“El Movimiento” de Steve Bannon llega a América Latina
El ex asesor de Donald Trump despliega por todo el mundo una ideología ultraconservadora que en América Latina tiene su puerta de entrada con Jair Bolsonaro.
Por Gonzalo Fiore Viani para Nodal
En los últimos meses, el estadounidense Steve Bannon ha comenzado a hacer pie en América Latina. Aprovechándose de la victoria de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil, el empresario mediático y gurú de la extrema derecha mundial, encontró en el mandatario brasileño a un aliado fundamental para intentar impulsar su movimiento en la región. Si bien por ahora esto parece una tarea complicada, Bannon ya comenzó a andar un camino de consecuencias poco predecibles para el mundo, y especialmente para América Latina. El ex director ejecutivo del medio ultraderechista Breitbart conoció a Eduardo Bolsonaro cuando su padre era aún un diputado con discurso antisistema aspirante a la presidencia de su país. Se reunieron por primera vez en agosto de 2018. El hijo del presidente, además de haber sido el diputado federal más votado de la historia de Brasil, ya cuenta con el dudoso honor de ser el primer representante en América Latina del movimiento que encabeza Bannon.
Steve Bannon, el ex jefe de campaña y asesor del presidente Donald Trump, conduce una agrupación con presunciones de convertirse en una especie de internacional de la nueva derecha mundial: The Movement. Si bien El Movimiento, que tiene su sede principal en Bruselas, parecía centrarse especialmente en Europa, ha comenzado tímidamente a desembarcar en América Latina a través de Brasil. Más allá de ser una especie de inspiración intelectual para algunos sectores de extrema derecha europeos, el norteamericano no logró insertarse allí como pretendía. La francesa Marine Le Pen y el italiano Matteo Salvini lanzaron su alianza en octubre pasado en medio de guiños hacia la clase trabajadora. En ese acto, celebrado en la sede de un histórico gremio italiano, la francesa declaró que “Steve Bannon no tiene nada que hacer para salvar a Europa”. Sin embargo, su figura parece haber calado de otra manera para la derecha vernácula. Una derecha que hoy se siente fresca y con nuevos bríos.
Ideológicamente, El Movimiento de Bannon presenta un rechazo absolutamente visceral a todo lo que huela a progresismo y a lo que la extrema derecha considera “marxismo cultural”. Su eje en la región no es tanto la problemática de la inmigración, como sucede en Europa, sino más bien todo lo que tenga que ver con lo que la derecha denomina “ideología de género”: el movimiento feminista y las disidencias sexuales. Centran gran parte de sus ataques contra la comunidad LGBTIQ+. En diciembre pasado, se llevó a cabo en Foz de Iguazú una cumbre internacional de estos sectores conservadores. Fue organizada por Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente brasileño y uno de los más prominentes representantes de The Movement en la región. Al momento de referirse a su doctrina, el diputado oficialista brasileño Fernando Francischini la definió muy bien diciendo que es “liberal en la economía, conservador en las costumbres, y poner a la familia por encima de todo”. Esto, también, diferencia a la versión latinoamericana de la europea. Ya que extremistas como Marine Le Pen, Matteo Salvini o Viktor Orban se reivindican proteccionistas en lo económico.
El hijo de Bolsonaro en febrero pasado se refirió a su entrada a El Movimiento. Afirmó estar trabajando para “unir al nacionalismo de sentido común”, al mismo tiempo que dijo estar esperanzado por el “trabajo de Bannon en Europa” para “rechazar el Pacto Mundial sobre Migración”. Esa idea del “sentido común” a la que se refiere Eduardo Bolsonaro, siempre estuvo muy presente en la derecha. Frente a “lo ideológico”, se impone “la realidad”. Hace una semana, el mandatario brasileño visitó Estados Unidos para encontrarse con su par norteamericano. A pesar de que Bannon ya no es oficialmente asesor de la administración Trump, fue invitado de honor de Bolsonaro a la cena en la residencia del embajador de Brasil en Washington. Según el periódico Miami Herald, fue acompañado por varios teóricos conservadores. La idea de Bannon es construir una alianza entre la Italia de Salvini, la Hungría de Orban, los Estados Unidos de Trump y el Brasil de Bolsonaro. Quizás, incluso, también con una probable Francia presidida en el futuro por el Frente Nacional que comanda Marine Le Pen.
