Cooperativas cartoneras: convertir la necesidad en trabajo digno
La lucha y organización de los cartoneros los llevó a crear cooperativas de trabajo para dignificar una actividad a la que llegaron por necesidad. Luego del editorial de La Nación que justificó la violación de niñas, llegó un artículo de opinión en Clarín que resaltaba la “decencia” de revolver la basura. Aquí la historia de La Pelu y Marcelo, que desde la precariedad total se sumaron a la construcción de «Amanecer de Cartoneros»: ahora tienen salario, guardería y condiciones de trabajo dignas. Pese a que la nueva ley de incineración de basura impulsada por Horacio Rodríguez Larreta pone sus trabajos en riesgo, una vez más.
Por Tali Goldman para Nuestras Voces
Primero fue el escandaloso editorial del diario La Nación sobre el eufemismo de maternidad de niñas violadas, repudiado hasta por organismos de derechos humanos a nivel internacional. Luego vino un artículo de opinión del diario Clarín volvió a despertar un rechazo generalizado. Allí un periodista afirma que vio una persona salir de un contenedor de basura —el dato sin dudas es el crecimiento de las personas revolviendo basura— y le despertó primero vergüenza y luego admiración. Una romantización de la pobreza. Lo que el periodista de Clarín cuenta es una realidad que crece producto de la crisis económica, pero además “revolver basura” se convirtió hace muchos años en un trabajo organizado y remunerado: no por actitudes individuales sino por la organización colectiva.
Los invisibilizados del sistema también lo son de los medios hegemónicos, pero muchos de los que revuelven basura, los mismos de la nota de opinión, son parte de un sistema laboral cooperativista. Después de mucha lucha y persistencia lograron tener un salario digno y un sindicato que los representa. Se calcula solo en la ciudad de Buenos Aires son alrededor de 10 mil los cartoneros, y el número va en aumento. La mayoría de ellos lograron convertir la necesidad en un trabajo. Pero no fue un camino fácil. Y la nueva ley de incineración de la basura impulsada por Horacio Rodríguez Larreta puso sus trabajos en riesgo, una vez más.
En primera persona
La Pelu y Marcelo trabajan en Amanecer de los Cartoneros. Es la cooperativa cartonera más grande de Sudamérica, con más de 3.500 asociados, y forma parte del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). La Pelu y Marcelo trabajan en la planta de reciclaje que está ubicada en Parque Patricios, en la que comparten la tarea con otros 200 compañeros. Sumado a ellos están los 800 cartoneros que van diariamente a buscar material para llevarlo a la planta que luego se procesa y se revende a la industria como materia prima.
Si bien la cooperativa existe formalmente desde el 2007, la lucha de los cartoneros por organizarse y dejar de hacer individualmente el trabajo empezó durante la crisis del 2001.
La Pelu vive en Villa Fiorito, Lomas de Zamora, el “corazón cartonero”, según a ella le gusta decir. “De ahí empezamos casi todos”. Su historia, como la de tantos, se remonta a finales de los 90, cuando a su marido, que trabajaba en una curtiembre, lo echaron tras quedarse ciego por un glaucoma. La Pelu siempre se ocupó de su casa y de sus hijos respaldada por el salario de su marido, pero cuando él perdió la vista y en el trabajo hubo que salir a cartonear. “Me acuerdo que iba a Lanús caminando con mis hijos y con un carro, porque no tenía con quién dejarlos. Antes no había camiones y micros porque no había organización. Cuando empecé a venir a capital, a la zona del zoológico, teníamos que pagarle a algún micro o camión para que nos trajera. Entonces era muy poco lo que ganabas, porque además había una coima que había que darle a la policía sino te retenían la mercadería. Entonces era supervivencia pura”, cuenta a Nuestras Voces, la ahora miembro de la comisión directiva de la cooperativa.
La existencia de los cartoneros no data desde los 90, siempre existieron, sobre todo en los barrios: “Siempre había gente con sus carros, a caballo. El comercio del cartón siempre existió”. Pero en esos años la crisis económica, política y social revolver basura para comercializar el cartón fue una salida rápida para quienes necesitaban el mango diario para comer. “Era plata en el momento”, recuerda.
