Entre fusiles y sutilezas: lo cotidiano en la guerrilla del ELN

Entre fusiles y sutilezas: lo cotidiano en la guerrilla del ELN
11 diciembre, 2018 por Tercer Mundo

Segunda parte de una crónica que muestra desde adentro al Ejército de Liberación Nacional de Colombia, la última guerrilla de América Latina.

Por Vivian Fernandes para Colombia Informa

“Hago parte del Ejército de Liberación Nacional, del Frente Guerrillero Ernesto Guevara”. Así inicia su presentación Yesenia, mujer negra de porte alto y delgado, paso firme y con sonrisa grande, que alcanzaba sus ojos, que juntos sonríen.

Siempre acompañada de Coronel, un perro grande y blanco, recuperado del Ejército colombiano, ella es nuestra primera entrevistada, ahora con grabadora y cámara autorizados, en este territorio guerrillero en el departamento del Chocó.

Yesenia es un nombre poco común en la guerrilla, algunas búsquedas me llevan a “La Negra Yesenia”, una de las comandantes del Frente de Guerra más importante de la historia del ELN, que murió en combate al final del 2011. Los homenajes son comunes cuando se escogen sus seudónimos “Elenos”, como son llamados los miembros del ELN.

Ella cuenta que entró a la guerrilla en el inicio de su juventud. Hoy aparenta tener alrededor de 35 años. En el inicio, lo que la motivó era la belleza del grupo, que caminaban juntos con armas y uniformes. De pocas palabras, ella no dia más detalles: “Eso fue lo que pasó”.

Poco a poco, ella fue aprendiendo la ideología, los valores y los “muchos motivos que nos hacen continuar en esta lucha”, como la desigualdad social que atraviesa Colombia.

Sobre los valores, Yesenia cita: “La honestidad, la solidaridad, la disciplina, ser crítico… Todos esos valores nosotros los inculcamos en todos los muchachos. Es preocuparse por el otro compañero”. Inculcar, verbo que tiene como uno de sus significados impregnar algo en el espíritu de alguien.

Y la disciplina es la muestra cotidiana. Se despiertan a las 4:45 de la madrugada, se preparan para la conferencia de la tropa, entonan el himno del ELN y comienzan los entrenamientos físicos. La pausa para el desayuno es a las 8:00, y después vuelven a entrenar, finalizando para el almuerzo.

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(Imagen: Gustavo Roque y Jorge Daltón)

Después de un breve descanso, viene la formación de manejo de armas, aprender a montar y desmontar el fusil, movimientos de marcha son realizados a lo largo de dos horas. La comida es temprano, aun con el día claro.

Además del entrenamiento físico, hay formación política, que se inicia después de la comida y la limpieza de las vasijas y ollas. En clases o ruedas de discusión, ellos conversan sobre la historia del ELN, leen noticias y otros temas. “A las ocho de la noche todo el mundo se va a dormir, hasta el otro día”, describe Yesenia.

Fuera de la rutina mantenida por toda la tropa, hay grupos que se turnan la custodia de los campamentos, de día y en las noches. Todo cronometrado y bien definido. Las tareas también son igualmente divididas, como las de plantación, cocina y limpieza.


El trabajo en ese territorio no es solo interno. Los guerrilleros también contribuyen con las comunidades. “A partir de lo más básico de la región. Ayudar a las personas a realizar los trabajos comunitarios, para que trabajen en comunidad. Y trabajamos con ellos”, relata Yesenia. Sea construir una casa, crear espacios de convivencia y del cuidado general, así como con la devoción de cumplir las reglas generales establecidas por los propios moradores.


Así como Yesenia, la guerrillera Yadira -que también tiene sonrisa fácil y ligera, lo cual mezcla con una postura firme y seria-, nos cuenta de la actuación del ELN con la población local: “Es muy bueno ayudar a las comunidades con el trabajo, con las cosas cotidianas”.

Yadira se enorgullece de realizar un trabajo especial con las mujeres, para que “salgan de esa vida sumisa, en la cual se tienen que dedicar a sus maridos, a lo que el hombre diga”. Aunque el feminismo no sea una cuestión presente en esos términos en el frente guerrillero, Yesenia define: “Aquí decimos que somos una organización de igualdad”.

