Hugo Chávez: el Comandante de nuestro tiempo
El 5 de marzo se cumplieron seis años del fallecimiento de Hugo Chávez, presidente de Venezuela, estratega continental y líder de un movimiento que hizo resurgir el socialismo.
Por Micaela Ryan y Fernando Vicente Prieto para Notas
En un nuevo aniversario de la siembra del Comandante Hugo Chávez, la gesta histórica del pueblo venezolano continúa su marcha. Enfrentando las más fuertes amenazas desde los centros de poder, el proceso de transición al socialismo crece y se ha transformado en una referencia para los pueblos del mundo, a pesar del odio de la derecha y del recelo de cierta izquierda, también.
La historia de Chávez es la historia de Venezuela. Hijo del pueblo humilde del llano venezolano, “el Arañero” se formó desde la lucha por una vida digna y el amor por su patria y sus iguales. Adoptó la carrera de las armas desde temprana edad a partir de motivaciones simples que, poco a poco, fueron convirtiéndose en una enorme conciencia de justicia social e igualdad.
Chávez encarnó en su persona la determinación de un pueblo por ser libre, luego de siglos de flagelo, miseria y muerte. Su profunda identidad popular y su compromiso lo llevaron a erigirse como estandarte, tras la rebelión del 4 de febrero de 1992 en la que se haría presente, de manera definitiva.
En 1998, gana las elecciones con el 56,2 por ciento de los votos bajo una única promesa: llamar a Asamblea Constituyente. Fue la primera de las 17 elecciones que enfrentó durante 13 años. Sólo perdió una. Tras la aprobación popular de la nueva carta magna, en diciembre de 1999, dirigió un gobierno cuyo objetivo se centró en la recuperación de la soberanía de las riquezas petroleras del país, logrando la nacionalización de PDVSA y generando los mayores niveles de distribución que nunca se hayan conocido en Venezuela.
Fueron muchas las medidas tomadas en pos de la recuperación de la soberanía nacional y la democratización de la renta petrolera. Estas acciones le valieron la oposición irreductible de una burguesía desvencijada y extranjerizante, que recurrió a los más violentos medios para intentar derrocar al presidente Chávez el 11 de abril del 2002.
Como en otros tiempos, el pueblo salió a la calle a reclamar por su presidente, poniéndole el cuerpo a las balas de la represión, utilizando todos los medios a su alcance para dar a conocer la verdad. Porque Chávez y la Revolución Bolivariana llegaron al mundo en un tiempo de desesperanza, en medio de un letargo lapidario. Y por eso, fue incomprendido, manipulado, distorsionado, ultrajado por una poderosa maquinaria (des)informativa, que hasta hoy trabaja incansablemente.
Fueron pocas las veces que en el mundo se contó la verdad de Chávez. Aquella que su gente conoce al detalle, que transforma en vida y realidad cotidianamente. Porque a pesar de los infames y los escépticos, Chávez vino a hablar de socialismo, de igualdad, de participación, de independencia y de soberanía.
Durante trece años enseñó desde los libros y las pantallas, habló de clases, de imperialismo, de capitalismo y de revolución. Recuperó a Bolívar, Rodríguez, Zamora, Miranda, Sucre y Martí. Habló de Marx, Lenin, Gramsci, Guevara, Fidel. Moldeó de a poco el sueño de cambiar todo lo que deba ser cambiado y aprendió de su pueblo.
Chávez se hizo millones
Cercado por un extraño caso de cáncer, batalló contra una implacable enfermedad durante dos años. Consciente de que el tiempo exigía la máxima claridad estratégica, elaboró personalmente un detallado programa político, el “Plan de la Patria”, que presentó como plataforma electoral para las elecciones del 7 de octubre de 2012.
Emprendió una campaña exigente, “De Sabaneta a Miraflores”, en la que recorrió todo el territorio nacional y se encontró, por última vez, con su pueblo. El 4 de octubre de 2012, millones de personas se movilizaron a Caracas para el cierre de campaña. Bajo un torrencial aguacero que marcaría por siempre este día, afirmó: “Chávez eres tú, joven venezolano, mujer venezolana, niño venezolano”. “Chávez ya no soy yo, Chávez es un pueblo”, fue su último mensaje cara a cara con su pueblo.
