Intelectuales, progresismos e izquierdas
Por Oscar Soto para Iberoamérica Social
Repentina, o no tan inesperadamente lo malo que intuíamos terminó por suceder. El desenlace político en Brasil, la penosa decadencia suramericana -salvo la persistencia de lucha boliviana- y la consolidación de la embestida geopolítica norteamericana a nivel general, han vuelto a sitiar los territorios latinoamericanos con eficacia una vez más.
Lo político y lo social de manera amplia o lo electoral y las resistencias societales en un plano más restringido, suele ser apuntado por separado en el pesaje de los combates latinoamericanos. Todavía se lee en muchos analistas políticos disociar la dimensión política de las luchas sociales que significaron un rechazo popular masivo al plan de ajuste neoliberal en los 80 y 90, de las avanzadas político-electorales que se dieron en la región desde la asunción de Hugo Chávez en adelante. Así como no es posible entender el deterioro progresivo del consenso neoliberal en Nuestra América sin recurrir a la fotografía de los movimientos sociales y populares marchando por las avenidas de pueblos y grandes capitales latinoamericanas, es poco sustentable pensar que el retroceso de los progresismos en el continente no le signifique fracturas a las estrategias autónomas del campo popular latinoamericano.
Avance de las derechas
Desde el 6 al 10 de diciembre de 2015, cuando la oposición venezolana se afirma en las legislativas de ese país y la derecha argentina asume el gobierno vía balotaje, se entreteje la ofensiva de las derechas en la región al tiempo que se hilvanaba lo que a partir de 2013 (no casualmente el año de la muerte de Chávez) venía retaceando el desencanto popular con los gobiernos posneoliberales. El recorrido desde el golpe parlamentario al PT en Brasil, pasando por la asunción de Donald Trump en Estados Unidos, hasta el encarcelamiento de Lula da Silva en 2018, explicitan el carácter del desarme popular en el continente. Quizás en este racconto pesimista de lo sucedido “por arriba” (en la arena político-estatal) valgan las proyecciones más venturosas para el futuro de México que, aun siendo solo especulaciones e interrogantes, al menos deja colar una bocanada de aire fresco por esa pequeña hendidura institucional. Frente al estado de cosas regionales, México constituye un espacio de acción y una referencia para la deriva progresista latinoamericana.
De cualquier manera, situados delante de un panorama de recesión económica y desarticulación social, producto de un embate neoliberal ciego, sordo y mudo que toma cuerpo soberbiamente en estos días; las voces, los ojos y las palabras que puedan romper el cerco, ayudan a desgastar -cuanto menos modestamente- al gigante. Hoy que en la Argentina por ejemplo, no queda nada por tocar, desde el endeudamiento hasta la criminalización fascista más insospechada de la pobreza, desde la educación, la salud y los derechos sociales más elementales, se hacen imprescindibles las lecturas que trasciendan el dato estadístico y retornen a desaturdir la realidad mezquina.
Pensamiento y acción
Dice Miguel Mazzeo, pensando en la Argentina posterior al hecho político de 2001, que subsiste en rasgos, praxis y sensibilidades una especie de generación intelectual crítica que en los últimos años ha visto florecer, al calor del proceso histórico contemporáneo, una subjetividad de la insubordinación con una vocación emancipatoria. Siguiendo a Casullo, Mazzeo dirá que en la dificultad de identificar a esa intelectualidad insurgente que desde principio de siglo reverdece, suele estar la centralidad que ocupan las viejas intelecciones dogmáticas de izquierda o la tradicional dicotomía entre intelectuales liberales/republicanos y populistas/estatistas. En el último tiempo la escena de la discusión latinoamericana ha rondado un debate muy cercano a estos polos, los progresismos realmente existentes deben mucho a la bifurcación antes mencionada. No es extraño entonces pensar que frente al deterioro regional y la ofensiva neocolonial se tensen los extremos de la cuerda que mejor expresan ese debate; al menos en el 1er Foro Mundial de Pensamiento Crítico organizado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), algo de eso se pudo ver.
El problema aquí no radica en la opción del ángulo que se elija para predicar un discurso político, el drama resultante que nos afecta a todos es que las pérdidas electorales o político-estatales, de las que empezamos hablando aquí, son preanunciadas por derrotas culturales-intelectuales mucho más significativas.
Sucede que la brecha entre “los que piensan” la política y los que acumulan fuerzas y ocupan espacios en el entramado estatal (sean estos más o menos liberales, más o menos estatistas…) debe ser puesta en cuestión, merece ser cuestionada, pero a su vez debe implicar una invitación a contarse las costillas y abrir los abanicos. Es decir: el pensamiento crítico latinoamericano, que dicho sea de paso suele transitar los pasillos de la política institucionalmente vivida mientras también camina los atajos del conocimiento científico y la creación de teoría crítica, no se agota en los modelos clásicos de discusión entre liberales y estatistas. No creemos que aquí haya clausuras, más bien se trata de dar los primeros pasos. Tal vez esa sea una puerta que se abre con las buenas iniciativas de agrupar ciencia social latinoamericana, pensamiento crítico y coyuntura política.
Volviendo a Mazzeo, la izquierda por venir y la generación intelectual que se forja en estas brechas no rinde culto a un colectivismo sublimado, así como tampoco creemos que le corra el hombro a la ambivalencia epocal por la que se desvive. Entienden las y los jóvenes que discuten y padecen la ofensiva neoliberal desde los movimientos populares, universidades y colectivos de resistencia, que no se debe dar un centímetro en la lucha por la producción del conocimiento social (tampoco académico), que se debe discutir el realismo político, rechazando –por ejemplo- la idea del ´fin de las izquierdas y las derechas´, cuando el conflicto social vivido indica que esas categorías gozan de una salud relativa y se muestra vigorosa para los combates futuros; pero asimilando también que las disputas que se dan por abajo contra el neoliberalismo reasumido con más fuerza, requieren del dialogo con los protagonistas que desde arriba suman a cuestionar políticamente a los flamantes macrismos y bolsonarismos reales.
En definitiva, si hay derrota cultural-intelectual se hace carne la derrota electoral y política. Habrá que pensar en nuestros foros y ámbitos de discusión progresistas o de izquierda que es urgente al decir del teólogo de la liberación brasilero Frei Betto: “Volver al trabajo de base y promover la alfabetización política del pueblo”.
*Por Oscar Soto para Iberoamérica Social.
*Politólogo y docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales – Universidad Nacional de Cuyo.