Pero esa no es la imagen que el ELN está retratando en los medios colombianos o internacionales. Y sobre eso le pregunté a Yadira. “Las noticias dicen muchas cosas, muchas cosas que no son así, como el maltrato a los campesinos o desplazamos comunidades. Esas son mentiras. Cuando alguien llega (a una comunidad), se identifica, conversa con ellos. No se obliga a nadie a nada que no quiera hacer”, expone la guerrillera, con una mezcla de tristeza e incomodidad en la voz.

Personalidades

En una de las palafitas por las cuales pasamos, hay una mamá y su bebé que lo balancea en una red. Sin uniforme militar, ella viste un vestido de tirantes; la tarde es caliente y húmeda. La beba, con cerca de seis meses, viste apenas pañal y una cinta roja amarrada en la muñeca.

Una de nuestras compañeras de viaje, Cynthia, pregunta el porqué de la cinta. “Protección”, responde la madre. El marxismo, que marca la tradición del ELN, se mezcla con creencias personales y religiosas. Algo que no sorprende. En la tradición de la guerrilla están figuras emblemáticas como los sacerdotes Camilo Torres Restrepo y Manuel Pérez Martínez, el Cura Pérez.

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(Imagen: Gustavo Roque y Jorge Daltón)

Allí también hay espacio para las individualidades. Aunque la vestimenta militar sea el uniforme, y los símbolos del ELN el intercambio de identidad y místicas colectivas, cada uno viste adornos que demuestran la forma que identifican su belleza y vanidad. Las muchachas hacen trenzas, usan pinzas y chulos en los cabellos. Los jóvenes varían los peinados y boinas.

Además de los adornos que las embellecen, Yadira nos explica qué carga durante las marchas: “Tengo mi fusil, mi chaleco, mi pistola, mi equipamiento: vajilla, cobija, hamaca, carpa. Esas son las cosas básicas que carga un guerrillero”.

En las armas, pistolas o puñales, también hay adornos y bordados con que los decoran. Del escenario marcado por el verde, café y negro, los demás colores solo aparecen en los detalles.

Aunque en el campo de las personalidades, preguntamos a Yadira cómo se construyen las relaciones amorosas al interior de la guerrilla. Y para eso también hay reglas.


“Aquí si alguien se quiere casar, iniciara un noviazgo -explica-. Son tres meses que se da a esas dos personas para ver si se quedan juntas o se separan. Se pasa esos tres meses, conversan con los compañeros y se oficializa como matrimonio. Con tres años de estabilidad, tienen permiso para tener hijos, si un matrimonio es estable”.


Fuera de las cámaras, en conversaciones en medio de las caminatas y comidas, otros muchachos nos cuentan de los hijos de los guerrilleros y su relación con la guerrilla son fuentes de preocupación. Entre ellas está la educación, ya que hay tanta escasez de escuelas en las zonas rurales como un constante desplazamiento territorial que dificulta la permanencia en la educación formal.

La solución sería que los militantes de actuación civil pudieran ser los profesores en la región, o sea, se dispusieran a pasar un ciclo escolar en el campamento, donde podrían enseñar no solo a los niños y adolescentes, pero también a los adultos y las comunidades.

Según la Defensoría del Pueblo, en el informe “Crisis Humanitaria en el Choco”, de 2014, la tasa de analfabetismo en el departamento donde actúa ese frente de guerra es del 20,9 por ciento, dos veces y media más del índice nacional. En Brasil, el estado con la taza mayor de no alfabetizados es el Maranahão, con 16,7 por ciento.

Otra de las historias compartidas es la de la navidad, en que los hijos de las guerrilleras y los guerrilleros pueden pasar las festividades junto a sus padres en un lugar seguro en el campo. Nos cuentan que en ese encuentro había desde niños hasta adolescentes, algunos con un distanciamiento o un rencor a su padre, por el tiempo de separación en función de la dedicación a la guerrilla.

El comienzo de la confraternización fue un poco distante, desconcertante. Pero fue solo pasar un animado partido de fútbol entre ellos para que las risas y abrazos comenzarán a surgir. En la despedida, los llantos, dar un hasta luego doloroso o un adiós eterno a quien se ama.

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Para conocer más sobre los sentimientos de felicidad y tristeza que afectan a los guerrilleros, indagamos nuestro tercer entrevistado, Emerson Valírio Martínez, “orgullosamente ‘eleno’, con cédula de identidad roja y negra, e impresiones digitales que se escriben con tres letras blancas, como símbolo de paz con justicia social”.