Tres días después, y a contrapelo de todos los pronósticos de los medios internacionales, Chávez fue reelecto presidente por tercera vez, con el 55 por ciento de los votos, marcando un triunfo contundente sobre el candidato de la burguesía y los Estados Unidos, Henrique Capriles.
A los 15 días del triunfo reunió a sus ministros y en cadena nacional de radio y televisión, realizó una profunda autocrítica, denominada el “Golpe de Timón”. Allí señaló la necesidad y la urgencia de impulsar con decisión la transformación del Estado a partir de la democracia participativa y protagónica. “Nicolás, te encomiendo las comunas como a mi propia vida”, le pidió a Maduro. “Es Comuna o nada”, fue el último lineamiento político del Comandante Chávez. Porque ya hacía décadas que había comprendido que no bastaba con distribuir las riquezas: la transformación definitiva, el proyecto de Bolívar, la Patria Socialista, demanda en primer lugar, democratizar el poder.
En diciembre de 2012, la gravedad de su enfermedad lo obligó a someterse a una delicadísima operación. Ante la necesidad de hablarle a su pueblo, regresó de La Habana a Caracas para despedirse. El 8 de diciembre de 2012, en su última cadena nacional, delegó la continuidad su mandato en el vicepresidente, Nicolás Maduro Moros, y realizó un preciso análisis de los días que estaban por llegar: “No faltarán los que traten de aprovechar coyunturas difíciles para mantener ese empeño de la restauración del capitalismo, del neoliberalismo, para acabar con la Patria. No, no podrán; ante esta circunstancia de nuevas dificultades, del tamaño que fueren, la respuesta de todas y de todos los patriotas, los revolucionarios -los que sentimos a la Patria hasta en las vísceras, como diría Augusto Mijares- es unidad, lucha, batalla y victoria”.
Luego de casi tres meses de pelear por su vida, el 5 de marzo de 2013, a las 4.25 de la tarde, el corazón de Hugo Rafael Chávez Frías dejó de latir. Millones de venezolanos y chavistas del mundo lo lloraron, le cantaron, le juraron y lo despidieron durante diez días.
“Ahora nos toca a nosotros”
Tras la partida física del Comandante, su legado continúa más vivo y vigente que nunca, aunque el escenario es exactamente el previsto en aquel discurso del 8 de diciembre. Con un imperio a la ofensiva y una burguesía local derrotada electoralmente varias veces más, nos encontramos en un momento en el cual se ha decido implementar el uso de la violencia en las calles y la guerra económica contra el pueblo para desmoralizarlo y quebrarlo.
Sin embargo, el enorme poder de subestimación y miopía política del antichavismo mundial sigue provocando fracasos en los sucesivos intentos de golpe que le ha tocado enfrentar a Nicolás Maduro, desde que ganó la presidencia constitucional el 14 de abril de 2013.
El pueblo bolivariano continúa resistiendo y construyendo revolución, en esta etapa en que se ha profundizado la construcción de la democracia participativa y protagónica, en medio de una continua agresión económica, diplomática y mediática, articulada con violentos planes de derrocamiento del gobierno constitucional.
La acción permanente de defensa y avance ha parido, entre otras cosas, la existencia de más de 980 comunas, donde más de siete millones de personas comienzan a ejercer el autogobierno y a erigir el Estado comunal. Esa enorme tarea es asumida en primera línea por el presidente Maduro y por la mayoría del pueblo que lo apoya, enfrentando los principales obstáculos históricos de esta revolución: el imperialismo, la derecha local, el rentismo petrolero, la burocracia y la corrupción.
Quienes hemos reconocido en Chávez al Comandante de nuestro tiempo, nos reencontramos con la esperanza y el afán revolucionario -tan desgastado luego de tantos fracasos y traiciones-. Quiénes sentimos al Comandante en el corazón y en la consciencia, seguimos aprendiendo de él, entendemos y asumimos que ser chavistas es ser leales a su legado. No invocamos su nombre para ganar simpatías, lo construimos con humildad cotidianamente, abrazando a su pueblo, que es el nuestro.
*Por Micaela Ryan y Fernando Vicente Prieto para Notas