El fenómeno de la inmigración hace varios años que es parte de la agenda más o menos central en muchos países de América Latina. Sin embargo, aprovecharse de eso para buscar culpables de todos los males en los inmigrantes, y decir que “se desnaturaliza la cultura local”, como sostiene Bannon junto a los extremistas europeos, no tendría mucho sentido en la región. Mientras que en Europa el debate sobre la nueva influencia cultural de los inmigrantes musulmanes es campo fértil para la entrada de los partidos de extrema derecha, en América Latina se intenta apelar simplemente a los viejos estereotipos racistas. Según datos de la CEPAL, el 73 por ciento de los migrantes que reciben las ciudades de América Latina y el Caribe son de origen interno. El 78 por ciento de los migrantes se dirige a los grandes centros urbanos, reemplazando, de alguna manera, al fenómeno de migración del campo a la ciudad que se dio en las primeras décadas del siglo XX.
Bolsonaro, en su discurso a la Asamblea General de Naciones Unidas en enero pasado, confirmó que retirará a Brasil del Pacto Mundial sobre Migración. A su vez, declaró posteriormente en su cuenta de Twitter que “Brasil es soberano para decidir si acepta o no migrantes”, al mismo tiempo que, en consonancia con Trump o Salvini, expresó: “Quien por ventura venga para aquí deberá estar sujeto a nuestras leyes, reglas y costumbres, y también deberá cantar nuestro himno y respetar nuestra cultura”. La salida del Pacto Migratorio va en la misma línea de las ideas de Bannon a la hora de desconfiar de todo lo que tenga que ver con pactos u organismos multilaterales. Sin embargo, la retórica anti-inmigratoria sería mucho más una cuestión discursiva que un “problema” real para Brasil. Si bien en los últimos años ingresaron al gigante sudamericano unos 160.000 venezolanos, de los 209 millones de habitantes que tiene Brasil, el país presenta tan solo 800.000 inmigrantes. Es decir, el 0,4 por ciento del total, según datos de la Policía Federal.
Lo cierto es que mientras El Movimiento de Bannon y sus aliados vernáculos atacan a la “ideología de género”, hay datos muy concretos y verificables en América Latina que muestran una problemática real que va por otro camino. La situación referente a la igualdad salarial entre hombres y mujeres es claramente preocupante. La participación de las mujeres en el mercado laboral es del 49,5 por ciento mientras que la de los hombres es del 71,3%. Según números de la OIT, las mujeres sin empleo registrado ascienden al 9,1 por ciento, es decir 1,4 veces superior a la de los hombres en su misma situación. Informes de la CEPAL y el Proyecto de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), muestran que “en todos los segmentos ocupacionales” las mujeres reciben ingresos significativamente menores por la misma tarea que los hombres. Esto muestra que la feminización de la pobreza sigue siendo un asunto grave que necesita atención por parte de los estados nacionales.
El pensamiento político de Bannon es, cuanto menos, curioso. Saltó a la fama luego de ser presidente ejecutivo de Breitbart News, una web donde exponía la ideología de la “alt-right” (“derecha alternativa”). Sirvió en la Marina de los Estados Unidos entre finales de 1970 y principios de 1980, y también trabajó como banquero de Goldman Sachs. Considerado una figura clave en el ascenso del trumpismo al poder, llegó a ser siete meses asesor oficial del presidente norteamericano hasta que fue despedido. Asegura no ser un nacionalista blanco, aunque sus puntos de vista rozan el racismo. Se autodefine como conservador en lo político, liberal en lo económico, euroescéptico y contrario a la globalización. Uno de sus chivos expiatorios preferidos es el multimillonario húngaro George Soros, culpado por quienes difunden conspiraciones en internet como el impulsor de la “agenda globalista liberal”. Las fake news han sido un arma fundamental para Bannon. Fueron extremadamente útiles en la campaña de Trump; también, por supuesto, fueron utilizadas largamente en la campaña de Bolsonaro.