Con la cámara encendida, a las primeras preguntas responde en tono de oratoria planeada. Cuando se le cuestionó sobre el momento más difícil que él había pasado en la guerrilla, parece que el recuerdo ablanda su tono de voz.

“Yo fui herido en combate dos veces -cuenta-. Creo que ese fue uno de los momentos más difíciles. Porque fue un año y medio que estuve fuera de la organización, en recuperación, con la pierna destrozada por la bala. Pero, igual, nada es imposible que no se pueda superar”.

Estar lejos de la guerrilla es lo que más le impacta. No es solo el deber de estar en la lucha, es la necesidad de estar entre los suyos. “Yo no me adapto fácilmente a estar fuera de la organización, del frente (guerrillero), de los compañeros, de la familia, porque aquí construimos como sea un núcleo familiar, en el cual todos nos echamos de menos, como si fuéramos hermanos de sangre”, comparte Emerson.


¿Y el momento más feliz? “Creo que fue el momento que conocí a mi bebé, lo único que tengo hasta el momento –responde-. Y otro cuando mi familia me visitó por primera vez. Yo estuve siete años sin comunicación con ellos, sin saber de ningún familiar. Pero, bueno, son de esos momentos que siempre tengo como recuerdos en mi corazón”.


Entre dos familias. Ese parece ser el sentimiento que ronda a Emerson y es posiblemente el de otros muchachos por ahí. ¿Cómo explicar a los padres o familiares la opción de dedicar su propia vida para una causa, la de la liberación popular?

“A ver, siempre los familiares o las madres, muchos no están de acuerdo con que sus hijos estén directamente en el conflicto. Si no hay esa politización y que se den cuenta de que es un deber unir y luchar por lo que se quiere, siempre buscan, en algún momento (cuestionar), ‘por qué no vuelve’ y ‘existen otras formas que no se matan’”, dice.

Pero la respuesta para Emerson es “no”, pues ese es el camino en que cree. Entre seguir “explotado por un patrón, vivir endeudado siempre, no tener nada, vivir de forma más precaria que en la insurgencia, pues (la persona) va querer continuar arriesgando lo que sea. Y también tiene la convicción ideológica”.

Emerson complementa: “Es de conocimiento general que es la pobreza, la precariedad de la vida, lo que lleva a alguien a tomar la decisión de pertenecer a un grupo armado”.

Zona de guerra

El Frente Occidental Omar Gómez es una de los nueve frentes de guerra del Ejército de Liberación Nacional, que tiene actuación en todo el país, incluyendo a las ciudades, con el Frente de Guerra Urbana.

Dentro de estos, tienen Frentes Guerrilleros, con el objetivo de construir poder popular a partir de los territorios. El Frente Guerrillero Ernesto Che Guevara fue el que visitamos. Camisetas y cintas coloridas para amarrar en los brazos, con frases revolucionarias, marcan la identificación de ese grupo, compuesto mayoritariamente por jóvenes.

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(Imagen: Gustavo Roque y Jorge Daltón)

También hay Compañías, con cierta autonomía en cada frente. El ELN posee un Comando Central compuesto por cinco miembros. Entre ellos, está Nicolás Rodríguez Bautista (Gabino), responsable político y militar; e Israel Ramírez (“Pablo Beltrán”), jefe de la delegación del ELN en la Mesa de Diálogo de paz con el gobierno colombiano.

Con actuación en el Chocó, el departamento más pobre de Colombia, está el Frente de Guerra Occidental. Su nombre homenajea a Omar Darío Gómez (“Alejandro”), que cayó en combate en 2016 en esa localidad. Con más de 30 años de actuación en el ELN, era el tercero en comandar este frente.

Con la vegetación densa y el sistema de transporte por medio de lanchas y canoas, Yesenia, una de las guerrilleras entrevistadas en el Chocó, nos cuenta que allí los ataques del Ejército colombiano vienen principalmente desde el aire.


“Ahora la modalidad son bombardeos de helicóptero, que lanza el Ejército sobre nosotros en cualquier momento –cuenta-. Las bombas pueden venir de día o de noche. En esta zona, dicen que es muy difícil llegar por tierra, un asalto en el campamento, pero también lo pueden hacer. Y es por eso que, todo el tiempo, estamos en vigilancia. Porque en cualquier momento pueden caer sobre nosotros de cualquier forma, sea por aire o por tierra”.


