“La incertidumbre política y económica es un rasgo de la realidad, no un problema de nuestro desconocimiento de alguna variable” – Parte 3
Hace algunas semanas, miembros del Colectivo de Pensamiento Crítico en Economía (CoPenCE) entrevistaron al investigador del CONICET y docente de la Universidad Nacional de Quilmes, Adrián Piva, sobre la situación económica y política del modelo de Cambiemos, sus rupturas y continuidades con gobiernos anteriores, el surgimiento de gobiernos neoconservadores en la región y los desafíos de la clase trabajadora frente a esta coyuntura adversa, entre otros temas. La entrevista se estructuró en cinco ejes: el proceso de ajuste, lxs de arriba, lxs de abajo, el Estado y el escenario futuro. Aquí, la tercera y última parte.
Por Nahuel Aranda, Santiago Buraschi, Gonzalo Ávila y Lisandro Levstein para La tinta
Sobre el Estado
—El gobierno de Cambiemos asume con la promesa de transformar el Estado. Inicialmente, intentó reducir el empleo público (catarata de despidos), pero después no prospera por la creación de nuevo ministerios, la incorporación de la crema militante, etc. Pero ahora, con el acuerdo con el FMI, pareciera que se vuelve a la carga con la unificación de ministerios, la reducción de empleos públicos en algunas dependencias que no son importantes para el gobierno, etc. ¿Ves una transformación de la forma del Estado desde 2015?
—Sobre eso, dos cuestiones: primero, esto está bastante vinculado con el problema de la construcción de una hegemonía. Como dije, esto significa que se institucionaliza el conflicto social, cobra forma de Estado. Entonces, la dificultad de construir esa hegemonía tiene su correlato en las dificultades para articular de manera más o menos coherente (por las limitaciones que tiene siempre el Estado para esto) un aparato de Estado que cristalice, condense esos mecanismos institucionales. Entonces, en ese sentido, efectivamente, no hay tal cosa. Sí uno lo que observa es, más bien, ciertas inconsistencias entre las acciones del Banco Central y las del Ministerio de Economía, las acciones del Ministerio de Economía y las del Ministerio de Desarrollo Social, tensiones con la jefatura de gabinete, por momentos, la economía es lo más importante, por momentos, lo es la política, etc.
En realidad, esa inestabilidad y las inconsistencias internas muestran que no se constituyó una forma de Estado distinta a las anteriores. Eso tiene efectos, a su vez, en la articulación de la burguesía como clase dominante. Entonces, más bien, lo que hay es predominio del sector financiero, propio de los escenarios de crisis como este, es objetivo. La única manera de estabilizar medianamente la situación es el ingreso de dólares financieros, toma de deuda, pero no podemos hablar ni de la construcción de una forma de Estado estable ni por ese medio de cierta organización de los intereses de la clase dominante como interés de clase.
Ahora, hay otro nivel que es lo que intentó hacer el gobierno y yo, ahí, creo que sí hay ciertas cuestiones interesantes, porque, en términos cuantitativos, no logró mucho (como decías vos antes, la reducción de empleo público en el 2016 fue de 0,2% y a niveles sub nacionales creció). Pero hay algo que planteó Valeria Ianni en un encuentro de Economistas de Izquierda y también lo decía Paula Belloni en un encuentro en el Instituto tricontinental, y con lo cual estoy de acuerdo. El gobierno intentó y sigue intentando una transformación más cualitativa del Estado. Fue muy limitado el impacto en términos del ajuste cuantitativo (y, por eso, el ajuste pasa más por la reducción de salarios que por la reducción de empleo público), pero que, en términos cualitativos, sí intentó algunas cosas y que, incluso, la reforma de ministerios da señales políticas en el sentido de qué tipo de transformaciones en la forma de Estado busca. Creo que hay que trabajarlas más, no te podría decir con seguridad qué tendencia se ve más claramente. Pero, más allá de lo evidente de haber transformado el Ministerio de Trabajo en una secretaría del ministerio de los empresarios (Ministerio de Producción), pasar el Ministerio de Salud al Ministerio de Desarrollo Social (la salud pública como asistencia), es una tarea pendiente ver qué de estas transformaciones tienen o no continuidad en el futuro con el nuevo gobierno.
Hay algo que sí es interesante que es una continuidad con el kirchernismo, que es la balcanización del Ministerio de Economía, que pasó en la última etapa del kirchnerismo y se mantuvo con el macrismo, que plantea cierta necesidad política de concentrar el poder decisional en el presidente y, por lo tanto, en el ala política, y que habla de las dificultades más profundas para construir mecanismos institucionales que desplacen la resolución del conflicto de la decisión presidencial. Cuando interviene la decisión política es porque algo está fallando, la decisión está suturando algo que no se puede suturar institucionalmente, entonces aparece la necesidad de concentrar en presidencia. Eso también, para mí, es un indicador importante. Si se lograra producir un desplazamiento de ahí, uno vería que se están construyendo ciertos mecanismos institucionales de integración del conflicto.
Sobre el escenario futuro
—En un artículo reciente, mencionaste que el gradualismo fiscal, el desplazamiento temporal de los desequilibrios económicos por medio del endeudamiento externo y la polarización como medio para lograr consenso social muestran la persistencia de una relación de fuerzas que el gobierno necesita torcer. En este sentido, ¿qué escenarios ves hacia futuro? ¿Qué creés que puede suceder si se logra frenar el ajuste? ¿Y si no lo logramos? ¿Qué pasa si el ajuste se frena de manera insurreccional?
