante peinado. La última novedad que llega desde el país del norte es la intención de elevar la temperatura, justamente, en una de las zonas más calientes del mundo: Medio Oriente. La nueva potencial víctima es Irán y ahí tienen puestos los ojos la US Army, los marines y los drones.
Trump estuvo a pocos minutos de descargar un ataque armado. Fue a último momento que el mandamás norteamericano canceló la agresión militar, pero dio el okey para un ciberataque contra Irán. Antes de eso, hubo discursos cruzados, el derribo de un dron, el aumento del precio del petróleo y toda la parafernalia que desató la crisis del estrecho de Ormuz.
Ahora bien, ¿qué posición ocupa Europa en este conflicto? ¿Cuál parece ser el papel que quiere jugar en este cruce persa-norteamericano?
En primer lugar, Europa ya tiene demasiados problemas en su interior como para inmiscuirse en nuevos conflictos. Jaqueada por líderes nacionales que quieren destruirla desde dentro y países que quieren abandonarla, la Unión Europa (UE) se dedica a esquivar como puede esta disputa que, a pesar de todo, le afecta de alguna u otra manera.
Al parecer, el bloque comunitario le ha advertido al gobierno de Trump que está yendo demasiado lejos. La sensación que da -porque los políticos y representantes han salido a declarar poco y nada- es que los países de la UE no quieren verse arrastrados a un conflicto con uno de los países más importantes de Medio Oriente y uno de los principales proveedores de petróleo. En su fuero interno, piensan en Matteo Salvini, Viktor Orbán, el Brexit y una lista larga de dolores de cabeza domésticos a los que dedicarles el gasto de energía. Sin mencionar las represalias que podrían tener dentro del territorio europeo por posibles ataques terroristas si vuelven a participar por quincuagésima vez en prácticas militares en Medio Oriente.
A raíz del conflicto desatado, hace ya unas semanas que España retiró la fragata “Méndez Núñez” del grupo de combate de Estados Unidos en el Golfo Pérsico. La ministra de Defensa española, Margarita Robles, ordenó que este buque, integrado por 215 marineros, dejase de acompañar al portaaviones “Abraham Lincoln” frente al panorama de tensión con Irán.
Los principales países de la UE tiemblan ante la idea de un conflicto en la zona del Golfo Pérsico. El presidente francés Emmanuel Macron anunció, hace unos días, que aprovechará la cumbre del G-20 -que se desarrollará esta semana en Japón-, para abordar la cuestión en una reunión privada con Trump. Por su parte, el mandatario estadounidense parece convencido e inamovible de sus ideas y no se muestra de la mano con nadie.
La alta representante de la Unión Europea de Asuntos Exteriores, Federica Mogherini, ratificó la preocupación del bloque por los riesgos que conlleva este conflicto. “La región no necesita más desequilibrios o inestabilidades”, declaró esta semana, luego de la reunión de los ministros de Asuntos Exteriores de la UE. Josep Borrell, el canciller español, acompañó esta postura: “Los europeos tratamos de actuar sobre los dos frentes, tratando que ni unos ni otros vayan más lejos”. Aunque Borrell dejó entrever su malestar al opinar que “Estados Unidos ya ha ido muy lejos, lo importante es que Irán no lo siga”.
Estos acontecimientos reflejan la postura de la UE en este conflicto: no avalar ninguna decisión agresiva de los Estados Unidos, calmar las aguas y apuntar a la vía diplomática.
Hace unos años, la fotografía era distinta: en enero de 2012, Irán amenazó con bloquear el estrecho de Ormuz como represalia por las sanciones que Estados Unidos y Europa habían dispuesto contra su producción petrolera para intentar detener su programa nuclear. La cuestión ha mutado en los últimos años y Europa se mantiene a prudente distancia de acompañar a Estados Unidos en las sanciones contra Irán. No obstante, la distancia de la UE con el gobierno de Trump parece exceder este asunto y sería por cuestiones de forma, fondo e ideología. Son los que quieren mantener a Europa a flote -Macron, Merkel, Sánchez, etc.- quienes se diferencian con Trump.
Como contracara a lo sucedido en 2012, a principios de mayo de este año, Teherán anunció que dejará de cumplir los compromisos asumidos en el acuerdo nuclear con las grandes potencias -ese mismo acuerdo que Washington también abandonó hace un año-. Seguido al abandono de Irán de los acuerdos, Trump comunicó nuevas sanciones enfocadas en el sector de los metales industriales, sector estratégico para Irán. En este estado de cosas, la UE no se ha hecho cargo de estas sanciones e instó a los países a intentar salvar el acuerdo con Irán.
Hay que remontarse a 2015 para entender esta tensión actual. Ese año, las potencias mundiales -Estados Unidos incluido- firmaron un acuerdo con el objetivo de que Irán no desarrollara ni adquiriera armas nucleares. Luego, vino el abandono de los acuerdos por Estados Unidos (en 2018) e Irán (2019). Este equilibrio frágil se rompió y la UE se encuentra en la posición de abogar por defender los acuerdos alcanzados en 2015 y respaldar al país persa, que había decidido mantenerse dentro del acuerdo pese a las sanciones estadounidenses.
Lo que queda en limpio es que la UE trata de desmarcarse todo lo posible de un enfrentamiento tanto discursivo, mediático como armado y que ya no es el gran aliado de Estados Unidos como lo era antaño. El bloque comunitario está en el medio de esta escalada y sin tener los influjos necesarios para resolver ni convencer.
Por momentos, pareciera que los años de la Guerra Fría, cuando el mundo se sentía a punto de explotar por el solo hecho de apretar unos botones, vuelven como oleadas.
*Por Lucas Gatica para La tinta