Existieron declaraciones de Bannon, allá por noviembre de 2018, respecto de que recibió a “populistas de Argentina”. Nunca se supo exactamente quiénes eran si es que la reunión se produjo realmente. Lo cierto es que, por ahora, ni su figura es demasiado conocida en el país ni un candidato con las características de Bolsonaro o Trump podría llegar a tener mucha inserción electoral. Aunque hace tiempo se habla en el país de “populismo” para referirse al peronismo o al kirchnerismo, no es a esa categoría a la que Bannon se refiere cuando utiliza el término. Si bien, tras la elección del brasileño, la agenda política argentina se fue corriendo aún más hacía la derecha, en un contexto de inflación desmedida y crisis económica sin freno, la antinomia entre globalistas y anti-globalistas no parece que vaya a ser parte central del debate público por un tiempo.
Si bien en el resto de los países de América Latina hay partidos de extrema derecha que podrían comulgar con El Movimiento, hoy no presentan muchas posibilidades reales de alcanzar el poder. En Chile, el ex diputado José Antonio Kast arañó el 8 por ciento de los votos en la elección presidencial de 2017. Duro crítico del gobierno de Sebastián Piñera, al que considera un liberal, Kast es un ultraconservador que reivindica la figura de Augusto Pinochet y es conocido por sus declaraciones homofóbicas. Bannon ha hablado con medios chilenos recientemente, aunque no ha mencionado contactos con políticos del país. Se ha referido a su idea del “populismo nacionalista” en una entrevista al histórico medio chileno El Mercurio. En la misma conversación, el norteamericano reivindicó las políticas económicas de la dictadura pinochetista diciendo que le dieron “una lección” a Reagan y Thatcher, quienes las aplicaron posteriormente. En un país con la historia y la composición social de Chile, la clase de ideas que expone Bannon pueden llegar a tener una inserción considerable en el futuro.
Las ideas de Bolsonaro encajan perfecto con las de Bannon. El estadounidense ha definido al mandatario brasileño como “un héroe”. Lo considera un hombre clave en su plan de darle un nuevo impulso al populismo de extrema derecha a nivel mundial. Si bien es un ejercicio de pereza intelectual comparar al actual fenómeno con los totalitarismos europeos de las décadas de 1920 y 1930, es real que comparten ciertas tendencias. El ejemplo del trumpismo como forma de conducción política no puede ser ignorado. Tanto Bolsonaro como Trump comparten un estilo de liderazgo autoritario, con la religión como un elemento central de la política, no solo para ellos sino también para sus seguidores. Bannon es mucho más que un eslabón simbólico que une ambas administraciones. Eduardo Bolsonaro dice que trabajará junto al director de El Movimiento para “reclamar la soberanía de las fuerzas globalistas y elitistas”. Al igual que Trump, Salvini u Orban, el brasileño se pone en un lugar de representatividad del pueblo frente a lo que identifica como las élites progresistas.
Lo que busca Bannon es una especie de globalización e internacionalización del antiglobalismo. En todas sus conferencias suele repetir que su movimiento está unido “en nuestra búsqueda de una agenda populista nacionalista para la prosperidad y soberanía de los ciudadanos en todo el mundo”. La idea principal es la de atraer a todos aquellos que se han visto “abandonados” o dejados de lado por sus gobiernos, y apelando a los habitantes de ciudades industriales que se han quedado sin trabajo debido a que sus empresas se establecieron en países con menores costos laborales. O a aquellos provenientes de zonas rurales que no pueden competir con los avances tecnológicos de los grandes pooles de siembra. Buscando, además, chivos expiatorios y fomentando los grandes miedos colectivos que produce la inmigración a gran escala. Al mismo tiempo, acusando al progresismo de ser ajeno a esta realidad y de estar más preocupado por los problemas de las élites urbanas de clase media y sobre educadas.