—En esto, hay varias cuestiones. Lo primero es qué significa ganar o perder, ¿no? Porque si uno toma como ejemplo el 2001/2002, en realidad, es lo que decíamos recién. En el 2002, hay una devaluación exitosa en términos capitalistas, elevación del tipo de cambio, caída del salario real, es decir, un conjunto de circunstancias que hacen que uno diga “bueno, ganaron”. ¿Qué es lo que a uno le hace decir “no, no ganaron”? Justamente, que la condición de la salida de la crisis fue la ruptura del mecanismo institucional que subordinaba la clase obrera que era la convertibilidad. Esa ruptura del mecanismo político de subordinación de la clase obrera tiñe todo el proceso de transición y con lo que decía antes, con la gente en la calle, lo cual obliga a una recomposición política que integre esas demandas callejeras.
En ese sentido, yo diría que ganar no es que no haya caída del salario. Digo porque eso significaría creer que hay salidas progresistas a las crisis capitalistas. Yo en eso soy muy terminante y creo que, más allá de la oportunidad política, hay que ser muy consciente. No existe tal cosa. No existe una salida de la crisis que se haya dado con aumento de salarios, aumento del consumo y menos duradera. Eso viene después, no como respuesta a la salida de la crisis. Fue justamente la respuesta ofensiva en términos inflacionarios a la clase obrera previa, durante el duhaldismo, lo que le permitió al kirchnerismo desarrollar eso posteriormente, en un contexto además regional y mundial determinado.
Entonces, yo diría que ganar hoy no implica, siempre que hablemos de una recomposición capitalista, que no haya pérdida salarial y demás, sino que implica más bien romper el mecanismo político de subordinación. Esa ruptura del mecanismo político de subordinación, que la transición se haga con la gente en la calle, implica que solo puede haber una cierta estabilización con un cierto reconocimiento de esa presión popular. Eso sería ganar. En otros términos. Que no se produzca una derrota que revierta el proceso de recomposición previo, sino que permita darle, aunque tengas un retroceso temporal, una continuidad posterior.
¿Qué significaría perder entonces? Significaría que los tipos sean capaces de subordinar duraderamente nuestras demandas y organizaciones, y que produzcan una derrota que nos tire para atrás. Que rompa con el ciclo de recomposición pos 1996/1997 ciclo largo, pos 2001. Y eso no es fácil medirlo. Se ve más bien con el tiempo. No era fácil en 2002 decir qué estaba pasando. Yo creo que todos tuvimos la sensación cuando Duhalde tuvo que adelantar las elecciones después del asesinato de Kosteki y Santillán de que algo había pasado, importante. Y que eso condicionaba todo el proceso posterior. Pero no es tan fácil determinarlo y menos porque no existe algo tan identificable como la convertibilidad. Donde uno dice, bueno, le rompiste la convertibilidad, le fracturaste la clase dominante, lo obligaste al gobierno interino a adelantar las elecciones, y vino Kirchner y tuvo que hacer algo con eso. Acá quizás es más difuso. Pero creo que eso sería ganar o perder, en términos más conceptuales.
—En términos de ganar o perder, ¿cómo interpretás vos esta paradoja de que capaz, de pronto, ganar se convierte en que haya un gobierno peronista? Bloquear el ajuste se convierte en que haya un gobierno peronista.
—Yo lo que creo es que la incertidumbre política y económica es objetiva, es un rasgo de la realidad, no es un problema de nuestro desconocimiento de alguna variable. Es que, efectivamente, se rompió la lógica objetiva y lo que queda es un antagonismo más o menos disimulado. Entonces, ¿qué es lo que va a pasar? La verdad es que no lo sabemos. Yo creo que eso sí nos plantea la necesidad de sostener la movilización como estrategia. El peor peligro es una desmovilización en condiciones de resolución de la crisis o al revés, en condiciones de disparamiento de esa crisis. En ese caso, yo diría que estamos en un proceso de derrota. Después, habrá que ver su alcance. Pero la permanencia de la movilización, más allá de las circunstancias azarosas de lo que ocurra con salarios y precios, etc., para mí, es lo central. Después, los modos de recomposición del poder político pueden ser muy disímiles y, además, en qué período entramos después, si entramos en un período de estabilización de dominación política o si entramos en un período de inestabilidad, de idas y vueltas.
—En ese sentido, es como que todavía no somos muy conscientes del valor político que tuvo desmovilizar el conflicto universitario.
Y bueno, eso sí, para mí, fue muy grave. Aparte, hay conflictos que aparecen como conflictos testigos o conflictos que le meten un problema político al gobierno serio. El gobierno, primero, que intentó ocultarte, después, tuvo que salir a dar una conferencia de prensa donde te tuvo que reconocer públicamente, después de eso, le llenaste las calles y, después, firmaste y te fuiste a tu casa.
Dejaste solo a los docentes de la provincia de Buenos Aires. Para mí, es muy complicado y fue una muy mala dirección en términos estratégicos. Incluso desde el punto de vista de una dirección kirchnerista, no se entiende, salvo que pienses que ellos tienen más miedo a una ruptura institucional que haga acceder al gobierno a ciertos sectores del peronismo, porque otra cosa no se me ocurre. A veces, es desorientación política también, porque todos las padecemos, eso es cierto. Justamente, estos escenarios inciertos hacen que sea difícil no desorientarse.
*Por Nahuel Aranda, Santiago Buraschi, Gonzalo Ávila y Lisandro Levstein para La tinta.