Más allá de la fotografía

Más allá de la fotografía
24 mayo, 2019 por Redacción La tinta

Esta fotografía es un golpe que invade y no deja escaparse, es imposible verla y que no aparezcan rápidamente los sentimiento en el cuerpo. Surge también, toda la mitología mediática que se construyó a su alrededor durante muchos años. La imagen fue tomada por el reportero gráfico sudafricano Kevin Carter, en Sudán en 1993, cuando visitaba en la aldea de Ayod los centros de alimentación de la ONU. El niño al que vemos en posición fetal es Kong Nyong, que estaba con su familia a buscando comida. Kong sobrevivió a aquella hambruna y falleció recién en 2007. La fotografía se publicó el 26 de marzo de 1993, en The New York Times y una año más tarde Carter gano un Pulitzer por esa imagen.

Por Fernando Bordón para La tinta

Carter realizó ese viaje a Sudán junto a su compañero João Silva, quien a su vuelta a Sudáfrica revisó los negativos con Greg Marinovich y decidieron mandar esa imagen al diario estadounidense. Estos tres fotógrafos, sumados Ken Oosterbroek, eran conocidos como el Bang Bang Club, que fueron quienes generaron la mayoría de las imágenes que se conocieron en la prensa de occidente sobre el proceso de transición del apartheid a la democracia.

Al publicarse, esta fotografía, en la que se veía en la muñeca derecha de Kong tiene una pulsera que dice T3, que indicaban su nivel de desnutrición y el orden de llegada, se convirtió para el mundo en el símbolo del hambre y la guerra en África. Pero también se generó una gran polémica, dado que se le cuestionaba al fotógrafo por qué no había ayudado Kong o no había ahuyentado al buitre que lo acechaba.

Los fotógrafos españoles José María Arenzana y Luis Davilla conocieron el lugar en aquel momento y para ellos probablemente la fotografía fue tomada con un teleobjetivo, lo que generó que la distancia entre los planos sea más corta. Por lo que se deduce que el buitre estaba mucho más lejos de lo que parece.


El cuestionamiento generó una crisis en Carter, que ya venía perturbado por todas las imágenes que vio y vivió en sus coberturas, sumado a una profunda crisis económica, lo llevaron a una depresión y a los dos meses de ganar el Pulitzer se suicidó.


En la nota de despedida que dejo escrita decía: “Realmente lo siento. El dolor de la vida anula la alegría hasta el punto en que ésta no existe. Deprimido, sin teléfono, dinero para la renta, para la manutención de mi hijo, para las deudas. Dinero. Estoy atormentado por los vívidos recuerdos de los asesinatos, cadáveres, enojo e ira. De los niños hambrientos o heridos. De los locos que sonríen cuando disparan, la policía, los verdugos. Me voy para reunirme con Ken si tengo suerte”. Ken es Oosterbroek quien poco tiempo antes había fallecido por un disparo que recibió en una cobertura en Sudáfrica.

En el imaginario creado por los medios, siempre se dijo que el niño había fallecido en aquel momento pero esto no fue así. En el año 2011 un grupo de periodistas viajó a Ayod para averiguar qué había sucedido con Kong, luego de mostrar la fotografía a varios habitantes de la aldea dieron con una mujer que trabajó en el reparto de comida en aquellos años. Fue ella quien les indicó dónde vivía la familia del niño.


Al mostrarle la imagen al padre de Kong, éste contó que su hijo sobrevivió a aquella hambruna pero que en 2007 fue víctima de unas fiebres y falleció.


La potencia de esta fotografía ha generado un histórico debate dentro del fotoperiodismo o la fotografía de prensa, en el que se cuestiona las formas de cobertura de algunos temas, el pensar la circulación que luego van a tener las imágenes. Sin dudas la descarnada industria de la información pueden terminar convirtiendo esas fotografías en postales, en un golpe bajo que solo conmueve en una lectura superficial.

 

*Por Fernando Bordón para La tinta

Palabras claves: Kevin Carter, Sudáfrica, Sudán

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