El odio como dispositivo político
Por Lucas Crisafulli para La tinta
¿Cómo puede ser posible que un grupo mayoritario de personas elija una opción que lo perjudica? ¿Por qué volvería a elegirla?
En sus distintas vertientes, neoliberalismo siempre ha significado lo mismo: un grupo reducido de personas se queda, mediante distintas estrategias, con lo que le correspondería a la mayoría. Para hacerlo, despliega una serie de estratagemas que han cambiado en el tiempo, pero que siempre han implicado un proceso de colonización de la subjetividad de las mayorías.
Cuando al padre del neoliberalismo, Friedrich von Hayek, se le preguntó sobre la aplicación de las políticas neoliberales en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet, admitió estar dispuesto para sacrificar la democracia en aras de la libertad de mercado. Es bastante significativo de lo que implicó la primera ola del neoliberalismo, sobre todo en América Latina, que se instaló a través de las dictaduras más sangrientas. En momento de fuerte discusión sobre la distribución de la renta nacional, fue necesario el poder de los tanques y la picana para doblegar la voluntad política y, así, poder aplicar políticas neoliberales. En esta ocasión, los gobiernos militares neoliberales prometieron garantizar el orden político, aunque, para hacerlo, tuvieran que voltear una democracia o hacer desaparecer a treinta mil personas.
La segunda ola del neoliberalismo vino con la compresa de garantizar el orden económico frente al desmadre de la hiperinflación. Ya no hizo falta un golpe de Estado. Es curioso que Carlos Saúl Menem haya utilizado, durante la primera campaña presidencial de 1989, un discurso abiertamente keynesiano (y antineoliberal) de salariazo y revolución productiva. Sin embargo, las elecciones de 1995 fueron ganadas con un discurso abiertamente neoliberal de estabilidad económica –basada en política monetaria de un peso, un dólar–, aunque el sacrificio haya sido la venta de todas las empresas públicas, el endeudamiento con los organismos internacionales de crédito con la consecuente pérdida de soberanía y los niveles más altos de desocupación y pauperización de las condiciones laborales.
La tercera ola del neoliberalismo ya no promete un orden político conservador como el neoliberalismo de los 70’ ni un orden económico conservador como el neoliberalismo de los 90’. Ahora, promete un orden social conservador en el que odio es un aliado estratégico de los gobiernos neoliberales que asumen por los votos.
Aunque durante los debates televisivos y las campañas electorales los políticos neoliberales ofrezcan mejorar la calidad de vida de las personas, los votos no son conseguidos mediante esa falsa promesa, sino que se logran a través de la inoculación del odio. El promedio de un votante de un político neoliberal sabe que no mejorará su situación económica, pero está dispuesto a sacrificarla a cambio de que aquellos sujetos a los que odia la pasen peor que él.
Así como Hayek en los 70’ estaba dispuesto a ceder democracia a cambio de libre mercado, el votante de la tercera ola del neoliberalismo está dispuesto a ceder su propio nivel de vida a cambio del sufrimiento de aquellos grupos construidos como sujetos odiables. Por ello, el odio no es un simple sentimiento individual, sino, más bien, un dispositivo político que su lenta, pero profunda inoculación garantiza el triunfo político de quienes jamás ganarían elecciones con las tradicionales promesas de igualdad, trabajo, educación y salud. En otras palabras, el triunfo de gobiernos neoliberales no garantizará una vida mejor para sus votantes, pero garantizará una vida peor para aquellos a quienes odia.
Volvemos a la pregunta inicial. ¿Cómo puede ser posible que un grupo mayoritario de personas elija una opción que lo perjudica? ¿Por qué volvería a elegirla?
No hay absolutamente ninguna variable económica con la que el actual gobierno nacional pueda hacer campaña electoral: aumentó la pobreza, la miseria, el desempleo, las tarifas, el dólar, la inflación y las deudas con organismos internacionales de crédito. Disminuyeron los salarios, las jubilaciones, la esperanza de vida, el consumo, el presupuesto en educación, cultura, salud y derechos humanos.
¿Cómo convencerá al electorado para que lo vuelvan a elegir? El gobierno nacional no podrá hacer campaña con ninguna medida que haya beneficiado a las mayorías pues, fiel a los preceptos neoliberales, todas las medidas se han enfocado en garantizar privilegios para un sector minoritario.
No es de extrañar que comience toda una campaña basada en el odio. Los gobernadores llevan la delantera, como el caso Mariano Arcioni de Chubut que decretó la expulsión del territorio de su provincia de los extranjeros condenados por delito o el caso de Gerardo Morales que intenta cobrarle la salud pública a los bolivianos.
El gobierno nacional no ha perdido tiempo en instalar la discusión para bajar la edad de punibilidad de los menores edad, a la vez que ha emprendido una brutal campaña desde el Ministerio de Seguridad para perseguir a pobres, criminalizar la protesta, alentar el uso de armas, felicitar a quienes matan por la espalda a un delincuente e instalar el debate sobre un nuevo código penal con más delitos y penas más severas. ¿De qué se trata todo esto?
Cada una de estas campañas está milimétricamente pensada a través de las encuestas. Si la xenobobia social hacia los inmigrantes de países limítrofes aumenta, serán entonces este grupo los sujetos odiables. En Brasil, la homofobia social es alta y no es casual que haya ganado Jair Bolsonaro con un discurso abiertamente gayodiante. Podrán ser los delincuentes pobres, los kirchneristas, los docentes, quienes cobran un plan social del Estado o cualquier otro el grupo odiable, eso importa poco pues la ideología de la tercera ola del neoliberalismo es aideológica, en el sentido que variará su discurso sobre el orden social conservador según lo que las encuestas arrojen. Así, un político neoliberal opina según lo que le diga su asesor de marketing.
La tercera ola del neoliberalismo piensa a través de las encuestas y está dispuesta a ser fascista si el fascismo logra instalarse en la sociedad. Eso es decorado pues a la tercera ola del neoliberalismo, al igual que la primera y la segunda, lo que verdaderamente le interesa es la maximización de las ganancias de un grupo reducido de personas. Sin embargo, a diferencia de los dos anteriores, no solo deja como consecuencia terribles crisis económicas, sino también dejará un régimen político de crueldad que, no detenido a tiempo puede ser catastrófico en términos de supervivencia. El siglo XX ha sido testigo de regímenes de odio que han hecho de la crueldad su práctica más cotidiana. Más temprano que tarde, los gobiernos neoliberales pasan, pero lo que quedará, una vez que logremos superar esta tercera ola del neoliberalismo, es un odio que, de no combatirse a tiempo, asegurará una cuarta oleada.
Es urgente pensar y practicar otras formas de organización por fuera del neoliberalismo: resistir colectiva y democráticamente la subjetividad neoliberal odiante parece ser un gran desafío para este 2019 electoral.
*Por Lucas Crisafulli para La tinta.
*Abogado. Docente. Coordinador del Núcleo de Estudios e Intervención en Seguridad Democrática. FFYH. UNC.