Gritar justicia por Marcos Soria
A Marcos no le gustaba el deporte pero que en cada partido de Belgrano la radio se prendía y el piluso aterrizaba en su cabeza como un sombrero de copa. El viernes 23 escuchó y sufrió la derrota pirata ante Atlético Tucumán. Trabajaba en la huerta Entre Todos y en el Comedor Manitas Solidarias de Villa Angelelli II. En la madrugada del sábado, Marcos fue víctima del gatillo fácil como política de Estado.
Por la Coordinadora DDHH del Fútbol Argentino
Cintia inhala dolor y exhala justicia. A través del teléfono transmite su voz cálida pero cubierta de bronca y rebeldía. Detrás, el piberío resuelve todo con juegos y gritos. Y ella sigue ahí, desarmada pero convencida. Asegura que llevará a los testigos a declarar. No quiere que se encargue la policía.Teme amenazas.
A Marcos Soria, su hermano más joven, el más chico de los 6, se lo llevaron a un descampado. Los encargados fueron dos uniformados, que lo golpearon brutalmente y luego terminaron con su vida de un tiro en la cabeza. El gatillo fácil como política de Estado.
Cintia explica con lentitud y serenidad. Señala que a Marcos le encantaba laburar la tierra en Entre Todos, la huerta que manejaban junto a sus compañeros. Sentía pasión por cultivar frutas y verduras para proveer a los suyos y mantener vivo el Comedor Manitas Solidarias, lugar donde comían muchos pibes del barrio Angelelli II, al sur de Córdoba. Encuentro de Organizaciones, el espacio de la CTEP donde militaba, redobla esfuerzos y convoca al repudio generalizado. Cintia charla, susurra que a Marcos no le gustaba el deporte pero que en cada partido de Belgrano la radio se prendía y el piluso aterrizaba en su cabeza como un sombrero de copa.
Mitad Talleres, mitad Belgrano. Así son los Soria. Alguno que otro se anima a hinchar por River o Boca en partidos importantes pero en definitiva las trifulcas son cuando hace un gol Talleres. O la B, que pelea por no descender y Marcos lo sufrió hasta su último día.
El Pirata perdió el viernes 23 contra Atlético Tucumán por 3 a 1 de local y su camiseta pasó directamente de su cuerpo al lavarropas. Se apagó la radio, puteó al aire y el piluso volvió a quedar tirado por ahí. El sábado, la vida de Marcos no se apagó, se la apagaron. Cintia quiere justicia y gritarlo con la voz limpia.