No es menor el papel que China viene desempeñando en América Latina en general, y particularmente en Brasil durante los últimos años. Bannon confía en Bolsonaro para frenar esta expansión. Durante la campaña de Trump, el gigante asiático fue el blanco preferido de las acusaciones del entonces candidato republicano. Bannon, al día de hoy, asegura que los chinos se encuentran en una “guerra económica con Occidente”, cuyo objetivo a largo plazo es la dominación mundial. Bolsonaro acusó a China durante toda su campaña presidencial de “querer comprar Brasil”. Sin embargo, este discurso cambió, ya que antes de la reunión con su par estadounidense, el brasileño dijo que “China es nuestro gran socio comercial”. Lo cierto es que China actualmente es el primer socio comercial de Brasil mientras que los Estados Unidos se encuentran segundo. Eso será un escollo muy difícil de sortear para Bannon a la hora de que el gobierno de Bolsonaro enfrente la expansión comercial de China de una manera que no sea meramente la discursiva.
Algunos académicos usan el término de “democracia iliberal” para referirse a gobiernos autoritarios como el de Rodrigo Duterte en Filipinas, o el de Viktor Órban -quien lo asume con orgullo- en Hungría. Todos los gobiernos afiliados a El Movimiento de Bannon podrían ingresar sin forzar demasiado las cosas en esta categoría. Este concepto es aplicado a aquellos gobiernos que, aunque son parte de la democracia, a la hora de ejercer el poder no se mueven estrictamente dentro de las reglas del Estado de derecho, ni de las libertades individuales. Nos encontramos desde hace años en una crisis de la democracia liberal en todo el mundo. Mientras que la política tradicional no ha sabido hacer frente a los grandes problemas que acarrea la globalización, este tipo de liderazgos se muestran capaces de resolverlos, aunque ello cueste coartar de alguna manera derechos básicos de la democracia liberal.
La llegada política de Bannon a América Latina se produce al mismo tiempo que el Consejero de Seguridad Nacional estadounidense, John Bolton, se refiere a Cuba, Nicaragua y Venezuela como una “tríada de la tiranía”. Mientras que Estados Unidos “abandonó” el interés por la región en la década pasada, el fracaso en Medio Oriente ha hecho que vuelva a fijar su mirada en lo que consideran su patio trasero. Las crisis políticas en Venezuela y Nicaragua, sumado al endurecimiento de la Ley Helms-Burton contra Cuba, son muy buenas noticias tanto para los gobiernos de derecha en la región como para Steve Bannon. Recientemente, Trump habló sobre su ex jefe de campaña por primera vez desde su despido. Declaro a The New York Times que lo viene siguiendo atentamente en los últimos seis meses en sus entrevistas, y que “no hay nadie que se exprese mejor que él”.
Es preocupante que discursos como el de Bannon, que hasta hace un tiempo parecían totalmente ajenos a la región, comiencen a instalarse. Su puerta de entrada ha sido el Brasil de Bolsonaro, Aprovechándose de la desconfianza con la política tradicional que sostienen las capas medias y altas de la sociedad, pero también de algunos sectores populares y juveniles. Por la enorme importancia tanto económica como geopolítica de Brasil, si el gobierno logra resolver sus principales problemas internos, Jair Bolsonaro y sus hijos pueden llegar a ejercer de eje gravitatorio en la región para la expansión de la ideología de Bannon y sus intereses. La más o menos vaga unidad de conceptos y acción del gobierno brasileño con lo que representan Donald Trump en Estados Unidos, Salvini en Italia u Orban en Hungría, puede ser capaz de otorgarle un fuerte impulso a El Movimiento a nivel mundial. Mientras tanto, Steve Bannon ya comenzó a operar en el continente. Estará por verse cómo se crean los anticuerpos necesarios para evitar todo lo que representa su avance en América Latina, especialmente para los sectores trabajadores y populares de la región.
*Por Gonzalo Fiore Viani para Nodal