Marcelo también es de Fiorito. Toda su vida trabajó de chofer en el Casino de Puerto Madero. Estaba acostumbrado a estar de traje, en un buen auto, llevando a artistas, cantantes, actores, futbolistas. Pese a que vivía en Villa Fiorito veía a los cartoneros por la ventana de su auto. Pero en 2001 también lo echaron de su trabajo y literalmente no tenía para comer. Algunos de sus amigos, que también habían perdido el trabajo, le dijeron que juntando cartón se conseguía plata en el momento. La escalada del dólar disparó el precio del papel, por lo que revolver basura en busca de material reciclable era rentable.
“Buscar laburo era difícil. Entre que no había y que hasta que te contrataban y empezabas a cobrar podías tardar un mes, con el cartón sabías que juntabas, lo llevabas y te pagaban en el momento”. La mujer de Marcelo también había empezado a cartonear. “Fue difícil al principio yo me negaba a meter la mano en la basura, venía de otro mundo, hasta que no me quedó otra. Iba por Palermo y Puerto Madero pensando que la gente me iba a dar el cartón en la mano. Hasta que un amigo me dijo: tenés que meter la mano en la basura. Después me surgió la oportunidad de que un amigo me vendió una camioneta que podía financiar en cuotas, así que la usamos para cartonear”.
La Pelu también recuerda como doloroso la primera vez que metió la mano en el tacho de basura. “Yo siempre veía a las personas que cartoneaban en el barrio y decía pobre gente, siempre lo mirábamos de afuera. Pero después hubo que ir. Al principio me daba vergüenza, pero después como si nada, es un laburo y es honesto”.
En el año 2002 se funda la rama de Cartoneros del Movimiento de Trabajadores Excluidos con el objetivo de mejorar las condiciones laborales de quienes ejercían esta tarea. En principio, se armó un sistema de logística para que no viajaran colgados de la caja de los camiones como ganado. Obtuvieron un incentivo laboral, es decir, un salario del gobierno de la Ciudad lo que implica una jubilación y obra social; uniformes adecuados y una de las conquistas más importantes: guarderías para sus hijos.
“La organización nos dio todo. La guardería para nuestros hijos es fundamental. Los compañeros que laburan de noche tienen dónde dejar a sus pibes por ejemplo. O ya no es necesario como en mi caso cuando yo empecé a salir a cartonear con mis hijos. Eso es algo que logramos”, resalta Pelu.
Por otro lado, las cooperativas de cartoneros fueron fundamentales para que en el año 2006 se sancionara la ley de Basura Cero que aún no se termina de implementar porque implica quitarle el negocio a los privados para darle la concesión a las cooperativas cartoneras. Ahora, la nueva ley de incineración de la basura resulta una marcha atrás en esa conquista.
“Cuando la gente empezó a tomar conciencia del reciclado, de separar los residuos, a nosotros el laburo se nos vuelve más amable. Y eso también es por la ley que nosotros peleamos. Además el hecho de cobrar un salario, de estar regularizados, todo eso se logró gracias a la organización. Logramos torcerle el brazo al gobierno”, dice Marcelo.
“Sin este sistema muchos compañeros estarían en la lona porque para muchos es la única salida porque no los reciben en otro trabajo. Por ejemplo, muchos cartoneros estuvieron privados de su libertad, o muchos tiene problemáticas de adicciones, o discapacidades, entonces entonces este trabajo es el que los alberga. Si no existiera este trabajo esas personas estarían absolutamente excluidas”, reflexiona La Pelu.
En los últimos meses, tres veces por día, se acercan a la planta de Parque Patricios para preguntar si pueden trabajar ahí. “Hay un 20 por ciento más de cartoneros en la ciudad en el último año”, asegura Marcelo.
Victoria, una de las militantes y referentes del MTE, explica a Nuestras Voces que ya no sólo se acerca gente en situación de calle “mucha clase media viene a traer currículum para trabajar en la planta, en espacios administrativos. La verdad es que nuestro problema y lo que venimos exigiendo es que se abran más vacantes para los recicladores. Actualmente hay alrededor de 5000 entre todos los cooperativistas y después hay otra mitad que aún no está dentro del sistema”.
Por eso, lo que a algunos les parece pintoresco, para otros es un trabajo diario, una lucha cotidiana y, sobre todo, una construcción colectiva.
*Por Tali Goldman para Nuestras Voces / Fotos: Joaquín Salguero.