A cada ruido del motor de la lancha, los cuellos se estiran para ver quién pasa. Un movimiento casi natural de cada guerrillero. Los sentidos están siempre agudizados.

Los enemigos, además del Ejército oficial del país, son los paramilitares, que actúan de manera clandestina, como civiles, y que tienen el respaldo de la policía y del Ejército, como lo caracterizan los guerrilleros, en unos círculos de conversación que fuimos invitados a participar en el campamento del Frente Guerrillero.

“El paramilitarismo es una política de Estado para contener la insurgencia. Y continúan haciendo del terror su actuación”, dice uno de los miembros del ELN, en una noche durante los días de nuestra visita. En conversación con decenas de miembros del frente, ya en total oscuridad nocturna de la selva, ellos nos contaban sus apreciaciones, en off, del conflicto armado en el país.

Estar entre guerrilleros, con correas al hombro de sus fusiles. Eso podría parecer una situación incómoda e intimidadora. Pero estar allí, en aquel campamento, era una sensación de tranquilidad. No parecía, pero estábamos en una zona de guerra.

¿Por qué seguir en armas?

La opción por la vía armada para la revolución no es una decisión fácil. Además de abandonar la vida civil, familia y la casa, los guerrilleros tienen que confrontarse con una serie de desafíos cotidianos.

La estructura de los campamentos es transitoria, por eso, no tienen más que simples construcciones de palafitas, sin agua potable, fosas e incluso colchones donde dormir. Los utensilios domésticos son simples. Lo suficiente para garantizar un bienestar mínimo.

Las muertes no son historias. Ellas pasan, y la convicción de que la lucha es mayor por la liberación de todo el pueblo los hace continuar. “Y eso es lo que me da rabia, cuando pasa algo, cuando matan a un compañero”, relata Yesenia.

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(Imagen: Gustavo Roque y Jorge Daltón)

“Cuando (nos) matan, se dice ‘baja de un guerrillero’, y cuando muere un soldado, ‘asesinaron a un soldado’. Y eso es muy doloroso. Todos somos hijos de campesinos, todos somos seres humanos. Por el hecho de que no estamos armados luchando por los ideales de la clase pobre, no significa que seamos menos que los soldados que están luchando por la oligarquía. Los soldados que están luchando por la oligarquía son hijos de campesinos igual que nosotros. Entonces, eso es muy doloroso, es muy fuerte”, cuenta la guerrillera.

Para Emerson, uno de líderes del Frente Guerrillero Che Guevara, lo que llevó al conflicto político, social y armado en Colombia, que ya tiene más de 50 años, “son los mismos puntos que negó el Estado colombiano en la negociación en la Mesa de Diálogo con las FARC, que firmaron el Acuerdo de Paz de La Habana, como la mesa que se viene desarrollando con el ELN. (El Estado) no discute el modelo económico, político, social, de la propiedad privada y tampoco el régimen militar”.

Sin esas discusiones, cree, “no va ver cambios dentro de las políticas que guían el país, y no va haber solución para buscar una equidad social”.


Y con la convicción y la esperanza de que es posible cambiar la realidad desigual de Colombia y de América Latina, ellos aún siguen en armas. “Siempre y cuando exista opresión, va seguir habiendo resistencia. O sea, el mensaje para el pueblo colombiano y de nuestro continente es que tenemos que hacer la lucha de diferentes formas, unirnos, y juntos combatir la oligarquía y el imperialismo”, finaliza Emerson.


Como principal referencia política y militar del Frente de Guerra Occidental, el Comandante Uriel nos brinda una última entrevista. La figura más sobresaliente del ELN en las redes sociales, cuando siempre aparece con un sombrero y un pañuelo rojo y negro donde solo se permite ver sus ojos, entre nosotros, al interior del campamento, siempre está con el rostro descubierto y con gestos alegres. Para la entrevista en video, nuevamente cubre el rostro.

Es así como nos hablaron otros combatientes, Uriel defiende la lucha armada y una experiencia histórica revolucionaria, un acumulado de trabajo político-organizativo con las comunidades. En ese sentido, “el ELN es un patrimonio no solo del pueblo colombiano, sino de toda América Latina”. Pero no es el único. Para él, hay una serie de expresiones de movimientos populares en Colombia y en diversos países.

“Respetamos los caminos que otras organizaciones, otros procesos, decidan prioritarios en este momento. En el ELN también estamos haciendo esfuerzos a partir de otros escenarios, no solo en el ámbito armado. Pero consideramos necesario mantener esa semilla de la lucha armada revolucionaria, de resistencia armada y popular. Porque sé que no es ahora, pero va ser prioritaria en otros momentos”, analiza.

Con una lectura de un proceso para “transformar el mundo y construir algo diferente”, que tenga como base la organización popular y la unidad, apunta que “el imperialismo no va a caer solito. Es con una fuerte resistencia popular que vamos a acabar con él”.

“Los esfuerzos que cada uno, que cada organización está haciendo para transformar el mundo vale, cuenta. De la misma forma espero que valoricen el esfuerzo que está haciendo el ELN para ayudar a construir un mundo diferente. Dicen que en el socialismo o entramos todos o no entra nadie. Y como dice mi camiseta: luchar por el socialismo es luchar por la humanidad”, apunta.

A pesar de estar en medio de la densa selva del Chocó, su intención no es aislar la guerrilla. Para eso, echa mano de herramientas de tecnología y comunicación: “Nuestra tarea no es quedarnos callados. Por todas las vías posibles tenemos que hacer agitación y propaganda, llevar el mensaje revolucionario”.

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(Imagen: Gustavo Roque y Jorge Daltón)

Y con base en algo como la solidaridad y hermandad, delante de las cámaras Uriel parece que busca enviar un mensaje a los movimientos y militantes populares para que no los dejen solos.


“Aquí estamos para todo y así esperamos que muchos estén para nosotros –afirma-. Son bienvenidos. Todos los que quieran venir para contribuir, aprender lo que podemos enseñar, y que fortalezcamos nuestros lazos. Vean en nosotros una oportunidad de laboratorio, de amigos incondicionales, de aliados, de compañeros de lucha”.


Espontáneo en las conversaciones cotidianas, hace preguntas sobre la realidad brasileña, las noticias de otras partes del mundo, nuestras opiniones. No solo sobre política, siempre surgen a flote temas como historia, tecnología, series y películas, música -su predilección es por el rap, y canta una canción de vez en cuando.

La receptividad y atención con que fuimos recibidos en territorio “eleno”, el Comandante Uriel pide, a través de nosotros, que llegue a otras partes.

Una micro-sd con más informaciones fue uno de los regalos de despedida de Uriel y Lucía, su compañera, junto a cintas coloridas con mensajes del Che Guevara, camisetas y otros adornos que marcan la identidad de aquellos guerrilleros. En las carpetas digitales estaban comunicados, vídeos, fotos, materiales periodísticos y toda suerte de archivo, que el Comandante Uriel reunió a lo largo de los últimos años.

Entre tantas cosas, las canciones me hicieron recordar de lo que eran los días entre ellos. Distintas versiones de la canción “Hasta siempre”, en homenaje al Che Guevara, eran las más tocadas en los momentos de descanso, en especiales las versiones de rap.

Pero aquella que me hizo sentir de vuelta a la selva y al convivir de aquellos muchachos y muchachas, era una que traía en su letra frases de Mario Benedetti, del poema “Hombre que mira al cielo”. En la nueva versión, se canta: “Y que el dolor no nos apague la rabia, la fuerza, la alegría, la vida, la pasión. Que los asesinos del pueblo se marchen. Hagamos de nuevo el amor y la revolución”.

La casa llena, con abrazos rápidos me despedí. Fueron pocos días con una carga intensa de emociones y aprendizajes. Miraba sus ojos y decía adiós. Sabría que no volvería a verlos.

En el trayecto del Río San Juan en la lancha parece que comenzaba a entender lo que me había pasado. Mirando alrededor, el ruido cortante del motor y del viento por los oídos, una cumbia local por el radio, voltee a mirar fijamente las palafitas y los rostros por los cuales pasaba.

Indígenas, negros, niños, ancianos, familias, en sus actividades cotidianas de lavar ropa, bañarse y jugar en el río. El mirar fijo que yo les lanzaba ellos me lo lanzaba de vuelta. Ojos llorosos embarcaron a la vista. Entendí lo que significaba toda aquella lucha.

Un grupo de mariposas amarillas comienzan a volar en círculos en una de las paradas. Sonreí. Era realmente la Colombia Profunda.

*Por Vivian Fernandes para Colombia Informa / Fotos: Gustavo Roque y Jorge Daltón

Palabras claves: Colombia, ELN, guerrilla

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